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Marco A. Farías N.

El Organismo.

Introducción.

La psicología trata, en realidad, de muchos fenómenos que pueden ser llamados mecánicos, porque su forma de expresión es tan definida y predecible como la de una máquina e, igual que está, se compone de muchos elementos conocidos que realizan el trabajo completo de un mecanismo. Sin embargo, si estudiamos con más detalle las máquinas psíquicas llegaremos siempre a un punto a partir del cual tenemos que renunciar a nuestras explicaciones mecánicas. Todas estas funciones poseen, además de sus actividades mecánicas, otras características que no tienen semejante en las máquinas conocidas y que no podemos imaginar actuando con arreglo a las leyes de la física. Debemos, por tanto, decir que la actividad orgánica se impone a la mecánica. El principio mecanicista es el más simple de todos y nosotros recordaremos siempre y la frase de Morgan: "si la conducta es el resultado de procesos simples no puede interpretarse como producto de las más elevadas facultades usted simplicidad y complejidad".

Siempre nos encontraremos con estas dualidades: simplicidad y complejidad, sucesión estática de acontecimientos y simultaneidad dinámica. En la Unión de estos contrarios es donde parece residir la base de todos los procesos vitales, fenómeno con el que nos encontramos en muchos casos.


 

Las glándulas y las bases químicas de la actividad psíquica.

Las glándulas producen la química del organismo, la cual se basa en el gran integrador químico que es la corriente sanguínea. Lo mismo que el sistema nervioso, que estudiaremos más adelante, es como un sistema de señales eléctricas, la circulación sanguínea es una red de transportes. Cada órgano descarga sus productos en la sangre, la cual los lleva a todo los órganos del cuerpo. En 15 segundos una sustancia endocrina ha llegado a todas las regiones del organismo. Estas substancias básicas son producidas por las glándulas endocrinas. Al llegar a este punto podríamos preguntarnos qué tienen que ver con la psicología estas digresiones biológicas. Precisamente el funcionamiento de las glándulas nos proporcionan la primera respuesta: como es bien sabido, los diferentes rasgos de la personalidad dependen directamente del funcionamiento glandular y la personalidad cambia completamente si las glándulas son y hiper o hipoestimuladas. No sólo las glándula sino también el cerebro y los músculos están relacionados con los procesos químicos.

En las siguientes consideraciones sólo nos vamos a referir a aquellas funciones glandulares que ejercen influencia más directa sobre el desarrollo psíquico.

Vamos a considerar las glándulas endocrinas siguiendo su orden de ubicación en el organismo a partir de la cabeza (fig. 1). El cuerpo pineal es una pequeña estructura situada en la cara posterior del tallo encefálico, entre los hemisferios cerebrales. A pesar de su pequeñez, su función es conocida y se supone que contribuye a controlar el esqueleto y a mantener reprimidas las glándulas sexuales.

 

La glándula pituitaria se aloja en una cavidad ósea que la base del cráneo y, a pesar de estar conectada con el tronco cerebral no tiene nada que ver con las funciones encefálicas. Está dividida en dos lóbulos, el anterior y el posterior. El hiperfuncionamiento (exceso de actividad) del lóbulo anterior produce gigantismo, por estimular el crecimiento del esqueleto; las manos, pies, nariz, etcétera, del individuo se desarrollan considerablemente. El lóbulo anterior estimula también el desarrollo de los órganos sexuales cuando hay hiperfunción y retrasa su maduración cuando existe una hipofunción (actividad disminuida) pituitaria. Debido a esta hipofunción el individuo puede quedarse enano, a menudo con anormal desarrollo sexual, aunque con inteligencia normal. El lóbulo posterior ejerce efectos básicos sobre los procesos metabólicos. La pituitaria ha sido llamada la glándula maestra por ejercer un control sobre las demás glándulas.

Quizá los datos más precisos acerca de los efectos de las secreciones internas sobre la conducta humana se han obtenido de las investigaciones sobre el tiroides. Esta glándula está situada por delante de la tráquea. Su extirpación o la insuficiencia de su funcionamiento puede acarrear síntomas físicos y psíquicos de cretinismo, incluso retardo en el crecimiento, sequedad de la piel, pérdida del cabello, acumulación de grasa y deficiencia mental. El sujeto pierde su vivacidad y tanto el cerebro como los músculos parecen inertes apareciendo, como consecuencia, lentitud y pérdida de la capacidad de concentración. La hiperactividad del tiroides hace al individuo nervioso, inestable e inquieto. Como síntomas físicos aparecen el exoftalmos, la aceleración del pulso y el aumento de la respiración.

Muy próximas a la glándula tiroides están las paratiroides, cuatro cuerpecillos del tamaño de guisantes. Su extirpación produce espasmos musculares, temblores y la muerte. La falta de hormón paratiroide produce hiperexcitación del sistema nervioso y el exceso da lugar a una calma excesiva con lasitud muscular y pereza generalizada. El tiroides y las paratiroides parecen tener funciones opuestas, estimulantes las primeras y apaciguadoras las segundas.

