Carlos Núñez, un Gaitero en Manhattan

Manuel Rivas

"Hay un momento en el crepúsculo en que el mirlo levanta el vuelo y dibuja en el aire un pentagrama oscuro con el pico naranja. No se sabe si este canto es de jubilo o melancolía. En todo caso, imita la gaita de Carlos Núñez.".

En "De Corretione Rusticorum", en el siglo VI; el predicador San Martiño de Dumio amonesta a los todavía muy paganos gallegos y les dice que no es cierto que hablen los pájaros, ni las fuentes, ni los árboles.

Carlos Nuñez tiene un secreto. Cuando siente desasosiego, cuando se le agota el fuelle del alma, sube en la noche a un monte de las Rías Baixas, escucha aquellas hablas prohibidas y toca la gaita hasta quedar exhausto, vacío pero lleno, como quien conjura un mal viento.

Carlos Núñez tiene un héroe. Un gaitero legendario llamado Ricardo Portela. Un día, el médico le dijo que la gaita o la vida. Que de hacerlo, de seguir tocando tendría que usar una alimentador para el fol (fuelle). Y él dijo que nunca, que prefería morir tocando con su propio aire.
La primera vez que Carlos sopló una gaita a los 8 años se desmayo, fue en una tienda de música en Vigo, recuerda: Había ido allí con mi padre para comprarla. Por dentro yo temblaba de emoción, para probarla empece a soplar la gaita, intentando arrancarle unas notas, pero la palleta (lengüeta) estaba muy dura. Caí redondo al suelo con el esfuerzo. Al volver a casa cabizbajo, pense que nunca seria capaz de hacerla hablar. Por que yo soñaba con hacer maravillas, por convertir en música todo lo que imaginaba, al principio me sentía derrotado. Fue un choque. Yo tenia devoción por la gaita pero ella no me correspondía. El sueño de mi vida me parecía inalcanzable. A Carlos lo recuerdan en su tierra como el chaval despierto de ojos vivaces, estudioso y tranquilo, como un pedazo de pan. Solo tenia dos rarezas. Una, no jugaba al fútbol como los demás niños, pasaba el recreo solitario, tocando con los dedos un instrumento imaginario, en realidad libraba una pelea decisiva. A veces los profesores le sorprendían en la clase intentando hacer sonar el carcaj de plástico de un bolígrafo bíc.
Cuando le preguntaban que iba a ser de mayor, siempre le respondía "!gaitero!". Carcajadas. Un día identifico lo que podía acercarse a la mayor alegría. Ocurrió cuando la gente campesina le pidió al pequeño Nuñez, que tocara otra pieza. Fue en la tierra natal de mi familia, en Amezquita (Ourense), el día de la fiesta del pueblo. Yo habia conseguido arrancarle 6 piezas a la gaita. Al anochecer me vi rodeado de la gente que bailaba y bailaba, y pedían otra. Estaba tan feliz.

La gaita respondía. No quería que la noche acabase nunca. Ahora, en el Carnegie Hall de Nueva York, en la fiesta de San Patricio, tampoco nadie deseaba que la noche acabase. Carlos Nuñez de 26 años, melena lacia, abraza la gaita de terciopelo negro y la multitud vibra con el broche de una muñeira. Sting se saluda al pie del escenario. Los Lobos le acompañaron en los Angeles. Ry Cooder se acerco con la guitarra al Hotel Naranja (orange country) cerca de Hollywood y pasaron una velada ensayando futuras colaboraciones. La flor y nata del country de Nasville se interesa por el gallego al llegar la prensa musical saludo como el Jimmy Hendrix de la gaita. El público que abarrotaba la sala disfrutaba como vivísima la polka de Carlos recogió un día de Os Campaneiros de Arousa. En una gira frenética, 42 conciertos de costa a costa de EEUU, de Boston a California, y del Norte al Sur, y de Madison a Sta. Barbara. Tendrá su continuación en Junio por Japón. Ha sido premio Grammy con The Chieftains, por su colaboración ene el disco Santiago, el resultado de una paciente seducción galaica a Paddy Moloney líder del grupo Irlandés, y algo así como el mago Merlín de la llamada música celta. Su primera obra con banda propia A irmandade das estrelas (a hermandad de las estrellas) el disco de oro en ventas muy próximo al platino un hito de música folk en España, y desde hace un mes como Brotherhood of the Stars, ha entrado con fuerza en Estados Unidos, aireado con fervor por las emisoras irlandesas.

