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ANÁLISIS, COMENTARIO Y DEMÁS

 

Literatura

 

                          Lo extrañaremos, Monsieur Revel

Jean Francois Revel era una afortunada extrañeza: francés, intelectual, y pro libre empresa. Su fallecimiento, el pasado 29 de abril, deja un hueco que tardará años en llenarse.

MAYO, 2006. A diferencia de sus colegas franceses, Jean Francois Revel siempre dejaba buen sabor al leer sus libros. En vez de los borbotones de pesimismo, amargura y agresivas adjetivaciones tan comunes entre la intelectualidad europea --más aún la francesa; Sartre et al-- Ravel sazonaba sus textos con un toque optimista y con dosis de humorismo: para él, la refutación de los argumentos esgrimidos por la intelligentsia era un platillo ante el cual, dijo alguna vez Plinio Apuleyo Mendoza, "(Revel) se acomoda la servilleta alrededor del cuello y desarma, una por una, las recicladas acusaciones que por años hemos escuchado en torno a la libre empresa y el libertarismo".

Revel también difería de otros intelectuales en el uso de un lenguaje claro en sus textos, además que solía darles un toque más personal al presentarlos en primera persona. Plinio Apuleyo, Carlos Alberto Montaner y Mario Vargas Llosa manifestaron en distintas ocasiones su admiración por este galo que, en opinión del autor de La Fiesta del Chivo, "lleva con honor el legado de Montesquieu, entre otros más que han hecho de Francia un orgullo del pensamiento intelectual".

Su desaparición, a los 82 años de edad, nos deja sin un autor libertario de ideas concisas; experto en arrinconar los argumentos de sus detractores, Revel fue, podríamos decirlo sin exagerar, el Julian Simon de la intelligentsia ecuánime. Simon, un norteamericano también ya fallecido, durante años se dedicó a refutar el apocalipsis ecológico de sus colegas, e incluso ganó una apuesta a uno de sus rivales más tercos.

También se recuerda a Revel por haber escrito en Ni Marx ni Jesús, su libro más conocido, que la Unión Soviética desaparecería en menos de 20 años, lo cual provocó hilaridad entre la comunidad intelectual europea. Apuleyo Mendoza recuerda con regocijo cómo uno de ellos se burló del vaticinio y sentenció, "antes que caiga la URSS los olmos comenzarán a dar peras". En conclusión, dice el colombiano, "en algún lugar de este planeta ya existe tan extraña variedad".

                                            
Otro que dio el salto

Jean Francois Revel nació en Marsella con el nombre de Jean-François Ricard el 19 de enero de 1924. Cuando aún era un bebé su familia lo llevó a vivir a Mozambique, donde pasó sus primeros años y donde aprendió portugués antes que el francés. Años después regresó a Francia y estudio en Marsella y Lyon. Los nazis invadieron Francia cuando tenía 16 años de modo que se pasó a las filas de la resistencia; desde chico demostró un desprecio bastante fuerte hacia el totalitarismo.

Al concluir la guerra Ricard se cambió el apellido a Revel, su num de plume con el que sería conocido internacionalmente. Estudió en la École Normale Supérieure para luego impartir clases de filosofía y francés en París, Florencia y ciudad de México. De vuelta a su país se hizo cargo de la sección editorial del France Observateur para de ahí saltar a L'Express, donde permaneció hasta el 81. Más tarde pasó a ser colaborador de Le Point.

Durante su juventud Revel se consideraba hombre de izquierdas. Al terminar la segunda guerra mundial la intelligentsia europea se abalanzó, entre admiración y elogios desmedidos, sobre la URSS, ese país que sorprendía a todos por haber pasado del medioevo a la edad moderna con la llegada de los bolcheviques al poder
.

Su militancia continuó incluso cuando, en 1968, firmó un desplegado en torno a los desmanes en París aunque, por otro lado, poco a poco comenzaba a reconsiderar su postura: el frustrado intento de publicar la edición francesa del TIME y a donde él se le había invitado, dio como insospechable resultado un rompimiento con sus colegas, esto tras una estancia en Estados Unidos donde encontró una imagen distinta a la de que la intelligenstia europea tenía de esa nación donde, escribe en el prefacio de La Obsesión Antiamericana, "me sentí fulminado por la evidencia de la falsedad sobre todo lo que se contaba de ese país en Europa".

