Sierra Madrona
( Sierra Madrona )
( Arboles )
( Aves )
( Fauna )
( Insectos )
( Mariposas )
( Plantas )
( Setas )
( Gargantas )
( Inicial )
Sierra Madrona recibe el nombre del arbusto
mediterraneo "madroño" ( Arbutus unedo ) que
en estos lugares crece frondoso y abundantemente. Está
comprendida esta sierra entre las carreteras: Nacional N-420 (
Puertollano-Montoro ) y la comarcal C-501 que va desde
Puertollano hasta Andujar. Esta sierra se encuentra dentro de la
provincia de Ciudad Real en el límite de la comunidad de
Andalucía.
Así, el viajero que huyendo en automóvil de la
sobrecargada vía de comunicación - Nacional IV - entre Castilla
y Andalucía elija la variante que desde Puerto Lápice le
conduce a Ciudad Real y Puertollano, atravaserá la cordillera
Mariánica y al proseguir desde esta
última población su viaje hacia el Sur por la carretera N-420,
pasará primero por una pequeña barrera geográfica que desde
Puerto Pulido le permitirá descender al valle de Alcudia e,
inmediatamente, comenzará la larga y definitiva travesía de Sierra
Morena a través de los puertos de Niefla y
Valderrepisa. Cuando alcance este último el paisaje vegetal
será ya muy distinto al del resto del viaje. El descenso del
Niefla hacia Fuencaliente se hace a través de bosques de melojo
( Quercus pyrenaica ) indicadores de una mayor
atlanticidad climática, esto es, de la suavización del
"mediterraneismo", de la rigurosidad térmica y
xérica estival, dulcificada por una mayor pluviometría, un
reparto menos brusco de aquella, el más fácil acceso de los
vientos húmedos oceánicos y el apantallamiento solar producido
por la tortuosa topografía de aquellos vallejos y serrezuelas,
mosaico heterogéneo dentro del ya de por sí complejo
mariánico.
Si por el contrario, el viajero toma en
Puertollano la variante comarcal C-501 que desde esta población
conduce hasta la jienense población de Andujar, trás pasar
junto al complejo térmico, deberá pasar después por una
pequeña barrera geográfica que desde Puerto de Mestanza le
permite descender al valle de Alcudia, zona de amplios pastizales
que denota su dedicación eminentemente ganadera. Después de
atravesar la población de Mestanza, se desciende hacia el cauce
del río Montoro, hoy en día ocupado por el embalse del mismo
nombre. Esta extensión de agua atémpera el clima circundante sobre
todo en los calurosos veranos. Una vez que pasamos por la presa,
nos espera un trayecto de subida desde el cauce del Montoro hasta
el puerto de "Los Rehoyos" de 980 metros de
altitúd en la Sierra de la Solana. Este trayecto lo
hacemos através de un espeso encinar adehesado que sustenta a
una próspera ganadería. En la zona intermedia del trayecto aún
se pueden ver los restos de la explotación minera de piritas de
Minas Diógenes que cerraron recientemente, a finales de los
años setenta. Las partes más próximas al puerto en zona de
orintación Norte, zona de umbrías, están cubiertas por un
espeso bosque mediterráneo compuesto de encinas ( Quercus
ilex ), quejigos ( Quercus fagínea ), aceres ( Acer
monpessulanum ), y sobre todo de madroñeras ( Arbutus
unedo ). Este bosquete, es uno de los pocos retazos de
bosque original mediteraneo que aún quedan en la península
ibérica. Desde el puerto de Los Rehoyos se tiene una
impresionante panorámica del pueblo de Solana del Pino al pié
de la sierra del mismo nombre, y de gran parte de Sierra
Madrona justo de frente como si de un gran decorado, de
un telón de fondo se tratara. Entre ambas sierras que tienen
alturas muy similares, se encuentran varias serrezuelas de menor
altura cubiertas todas ellas de una espesa vegetación de tipo
mediterraneo con retazos de bosque mediterraneo original y
manchas de pinos foraneos, fruto de las repoblaciones del "Icona"
de los años cincuenta y sesenta.
