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costumbres y leyendas - III

SEBASTIAN DE LAS GRACIAS 

(Narración : Ana Rosa Giraldo Arias, vereda La Rioja, municipio de Pensilvania - Caldas, Colombia). 

Sebastián de las Gracias era un pobre joven que vivía con su madre en una casita cerca al monte, donde sacaba leña para el consumo. No conoció a su padre, ya que había muerto cuando Sebastián estaba en su más tierna infancia. 

Sebastián era inteligente y su principal entretenimiento era la música, tocaba la lira con maestría y expresaba sus sentimientos en coplas que componía para cada circunstancia. 

Cierto día se fue, como de costumbre, a traer leña. Amaba la naturaleza y le atraían las flores y el cántico de las aves. En todo veía alegría y diversión. Ensimismado en la contemplación del paisaje se le pasó el tiempo y se dio cuenta que se acercaban las tinieblas de la noche y ya era demasiado tarde para volver a casa. 

Caminaba meditabundo cuando se le apareció de repente una quinta muy hermosa con jardines y arboledas a su alrededor. Lleno de curiosidad penetró en ella. Era espléndida, alumbrada, pero completamente sola. Recorrió todas las habitaciones  y, por último, llegó hasta el comedor, el cual, para su sorpresa, tenía suculentos platos listos para ser consumidos. Como estaba con hambre, se sentó y comió. 

De nuevo recorrió las habitaciones y, víctima del cansancio, se acostó en una de las camas. En ese instante se apagaron las luces y sintió que alguien se subía a la cama. ¿Quién es ? ¿quién vino ? - preguntó. Una voz contestó : somos dos hermanas con el nombre de Pachita y Leonor, pero estamos encantadas por un viejo hechicero. Si nos desencanta le agradeceremos mucho, pues sufrimos demasiado. No hemos encontrado quien se arriesgue a hacerlo, pues es imposible. Nosotras le vamos comunicando lo que debe hacer. Además, si lo logra quedaría rico, ya que somos dueñas de una inmensa fortuna que estamos dispuestas a compartir con usted. No permitimos que encienda la luz porque puede contemplar nuestros rostros y, si lo hace, recibirá un grave castigo. 

Sebastián se durmió, pues estaba cansado y con mucho sueño. Cuando comenzaron a cantar los pajaritos despertó y, sobresaltado, salió de la habitación, tomó rumbo a su casa y recogió la leña que encontró a su paso. 

La madre estaba muy preocupada porque su hijo no había ido a dormir y se imaginaba que algo malo le había pasado, pero Sebastián contó a su madre lo sucedido y ella se tranquilizó. Le dijo, además, que deseaba ayudar a esas jóvenes y que de lograr el cometido quedaría rico. La madre aprobó la idea. “Eres un hombre muy noble - le dijo - pero tienes que llevar algo con qué alumbrar a esas presuntas jóvenes para que sepas realmente con quién estás tratando, no se que caigas en una trampa que te pueda amargar toda la vida”. 

Con mucha tristeza por el abandono al que quedaría sometida, pero con la esperanza de que su hijo lograría sus propósitos lo más pronto posible, le arregló y empacó todo lo necesario para el viaje. Sebastián se despidió de su progenitora y salió con su lira y su maleta, pero antes de perderla de vista, tomó su lira y le cantó : 

Adiós casita cuadrada 
y empajadita a manojos (bis) 
adiós mamita de mi alma, 
cuándo te verán mis ojos (bis). 

Sebastián se internó de nuevo en la montaña con el pensamiento fijo en las jóvenes y en lo arriesgado de su misión, pero con la confianza de que lograría su cometido. Concentrado en sus inquietudes se le fue pasando el tiempo y de repente se encontró frente a la hermosa quinta. Descargó su maleta y cantó : 

Qué tan bella es esta casa 
como el valle que la hizo (bis) 
que por dentro está la gloria 
y por fuera el paraíso (bis). 

