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costumbres y leyendas - II

ANA ROSA GIRALDO ARIAS       Por: Silvio Aristizábal Giraldo

Fotografía tomada del Libro "Pensilvania, Un Pueblo entre las nubes". 

La tía Ana Rosa, nació en la vereda La Rioja, a doce kilómetros de la cabecera municipal de Pensilvania. La tía Ana Rosa dice que nació en 1908, pero algunos de sus hermanos afirman que fue en 1910. En todo caso está muy cerca de los 90 años En aquel tiempo el sitio se llamaba el Alto de Ulpianito, por don Ulpiano Arias, el primer colono llegado hasta allí. Sus padres fueron Juan de Jesús Giraldo y Emilia Arias quienes habían llegado procedentes de Granada y de San Luis en el departamento de Antioquia. Ana Rosa estudió las primeras letras en la escuela de El Congal, posiblemente sólo dos o tres años. Pero ha sido una mujer muy aficionada a la lectura. Lee cuanto papel (periódico o revista) llega a sus manos. Tenía la costumbre de recortar los artículos de periódico que llamaran su atención para pegarlos en un cuaderno ya usado. La recortada de estos papeles y la pegada era todo un ritual que incluía la elaboración del engrudo o pegante hecho con almidón de yuca. Recuerdo, muchas veces cuando llegábamos donde la abuela, en una finca cerca de La Rioja, y encontrábamos a la tía secando el almidón de yuca para el pegante. Con ella aprendimos a hacer engrudo. 

La tía Ana Rosa, que nunca se casó, era la encargada de preparar a todos los sobrinos para la primera comunión. Nos enseñaba el padre nuestro y las oraciones y nos explicaba cómo debíamos decirle al padre los pecados para que nos perdonara. A todos nos obligaba a aprender el canto "Vamos niños al Sagrario que Jesús llorando está, pero viendo tantos niños muy contento se pondrá". Hasta hace pocos años, la tía enseñaba el catecismo a los niños todos los domingos por la tarde y para motivarlos a asistir preparaba unas deliciosas panelas de leche que repartía al final de la clase. 

La tía Ana Rosa tiene una memoria prodigiosa y recuerda con lujo de detalles muchos acontecimientos, desde las anécdotas de sus once hermanos y sus primos hasta los sucesos políticos del año 1936 en Pensilvania en el llamado "Abaleo". Aún hoy, a su edad conserva su memoria, siendo admirada por quienes la conocen. Siempre le ha gustado hacer versos. El periódico El Campesino publicó muchas de sus poesías alusivas a la vida del campo y algunas con marcado acento religioso. Si usted llega hoy a su casa la encuentra leyendo, escribiendo o rezando, pero siempre dispuesta a conversar, a pesar de sus problemas auditivos. 

La poesía sobre el paso de los primeros aviones es una muestra de su capacidad versificadora. Cuenta la tía Ana Rosa que la familia vivía en esa época, hacia 1922, en una finca cercana a lo que hoy es el corregimiento de San Daniel. María de Jesús, su hermana había sido maestra en la vereda de Samaria y aprovechando un viaje de Luis Urbano, otro de sus hermanos, a Medellín, le había encargado un Diccionario Larouse. En ese diccionario vieron ellos los primeros aviones, por lo tanto eran los únicos que en la vereda conocían estos aparatos aunque no habían escuchado el ruido. Pero dejemos que sea la tía Ana Rosa con su poesía quien nos cuente lo sucedido con el paso de los primeros aviones por Pensilvania. 

LOS PRIMEROS AVIONES (Ana Rosa Giraldo) 
              Tanto miedo causó el paso 
              de los primeros aviones, 
              pues la gente daba gritos 
              que partía corazones 

              Muchos creyeron que el mundo 
              ya se iba a terminar 
              y pensando en sus pecados 
              se ponían a gritar. 

              En el sector La Divisa 
              los animales bramaban, 
              al escuchar los aviones 
              que en el aire retumbaban 

              Tivita , toda aterrada, 
              Dijo con mucha aflicción: 
              "voy a morir con mis padres 
              que están allá en el balcón". 

              A morir con el esposo 
              Filomenita corría, 
              si morían separados 
              ellos no se salvarían 

              Doña Gregoria la vio 
              en medio de sus afanes 
              y le gritó comedida: 
              "mire que son ariclanes " 

              A su nieta, confundida, 
              decía mamá Asunción 
              "no llore mijita tanto 
              mire que es una ilusión" 
              Los hombres en el trabajo, 
              alegres todos gritaban, 
              las mujeres en sus casas 
              perdón al cielo clamaban 

              En casa no causó espanto, 
              yo lo puedo asegurar, 
              todas corrimos al patio 
               y por doquier a observar 

              Alcé al cielo la mirada, 
              "un d'esos Maruja, ve" 
              Con la bulla de la gente 
              hasta el nombre lo olvidé 

              "Un d'esos", volví a exclamar 
              con todas mis emociones, 
              al verlos ellas dijeron: 
              "ve lo bueno, son aviones". 

              En el diccionario vimos 
              los aviones retratados, 
              y al ruido que hacen volando, 
              sí éramos muy atrasados! 

 Otras costumbres y leyendas III
Otras costumbre y leyendas