Poco es lo que se sabe de la glándula timo, situada en el tórax, inmediatamente por detrás del borde superior del esternón. Como se atrofia a partir de la pubertad se supone que desempeña una importante función durante los primeros años de vida.

Las glándulas suprarrenales, colocadas inmediatamente encima de cada riñón, son dos pequeñas formaciones del tamaño de guisantes y divida en dos partes que tienen distinta función. Estas glándulas están directamente relacionadas con la expresión de las emociones. Cada una de las dos partes de la glándula produce una secreción distinta. Una, la adrenalina, se produce por estimulación emocional y da lugar a reacciones súbitas; la otra, la cortina, es un elemento necesario para la vida; su destrucción causa una enfermedad mortal (enfermedad de Addison). La hiperactividad de la secreción parece exaltar las características masculinas, tanto en el hombre como la mujer, pudiendo, en esta última, dar un tono más grave a la voz, hacer crecer la barba, etcétera.

El páncreas secreta insulina, la cual, cuando está en exceso, origina defectos respiratorios, fatiga, nerviosidad y ansiedad y, cuando está en defecto, debilidad y hambre. No es mucho lo que se sabe acerca de otras glándulas, especialmente en relación con los procesos psíquicos. Las diversas funciones endocrinas se superponen y modifican entre sí en forma no bien conocida todavía.

Las glándulas sexuales o gonodas (testículo y ovario) son necesarias para las funciones de reproducción. Sus secreciones internas están directamente relacionadas con el apetito venéreo. Los caracteres sexuales están determinados por estas glándulas. El estudio de sus funciones ha demostrado que tanto el hormón masculino como el femenino existen en todos los individuos.

Las glándulas descubiertas hasta ahora sólo constituyen una parte de la química corporal, la cual debe de tener una influencia mucho más amplia de la que se supone. Es muy probable que cada tendencia de la personalidad tenga cierta relación con la actividad química del organismo. Los fenómenos psicológicos a que dan lugar duchas tendencias no son, pues, hechos aislados sino partes integradas en el organismo en su totalidad. Sería erróneo emitir una teoría mecanicista del organismo basándose en datos de origen químico, porque las glándulas no actúan separadamente para provocar las tendencias de la personalidad, sino que se influyen mutuamente. La corriente sanguínea, que relaciona a todos los órganos de cuerpo, parece poseer determinadas características que le son dadas no sólo por todo el organismo sino también por la personalidad.

De estas consideraciones biológicas se deduce que la actividad psíquica no depende solamente de la psique. Lo psíquico no es, pues, el resultado exclusivo de la función cerebral sino que está integrado en todo el organismo. Alfredo Adler fue el primero que señaló el hecho de que la gente no piensa solamente con su cerebro, sino también con sus glándulas, su estómago, su corazón, sus pulmones y otros órganos. A este fenómeno Adler lo llamó "el dialecto de los órganos" (Adler, 1930). A esta interrelación entre los fenómenos psíquicos y los somáticos se le llama ahora psicosomática. Si bien es cierto que existen enfermedades debidas a las bacterias, la experiencia indica que en muchos casos existe una constitución física susceptible de favorecer una enfermedad. Tal ocurre cuando determinado órgano es débil, y dicha debilidad aparece cuando se utiliza el órgano como canalizador de ciertas expresiones de la personalidad. Es decir, que una tensión psíquica puede provocar una tensión de los órganos e incluso un hiper o hipodesarrollo de la función glandular, lo cual repercute sobre el organismo. En esta forma se crea un ciclo biopsíquico entre los estímulos psicológicos (p) y los biológicos (b): p-b-p-b-p, etc.


 

El sistema nervioso.

 

La relación más importante entre todos los órganos internos y el cerebro se establece por medio del sistema nervioso, el cual se divide en tres formaciones principales: el sistema nervioso autónomo (SNA), el sistema nervioso central (SNC) y el sistema nervioso periférico (SNP). A su vez, el primero, que establece las interconexiones, está constituido por dos sistemas principales: el simpático y el parasimpático. El SNA estimula los músculos involuntarios y las glándulas. Los movimientos gastrointestinales, el ritmo cardíaco, ciertas posturas corporales, etc., no son actividades conscientes y, por tanto, no pueden ser aprendidas. Las tendencias emocionales parecen estar estrechamente relacionadas con el SNA.

Si supiéramos influir sobre la relación entre nuestro SNA y nuestro SNC (que dirige todos los actos conscientes) podríamos regular todos los procesos internos del organismo y, por tanto, dirigir nuestras emociones. Parece que esto podría lograrse con la disciplina de los reflejos, cosa desconocida en nuestra civilización, pero conocida en ciertas antiguas civilizaciones, como la India. Los yoguis aseguran ser capaces de regular por completo sus órganos internos, de detener la respiración y el funcionamiento del corazón; también aseguran el dominio de sus emociones.