Entró en la casa y de nuevo vio que la comida estaba servida, se sentó a la mesa y comió. Admirando la belleza y el buen gusto en el arreglo de cada una de las habitaciones, fue llegando la noche y decidió acostarse. Pronto sintió la llegada de las dos jóvenes. La una se acostó al rincón y la otra a los pies. Deseoso por conocerlas encendió un fósforo e iluminó el rostro de una de ellas. Era Pachita, se sorprendió de ver tanta belleza que su mano tembló y el fósforo cayó sobre el rostro de la joven. Esta al verse quemada le dijo : anda que te verás en la selva sin salida. Sebastián no se preocupó, pues enseñado como estaba a recorrerla, no le asustaban las predicciones de Pachita. Por el contrario, se animó y cantó : 

A San Antonio le pido 
y a mi padre San Benito (bis) 
yo les ruego que me saquen 
derecho a un caminito (bis). 

Ya en la selva, se encontró en medio de las tinieblas, pero la luna alumbró, se despejó la selva y pronto se encontró en el camino. Pachita y Leonor lo seguían, en forma de pajaritos, volando de árbol en árbol. 

Al amanecer, las aves cantaron, saludando al nuevo día. Sebastián también dirigió su saludo con estas coplas : 

Qué bellos son vuestros cantos 
oh preciosos pajaritos (bis) 
buscando siempre alimento 
para dar a los hijitos (bis). 

Sebastián continuó su camino, siempre seguido por las jóvenes. Pachita le dijo a Leonor : “me voy a convertir en culebra para atajarle el paso”. “No -dijo Leonor -  te puede matar”. Pachita contestó : “si veo que me va a tirar, lo muerdo” y se extendió en el camino con la cabeza levantada como queriendo atacarlo. Pero Sebastián no se inmutó, cogió la lira y cantó : 

Cculebra guardacaaminos 
cómo me queréis picar (bis) 
sabiendo que soy la contra 
de la culebra coral (bis). 

La culebra se perdió en la hojarasca y Sebastián continuó su camino. Pasó frente a una casa donde encontró una señorita sentada junto al jardín, hilando en una rueca, y la saludó diciendo : 

Qué bien te encuentras aquí 
hoy con tu belleza rara (bis) 
por esos lunares negros 
que te salen en la cara (bis). 

La joven se sintió humillada y corrió a contarle a su madre lo que le había cantado ese músico, pero Sebastián se disculpó diciendo que eran tonterías debido al hambre que tenía y pidió que le perdonaran. La señora, ofendida, contestó que si vivía vagando y no trabajaba se aguantara. Sebastián, una vez más, tomó la lira y cantó : 

Son tal las malas del pobre 
las malas de Sebastián (bis) 
que le echan mil retahilas 
por un pedazo de pan (bis). 

La señora se conmovió y le sirvió un buen desayuno. 

Había un criado del rey observando la escena y corrió a contar lo sucedido. En el palacio real gustaban mucho de las fiestas y de la música y el rey envió por Sebastián para que lo distrajera con su música. Cuando llegó Sebastián, el público esperaba ansioso. El los complació de inmediato : 

Mi sacrarreal majestad 
aquí vengo a su llamado (bis) 
que yo en todo le obedezco 
menos en el ser casado (bis). 

El  rey, que tenía la princesa escondida, porque le parecía muy bella, le dijo a Sebastián que no lo había mandado llamar para casarlo con su hija, porque la consideraba la mujer más hermosa del reino. Además le dijo que ella se casaría con un príncipe, no con un pobre músico. Sebastián le pidió que se la presentara para saludarla y admirarla. El rey envió a una de las doncellas para que la trajera y así aprovechara para distraerse un poco escuchando al simpático músico. La princesa se hizo presente con toda su suntuosidad y se sentó a contemplar al músico, quien le dirigió esta copla : 

Cuando salí de mi tierra 
arrastrando una cobija (bis) 
sólo por venirte a ver 
avichucho de rendija (bis). 

El rey, que había salido, no escuchó la copla, pero la princesa lo mandó a llamar, haciéndole notar su disgusto, pero Sebastián lo tranquilizó diciendo que en retribución le cantaría unas coplas muy bonitas : 

Muy linda y muy bella sois 
como el aire y arrebol (bis) 
pero no te parecéis 
a mi Pachita y Leonor (bis). 