Tanto si el viajero se acerca a Sierra
Madrona por la carretera N-420 en dirección a Córdoba,
como por la comarcal en dirección a la jienense
población de Andujar, se encontrará en los arroyos, barrancos y fondos de valle, la
vegetación riparia, es decir, el bosque de galería aparecerá
formado por frondosas alisedas con serbales ( Sorbus
torminalis ) y fresnos ( Fraxinus oxycarpa ), bajo
los que trepan madreselvas, viñas silvestres, enredaderas y
otros bejucos, amén de helechares en los que conviven helechos
reales ( Osmunda regalis ), blechnos ( Blechnum
spicant ) y helechos-hembras ( Athyrium filix-foemina
).
Los matorrales
establecidos en los claros del melojar presentarán en primavera
las tonalidades rojizo-púrpuras de la floración de algunos
brezos ( Erica australis, E. umbellata )
alternando con las enormes flores de los jarales de Cistus
populifolius y C. ladanifer, con el amarillo de
retamas y genistas y con el verde follaje de toda la vegetación. Aromas de romeros, mejoranas
y cantuesos completan el ambiente y paisaje vegetal circundante.
Pero lo que nuestro viajero no llegará a
percibir, será la magnitud y extensión de los bosques que a su
izquierda y derecha corren parejos a las solanas y umbrías de
las Sierras de Navalmanzano, Madrona y Quintana,
de las laderas que esconden y
alimentan los ríos Robledillo, Cereceda, Valmayor
y Navalmanzano, ascendiendo hasta los roquedos más
altos del macizo ( Bañuelas, 1.324 m.) ( Corral de
Borros, 1.312 m.) ( Rebollera, 1.161 m.) en gradual
cliserie catenal desde el más inferior al superior de los
niveles climáticos del piso mesomediterráneo ibérico. El
mosaico fitosociológicamente más interesante del bosque
esclerófilo hispano quedará atrás ignorado, a espaldas del
viajero que, cauce del Yeguas abajo, atravesará el
puente que sobre el mismo río separa las provincias de Ciudad
Real y Córdoba, y rumbo al sur dirigirá su camino hacia el
batolito de los Pedroches, última comarca natural de la
mariánica antes de descender el escalón orográfico que le
conducirá a las fértiles tierras del valle del Guadalquivir.
Cerca de 40.000 ha. de los términos municipales
de Solana del Pino y Fuencaliente, provincia de Ciudad Real, en
su límite meridional colindante con las de Córdoba y Jaén
forman los valles, solanas y umbrías, de los ríos Robledillo,
Navalmanzano, Valmayor y Cereceda,
afluente el primero del Jándula y constitutivos los
tres restantes del Yeguas, todos ellos de la cuenca del
Guadálquivir.
Esquistos, pizarras, cuarcitas y algunas grawacas
y areniscas paleozóicas, constituyen la litología de estas
sierras que estructuralmente se caracterizan por una sucesión de
amplios anticlinales y sinclinales cuyas direcciones aziales
arrumban según la dirección hercínica WNW-ESE. Un largo
anticlinorio cruza la zona correspondiente al Valmayor y
Cereceda. Además un extenso sinclinorio recorre la
solana superior del Valle del Robledillo, y finalmente
un conjunto variado de fallas y pliegues aislados completa el
conjunto tectónico de la región.
Sobre estos sustratos
geológicos, sus suelos, siempre ácidos, presentan una acentuada
variedad morfológica. Cuando la pendiente es suave y sobre
pizarras, los suelos son relativamente profundos con horizontes B
de acumulación de arcilla ( Alfisoles y Ultisoles ).
A medida que la pendiente aumenta la profundidad se hace más
variable y los materiales pizarrosos se mezclan, en coluvios, con
aportes cuarcíticos de las corridas que coronan las alturas de
la Sierra. En estas condiciones, los Alfisoles y Ultisoles
alternan en muchas ocasiones con suelos esqueléticos ( Entisoles
) e incluso con afloramientos de roca. La degradación de la
vegetación primitiva, con la erosión subsiguiente, ha acentuado
los procesos de adelgazamiento del suelo, con lo que la
regeneración de la vegetación arbórea está, en la actualidad,
edáficamente limitada.
En las áreas donde dominan los coluvios de
cuarcitas y areniscas, con poco material arcilloso, los suelos
son ricos en materia orgánica, en especial en las umbrías y
áreas más elevadas, producindose localizados e incipientes
procesos de podsolización. Los suelos son aquí Inceptisoles
y más raramente Spodosoles ( podsoles ).
