Revista El Mundo del siglo XXI.

CUENTAN LOS LOCOS Y LOS VIEJOS DE A MEZQUITA, lugar de Ourense, que el bisabuelo encantaba a las vacas con las notas de su bombardino. Un virtuoso, que conoció el mundo nuevo del Brasil soplando vida por los tubos de aquel instrumento. Y ya de vuelta, un buen día las vacas quedaron solas. Ni rastro del pastor, que marchó dios sabe dónde llevando su bombardino.

Es la historia del gallego errante, corazón de gitano.

Un siglo después, su bisnieto, el gaiteiro Carlos Núñez, alcanzada ya la gloria (disco de platino, un Grammy, compartió escenarios con Bob Dylan, Lou Reed y otros muchos y grandes), recorre los caminos de la historia en el sentido inverso. Siguiendo el rastro de pueblos viajeros, llega al tiempo en que el mundo era sólo uno, bañado por un mismo mar. "Las naciones culturales no existen, son inventos políticos".

Lo dice porque no cree en la casualidad, o porque "todo parte de los sueños". Hace tres años soñó que viajaba buscando Galicia en la geografía sur. Emprendió camino el emigrante, y encontró que no sólo Lorca había escrito en gallego poemas a la Luna. Encontró viejas muiñeiras a la guitarra flamenca, rumbas gallegas cantadas en Londres o París, morriña de gitanos en Rumanía, alalás idénticos a los alalás árabes, sonidos de gaita en la música andalusí; y supo que la farruca, el palo más difícil del flamenco, fue una melodía de gaita emigrante en América, que de vuelta derivó en música de baile y guitarra. Enterradores de Tánger cantaron a Alá en gallego. "Somos hijos del imaginario celta, y de muchas otras aportaciones", dice a su regreso. Ahora siente el disco como si alguien lo hubiera soñado antes que él.
Para sus padres, la cuestión es de inocencia. "Carlos, que este disco te ha hecho perder la inocencia", le dijeron. Y él, "¿pero cómo, pero qué me dices?": anduvo entristecido. Hasta que vio lágrimas de emoción rodando por el rostro de la madre al escuchar la farruca saliendo de su gaita, la farruca que es su amante desde hace meses, que la ha traído de vuelta a Galicia. "¡Hijo, esa gaita canta y grita, es un quejido!", le dijo la madre, turbada por el recuerdo de La Niña de los Peines en su infancia de Madrid. Veintisiete años había tardado el gaiteiro en descubrir al gitano que dormía en él (Vigo, 1971). "Ser gitano es una vocación".

Ya se lo había dicho la suegra de Morente, "tocas la guitarra como un gitano". Fue en La huerta de San Vicente, en homenaje a Lorca.

Núñez le ha robado el corazón a una mujer madura, de grandes pechos, que al cantar grita y levanta a los muertos. Su novia es una gaita con barriga de canguro. Va la gaita vestida de lino, negro y burdo. La ama en lo alto de un monte, en la ría de Vigo: sólo allí se encuentran los amantes sin testigos que escuchen sus quejidos.

Pregunta.-¿Por qué el Sur?

Respuesta.-La música celta se está convirtiendo en algo racial. Irlanda ha pasado del hambre de la patata, de la emigración y del complejo, al orgullo nacional. Gracias a su cultura y a su música maravillosa. Lo mismo empieza a suceder en Galicia, pero no todo es bueno por el hecho simple de ser gallego. La extrema derecha de Francia y del norte de Italia ha adoptado la música celta como bandera: significa la pureza de la raza, la diferencia con el Sur. Nosotros somos hijos del imaginario más que de la realidad celta, pero al mismo tiempo somos también producto de la aportación del Sur y del Este. Por eso he querido abrir todos esos caminos hacia el flamenco, lo andalusí, los judíos...

P.-Es posible que en su música Galicia recupere entonces su universalidad, pero ¿qué van a decir los más ortodoxos?, ¿no teme las críticas nacionalistas?