El SNC tiene como función principal la dirección consciente del organismo y el desarrollo de la capacidad de aprender. En el hombre, este sistema se compone del encéfalo y la medula espinal (fig. 2 y 3). Las partes más importantes del encéfalo son los dos hemisferios cerebrales, los dos del cerebro, el puente de Varolio y el bulbo raquídeo o medula oblonga. Algunas funciones están localizadas, hasta cierto punto, en el cerebro, aunque, en general, éste funciona como un todo indivisible. El cerebro, el aparato más sutil del organismo, presenta un fenómeno similar al descrito por Driesch en el erizo de mar; si un centro nervioso es destruido por una bala o por una apoplejía el paciente pierde la función correspondiente, pero pasado cierto tiempo otro centro puede suplir las funciones de la parte destruida.

Los estudios de K. S. Lashley (1929), han demostrado este aspecto de la psicobiología. Después de entrenar a un animal para ejecutar determinado acto se le extirpa la zona del cerebro que se supone relacionada con la ejecución de dicho acto. Una vez que el animal se ha restablecido de la intervención se comprueba si la ablación de aquel centro cerebral ha hecho desaparecer el acto correspondiente y si éste no puede aprenderse de nuevo como sugeriría una relación mecanicista entre el cerebro y el acto correspondiente. Como en otros casos, ocurrió algo sorprendente: el animal, que al principio era incapaz de realizar el acto aprendido, pudo volver a ejecutarlo mediante un entrenamiento adicional. De estos hechos debemos deducir que el mismo acto puede ser aprendido por distintos centros cerebrales y que debemos rechazar una teoría mecanicista basada en localizaciones cerebrales fijas. Este era el caso de Driesch con el erizo de Mar, en el cual distintas partes, o quizá todo el cerebro, parecen tener iguales potencialidades. La teoría de las funciones específicas localizadas en regiones determinadas del cerebro ha ido desvirtuándose paulatinamente y ha sido sustituida por la de que el cerebro actual en su totalidad.

El sistema nervioso tiene dos funciones principales; la primera consiste en transportar el impulso nervioso desde los receptores que reciben los estímulos del ambiente hasta los efectores, especialmente los músculos. La rápida conexión entre los receptores que reciben el impulso y los músculos que reaccionan es establecida por los nervios. Sin embargo, las respuestas no son dadas por partes aisladas sino siempre en relación con el conjunto. Esta organización de respuestas en un plan unificado se denomina integración y constituye la segunda función del sistema nervioso. Organiza los estímulos que llegan a los troncos nerviosos procedentes de los órganos de los sentidos, transformándolos en impresiones globales transmitidas por los troncos nerviosos hasta los músculos y glándulas. Los nervios conectados con una masa central, el encéfalo y la médula espinal que se extiende a lo largo de la espalda, envia a ese centro general los llamados nervios "sensitivos" y emiten los llamados "motores". Los primeros son aferentes y los segundos eferentes. El centro relaciona la impresión y la expresión, lo que permite al organismo accionar y reaccionar como una unidad.

Cada nervio contiene muchísimas fibras nerviosas. Solamente el nervio óptico tiene unas 400,000. Se estima que el número total de células nerviosas es mayor de 14 mil millones. La neurona se divide en tres partes: que es el cuerpo celular, el eje y las dendritas. la fibra nerviosa simple, a semejanza de un alambre aislado, consiste en un cilindro envuelto por una vaina. Es cilindro, llamado eje, es una rama de una célula nerviosa la cual posee ramificaciones todavía más finas. Las dendritas son cortas, semejantes a las ramas de un árbol, mientras el cilindro-eje aunque muy fino puede alcanzar una longitud que varía entre algunas pulgadas y varios pies. El sistema formado por los nervios no es, como se había supuesto, "una red", pues aunque una neurona tengan contacto con otra no se fusiona con ella y continúa aislada. Al contacto que establece una neurona con otra se le llama sinapsis. En la sinapsis entre dos neuronas el cilindro-eje de una termina en varios ramos que establecen contacto con las dendritas de otro cilindro-eje. En una sinapsis la dendrita es el receptor y cilindro-eje el estimulador. Las fibras sensitivas aferentes y las motoras eferentes con sus conexiones sinápticas forman el "arco reflejo", que constituye el camino seguido desde un órgano sensitivo y a través de un centro nervioso hasta el músculo. La conducción del impulso nervioso es tan rápida (unos 70 m por segundo), que una reacción simple se produce en una fracción de segundo. La velocidad de la conducción demuestra que se trata tanto de un proceso q a la actividad uímico como eléctrico.