La vegetación que
cubre estos parajes, toda ella representativa del piso
fitoclimático mesomediterráneo ibérico sobre sustratos
silíceos, está formada por un heterogéneo conjunto de bosques
de encinas, alcornoques, quejigos y melojos que cubren las
pronunciadas pendientes de los valles. En sus fondos , alisedas,
fresnedas, adelfares y tamujares tambien alternan según sea la
orientación, umbrosidad y régimen hídrico de los mismos. Las
variaciones de altitud, la oceanidad creciente hacia el occidente
de la región, así como la orientación y el nivel de
apantallamiento solar son los principales factores ambientales
que modulan el mosáico forestal. Allí donde el verano es más
fresco ( mayor pluviometría, humedad ambiental, umbrosidad,
suavización térmica estival, atlanticidad en suma, a veces
compensada por la altitud ) se sitúan los bosques de melojo. En
situación contraria, ocupando solanas, valles abiertos, zonas
más térmicas y xéricas, son encinares con enebros, coscojas,
lentiscos, jaras y aladiernos los que forman la vegetación
dominante. Entre estos extremos, alcornocales y quejigares y un
enorme conjunto de matorrales constituidos a veces por
madroñales con lentisquillas, cornicabras y algunos brezos en
las umbrías, allí donde el encinar-quejigar rico en bejucos ha
retrocedido; otras veces por brezales de E. australis, E.
scoparia, E. umbellata y E. arborea en las
zonas un poco más altas, sustitutivas del melojar, otras en fin,
por coscojares, jarales y lentiscares en localidades más
térmicas... Por algo el ya desaparecido fitosociólogo español
RIVAS GODAY escribiera hace una veintena de años a propósito de
este heterogéneo bosque mediteráneo:"... de Sierra
Madrona al paraíso de la fitosociología hay solamente
un paso...".
El catálogo de especies arbóreas que
constituyen los sorprendentemente densos, contínuos matorrales y
bosques de Sierra Madrona asciende a más de
sesenta entre Cistáceas, Fagáceas, Labiadas, Leguminosas,
Anacardiáceas, Oleáceas, Salicáceas, Ericáceas,
Caprifoliáceas y otras familias. Pese a la tradicional pobreza
florística del mundo hercínico, silíceo, el complejo
fitoclimático de Sierra Madrona esconde no
sólo una rica flora leñosa sino también herbácea.
Endemismos ibéricos-occidentales encuentran allí refugio como
Securinega tinctoria, Sideritis lacaitae, Lavandula
stoechas subsp. luisieri, L. stoechas subsp. sampaiana,
algunos incluso exclusivos del macizo mariánico como Hutera
longirostra o Digitalis purpurea subsp. marianica.
Y si grandes son sus recursos naturales en cuanto
a vegetación y flora se refiere, no lo son menos en cuanto a su fauna, pues independientemente de los
recursos cinegéticos existentes ( jabalí, corzo, ciervo...),
viven en la Madrona una larga serie de vertebrados autóctonos
altamente representativos de la fauna ibérica: lobo, zorro,
lince, meloncillo, gato montés, gineta, tejón, garduñas...; la
avifauna es igualmente valiosa incluyendo
águilas imperial y ratonera, buitre común, azor, gavilán y
nilano entre las rapaces junto a una larga lista de otros grupos
de aves dentro de la que se incluyen petirrojos, alcaudón,
pinzón, abejaruco, totovías, tórtolas, mirlo, zorzales,
oropéndola, perdiz roja, pito real, abubilla, cárabo y lechuza
comunes, búho real, etc
La proximidad de explotaciones mineras hizo que
ya desde tiempos romanos se dedicaran estos bosques a la tala y
entresaca de madera, así como también al carboneo. Los
frondosos alcornocales fueron siempre explotados para su pela y
extracción de corcho. Ricos fueron siempre sus recursos
cinegéticos y algo de agricultura siempre hubo también,
especialmente en el término de Solana del Pino. Las pinturas
rupestres de Peña Escrita y Bataneros, el uso
de las aguas termales de Fuencaliente desde épocas romanas y la
explotación de los recursos mineros de comarcas próximas (
Almadén, Puertollano, El Centenillo...) convierten a esta
región en antígua conocedora del impacto humano sobre su
paisaje, bosques y fauna
En tiempos más recientes continúa la presencia
humana bajo estos parámetros. Podemos así leer en el
Diccionario Geográfico, Estadístico e Histórico de P. MADOZ (
1847 ) como abundaban en Fuencaliente "las buenas arboledas
de robles y quejigos que nutren de madera a las minas de
Almadén" y obtener referencias sobre las plantaciones de
encina realizadas a comienzos del siglo XIX que desgraciadamente
fueron compensadas por su tala a mediados del mismo. También nos
habla MADOZ de la riqueza cinegética del término de Solana
del Pino y de la voción ganadera ( ovino y cerda ) y
crianza de colmenas de Solanilla
del Tamaral.