R.-La gente se ha quedado con mi trabajo con los músicos celtas. Pero a mí me molesta que nadie quiera mirar al Sur. Soy consciente de que esto puede abrir un debate, pero es que Galicia necesita reconocer esas raíces del Sur. Nuestra música más antigua en ocasiones se parece más a la del norte de Marruecos que a la del norte de Europa. Desde los años 70, Galicia ha tendido musicalmente a copiar a Irlanda, pero hay ciertos ritmos gallegos, como la jota, que ellos no los tienen, y los flamencos, sí. Galicia es una frontera natural entre lo celta y lo flamenco.

P.-¿Dónde cree que se equivoca el nacionalismo hoy?

R.-En que las nacionalidades culturales no existen. La música, cuanto más atrás nos vamos, más se parece. Hoy dicen que el mundo tiende a la estandarización, es cierto, pero yo tengo la sospecha de que la música que se hizo en el medievo era la misma en toda Europa. Y no podemos olvidar la convivencia de las tres culturas en España, cristiana, judía y árabe. Quizá quisieran olvidarlo los Reyes Católicos, pero nosotros debemos entenderlo.

La conversación con Carlos Núñez discurre por momentos como una clase magistral, sin horario, plagada de curiosidades de estudioso y observador. Mientras formulo la siguiente pregunta (¿será la música la mejor argamasa para fundir pueblos y culturas?, pienso en los ritmos cubanos, en el rock, en el jazz), mientras, sus ojos se quedan parados en un punto, perdidos.

P.-¿No ha escuchado?

R.-Perdona, se me acaba de ocurrir otra cosa interesante. El instrumento que se toca así (transversal) y que es igualito a ese otro que tú conoces y se toca así (hace el ademán de abrazar una gaita gallega), ¿en Marruecos se llama? Gaita.

P.-¿Jaita?

R.-Correctamente es gayta, tal y como se escribía en Galicia en el siglo XVII.

P.-Retomo la pregunta, ¿la ha escuchado?

R.-Por supuesto que la música une países. Pero mi idea es que, antes de que existiesen esos países, hubo unas bases de las que nos hemos alimentado. Es como si las fronteras hubieran cortado nuestra realidad. Somos quienes somos por la aportación de otras culturas a las que se les ha expulsado. La música, tratándola como una materia prima pura, te demuestra que no existe una música gallega, ni vasca, ni catalana: son fronteras y clasificaciones políticas creadas por la historia. Con todo esto, los sabios han desaparecido, esa gente que sabía de música y literatura y etnografía, y sacaba conclusiones. Hoy tendemos a la superespecialización de las ciencias.

P.-La música que viene, ¿tiende hacia esa especialización o hacia la fusión?

R.-En términos creativos se tiende hacia la universalización, que es la fusión. Pero además de volverse racial, a la música le está sucediendo algo que me preocupa mucho, que es la plastificación, el easy listening, todo para vender. Por eso yo me encamino a lo difícil, busco a los maestros.

P.-La literatura gallega ha puesto voz a cuervos, mirlos, ratones y otras especies. ¿Es cierto que usted escucha la naturaleza y pasa sus diálogos al pentagrama?

R.-Álvaro Cunqueiro quiso demostrar que los animales en el campo gallego hablan y hacen música. Pues también puede pensarse que uno es lo que el entorno le cuenta. Todo parte de los sueños y los sueños nacen caprichosamente, pero siempre tienen relación con el entorno.

P.-Carlos, ¿qué monte es ese al que sube en la noche para tocar hasta quedar exhausto?

R.-Es que debe seguir siendo el monte solitario. Puedo decirte que está en esta ría de Vigo.

P.-¿Ama a la gaita por encima de todas las mujeres?

R.-Ya dice el refrán, "A muller do gaiteiro e muller de moita fortuna, ela toca dúas gaitas e outras no tocan ningunha". El gaitero en el Norte es como el torero en el Sur: un pillo ladrón de corazones. Pero creo que esa vocación hoy sólo se mantiene en los gaiteiros gypsies.

P.-Gremio al que Carlos Núñez confiesa su reciente adhesión.

R.-Sí, puedes decirlo.

P.-Lo cierto es que mantiene con la gaita una relación corporal, casi carnal, que de hecho le deja exhausto de soplar.