El rey, asombrado ante tal afirmación, le dijo a Sebastián que si no quería que lo mataran, tenía que presentarle un retrato de ellas. Este le contestó que le concediera unos minuticos y salió a la carrera a un potrero, donde había un árbol corpulento, un aguacate, y se sentó a cantar : 

Aquí me siento a cantar 
en la raíz de este aguacate (bis) 
el rey Sandalio me mata 
si no le llevo el retrato (bis), 

Leonor le dijo a Pachita : “Oye Pachita, matarán a Sebastián si no lleva un retratro nuestro”. “Que sufra, por haberme quemado”, contestó Pachita. Y Leonor le replicó : “Por nosotros dejó Sebastián su casa y su madre, tenemos qué salvarlo”. Sebastián levantó la mirada y vio cómo del árbol caía un  retrato, lleno de alegría lo contempló y se lo llevó inmediatamente al rey, quien quedó admirado de la belleza de las jóvenes. Sebastián le cantó otra copla a la princesa : 

Muy bella y muy linda sois 
como el aire y la mañana (bis) 
pero no te parecéis 
a los guantes de mi dama (bis). 

El rey le advirtió de nuevo a Sebastián que si no le presentaba los guantes, le daría muerte. Sebastián salió y cantó al pie del aguacate : 

Aquí me siento a cantar 
en la raíz de este aguacate (bis) 
el rey Sandali me mata 
si no le llevo el guante (bis). 

Leonor dijo a Pachita que Sebastián estaba en apuros con el rey y que había que enviarle pronto los guantes en agradecimiento por lo que estaba haciendo por ellas. Pachita se los mandó y Sebastián los presentó ante el rey, quien maravillado por su belleza, exclamó : en verdad que son bellos los rostros y los guantes de tus damas, ojalá logres lo que persigues. 

Sebastián se despidió del rey y de los suyos, dándoles los agradecimientos por las atenciones de que había sido objeto y se marchó ligero para no tener más problemas. Ya en las afuera, cantó : 

A los montes me retiro 
a hablar con los pajaritos (bis) 
ellos me responderán 
aunque son animalitos (bis). 

Emprendió otra vez su camino, recordando el pasado y tratando de adivinar el futuro. El calor era insoportable y el sendero se puso polvoriento. De pronto vio un gusano que no podía caminar por el polvo que lo cubría y dijo : 

Lloraba el monte sus hojas 
la sed que daba el verano 
arrastrado por el suelo 
lloraba triste el gusano (bis). 

Siguió caminando y pensando que a lo mejor tendría qué pasar la noche en el monte si no encontraba una casa para refugiarse. Estaba rendido y resolvió sentarse en una piedra a cantar : 

Aquí me siento a cantar 
en esta piedra lisita (bis) 
a ver si puedo alcanzar 
de las dos la más bonita (bis). 

Los pajaritos lo entretenían pues le daban bríos para seguir. De pronto, animado por el recuerdo, se paró y les dijo : Pachita eres. Mulaticas adiós que me voy, Vámonos y gritó. Siguió y se encontró en medio de dos barrancos, se sentó y cantó : 

Aquí me siento a cantar 
en medio de dos paredes (bis) 
que dejé a mi mamá 
por seguir a dos mujeres (bis). 

Cuando salió del barranco alcanzó a ver una explanada y observó tantos animales reunidos que le parecía que estaban todos los de este mundo. Se acercó y se enteró de que estaban peleando por un animal muerto, pasó ligero porque creyó que le podía pasar algo, pero cuando los animales lo vieron le gritaron : mira, es tío el hombre ! pidámosle que nos reparta este animal porque él sí sabe. Corrió tío el perro y lo llamó : oiga, tío el hombre, venga nos reparte, que nosotros no sabemos y queremos que cada uno reciba lo que necesita. Está bien, contestó tío el hombre. Aunque con repugnancia, repartió con tanto acierto la ración a cada uno que todos quedaron contentos, hasta los más pequeños. 

Sebastián continuó pero fue alcanzado por tío el perro, quien le pidió que regresara. A Sebastián le dio miedo, porque creyó que habían quedado insatisfechos , pero el perro le dijo que no se asustara, que lo que deseaban era agradecerle el gesto que había tenido con ellos. Regresó Sebastián y el león tomó la palabra y dijo : en gratitud por sus servicios, nosotros deseamos serle útiles. De ahora en adelante cuando se vea en peligro, sólo tiene qué invocar al animal que necesite, así : adiós y el perro, y el perro llegará. De igual manera, con cualquier animal que necesite. Sebastián les dio las gracias y acariciándolos, en señal de afecto, continuó, no sin mirar atrás, por la desconfianza que sentía. Luego de haber caminado un largo trecho y un poco cansado, se sentó y cantó : 

Aquí me siento a cantar 
en esta piedra lisita (bis) 
que dejé a mi mamá 
por seguir a mi Pachita (bis). 

