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ANÁLISIS, COMENTARIO Y DEMÁS

 

Cine 

 

El juego de Harry

Más oscura y, sí, con más hormonas. Harry Potter y el Cáliz de Fuego es una aventura distinta. Pero tiene dos lados de una misma premisa: aún es un mundo saturado de imaginación pero cada vez comienza más a parecerse al nuestro.

Harry Potter and the Goblet of Fire

Daniel Radcliffe, Emma Watson, Rupert Gingrich, Ralph Fiennes

Dirigida por Mike Newell
2005

NOVIEMBRE, 2005. Una de las máximas delicias de ver esta cinta en su versión original es escuchar ese britanísimo Harry Pou-t-t-er, sobre todo del villano Voldermort, caracterizado por Ralph Fiennes, quien desde Schindler's List en su papel de oficial nazi no se vería así de temible. La presencia de Fiennes nos indica que, como ocurrió en la reciente precuela de Star Wars, los productores apostarán más a las celebridades que a los talentos desconocidos, lo cual a la larga repercutirá negativamente en la imagen que teníamos de los personajes al leer los libros. Por tanto, parte del misterio de Lord Valdemort se ha desvanecido en esta entrega.

Quedaba claro que en cada episodio nuevo de Harry Potter, la historia tendiera a ser más oscura. En cierta manera no hay alternativa argumental: los tres protagonistas están en plena adolescencia, etapa que sólo miran con suspiros quienes ya la han olvidado por completo. Y el fenómeno afecta por igual a muggles y aprendices de brujos, al igual que los flechazos, cuando Harry cae (el adjetivo hehcizado cae aquí que, como dicen, ni mandado a hacer) en una nueva alumna, una muchachita oriental con la cual JK Rowling entra formalmente al multiculturalismo de la saga.

Potter regresa de su estancia con los aún más insoportables tíos, pero esta vez su regreso a Hogwarts es oscuro, tétrico. El director Newell no deja pasar mucho tiempo para establecer sus prioridades. Si bien los maestros, Snapes, Hagrid, Dumbledore, y los demás amigos de Potter parecen portarse  igual que siempre, entre ellos hay alguien que prepara una traición en su contra, no vamos a mencionarlo aquí (¡se arruinaría un cuarto de cinta, caray!) y la muerte, la primera en toda la serie, de otro personaje a quien pensábamos clave. Al igual que Luke Skywalker, Potter se ve cada día más enfocado a enfrentar él solo su destino.

Los giros argumentales también sorprenden, y aunque ya sabíamos de varios en el libro, al verlos en el cine vuelven a asombrar. Algunos personajes previamente acartonados, como Draco Malfoy, entran más en la historia mientras que otros, como Hermoine, pasan a un relativo segundo plano. Y si bien Harry Potter and the Goblet of Fire se basa mucho en la narración, los efectos especiales se complementan adecuadamente; la competencia bajo el agua es excepcional, aunque esa especie de olimpiadas de quidditch nos suenan tan familiares que por un momento esperábamos la noticia de que uno de los competidores resultara dopado.

El encuentro con Valdermort es emocionante pero por momentos parece que Potter (Radcliff) no llena al papel a satisfacción; su rostro en ocasiones se ve inexpresivo ante el peligro y en otros, hay que decirlo, se ve exagerado; JK Rowling narró este encuentro con una maestría que, desafortunadamente, no se refleja en esta cinta como se hubiera esperado pues se acude más a los efectos especiales que a una descripción que, en el libro, ciertamente atemorizaba.

¿La mejor de la saga hasta ahora? Habrá que esperar. ¿La más oscura? Sin duda. Pero a veces preferiríamos mantener el mundo de imaginación desbordada de los primeros Harry Potter pues, en este tercer episodio, ese mundo comienza a parecerse más al nuestro.

 

 

 

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