R.-Es como una relación de pareja vista por un voyeur. Sí es una relación muy carnal: hay momentos en que legas a sentir la gaita como una parte más del cuerpo. Pero como la gaita suena tanto, es una relación sin ntimidad: aunque toque en mi casa siempre hay un vecino que me estará escuchando. Entonces no tocas igual, por eso me marcho al monte: el único lugar donde nadie te escucha.

P.-Citaba Manuel Rivas al gaiteiro legendario Ricardo Portela, que prefirió la gaita a la vida. ¿Carlos Núñez ambién moriría soplando, como un romántico?

R.-Es esa sensación romántica lo que más he experimentado en este disco: tocar hasta la muerte. Soplar la gaita te hace perder la cabeza, por hiperventilación; les sucedía a los escoceses que se pasaban horas caminando con la cabeza en una nube. Puedes llegar al éxtasis. Para que la gaita suene bien hay que sufrir. Hay una relación entre la gaita y el órgano sexual masculino: para que la gaita esté erecta hay que poner fuerza. Cuando la fuerza abandona al gaiteiro, éste va haciendo trampa, limando la palleta para que las paredes sean más finas y cueste menos soplar: el sonido ya no es el mismo. El secreto de mi gaita es la relación con la palleta, es una relación casi psicológica. A veces sufro, pero eso se escucha. Efectivamente hay un símil entre el poder sexual y el de la gaita.

P.-Fíjese que a mí me resulta algo más femenino, casi maternal, ¿será que recuerda a la ubre de una vaca?

R.-Puede llegar a ser de lo más erótico. Tocar la gaita es muy carnal, notas un cosquilleo entre los dedos...

P.-¿Pero usted cómo la definiría, masculina o femenina?, ¿o no la definiría?

R.-Ya. ¿Qué es la gaita? Sí, yo creo que es más mujer, pero es una mujer vieja.

P.-¿Por qué la música tradicional gallega está compuesta por mujeres?

R.-Galicia es una matria, las mujeres componen y cantan al amor. En las cantigas medievales el sentimiento estaba puesto en boca de la mujer, aunque el compositor fuera un poeta.

P.-Ellas son quienes se atreven.

R.-Sí, es como si él no se atreviera a expresarse. El hombre iba a la mar y las pandereteiras quedaban en la costa cantando su sentimiento. La mujer era la que trabajaba el campo, el hombre era blandito; soñador pero blandito. Estarás de acuerdo.

P.-Absolutamente. ¿Y por qué gritan al cantarla?

R.-Es curioso, ellas cantan gritando, ¿y la gaita, cómo canta?

P.-Grita.

R.-Pues ahí lo tienes, la voz y la gaita son lo mismo. La gaita es quejido puro.

P.-¿Y por qué en los pueblos aún andan los locos parodiando a las orquestas, como en un sueño arquetípico?

R.-El loco es alguien de quien te puedes fiar, no tiene malicia, expresa lo que siente. El loco de pueblo, como los niños, sueña que dirige la banda. ¿Cuántas veces yo de pequeño dirigí la banda de Vigo con una pajita?

P.-¿No fue ese sueño de la orquesta el principio de Carlos Núñez: tocaba la gaita y dirigía una banda de músicos?

R.-Tún tu tún. Tún tu tún. Tu tu. Pues sí. Mi familia viene de A Mezquita, eran todos músicos de la banda. Mi bisabuelo era un virtuoso del bombardino, dirigió la orquesta. Cuando sacaba a las vacas llevaba el instrumento y las partituras y, mientras pacían, él practicaba. Entonces la banda fue a Brasil, y él quedó deslumbrado con Belem de Pará; y al volver... un buen día quedaron las vacas. Ésa es una leyenda, otra dice que allí contrajo una enfermedad y que lo mataron. Probablemente lo que sucedió es que no resistió la tentación de vivir un nuevo mundo.

P.-Ya era gitano. Lo que quería preguntarle es que un niño que sueña semejante orquesta, y lo hace con tal firmeza que lo convierte en su destino... Debió de ser usted un niño bastante extraño.

