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ANÁLISIS, COMENTARIO Y DEMÁS

 

Cine

Los chicos buenos contra el senador McHarto

Aunque su taquilla ha sido ínfima, es en blanco y negro y trata un tema bastante manido, se coló a los Óscares como candidata a mejor cinta. Una de dos: anhela refrendar la tendencia "progresista" de Hollywood o la oferta fílmica del 2006 fue así de pobre.

Good Night and Good Luck
George Clooney, David Strathairn, Robert Downey Jr.
Dirigida por George Clooney/2005

FEBRERO, 2006. No es nuestra intención aquí defender al senador Joseph mcCarthy, un tipo vanidoso y altanero, pero también debemos ubicar en su justo momento histórico el porqué de la virulenta reacción de Hollywood y casi toda la intelectualidad norteamericana hacia su persona. En 1954 este senador por Wisconsin denunció una "intromisión" en los medios de agentes soviéticos o simpatizantes del bolchevismo que planeaban "minar la moral" de Estados Unidos. 

Como resultado esos medios se le fueron encima con furia inaudita: el recientemente fallecido Arthur Miller publicó La letra escarlata, una denuncia de la "cacería de brujas" por parte del senador, y hubo caricaturistas, como Walt Kelly, que hicieron lo mismo con su tira Pogo y llamaron "falaces mentiras" a las acusaciones.

McCarthy actuaba dentro de la lógica de la guerra fría. Si en la URSS, con un discurso enfocado a destruir al "imperialismo yanqui", se encerraba, denunciaba y enjuiciaba a todo aquel sospechoso de "colaborar con el enemigo" ¿por qué Estados Unidos no tenía derecho a hacer lo mismo? Quienes denunciaban el macartismo como parte de un "ataque directo contra la libertad y la creatividad" jamás reaccionaron como energúmenos cuando sus colegas en Europa Oriental eran detenidos y torturados por aquellos gobiernos comunistas discrecionales. 

Lo irónico es que McCarthy tenía razón: al caer la URSS y la KGB sacó a luz sus archivos secretos resultó que los señalados por el senador efectivamente estaban al servicio de Moscú y recibían dinero a cambio de agitar y dar información confidencial, entre ellos Alger Hiss, a quien por años Hollywood ha llorado como "víctima del macartismo".

Es obvio que este último capítulo nunca aparecerá en un guión hollywoodense. En vez de ello se prefiere dar más cuerda al manido asunto del macartismo el cual ocurrió cuando prácticamente todos la gente que va hoy al cine aún no nacía.

El que Good Night and Good Luck se ubique durante el macartismo no es casual, por supuesto: es el modo que presenta Clooney para emparentarlo con la administración Bush. De acuerdo a la óptica de Clooney, Michael Moore, Sean Penn y las Dixie Chicks, más los que se acumulen, el que haya reacciones en contra cada vez que critican la invasión a Irak se debe a una campaña de censura, y ése es precisamente el argumento central de esta historia.

El periodista Edward R. Murrow (Straithairn) es el conductor de See It Now, un noticiario de la CBS que ha osado enfrentarse a la "cacería de brujas" del Joseph McCarthy de modo que su línea editorial pronto choca con los productores y los patrocinadores. Murrow decide entonces planear una estrategia que exhiba al belicoso senador. "Esta es una época donde no existe la razón... pero no nos amedrentarán", dice Murrow, desafiante.

Sólo que tal paralelismo resulta absurdo. Lejos de estar amedrentados, los principales medios de comunicación norteamericanos han sido críticos no sólo de la guerra en Irak sino del presidente Bush, eso sin contar que no existe hoy un senador "cazabrujas" quien acuse a Clooney como simpatizante talibán; a todos ellos se les ha respetado su derecho a expresar lo que quieran el cual está sujeto a una respuesta, de aprobación o desacuerdo, por parte de la opinión pública. 

Pero como los Clooney, los Moore y los Penn no han escuchado lo que querían, entonces se quejan de que quieren asilenciarlos, algo totalmente falso: ¿tendría hoy Clooney tres nominaciones al Óscar si existiera el mismo ambiente de linchamiento que describe en esta cinta?

La verdad, Good Night and Good Luck me aburrió. Carece de la corrosiva ironía de, por ejemplo, Bowling For Columbine y, francamente, las cintas en blanco y negro, lejos de incitar a la indignación, aluden a la depresión. Aparte que, de historias acerca del infame senador de Wisconsin, ya estamos McHartos.