La actividad nerviosa está sometida a la ley de todo o nada. Puede ser comparada a una explosión de dinamita; explota totalmente y su intensidad no puede ser graduada. Del mismo modo, la energía latente de un nervio se descarga por cualquier estímulo capaz de excitar la fibra. Las diferencias que existen en la relación de un nervio no resultan de la distinta energía descargada por una fibra sino que dependen del número de fibras que han entrado en actividad. Un estímulo enérgico que excita más fibras y despierta mayor número de ondas por segundo. El sistema nervioso ha sido comparado con un sistema telefónico. Los nervios, a semejanza de los cables telefónicos, unen puntos distantes, y convergen en un centro común donde se establecen las conexiones como un conmutador. Sin embargo, todas estas funciones son múltiples e interrelacionadas. Cada célula nerviosa influye sobre otras muchas, lo que hace enormemente complicado el sistema nervioso. Por ejemplo: los grandes nervios motores que controlan los músculos recibe energía de nervios sensitivos locales, de nervios de la médula espinal y del tronco cerebral y de los del cerebro. Todos estos nervios juntos determinan cuando debe ser activada la neurona. Así, la contracción de un músculo se basa sobre lo que podríamos llamar una discusión colectiva de todo el sistema nervioso, sobre el dinamismo de diversas fuerzas, pero nunca sobre un mecanismo estático de cualquier tipo que sea.

La actividad del sistema nervioso nunca puede ser reducida a una simple neurona a un centro localizado. Actúa como un todo, y como penetra en todos los lugares del cuerpo es el organismo en su totalidad el que actúa conjuntamente.


 

Bases eléctricas de la actividad psicológica.

Hacia mediados del siglo pasado se descubrió que todos los tejidos vivos poseen características eléctricas mensurable en milésimas y millonésimas de voltio. En 1924, el neuropsiquiatría alemán Hans Berger consiguió grabar las oscilaciones del cerebro humano. Berger utilizó para este fin el electroencefalógrafo (abreviadamente: E.E.G.), aparato registrador que consiste que es varios electrodos que se adhieren a la piel de cráneo y un amplificador que aumenta los efectos de las corrientes cerebrales más de un millón de veces. Los experimentos realizados indican que los procesos eléctricos proceden de los cuerpos celulares nerviosos. El cerebro emite ondas que oscilan entre 20 y 150 millonésimas de voltio. Han sido observados cuatro tipos de ondas eléctricas cerebrales con distintas frecuencias: las llamadas ondas alfa, cuya frecuencia normal, en el adulto, es de 8 a 13 por segundo; las ondas beta, cuya frecuencia es de 18 a 50 por segundo; las gamma, de amplitud más baja que las beta, y, por último, las ondas delta, que sólo aparecen cuando existe un tumor cerebral u otra formación anormal.

La valoración de un electroencefalograma se basa, además de en la amplitud y la frecuencia, en el tiempo por ciento, o en la persistencia durante cierto tiempo de determinado tipo de ondas en un caso dado. Existen considerables diferencias entre diversos electroencéfalogramas, hasta el extremo de que algunos investigadores creen que puede distinguirse a un individuo de otro mediante sus ondas cerebrales, del mismo modo que se diferencian por sus huellas dactilares. Los gemelos idénticos, pero no los gemelos fraternales, muestran marcada semejanzas del electroencefalograma, lo que indica la naturaleza hereditaria de los procesos eléctricos. Las diferencias individuales del electroencefalograma disminuyen considerablemente durante el sueño o la narcosis y aún durante el reposo, mientras que cualquier actividad aumenta esas diferencias. La correlación entre las características del electroencefalograma y los tipos de personalidad no ha sido todavía satisfactoriamente establecida, aunque parece existir. En los esquizoides las onda son más irregulares, mientras que en los maníacos depresivos son más constantes. Los estímulo repentino y la concentración mental inhiben o cambian la forma de las ondas, pero la repeticiones o la preparación del sujeto para ciertos estímulos sensoriales disminuyen los efectos del cambio, Los estados emocionales tienden a hacer disminuir la frecuencia de las ondas alfa y el shock, el miedo, y la perplejidad, aunque puramente imaginarias, produce en un bloqueo del ritmo. La temperatura, la actividad glandular y el metabolismo tienen a modificar el ritmo alfa. Los toxicómanos, los alcohólicos y los epilépticos presentan ondas características. Al parecer se presentan trastornos eléctricos antes de que aparezca cualquier síntoma evidente de trastorno mental, habiéndose podido pronosticar psicosis y neurosis mediante el electroencefalograma realizado en niños.

Los distintos tipos de ondas eléctricas y su dependencia de los procesos psíquicos, especialmente de las emociones, indican una relación entre los procesos eléctricos y la personalidad. El pensamiento que atraviesa nuestra mente es como el destello de un relámpago debido a la actividad eléctrica de las células. El Dr. B. Libet y R. W. Gerard, de la universidad de Chicago, han dado cuenta recientemente de sus observaciones, de las cuales se deriva que cada célula rehace su propia carga eléctrica semejante a la que se desarrolla en las nubes tormentosas y, como el relámpago, la descarga sobre las cédulas contiguas.