A pesar de tan larga historia de explotación,
los bosques parecen haberse regenerado una y otra vez mermando si
acaso sustancialmente
la extensión de los mismos y avanzando densos y elevados
matorrales de sustitución, que antes o después volvían a
poblarse de especies arbóreas. Tal vez mucho más impactante y
perturbador para la dinámica de la vegetación haya sido el
sistema de explotación que se produjo durante este último
siglo: la mayor parte de las sierras fueron explotadas
principalmente para ganado cabrío, siendo muy común la quema
periódica y metódica del monte en cada estío, a fin de que
durante la siguiente otoñada apareciesen nuevos rebrotes de los
tocones quemados que junto a los efímeros pastizales
alimentarían al ganado. En gran medida, la actual extensión de
jarales y brezales debe su origen a estas prácticas. Los
encinares se refugian en los altos roquedos de las cimas,
acompañados de codesos ( Adenocarpus hispanicus subsp.
argyrophyllus ), enebros y clavellinas ( Dianthus
lusitanicus ). Los fondos de valles se salvan de las quemas,
no sólo por la humedad freática sino más aún por el ahogo del
fuego con las corrientes de convección originadas en las
angosturas del valle. De esta forma las alisedas de Alnus
glutinosa son únicamente melladas por el hacha del lugareño que
también aprovecha su madera.
En las últimas décadas cambia nuevamente el uso
del medio: se produce por un lado el éxodo de los pastores a la
gran ciudad, al tiempo que disminuye la actividad ganadera, lo
que conlleva el abandono de los campos, que vendidos a bajo
precio van engrosando aún más los grandes latifundios hoy
existentes -especialmente en el término de Solana- dedicados a
la caza mayor ( ciervo, corzo, jabalí y cabra montesa ). En
estos latifundios se prosigue con la quema alternante del bosque
y matorral, ahora
en extensiones más limitadas pero en distribución más
heterogénea, para dar apariencia de espontaneidad a una
actividad al menos teóricamente prohibida por Icona. Estas
quemas buscan de nuevo el alimento de los hervíboros, ahora
piezas de caza mayor, a la vez que servirán de excelentes puntos
de ojeo para los cazadores. Se practican con frecuencia en los
relictos de melojar para evitar que los robles se desarrollen,
manteniendolos así como rebollares, formaciones en matorral bajo
de Quercus pyrenaica más adecuados para el alimento de
los animales, pero que obviamente impiden la regeneración del
bosque. Simultáneamente, dentro de estos latifundios se persigue
la fauna de carnívoros salvajes: lobo, lince, gato montés,
buitre, águila real, son sistemáticamente abatidos con venenos,
trampas o incluso con su caza directa.
Cabría pensar que allí donde los montes están
administrados directa o consorcialmente por organismos públicos
( la mayor parte de la superficie correspondiente al término de
Fuencaliente es comunal ), la defensa del bosque estuviera más
asegurada. Lamentablemente no es así: Icona -antes Dirección
General de Montes, Caza y Pesca Fluvial- inicia las repoblaciones
a finales de la década de los cincuenta, pero no con Fagáceas
autóctonas, sino con Coníferas, como es ya lamentable y
monocorde constante de una larga época de nuestra pasada ( ¿ y
futura? ) historia de "repoblación" forestal, léase
mejor "cultivo extensivo".
En Sierra Madrona ha sido
fundamentalmente Pinus pinaster la especie introducida.
Inicialmente fueron tan sólo cerca de mil
las hectáreas repobladas en la comarca, distribuídas en los
márgenes de la Sierra, en zonas de fácil acceso próximas a las
dos carreteras que atraviesan la región por sus límites
oriental ( carretera de Andújar a Solana del Pino ) y occidental
( carretera de Fuencaliente a Cardeña ). Pero paulatinamente Icona
fué extendiendo el área del Pinus pinaster adentrándose
cada vez más hacia el centro de Sierra Madrona,
hasta tal punto que en los últimos años se han aterrazado y
plantado más de 2.000 ha. en las umbrías de las zonas central y
occidental, lugares donde se desarrollaban fácilmente robles,
quejígos y alcornoques, aparentes enemigos de los repobladores
forestales.
