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ANÁLISIS, COMENTARIO Y DEMÁS

 

Cine

 

King Kong

Peter Jackson nos trae la tercera versión memorable de una historia de amor entre un gorila gigante y una mujer --para él-- diminuta. Conmovedora y con trato respetuoso hacia sus antecesoras, King Kong nos muestra que el talento de Jackson mostrado en Lord of the Rings no fue casual.

King Kong
Naomi Watts, Jack Black, Adrien Brody. 
Dirigida por Peter Jackson

DICIEMBRE, 2005. Hay una escena del King Kong original que se me quedó profundamente grabada cuando la vi por primera vez, allá en los años de infancia: Mientras un grupo de nativos le rinde tributo a King Kong, éste reacciona y aplasta a todos los que tienen el infortunio de toparse en su camino. Era una parte de la cinta donde era evidente que el gigantesco gorila no andaba con contemplaciones. Y como pudiera imaginar el lector, esta escena fue suprimida en King Kong de Peter Jackson, algo curioso si tomamos en cuenta que el director, en lo que toca al resto, mantiene una respetuosa fidelidad a la cinta filmada en 1933.

Ello no obsta para calificar de magnífico este King Kong, por supuesto. Jackson ha cumplido con su encomienda, y si bien sus 187 minutos de duración llegan a saturar hasta el fan más curtido, lo cierto es que a este director neozeolandés, que alcanzó la fama albsolulta con la trilogía de Froddo Baggins y la Comunidad del Anillo, ya no alcanza nadie, ni siquiera Lucas o Spielberg.

La historia es muy semejante a la de 1933: Carl Denhham (Jack Black) es un tipo aventurero, inescrupuloso y además director de cine quien con su labia y charlatanería logra convencer al guionista Jack Driscoll (Brody) y a la apetecible Ann Darrow (Watts) para que le acompañen a filmar en una locación exótica. La desesperación económica de ambos --la acción sucede en medio de la Gran Depresión-- no les deja otra alternativa, sin embargo el viaje los lleva a una isla donde aún se vive en la prehistoria. Y ahí, habita nuestro protagonista, el cual impone su autoridad a quienes son más débiles (es aquí donde la escena referida al principio es suprimida en esta versión más sanitizada, por decirlo de algún modo).

Y dentro del argumento de que el hombre debe dominar a las bestias, Dunham logra neutralizar y encadenar a King Kong. Sabe que, de llevarlo como atracción a Nueva York, el descomunal gorila le hará acumular millones de dólares. Pero por supuesto, las cosas salen mal, y el gorila, que se enfrentó a un T-Rex y a otros engrendros similares, encontrará a su enemigo más implacable dentro de la civilización. Este aspecto fue central para el King Kong de 1976 (ése donde el papel de Darrow corre por parte de Jessica Lange) con la inclusión de los activistas ecológicos. 

En esta ocasión Jackson lo utiliza para resaltar una serie de efectos especiales, algunos en verdad sorprendentes, y para armar el improbable romance entre Darrow y King Kong. Cuando éste último la lleva a la cima de Empire State Building, de nada sirven los suplicios de la chica en el sentido que el gorila no quiere hacerle daño. King Kong debe ser sacrificado, y cuando esto ocurre, como en la versión original, el efecto es desagarrador.

Desde la escenografía (por más que parezca el Nueva York de los años 30, en realidad el set se encontraba en Nueva Zelanda), el desarrollo de la trama y los espectaculares efectos, Jackson nos demuestra que lo visto en Lord of the Rings no fue casualidad. Con King Kong se refrenda como un cineasta de amplio oficio y, para la industria, de mucho beneficio.