R.-Y sigo soñando como cuando era niño. No vivo como un artista realizado, qué va: los sueños siguen siendo mi norte. He cambiado mucho, de niño era un gran tímido, introvertido, pero las circunstancias de la vida me han hecho perder miedos. Sí fui diferente. Mientras que otros jugaban fútbol y miraban chavalas, yo estaba con el lápiz, tocando como si fuera un instrumento. A un gaiteiro se le reconoce fácil, por el lápiz. Si ves a un gaiteiro escocés comiendo, fíjate en lo que hacen sus dedos sobre el tenedor. Para trabajar no necesitas la gaita, con un lápiz te sirve.

Efectivamente, de cuando en vez, Carlos Núñez se lleva las manos a los brazos, cruzados, y toca con sus dedos sobre el jersey. Como en un tic, pero también puede que esté probando una melodía. -En el avión me suelen reñir, porque llevo un punteiro, que es como un lápiz electrónico conectado a unos cascos. Claro, creen que es una radio.

P.-Bien, y después de esa niñez solitaria, ¿más dura fue la adolescencia, esas ocho noches al mes durmiendo en el tren, camino del sueño?

R.-Iba los viernes al conservatorio de Madrid y volvía esa misma noche. El otro día me quedé atrapado por la nieve a bordo de un tren, en Rumanía, iba a buscar a los gitanos para grabar el pasodoble. ¡Mucho me acordé de mi tren a Madrid! Yo creo que es necesario pasar etapas duras. Aquí se dice que tuve mucha suerte, que todo me vino dado por tocar con los Chieftains. Quien me conoce sabe que hay mucho más que suerte. Mi vida es la música.

P.-Tengo entendido que empezó a tocar con los Chieftains a los 18 años, pero que ya los conoció con 13, colándose en su camerino, en un festival en Moaña (Pontevedra).

R.-En Vigo conocí a Paddy Molonie. Pero yo estaba en Bretaña en un conservatorio cuando toqué para él por primera vez, en su cumpleaños. Ellos no se acordaban de mí, claro.

P.-Y con esos 13 añitos, ¿era Carlos Núñez quien decidía o Carlos Núñez padre, que según he entendido tiene mucho que ver en su carrera?

R.-Mi padre me ha apoyado muchísimo, y mi madre, también: son compañeros de mi viaje. Pero yo decidía, sin duda. El mejor regalo que me pudo hacer mi padre fue la primera gaita que tuve, con ocho años, me desmayé en la tienda al intentar soplarla. Hoy los chavales lo tienen mucho más fácil, entonces para conseguir una cinta de música irlandesa, buf. A mí la primera me la trajo mi padre, de Bretaña.

P.-Ve como algo de razón sí tienen quienes dicen que...

R.-Sí, él era una avanzadilla, pero después me lanzaba solo.

P.-Cuando le escucharon los organizadores del Festival de Lorient, con 13 añitos también, ¿quién le colocó allí?

R.-Había ido allí con mi grupo de gaitas de Ourense. Coincidimos con un festival, el Pilgrim, que pedía un gaiteiro gallego que supiera leer música. Eso me colocó allí, en aquel mundo internacional de gaiteiros escoceses, irlandeses, bretones, todos hermanos.

P.-¿Una persona tan decidida como usted, duda?

R.-Puf. Yo pienso las cosas 100 veces. No actúo porque lo siento, no: necesito sopesar. En mi creación hay previamente una larga etapa de catarsis, en la que incluso me quedo estancado. ¿Tú sabes lo que yo pensé, desde que supe que Lorca había escrito poemas en gallego hasta que grabé Noite de lua na Quintana dos Mortos? Hay tantos días de mi vida en cada una de las piezas...

P.-¿Cuánta gente cree que vive como soñó de niño?

P.-Supongo que no mucha. Hay gente que se pasa la vida soñando lo que nunca llega a realizar, como les pasa a los irlandeses con esa mujer que no alcanzan a tocar.

P.-El pecado.

R.-Sí, el pecado. Y se les va la vida sin llegar a olerlo.

P.-¿Y usted, en qué sueña ahora?

R.-Ay, con este disco he tenido el gran placer de degustar todo tipo de pecados humanos. Y no todos son chicas.

P.-¿Tal que el vino?

R.-Puedes creerlo, hasta hace dos años el vino no me gustaba y ahora me encanta. ¡Pero si hasta me gusta el sol!: soy un celta de Galicia que necesita el sol, para no volverse triste.

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