Quienes sin estar comprometidos en la
conservación de la naturaleza tampoco parecen interesados en
administrar y explotar racionalmente sus recursos, vienen
practicando reciente e intensamente talas masivas en los bosques
de Quercus pyrenaica, propiedad del municipio de
Fuencaliente, que han sido arrendados en particulares para su
explotación maderera.
Con la sustitución de la vegetación natural por
plantaciones de coníferas con previo aterrazamiento de los
suelos, éstos quedan desnudos frente al impacto físico de la
lluvia durante los años necesarios para la regeneración de la
cubierta vegetal. El peligro de erosión en estos suelos así
denudados y con grandes pendientes de la comarca, es muy elevado,
al ser arrastrados los elementos finos del suelo y los horizontes
superiores, los más adecuados para la nutrición y crecimiento
vegetal.
Siendo preocupante el proceso erosivo, es
probablemente aún más grave el impacto que las actuales
prácticas de plantacióntienen sobre el
ciclo biogeoquímico de los nutrientes, particularmente si se
tienen en cuenta las características geológicas de Sierra
Madrona, constituída por materiales ácidos tales como
cuarcitas, pizarras y areniscas. Sobre estos materiales, bien
directamente o en sus formaciones coluvionares se han formado
suelos ácidos y pobres por la escasez de nutrientes en dichos
materiales. No obstante, durante la evolución de los ecosistemas
primitivos hacia el estado de equilibrio propio de los
ecosistemas maduros, las escasas cantidades de nutrientes del
sistema se han ido acumulando en la biomasa ( troncos, raíces,
hojas de árboles y arbustos ) y en la materia orgánica que, en
proporción abundante, existe en el lecho del bosque y horizontes
superiores del suelo, esencialmente en el A, de unos 20-30 cm. de
espesor. Esta acumulación de nutrientes se constata en los
análisis por nosotros realizados de los suelos de Sierra
Madrona. En las condiciones propias de un ecosistema
forestal maduro sobre estos suelos pobres, los nutrientes
absorbidos por las plantas proceden, en su mayor parte, de la
mineralización de la materia orgánica. Apenas se pierden por
percolación, pues las raíces de las especies forestales de
estos ecosistemas están adaptadas para su eficaz recuperación.
Con la brusca eliminación de la vegetación
espontánea y el aterrazamiento del suelo se producen importantes
perturbaciones en los ciclos biogeoquímicos del sistema. En
primer lugar, la mezcla de horizontes del suelo, consecuencia del
aterrazamiento, produce
una aceleración en la velocidad de descomposición de la materia
orgánica debido, entre otras causas, a una mayor aireación.
Esto supone una rápida liberación de nutrientes que además no
pueden ser retenidos en el suelo al no existir sistemas radicales
adecuados. En segundo lugar, el aterrazado deja en superficie los
horizontes inferiores del suelo -los menos fértiles- lo que
limita marcadamente también el crecimiento de las coníferas
recién introducidas, cuya productividad futura será
probablemente baja. Se puede afirmar, en definitiva, que las
actuales prácticas conllevan un gran riesgo de fracaso, no solo
ecológico sino también económico, suponiendo que fuera alguno
de éstos el objetivo que inspirara el actual sistema de manejo
forestal de Sierra Madrona.
Como punto adicional, señalaremos también la
destrucción progresiva, por aterrazamiento, de unas áreas con
suelos de tipo podsólico extendidas tan sólo a unos cientos de
hectáreas, en cotas superiores a los 900 m., pero que
constitutuyen una auténtica rareza edafológica dentro de la
región biogeográfica mediterránea ibérica.
Su conservación sería muy recomendable al menos
desde el punto de vista científico, aunque resulte evidente que
si no fue posible interesar a sus actuales administradores
públicos y/o privados sobre la explotación racional de los
recursos naturales de estos parajes, con menor motivo podemos
aspirar a interesarlos en su conservación.
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Reconocimientos: quiero agradecer las
aportaciones de la revista Quercus por algunas imágenes
de esta página y a : J. E. Hernandez Bermejo, J. Torrent
Castellet, J. M. Montoro García ( E. T. S. Ingenieros
Agrónomos Cátedra de Botánica y Edafología Córdoba ) por el
texto, sin cuyas aportaciones no hubiera sido posible esta
página.
Última actualización de esta página, el 29 Octubre de 1998
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