La raza humana no tiene fronteras. El viaje de la especie a través del tiempo, aunque breve comparado con la edad del universo, ha sido un viaje muy largo. Aún así, la distancia que nos separa de los primeros hombres en la tierra no es tan grande.

Sin embargo, este viaje no hubiera sido posible si el hombre no contara con algunas cualidades innatas que, en mayor o menor grado, están presentes en todos nosotros: La imaginación, la inteligencia y la intuición. Gracias a ellas, hombres y mujeres de todos los tiempos han hecho de nuestra especie la más lúdica, la más reflexiva, la más adaptable y la más creativa del planeta.

Las obras del hombre, entre las cuales debe contarse a sí mismo, se deben al desarrollo y puesta en práctica de estas cualidades. Imposible hablar de todos los individuos que han construido nuestra historia y nuestra civilización. Aquí pretendo solamente mencionar a uno que otro de los que la memoria debería recordar.

El hombre es hijo de sus obras, y todos somos hijos de nosotros mismos.










María Isabel Zerecero Pontones
a r q u i t e c t a .
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