 

Los sentidos.

La característica más importante del desarrollo que es la diferenciación. El organismo más simple no está diferenciado en los diversos órganos sensibles sino que todo su cuerpo es igualmente sensible a los estímulos mecánicos, químicos y eléctricos así como al calor, al frío y a la luz. En los organismos más evolucionados estas reacciones están diferenciadas y coordinadas con ciertas partes del cuerpo.

Las sensaciones han sido clasificadas en tres grupo básicos: las extraceptoras, que reciben el estímulo del exterior, como el ojo, el oído, etcétera.; las intraceptoras que lo reciben de dentro, como el estómago, los pulmones, los intestinos, etcétera, y las propioceptoras, localizadas en el cuerpo mismo y que reciben los estímulos por el movimiento de sus partes, como los músculos, huesos, articulaciones, etcétera. Una característica de los extraceptores es la de percibir a distancia, por lo que mediante ellos el organismo se adapta al ambiente. Los órganos de los sentidos gradúan el estímulo como los instrumentos de medida. Su sensibilidad depende de tres factores: 1) la función selectiva, que está adaptada a determinada clase de estímulos; 2) su grado de impresionabilidad, y 3) su respuesta a distintas intensidades y diversas variedades de estímulos.

En relación con los órganos de los sentidos debemos distinguir entre sensación y percepción. Estos órganos son receptores de estímulos y sólo nos dan sensaciones, las cuales se transforman en percepciones en el cerebro. Todos órganos de los sentidos colaboran entre sí, si una mosca nos zumba alrededor de la cabeza, la vemos, la oímos y la sentimos al mismo tiempo; la visión, el oído y el tacto funcionan a la vez. El lenguaje utilizado a menudo las mismas palabras para describir sensaciones de diferentes órganos. Por ejemplo: "aspereza" y "suavidad" pueden referirse a la vista, al oido y al tacto. La intensidad se puede experimentar con todos los sentidos.

Visión. En principio, el ojo es muy semejante al mecanismo de una cámara fotográfica. La retina es la película, tanto el ojo como la cámara poseen lentes, la pupila es como el diafragma, la esclerótica del globo del ojo es como la caja de la cámara. El ojo contien en el iris pequeños músculos que regulan el tamaño de la pupila permitiendo la entrada de la cantidad conveniente de luz. Tras la pupila está situado el cristalino, mecanismo elástico, semejante a la lente de la cámara fotográfica, que enfoca el ojo hacia los objetos próximo o lejanos. La elasticidad del cristalino se mantiene tensa mediante un anillo de fibras radiales que, a su vez, son controladas por un anillo de tejido muscular: el músculo ciliar. El cristalino dirige los rayos luminosos hacia la retina, donde se forma la imagen. La córnea, cubierta dura y transparente, está situada por delante de la pupila y el iris, combada hacia delante, de modo que refracta los rayos luminosos que pasa a través de ella. Detrás del cristalino está la retina, finísima membrana que contiene las células sensitivas y nerviosas. Las primeras son de dos clases: los bastones, que sólo son sensibles a la luz o a la oscuridad, y los conos, sensible solamente al color. Los bastones estan localizados en los bordes de la retina mientras los conos se localizan en una ligera depresión casa central llamada fóvea. Esta, con los conos, constituye el centro de la visión a la luz, pero es casi insensible en la oscuridad. Existe, sin embargo, una acción de los bastones que permite que la retina pueda adaptarse más en las oscuridad. La teoría cromática de Young y Helmholtz (1925) se basa en el hecho de que todos los colores pueden obtenerse mediante una mezcla del rojo, el verde y el azul. Se supone, pues, que la retina sólo reacciona ante estos tres colores primarios y que los demás se obtienen por una mezcla de las respuestas básicas. Sin embargo, esta teoría no puede explicar algunos fenómenos como, por ejemplo, el hecho de que el color amarillo es visto por los sujetos que padecen daltonismo, mientras no distingue el rojo del verde (Ladd-Franklin, C., 1929).

Hay otros muchos fenómenos que no pueden ser explicados por una teoría estética, como, por ejemplo, el hecho de que, a la percepción, las formas permanezcan iguales a pesar de cambiar las sensaciones de iluminación, color, tamaño y posición. Distinto de la máquina, el receptor óptico mantiene la constancia y la continuidad de las impresiones. Observemos lo que ocurre en la proyección de una película cinematográfica: lo que se proyecta en la pantalla es una serie de fotografías estáticas y la impresión de movimiento se deriva del encadenamiento de las series en distintas posiciones. El receptor óptico establece relaciones y enfoca los elementos dinámicos y no los estáticos.