Su padre me habia dicho: "desde niño se tomo la música con una autodisplina increíble, con una pasión casi religiosa". Vísperas de la larga gira. En Santiago, Carlos sorbe un zumo. Se repone de un concierto en el que ha salido aupado en un mar de brazos. De repente suelta una confidencia a bocajarro: "No he tenido adolescencia. Era como un animal solitario. Ahora lo disfruto. La primera vez que recorrí Norteamérica con The Chieftains fue un aprendizaje impagable, pero también una experiencia durísima. Habia días en los que no sabia donde estaba. Nunca habia imaginado que la vida de un músico profesional era tan exigente, tan esclava. Asustado, escuchaba las frases irónicas de los veteranos: -muchacho, ahora ya sabes que también somos vegetales trashumantes, jodidas maquinas de hacer dinero-. Por otra parte, flotaba en un sueño.

Paddy me presentaba como a boy from Galicia, Northwest of Spain. Era hijo de un país desconocido. Y allí estaba al lado de gente como Lou Reed o Alice Cooper, con los Pearls Jam o los Spin Doctors. Cuando vuelva a Galicia , pensaba nadie me creerá. Era un sueño que no podía compartir. Llevaba un bonito traje de gaiteiro, de fieltro negro, faja violeta y botones dorados. Era curioso. La reacción del publico era distinta cuando salía con el traje, mucho mas cálida. El teclista de The Who no paraba de hacerme fotos. Con Marianne Faithfull tuve una relación graciosísima. Me trato con mucho cariño.

Decía que la música de la gaita era muy carnal. Cuando nos despedimos, dude entre regalarle una tableta de turrón o unos poemas de Rosalia de Castro".

-¿Y que le regalaste?

-(Risas). Los poemas de Rosalia, traducidos al ingles.

"Tratando de gente tan singular, tan distinta, tomas aun mas conciencia de la versatilidad potencial de la gaita. Tiene algo de secreto, de hechizo, donde cada uno recrea su paisaje interior. La actriz Mia Farrow me comento que encontraba esa música muy espiritual, que habia revivido la atmósfera de la infancia. En aquel viaje alucinante grabe también una canción con Sinead O´Connor. Era la primera vez que ella hacía un tema tradicional (The foggy dew, en el álbum The long black veil, de 1995, de The Chieftains). Decía que estaba descubriendo un mundo nuevo, que aquella música le transformaba el registro de la voz. Es como Hamlet, una mujer con mucho misterio. No te mira, te mira a través del espejo. Aparecía y desaparecía. Estaba como ajena y de repente se ponía a jugar con los farrapos (hilachas), acariciaba el terciopelo del foll. Pasaba largos minutos en silencio y luego traía un trébol y me lo colocaba en el ojal del traje. Eran días de vértigo, yo estaba viviendo todas estas historias.

En Japón, en The great músic experience, compartía escenario con Bod Dylan, Bon Jovi, Joni Mitchel, el Coro de los Monjes Budistas de Todaiji y la Orquesta Sinfónica de Tokio. Todo estaba pasando, pero yo pensaba, ¿sabes lo que pensaba?; bueno, cuando llegue a casa, cuando llegue a Galicia, nadie me va a creer. (Risas). Era un sueño que no podía compartir".

Aquel muchacho que enamoro por fin a la gaita en la noche festiva de una aldea gallega empieza por fin a ser reconocido como el gaitero de la Aldea Global. En Irlanda, Escocia o Bretaña es saludado como un nuevo rey celta. Pero el joven de la gaita de terciopelo negro ha pasado la frontera del folk tradicional.