En 1971 Revel publicó Ni Marx ni Jesús, libro controvertido y donde exponía, por primera vez en forma abierta, su postura libertaria; exhibía muchas de las mentiras que sobre la URSS se decían y se tragaba íntegras la comunidad intelectual no sólo de su país sino del resto de Europa. Y, como señalamos al principio, predijo ahí el fin de la URSS, argumento que se recibió con carcajadas entre sus detractores.

Entre éstos no se encontraban únicamente los intelectuales que olían incienso ante la sola mención de la URSS. Revel relata que su editor en Grecia incluyó una página donde de antemano se disculpaba ante sus compatriotas por "las barbaridades" proferidas por el autor mientras que en Italia el traductor, con una total falta de ética periodística, saturó el libro con pies de página donde cuestionaba a Revel, o una entrevista televisiva en Noruega  en la que, cuenta, la emisión había sido promocionada para hablar sobre "un libro de ciencia ficción".

Sin Marx ni Jesús fue un éxito de librería, incluso en Estados Unidos donde ningún editor le agregó "objeciones" a sus textos. Sin embargo Revel veía que, a nivel intelectual, las cosas habían cambiado poco: la intelligentsia arremetió con sus adjetivos de siempre --"agente de la CIA", "imperialista", "vendepatrias"-- y sin modificar una coma su visión del "paraíso socialista" que veían en al URSS. Esta desazón contribuyó a que Revel publicara La Tentación Totalitaria, su siguiente obra esencial y cuyo tema central era el "deseo intrínseco" entre miles de ciudadanos por buscar al "hombre fuerte" que "ponga en orden" al país aun si para ello deba hacer añicos los principios democráticos..

La visión de Revel volvió a asomarse al futuro: lo que ha hecho Hugo Chávez en Venezuela así como la dictadura "políticamente correcta" que está aniquilando al espíritu europeo son apenas dos muestras que reivindicaban la tesis del ensayista galo. Nuevamente la comunidad intelectual vio con desdén al autor aunque en términos editoriales ya tenía público cautivo que también convirtió a La Tentación Totalitaria en libro traducido a 15 idiomas.

                                               La reivindicación

En Cómo mueren las democracias, publicado en 1983, el tono pesimista de Revel impregnó al libro. No sólo advertía del peligro del totalitarismo islámico que comenzaba a percibirse en Irán --que por entonces estaba en guerra con Irak-- sino la posibilidad que el mundo occidental sucumbiera por su apatía ante quienes querían liquidarlo, una idea que hoy puede fácilmente ser refrendada, en claro ejemplo, con los cartones daneses. No hace falta recalcar cuál fue la reacción de los críticos de Revel.

Sin embargo a fines de los ochenta el rompecabezas mundial comenzó a cambiar sus piezas; los gobiernos de Europa Oriental fueron cayendo ante la impresionante "revolución de terciopelo", se abrió el Muro de Berlín y para 1991 la URSS dejaba de existir. Los críticos de Revel dejaron de reírse pero tampoco en ningún momento de disculparon por las escandalosas mentiras que por años sostuvieron en torno a Moscú.

Ya como miembro de la Academia Francesa de la Lengua y uno de los intelectuales más conocidos, Revel mantuvo, hasta que su salud se lo impidió, la lectura diaria de periódicos, libros y la redacción de cuartillas. "Su pasión contra el totalitarismo sólo equipara su pasión por el conocimiento", dijo de él Apuleyo Mendoza. 

Mientras preparaba lo que sería la segunda parte de Ni Marx Ni Jesús ocurrieron los atentados del 11 de septiembre con lo cual Revel cambió el enfoque de su nuevo libro, titulado La Obsesión Antiamericana y que también se convirtió en best-seller. Con una claridad de ideas, y con su humor irónico renovado, Revel escribió una obra de referencia indispensable para analizar el antiamericanismo, exacerbado tras los atentados y la releección de George W. Bush y que, escribió, "suele ser un reflejo de las patologías locales: los franceses por sus 'afanes de dominación', los árabes por su 'censura', los mexicanos por su 'deficiente sistema electoral'".

La muerte de Revel nos deja sin otra mente lúcida de quien estuvo, como Vargas Llosa, Carlos Alberto Montaner y Plinio Apuleyo, en el otro lado del espectro. Sin embargo cada vez que releamos sus libros recordaremos a este intelectual francés cuya excepcionalidad iba más allá del disentir de sus colegas quienes veían luz donde sólo había oscuridad.

 

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