Prosiguió el camino. Pensaba en la situación que tendrían que soportar las jóvenes conviviendo con el hechicero, pero con la esperanza de encontrar muy pronto la morada donde habitaban. Además, pensaba en su madre a la que había abandonado por seguir una ilusión que de pronto se desvanecería con el tiempo, sin conseguir el objetivo. Todo era dudas. De pronto se acordó de los animale sy de la ayuda que le habían ofrecido. Se sentó y cantó : 

A los montes me retiro 
a hablar con los animales (bis) 
ellos me responderán 
aunque son irracionales (bis). 

Los días y las noches pasaban, pero Sebastián animado por la esperanza de encontrar la morada del hechicero y por cumplir con el compromiso que había adquirido con Pachita, continuó. Cuando parecía que las fuerzas le fallarían, vio a lo lejos una torre inmensa. Apresuró el paso con la esperanza de que ese fuera el lugar que buscaba. Llegó cuando las tinieblas lo estaban cubriendo todo. Observó con cautela la mansión para no ser descubierto, se acordó de los animales y dijo : adios y la hormiga. E, inmediatamente, quedó convertido en hormiga. Entró y descubrió a sus dos damas, se subió por la falda de Pachita hasta que llegó al oído y le dijo :¿Quieres ver a Sebastián ? Pachita sintió que el corazón se le salía de la emoción y contestó que sí. Sebastián se presentó y las abrazó, lleno de alegría, luego les dijo : si quieren quedar libres tienen qué preguntar al hechicero, dónde tiene sus vida. Hagan lo posible por conseguirlo. 

Pachita dijo que sí, pero que saliera pronto antes de que llegara el hechicero, porque de lo contrario todo se perdería. Sebastián tomó de nuevo la forma de hormiga y se escondió en una rendija de la pared. Pronto sintieron los pasos del gigante y los animales salieron corriendo a esconderse de su presencia. 

Al poco tiempo llegó el hechicero mirando con sus terribles ojos y ofateando y mirando para ver quién había. Jo, jo, jo, hiede a carne humana. ¿Carne humana de dónde ? dijo Pachita. Mire que nos tiene convertidas casi en harapos. Estoy cansado, dijo, se sentó y se recostó en Pachita. Esta aprovechó y le preguntó : ¿dónde tiene su vida ?, porque usted aquí no muestra sino su cuerpo nada más. No me fío de mujeres, respondió el hechicero. Pachita le replicó : ¿qué podemos hacer nosotros contra su vida, cuando la nuestra nos la quitó ? El viejo soltó una carcajada espantosa, sus ojos brillaban como chispas de candela y dijo : Así me vengo de mis enemigos, pero si me aman les cuento. Si, dijo Pachita. A quién vamos a amar sino a usted ? Mi vida, como es tan poderosa está guardada en un huevo, este huevo está en una paloma, la paloma en una liebre, la liebre en un jabalí que hay en la comarca, el que es imposible de matar, porque se refugia en un lago muy profundo y porque yo temo perderlas para siempre. Pero vamos a dormir porque estoy muy cansado. Las jóvenes se entraron con él, pues las poseía. 

Sebastián salió de esa repugnante mansión, todavía convertido en hormiga. Ya fuera del peligro volvió a su forma de hombre y se fue al vecindario a pasar la noche. 

Ya era tarde, cuando despertó por la mañana, la presencia del hechicero no se le borraba de la mente. Se levantó, cogió su lira y se dirigió a la casa del dueño de parte de esa región, un tal don Baltazar. 

Todo el vecindario estaba perjudicado por un inmenso jabalí que vivía en el lago que había en las inmediaciones de la hacienda y salía a devorar el ganado y demás animales domésticos. 

Sebastián pidió a uno de los criados que llamara a don Baltazar porque tenía qué hablar con él. Don Baltazar salió y Sebastián le cantó : 

Vengo a avisar a usted 
oh señor don Baltazar (bis) 
que ese puerco jabalí 
yo se lo vengo a matar (bis). 

