FUPEC
COLOMBIA

Fusión para el Encuentro Cósmico
Mensaje Extraterrestre

 

Reflexión

Por Carlos Hernando Cuervo

Muchas personas se han acercado al FUPEC. Algunas permanecen, otras nos acompañan durante algún tiempo y otras solo las vemos una vez. Las expectativas son diversas; algunas esperan que en una de nuestras salidas una nave extraterrestre se pose en medio del círculo de meditación y que de ella desciendan seres brillantes portadores de algún tipo de mensaje o que cada vez que nos reunimos canalicemos no sé que tipo de información proveniente de seres de otros mundos. Otras en cambio, sienten una atracción inexplicable hacia el grupo y su mensaje.

Durante algunas etapas de nuestra vida, en esa búsqueda incesante, muchos de nosotros hemos deambulado desorientados en este mundo, como exiliados de un planeta que en algún lugar existe al cual pertenecemos y al que deseamos con todas nuestras ansias regresar.

¿Por qué muchos de nosotros sentimos que no somos de este mundo? Independientemente de que esto sea o no cierto, muchos seres están unidos por este inexplicable sentimiento que confunde e inspira al mismo tiempo, que nos hace emprender una y otra vez desesperadas búsquedas que pueden ahondar aun más esa sensación de incomprensión y soledad que nos invade. ¿Cómo explicar a esas personas que se van tan pronto de nosotros que hay un trasfondo infinito en todo esto? ¿Qué aun no es tiempo y que deben madurar muchas cosas en nosotros antes de partir? ¿Qué somos parte de un ejercito de sembradores que necesita unirse en este mundo?

En un viaje reciente a una reserva natural tuve la oportunidad de meditar durante varias noches. Bajo cielos estrellados buscaba ese hipotético lugar esplendoroso domicilio y residencia de mi espíritu. En esos momentos de profunda soledad pensaba, que era el sitio y la ocasión perfecta para que mis hermanos mayores me contactaran, inconscientemente deseaba, ser izado a una de sus naves y que en su interior un maestro milenario me instruyera en ese conocimiento por el que siempre había aguardado. Ya estoy listo para ello ¿por qué esperar mas? Me decía o quizá había llegado la hora de regresar a ese mundo anhelado cuyo camino de retorno había perdido. Ninguna de las dos cosas sucedió...o si tan solo me dieran una señal... tal vez seria suficiente. Me encamine nuevamente hacia la carpa y mientras mataba esos imaginarios fantasmas que podían asaltarme en el camino, pensaba que una situación de tales dimensiones no podía ser forzada, que debía darse de manera espontánea y natural. Llegue a la puerta de la carpa y en el momento en que la abría en mi campo visual y contra un fondo montañoso se desplazaba a baja altura un objeto brillante que dejaba un rastro luminoso, por un momento se oculto detrás de una montaña, tras un breve instante apareció del otro lado y después de recorrer una gran distancia en línea recta desapareció. ¿Era esto acaso la señal que había pedido? ¿O era simplemente un asteroide ingresando a nuestra Tierra? No lo sé. Fue demasiado coincidencial. Dante nos insiste en que debemos estar atentos a las señales que de diversas maneras llegan a nosotros, ¿Habría sido este el caso? Siempre queremos una confirmación de que lo que hacemos sea lo correcto, como si una voz poderosa debiera salir de los cielos y decirnos: ¡Si, vas bien, continua, pronto llegaras! ¿En donde queda nuestra fe?

A lo largo de este tiempo de permanencia en el FUPEC he logrado mitigar esos impulsos que pretenden desligarme de este plano y comprender que debo desenvolverme en el sitio en que me encuentro.

"Dentro del estudio que debe acompañar a todo despertar espiritual se vislumbran con el tiempo esas verdades eternas que identifican ese sentimiento trascendente que nos conecta con el Cosmos y que al mismo tiempo revelan, en toda su grandeza, la misión aquí en la Tierra".

Esos sentimientos permanecen vivos y presentes, son parte importante de lo que somos, razón de nuestra búsqueda... Tan solo esperamos, que un día, cuando menos lo esperemos, tales misterios por fin nos sean revelados...

 

Casiopea

Como una gota fui de la marea, la playa me hizo grano de la arena.
Fui punto en multitud por donde fui, nadie me detecto y así aprendí.
Cuando creí colmada la tarea, volví mi corazón a Casiopea.
Cumplí celosamente nuestro plan: Por un millón de años esperar.
Hoy llevo el doble dando coordenadas, pero nadie contesta mi llamada.
¿Que puede haber pasado a mi señal? ¿Será que me he quedado sin hogar?
Hoy sobrevivo apenas a mi suerte, lejano de mi estrella de mi gente.
El trance me ha mostrado otra lección: el mundo propio siempre es el mejor.
Me voy debilitando lentamente quizá ya no sea yo cuando me encuentren.

 Silvio Rodríguez