Oído. El órgano del oído se parece al de la vista en que ambos son receptores de ondas (fig. 5). Se compone de tres partes principales: el oído externo, que funciona como un colector de ondas; el medio, que la transforma, y el interior, que son receptor sensible. Las ondas sonoras, percutiendo la membrana del tímpano ponen en movimiento tres huesecillos que forman el oído medio, los cuales transmiten las vibraciones al oído interno. En este último está situada la cóclea, llamada también caracol por su forma en espiral, que está llena de un líquido salino, y la membrana basilar, que contiene las células sensoriales, provistas de finísimos filamentos que, como cuerdas de un piano, reaccionan a cada vibración.

Helmholtz aplicó al oído su "teoría del piano" semejante a sus hipótesis mecánica del ojo. Según esta teoría cada elemento de la membrana basilar solo respondería a la vibración con la que estuviese sintonizada y debido a esta sintonización fija el individuo distinguiría las distintas derivaciones como sonidos diferentes. Los experimentos con el conejillo de Indias parecen apoyar esta opinión. M. Aupton expuso continuamente a estos animales al mismo tono y observo que llegaban a quedarse sordos para tal vibración, debido a que ciertas células ciliada de la membrana basilar habían degenerado.

De nuevo se siente uno inclinado a considerar al oído como una máquina con elementos fijos de localización. Pero, al igual que ocurre con el cerebro y con el ojo, se producen en el oído ciertos fenómenos que no encaja en una explicación mecanicista. En primer lugar: ¿Qué es lo que oímos? ¿Longitudes de onda o sonidos? Así como disponemos en cierta forma de la longitud de las ondas luminosas, así también organizamos las vibraciones sonoras y, al escuchar música, no oímos una suma de sonidos, sino una pauta integrada. La teoría de las estructuras (Gestalt) apoya uno de sus puntos básicos señalando que cuando una pieza de música que transporta (por ejemplo, por otro instrumento) se entiende como la misma pieza aunque cada uno de sus elementos haya cambiado. Cuando varias personas hablan al mismo tiempo entendemos y diferenciamos las voces de cada una aunque todas las vibraciones lleguen al oido confundidas unas con otra. Así pues, el órgano del oído no reacciona como una máquina sino con cualidades organizadoras. P. T. Young realizó el experimento de colocar en cada oido de una persona un tubo que dando la vuelta por encima de la cabeza termina en un receptor colocado cerca del oído opuesto, de tal modo que se oyen con un oído los estímulos que deberían oírse con el otro. El sujeto al que se ha colocado este dispositivo tiene una transposición completa de los sonidos, y que cuando oye un sonido hacia la derecha el objeto que lo produce está situado a la izquierda y viceversa. Mientras el sujeto tiene los ojos cerrados durante el experimento, la localización invertida no cambia, pero ocurre a menudo que cuando abre los ojos, recobra la percepción de orientación normales. La percepción visual corrige el error auditivo demostrando la interacción entre los distintos sentidos y la adaptación orgánica contraria a la fijeza mecánica. Cuando se retira el instrumento del sujeto vuelve inmediatamente a establecer la localización normal, una adaptación semejante ocurre con la visión cuando cambian las condiciones.

El oído, como el ojo, no sólo reciben estímulos sino que es también capaz de apreciar distancias. Las funciones de este órgano son múltiples; no sólo oyen sonido separados sino que diferencian ruidos y tonalidades y es capaz de sintetizar integrando sonidos simples en un conjunto. Por último, el sentido del equilibrio está también situado en el oído. La posición en el oído interno de unas concreciones llamadas otolitos, que fluyen en los finos filamento receptores, nos permite conocer la posición de la cabeza y la sensación de nuestros movimientos. Una lesión del oído interno puede afectar el sentido del equilibrio y cuando se hace a una persona gira rápidamente sobre sí misma los efectos que esta rotación produce en el oído interno dan lugar a la sensación de vértigo. Sin embargo, esta función no forma parte del sentido auditivo.

Olfato. Comparado con la visión y el oído, el sentido del olfato ocupa un lugar secundario en la mayor parte de los seres humanos. Los llamados receptores olfatorios están situados tan profundamente en la nariz que se hace difícil realizar experimentos con ellos. H. Henning (1924) limitar los olores o seis factores básicos, a saber: a especias, fragante, etéreo, resinoso, pútrido y chamuscado. Como los demás órganos de los sentidos, el del olfato tiene la facultad de analizar y sintetizar, extendiendo también una adaptación olfatoria.

