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ANÁLISIS, COMENTARIO Y DEMÁS

 

Cine

Truman a sangre fría

 

 

 

Ubicado entre los actores más sólidos de esta década, Phillip Seymour

Hoffman caracteriza a Truman Capote, un escritor que de la gloria literaria rodó hacia la ignominia. Un filme excepcional ¿y qué tal una nominación para P.S.H.?

 

Truman

Clifton Collins Jr., Catherine Keener, Mark Pellegrino

Dirigida por Bennett Miller

 

OCTUBRE, 2005. La historia de Truman Capote encierra un caso, doloroso incluso, de cómo un escritor baja vertiginosamente del cénit a la nadir, víctima de su propia ambición. Este autor escribió A sangre fría, una de las novelas más influyentes del siglo XX y sin embargo terminó sus días hundido en el trago y como una piltrafa que asistía a la Studio 54 de Nueva York para intentar colarse entre las fotos de las celebridades. 

 

Qué gran acierto haber escogido a Philip Seymour Hoffman para encarnar a Truman. Este actor es de los llamados "de bajo perfil" que hemos visto en quién sabe cuántas películas mientras poco a poco conquistan el rol protagónico. Hoffman entra tanto en el papel que las expresiones, las reacciones y el sufrimiento de Truman es transmitido al público en forma casi impecable. En vez de nominar otra vez a Jack Nicholson --quien ya no sale del mismo papel--, a Seymour Hoffman la Academia ya le debe una postulación, o una estatuilla. No que la necesite tanto este actor, pero con su rol reciente ya se le debe considerar como serio aspirante. 

 

Aunque la cinta empieza desde los años en que Truman comenzaba a abrirse paso en el reñido terreno literario norteamericano (lleno de envidias y ataques que terminarían por derribar su talento), el momento álgido lo tenemos cuando, viaja a Kansas con la también escritora Harper Lee, tras enterarse en el périódico de un brutal asesinato cometido contra una familia. Los homicidas son dos veinteañeros a quienes se condena a muerte. Durante los siguientes tres años Capote seguirá la pista al caso, publicará textos al respecto en The New Yorker y prometerá a los muchachos que hará todo para sobreseír o al menos detener la condena. 

 

Pero también prepara una novela basada en los hechos que sabe, casi con certeza total, será un exitazo editorial. Sólo espera que se cumpla la sentencia y los homicidas sean ahorcados. Pero el día tarda, tarda y tarda. Cuando finalmente son colgados Truman publica A sangre fría; no lo había hecho antes, asegura, porque esperaba completar el capítulo final. Pero más bien lo hace para monopolizar la gloria literaria que, en efecto, llega cuando la novela se convierte en espectacular éxito de librería; no quería que nadie le disputara el cetro, mucho menos un par de chicos que, de haberla escrito cuando aún estaban vivos, aún consideraban la alternativa de quedar libres y de la que tan cerca estuvieron. 

 

Pero el éxito no es completo. Los críticos hacen pedazos su obra y esto cala en el ánimo de Capote. Hoffman refleja estas reacciones, entre coléricas e irónicas, con magistral interpretación; con él sentimos la presión de un escritor sediento de ser adulado que comienza a autodestruirse mientras jura vengarse; su conducta cada vez más extravagante lo convierte en apestado, un individuo que perdió todo por querer cada vez más y que malgastó su talento en bebidas, drogas y excesos que le provocaron un bloqueo mental irreversible. 

 

¿Qué más decir respecto a Truman? Pues que es una cinta que comparte, en sus segmentos, el optimismo, la miseria humana, la triste evocación y la caída de un talento monumental. Por ello y por ver de nuevo a Phillip Seymour Hoffman en pantalla, otro hipertalento al que tío Oscar ya debiera anotar en su agenda.