A don Baltazar le causó mucha risa el ofrecimiento del músico y le dio las gracias. “Su voluntad por ayudarnos a salir de este problema es muy oportuna, pero le advertimos que han venido cazadores muy expertos y no han logrado matarlo”. Sebastián le preguntó : ¿duda usted que yo sea capaz de hacerlo ? Sí, dudo, porque es mucho lo que hemos sintentado y no ha sido posible, pero hagamos el ensayo. 

Sebastián le pidió que le ayudara con los trabajadores para que se colocaran a la orilla del lago para que al jabalí se le dificultara la tirada a éste. Logremos ahora que el animal está afuera, dijo don Baltazar. 

Adios y dos perros terranovas dijo Sebastián y en ese momento se presentaron los dos perros. Sebastián se fue con ellos a buscar el jabalí, el cual viéndose perseguido trató de refugiarse en el lago. Los trabajadores estaban listos con estacas y los perros lo cogieron antes de llegar. Abrieron el jabalí con mucho cuidado para sacar la liebre, la cual corrió hacia el lago, pero los perros la cogieron. La abrieron y la paloma salió volando en dirección al lago. Sebasitán dijo : adiós y un águila, llegó volando un águila y cogió a la paloma,a brieron la paloma y salió el huevo rodando hacia el lago, pero fue cogido también. Sebastián acarició a los animales agradeciéndoles los servicios prestados en pro de recuperar la vida de las jóvenes. 

Desde el momento en que el jabalí fue perseguido el hechicero quedó enfermo . Pachita le preguntó con qué se le calmaban esos dolores y él contestó que con un huevo. Sebastián les pidió que le preguntaran cómo quería el huevo y el hechicero contestó que crudo. Sebastián le entregó el huevo a Pachita y le pidió que se lo tirara en la frente al hechicero pero con fuerza. Así lo hizo Pachita, temerosa de que recobrara nuevos bríos, pero al estriparse el huevo en la frente, el hechicero murió. 

Todos los vecinos se reunieron a celebrar y a quemar el cuerpo del hechicero. Don Baltazar quiso recompensar a Sebastián, pero él le dijo que le agradecía ya que al liberar a las jóvenes la riqueza que ellas tenían la repartirían con él. Pachita dijo a Sebastián que tenían que salir pronto porque la casa quedaba lejos, en las montañas de la luna. Salieron en un carrito que volaba, más que andar en las llantas, y como quedaron muy estrechos Sebastián se cayó. 

Viéndose solo y sin recursos llamó a un aguilón para que lo transportara. El aguilón llegó y se ofreció pero le dijo que tenía que darle la alimentación. Sebastián compró una arroba de carne, la echó en un bolso y se lo terció, se montó en el aguilón y se volaron. Aún sin llegar, la carne se acabó y el aguilón le dijo que sin comer no podía volar porque le faltaban fuerzas. Sebastián sacó la espada y se cortó un pedazo de pierna para darle al aguilón. De esta forma lograron llegar. El aguilón descargó a Sebastián quien no pudo seguir por el dolor en la pierna. Enterado el aguilón de la situación, dijo : gas ! y vomitó lo que había comido. Luego le dijo : recójala y póngasela calientica. Así lo hizo Sebastián y pudo llegar hasta la casa de su amada y le cantó : 

Por seguir a mi Pachita 
al bien que estaba aspirando (bis) 
tres años viajé por tierra 
los demás fueron volando (bis). 

Leonor que lo escuchaba se asomó para ver quién cantaba. No podía creer que hubiera llegado hasta su casa que estaba tan escondida, pero al verlo corrió a avisarle a Pachita. Pachita se encontraba preparando su matrimonio pues ya no pensaba que Sebastián llegaría. Le pidió a todos sus familiares que salieran a recibirlo, porque ese era el joven que las había liberado del hechicero. Avisaron al prometido de Pachita y éste llegó a conocer al valiente joven. Pachita le manifestó que le agradecía mucho el que quisiera casarse con ella pero que desde hacía mucho tiempo ella se había comprometido con Sebastián. El novio comprendió la situación y dijo que entonces se casaría con Leonor. De esta forma ambas parejas contrajeron matrimonio y fueron felices hasta la eternidad. 

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