Gusto. En íntima relación con el sentido del olfato ésta el del gusto. Algunas cualidades que se suponía que eran propias del gusto pertenecen, en realidad, al olfato. Los sabores primarios son el amargo, el dulce, el ácido y el salado. El gusto está también relacionado con la sensaciones dolorosas y táctiles; por ejemplo: un sabor cáustico puede hacerse doloroso y un sabor suave da una sensación táctil. Así, el sentido del gusto es un fenómeno muy complejo, basado también en interacción de varios estímulo cuyos efectos no son el resultado de una suma sino de la integración de una unidad. Los receptores del gusto son las papilas de la superficie lengual, de las cuales unas están adaptadas para una sola sensación gustativa mientras otras lo están para dos o tres. Sin embargo, los verdaderos receptores gustativos, los botones y gustativos, están situados en pequeñas depresiones bajo la superficie de la lengua. Hay muchas substancias que dan la sensación de un valor y de ahí ciertas dudas acerca de la naturaleza de un estímulo. También en el sentido del gusto se observan los fenómenos de adaptación y de contraste. Así, sabemos que una naranja nos resulta más ácida después de comer un caramelo, pero más dulce después de un limón.

Tacto. Las sensaciones de calor y frío, de aspereza y suavidad, de cosquilleo, de picor, etc., pertenecen al sentido del tacto. Si pasamos un lápiz sobre la piel notamos en ciertos puntos una sensación de frío; utilizando un estímulo cuya temperatura sea un poco más elevada que la de la piel experimentaremos la sensación de puntos calientes y, por último, usando un objeto agudo sentiremos en los llamados puntos dolorosos una impresión de dolor. Con la punta de un cabello podemos encontrar en la piel cierto puntos táctiles que nos da la sensación del tacto. Vemos, pues, que se encuentran en la piel receptores para el frío, el calor, el dolor y el tacto. Sin embargo, también en este caso son raras las sensaciones aisladas, siendo más frecuentes las sensaciones combinadas en distintas formas; así, las de calor y frío pueden despertar también dolor. Además, cada sensación puede adoptar diferentes tipos y, por ejemplo, el dolor puede sentirse como escozor, hinchazón, punzada, etcétera. Los puntos sensibles de la piel presentan también un fenómeno paradójico, por ejemplo: si se aplica un estímulo sumamente frío puede dar la sensación de calor. También hay sensaciones paradójicas de dolor, ya que el dolor puede ser agradable o desagradable; el picor de una especia sobre la lengua y ciertas sensaciones táctiles, siendo fundamentalmente dolorosas, se experimentan como placenteras.

El sentido Kinestético y otros sentidos. Los cinco sentidos que acabamos de mencionar fueron tenido hasta hace poco como los únicos en el hombre. Actualmente, aunque no sabemos exactamente cuántos sentidos posee el hombre, sí sabemos que son más de cinco. Uno de ellos es el sentido muscular, mediante el cual apreciamos un peso que sostenemos en la mano. Se han encontrado órganos sensoriales en los músculos, tendones y articulaciones. En este sentido, llamado Kinestético o del movimiento, indica la posición de las extremidades y la progreción del movimiento cuando desarrollamos alguna actividad.

Tenemos, además, sensaciones orgánicas como el hambre, la sed, la náusea, etcétera, y otras de carácter indefinido que parecen influir en nuestra sensaciones de bienestar o de depresión. El sentido que produce la llamada percepción extrasensorial, tal como la telepatía, no es un fenómeno normal ni frecuente y pertenece a la psicología anormal.

Aunque cada órgano sensorial es un receptor para determinados estímulos y está formado como una complicada máquina para reaccionar ante estímulo separados, en realidad todos sentidos funcionan íntimamente ligados algunos pueden sustituir parcialmente a otros. Los ciegos sustituyen con el tacto su falta de visión, leen con las manos tan bien como nosotros con los ojos y no por pasos sucesivos, sino también con la percepción de una unidad. Los impresos para ciegos están formados por elevaciones puntiformes del papel y, cuando el ciego percibe la impresión de una palabra con su mano izquierda, la derecha, explorando la que sigue, que integra las palabras en la unidad de una frase. En las personas ciegas el sentido del tacto puede desarrollar enormemente la recepción de vibraciones. Las ondas sonoras, reflejándose en los objetos puede servir para localizar la posición de estos como hacen los aparatos de radar.

¿Cómo funciona el cerebro?

    El cerebro es el órgano más característico del ser humano, aunque pocas veces nos paramos a pensar en la importancia que tiene dentro de la regulación de nuestras actividades cotidianas. 

   Anatómicamente el cerebro es la parte más voluminosa del encéfalo y está dividido por un surco central llamado cisura longitudinal en los hem¡sferios derecho e izquierdo, a la vez unidos por el cuerpo calloso. La superficie de cada hemisferio presenta un conjunto de pliegues que forman una serie de depresiones irregulares, son los surcos o cisuras. La disposición que adoptan estos surcos nunca es igual entre los cerebros de diferentes personas, y también adoptan disposiciones distintas en ambos lados de un mismo encéfalo.

