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ANÁLISIS, COMENTARIO Y DEMÁS

 

Cine

 

 

                        Elegante, sobria y sensata

 

De la misma autora de Sensatez y Sentimientos nos llega esta historia que de paso brindó a Keira Nightley su primera nominación. Cine de magnífica catadura

 

Pride and Prejudice

Keire Knightley, Matthew MacFadyen, Rosamund Pike, Donald Sutherland

Dirigida por Joe Wright

2005

 

ABRIL, 2006. De todas las versiones fílmicas hechas en torno a esta novela de Jane Austen la que hoy contamos se ubicaría fácilmente entre las mejores. En primer lugar cuenta con una ambientación de época bastante lograda y un vestuario apegado a la historia. Se ubica en la Inglaterra previctoriana, una potencia que, sin embargo, mantenía niveles de pobreza que estaban produciendo oleadas de migrantes hacia los nuevos territorios.

Uno de los propósitos de Austen radicaba en ubicar los convencionalismos sociales como barricadas para entonctrar a la pareja ideal y, por tanto, la realización perosnal. "Este matrimonio lleva años arreglado y no dejaré que usted lo arruine", dice Lady Frame (Judy Dench) a Lizzie (Knightley). Todo debe funcionar acorde a lo dictado por la etiqueta social y no a los sentimientos, de ahí el nombre "orgullo y prejuicio". (Su otra novela, Sensatez y Sentimientos, también llevada al cine, va por el mismo camino).

Por supuesto que la familia Bennet es ultraliberal de aucerdo a los estándares de la época. El matrimonio tiene cinco hijas en edad casadera, por tanto urge a sus padres que contraigan amtrimonio para asegurarse una vejez tranquila, y si el prospecto tiene recursos, mucho mejor. Y esto es precisamente lo que sucede cuando Darcy (una actuación sobresaliente de William McFadyen) llega al poblado tras haber recibido una cuantiosa herencia. 

Pero el tipo es un pedante, estirado y cerrado a cualquier expresión de emociones. Cuando se organiza un baile en honor de los recién llegados Darcy responde muy orondo  a Kitty (Malone) que "me encanta bailar", sin mover un músculo: si el personaje no fuera tan reticente nos provocaría una hilaridad similar a la que sentimos al ver el adusto rostro de Buster Keaton.

Así pues, el orgullo y el prejuicio se alimentan aquí durante más de dos horas. En tal sentido la actuación ya otoñal del gran Donald Sutherland como el paterfamilias se lleva buena parte de la cinta; a diferencia del personaje de la novela, estricto y seco, el padre de las chicas --a las cuales Austen describe como regordetas y muy poco agraciadas-- acepta, a veces a regañadientes, el sucesivo matrimonio de ellas, siempre con aire benevolente. 

Por cierto, la versión americana, que también vimos en México, difiere de la exhibida en Gran Bretaña, donde Darcy y Lizzie sí llegan a besarse y donde el final es un tanto distinto. Pero independientemente de ello, Pride and Prejudice refrenda también el talento literario a Austen, más contemporánea que muchas escritoras que viven en este siglo.