En junio de 1992, cuando Gabriel Vicente contaba con 7 años de edad, nos tocó regresar a Caracas donde es admitido en el Liceo Los Arcos. Estabamos seguros que le demostraría nuevamente a todos que "si se puede", cuando existe la voluntad y el deseo de hacerlo. Aquí comienza la etapa cumbre de su vida.
Desde el primer día en el colegio demostró que sus limitaciones físicas no lo hacían menos que los demás. Se esforzaba por hacer las cosas bien y cumplir con sus deberes escolares. No quería que se le tratara como un niño especial, quería que lo consideraran igual que a los demás. Participaba en todas las actividades que el colegio requería, y comenzó a destacarse como un alumno ejemplar. Gabriel Vicente comienza a ganarse la admiración y respeto de sus compañeros. Siempre tenía una sonrisa para compartir, lo cual lo había caracterizado todos estos años.
Se sentía conforme con sus limitaciones físicas y nunca se quejó por tener que permanecer en una silla de ruedas, ni se sintió menos que los demás. Nosotros constantemente le resaltábamos sus virtudes y cualidades. Su actitud frente a la vida nos transmitía mucha paz y serenidad. Tenía una gran personalidad, era extrovertido, alegre y muy cariñoso. Era definitivamente un niño especial, y nos hizo a nosotros especiales también. Confiaba mucho en Dios y en la Virgen, y rezaba a diario pidiendo mucho por su salud y por poder continuar junto a nosotros. Fueron años duros y llenos de muchas dificultades, ya que los imprevistos se presentaban a menudo. Pero la voluntad de Gabriel Vicente era férrea. Nosotros lo ayudábamos en todo lo que podíamos, y admirados observábamos la entereza con que enfrentaba su enfermedad y como disfrutaba la vida.
Durante esta etapa de su vida Gabriel Vicente demostró tener grandes virtudes. Era un niño muy disciplinado y responsable. Era muy buen amigo, lo cual le permitió estar siempre rodeado de gente que lo ayudaba constantemente. Mostraba su generosidad ofreciendo siempre su ayuda, y le gustaba esperar su turno. Era honesto y no le gustaba decir mentiras, ni tampoco que se las dijeran. Prefería enfrentar la verdad por mas fuerte y difícil que fuera aceptarla. Era leal ante su familia y muy transparente con sus sentimientos. Decía siempre lo que pensaba, pero sin herir a nadie con sus comentarios. Tenía un carácter fuerte y defendía sus puntos de vista, sobre todo si consideraba incorrecto lo que le estaban proponiendo. Muchas personas se le acercaban pidiéndole consejos, y quedaban sorprendidas de su espontaneidad y sabiduría.
Su primer año en el colegio fue excelente. Fueron muchas las actividades en las que participó abiertamente, y demostró un gran entusiasmo y alegría de poder hacerlo. Ese año desfiló junto a sus compañeros en el acto inaugural para las olimpíadas de AYSE. Le gustaba asistir a los eventos deportivos para animar a sus compañeros y amigos. Asistía a los paseos organizados por el Liceo. Se divertía mucho en los sábados familiares, porque podía compartir con profesores y amigos. Llegó a pertenecer al grupo musical del colegio, y nos demostró que la música también formaba parte de su vida. Esta actividad lo llenó mucho y le causó grandes satisfacciones. Aprender a tocar la flauta significó para él una de las experiencias más lindas y significativas, lo cual recordamos con gran alegría y nostalgia.
El 22 de mayo de 1994, cuando cursaba segundo grado, realizó su Primera Comunión. Durante los meses anteriores conoció al Padre Rafael Ortega, quien junto a sus maestros lo prepararon para recibir este sacramento. Fue un gran acontecimiento para toda la familia. Durante años, y en silencio, le habíamos pedido a Dios que lo dejara vivir lo suficiente para que realizara su Primera Comunión. Dios nos concedió aquel hermoso día nuestro gran deseo, y eso significó mucho para nosotros. Sin lugar a dudas ese día representó para Gabriel Vicente el día más feliz de su vida. La sonrisa que tenía en su rostro la llevamos grabada en nuestros corazones. Una vez más, Dios nos manifestaba su presencia entre nosotros.
Gabriel Vicente enfocó su vida en función de las cosas que podía hacer y que estaban a su alcance. Mantuvo una actitud positiva ante sus problemas y dificultades, y aprendió a vivir el día a día sin desesperarse ni adelantarse a los hechos. Siempre existió dentro de él una gran fuerza de voluntad y un espíritu de lucha. Nunca lo tratamos con lástima, ni dejamos que otros lo hicieran. Siempre lo tratamos como un niño normal y fuimos muy exigentes con él, y por eso él también lo fue consigo mismo...
El camino que recorrimos juntos nunca fue fácil para ninguno de nosotros. Hubo muchas noches oscuras donde no sabíamos si existiría un mañana para nuestro hijo. Fueron muchos los sacrificios que tuvimos que hacer, y muchas las dificultades que tuvimos que enfrentar. Compartimos muchas lágrimas juntos... Teníamos mucho miedo pues nuestro hijo se enfrentaba a una vida llena de incertidumbre y dolor. Sin embargo, nos sorprendía la alegría con que él la enfrentaba. Esto nos daba fuerzas para continuar y no perder el ánimo.