    Cada hemisferio cerebral se divide en cinco lóbulos: el frontal, el parietal, el temporal, el occipital y la ínsula de Reil. En general, los cuatro primeros lóbulos se sitúan debajo de los huesos que llevan el mismo nombre. Así, el lóbulo frontal descansa en las profundidades del hueso frontal, el lóbulo parietal bajo el hueso parietal, el lóbulo temporal bajo el hueso temporal y el lóbulo occipital debajo de la región correspondiente a la protuberancia del occipital. La ínsula de Reil no puede verse en la superficie del encéfalo, ya que se sitúa en el fondo de otra cisura llamada cisura de Silvio.

    El cerebro contiene varios billones de células, de las que unos 100.000 millones de neuronas y posee casi 100 trillones de interconexiones en serie y en paralelo que proporcionan la base física que permite el funcionamiento cerebral. Gracias a los circuitos formados por las células nerviosas o neuronas, es capaz de procesar información sensorial procedente del mundo exterior y del propio cuerpo. El cerebro desempeña funciones sensoriales, funciones motoras y funciones de integración menos definidas asociadas con diversas actividades mentales. Algunos procesos que están controlados por el cerebro son la memoria, el lenguaje, la escritura y la respuesta emocional.

    El funcionamiento del cerebro se basa en el concepto de que la neurona es una unidad anatómica y funcional independiente, integrada por un cuerpo celular del que salen numerosas ramificaciones llamadas dendritas, capaces de recibir información procedente de otras células nerviosas, y de una prolongación principal, el axón, que conduce la información hacia las otras neuronas en forma de corriente eléctrica. Pero las neuronas no se conectan entre sí por una red continua formada por sus prolongaciones, sino que lo hacen por contactos separados por unos estrechos espacios denominados sinapsis. La transmisión de las señales a través de las sinapsis se realiza mediante unas sustancias químicas conocidas como neurotransmisores, de los cuales hoy se conocen más de veinte clases diferentes.

    El cerebro tiene a su cargo las funciones motoras, sensitivas y de integración. El hemisferio cerebral izquierdo está especializado en producir y comprender los sonidos del lenguaje, el control de los movimientos hábiles y los gestos con la mano derecha. El hemisferio derecho está especializado en la percepción de los sonidos no relacionados con el lenguaje (música, llanto...), en la percepción táctil y en la localización espacial de los objetos.

     Hoy en día se sabe que en el lóbulo occipital se reciben y analizan las informaciones visuales. En los lóbulos temporales se gobiernan ciertas sensaciones visuales y auditivas. Los movimientos voluntarios de los músculos están regidos por las neuronas localizadas en la parte más posterior de los lóbulos frontales, en la llamada corteza motora. Los lóbulos frontales están relacionados también con el lenguaje, la inteligencia y la personalidad, si bien, se desconocen funciones específicas en esta área. Los lóbulos parietales se asocian con los sentidos del tacto y el equilibrio. En la base del encéfalo se sitúa el tronco cerebral, que gobierna la respiración, la tos y el latido cardíaco. Detrás del tronco se localiza el cerebelo, que coordina el movimiento corporal manteniendo la postura y el equilibrio. Las áreas cerebrales que gobiernan las funciones  como la memoria, el pensamiento, las emociones, la conciencia y la personalidad, resultan bastante más difíciles de localizar.

    La memoria está vinculada al sistema límbico, situado en el centro del encéfalo. Por lo que respecta a las emociones, se sabe que el hipocampo controla la sed, el hambre, la agresión y las emociones en general. Se postula que los impulsos procedentes de los lóbulos frontales se integran en el sistema límbico, llegando al hipotálamo, estructura que que a su vez regula el funcionamiento de la glándula hipofisaria, productora de varias hormonas.

   Es en el córtex donde se integran las capacidades cognitivas, donde se encuentra nuestra capacidad de ser conscientes, de establecer relaciones y de hacer razonamientos complejos. Lo que llamamos sustancia gris es una pequeña capa que recubre el resto del cerebro. Pero el córtex cerebral humano tiene una característica que la distingue de todas las demás. Tiene numerosos pliegues. Esto aumenta notablemente su superficie. Si la extendiéramos, ocuparía el área equivalente a cuatro folios. En comparación, la de un chimpancé sólo sería de un folio, la de la mona ocuparía como una tarjeta postal y la de la rata la de un sello de correos.

   El procesamiento de la información sensorial recogida del mundo que nos rodea y de nuestro propio cuerpo, las respuestas motrices y emocionales, el aprendizaje, la conciencia, la imaginación y la memoria son funciones que se realizan por circuitos formados por neuronas interrelacionadas a través de los contactos sinápticos. Es por este motivo que el funcionamiento cerebral se asemeja, en parte, a una computadora. Pero el cerebro es muchísimo más complejo que un ordenador, ya que está dotado de propiedades que solo proporciona su naturaleza biológica.
 

 

 

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