"El siglo XX ha estado muy marcado por el rock. Creo que en el futuro se van a producir síntesis y hallazgos sorprendentes. Me fascina, por ejemplo, el dialogo que se puede establecer entre la gaita y el flamenco. O con la música árabe, o los ritmos africanos, o los del caribe. Cuando estuve en Cuba tocando en la noche de La Habana, pense que ese era el sitio donde algún día me gustaría vivir. Ahora entiendo como para nuestros antepasados fue como la encarnación del Tir Norg, la isla del paraíso celta. Era como una Galicia ideal, sin reuma. Conocí a un gaitero de cien años. Me presto su gaita. No hacia falta esforzare. Solo dejarse ir. Era como si ella sola te contara una larga y hermosa historia. Pero te podia hablar también de Japón, de la fascinación de los monjes budistas por la gaita. Decían que era una música mística. En el templo de Todaiji (Nara), ante un enorme Buda dorado, tocamos juntos la gaita al lado de los instrumentos milenarios".

En ese afán transfronterizo, de alquimia creadora, late también la memoria del silencioso éxodo de Galicia. José Yglesias, un norteamericano de Tampa hijo de padre gallego, escribió en 1964 un libro en el que llama a Galicia "The goobye land" (la tierra del adiós). Como el espía de una antiguo reino, Carlos sigue las rutas migratorias, recupera tesoros, descubre mestizajes, caminos invisibles en forma de canción.

También muchos gaiteiros, quizás los mejores, emigraron. La música popular se banalizo y se folclórico en el peor sentido de la palabra durante el franquismo. Perdimos formas de tocar que mantuvieron las gaiteiros de ultramar y combinaban con unas influencias. En el plano personal, me ocurren todos los días cosas que parecen cuentos. En Connecticut apareció en el hotel un hombre con un Rolls Royce. Un personaje millonario. Insistió en invitarme a su mansión. Quería que viese algo. Era la gaita de su padre. Un emigrante gallego. Quería que la tocase, que la oyesen sus amigos, el sheriff de Connecticut entre ellos, un irlandés enorme llamado Jack. Decía emocionada ¡My country my country!.

Su primer gran salto fue en 1983, cuando actúo como solista con Orquesta Sinfónica Bretona, el festival de música celta de Lorient. Tenia 13 años. A los 16 cogió sus ahorros y volvió a un curso en Bretaña.

Una buena noche apareció Merlín. Simpático, menudo y desdentado, todavía bebía Guinnes. Paddy Moloney. El gran Chieftain. El músico del que ningún músico en el mundo hablara mal. Patrick Molard, el mas celebre gaitero Bretón, le dijo: -"venga Carlos, toca algo para el gran Paddy"-. El pequeño Nuñez cogió su gaita prestada, de madera de boj y enebro con una jiga irlandesa. Aquella noche, Paddy le dijo a su mujer: (Rita) .Acabo de conocer a un muchacho gallego, un músico virtuoso, genial. En el año 1989 en Moaña, Galicia, Carlos subía por primera vez a un escenario con The Chieftains. Daba la impresión de que llevaba toda la vida con los maestros. Poco después le llamaban para que su gaita sonara en la banda musical de La Isla del Tesoro. Lo que se escucha en la película interpretada por Charlton Heston y Oliver Reed, es una variacion de la Muñeira de Freixido. Y de ahí, en una carrera meteórica a las listas de Word Music.

Hay una pieza que estremece A Irmandade das Estrelas. La Negra Sombra de Rosalia de Castro, amigos que han viajado al fondo de ese poema conmovedor y misterioso, sostienen que no puede ser otra cosa que la historia de una amor imposible. "Es una balada intemporal que parecía estar esperando desde hace mas de 100 años por la voz de Luz Casal. Cuando se lo propuse, ella empezó a recordar, 'mi madre la cantaba', se puso a tararearla por el teléfono. El resultado ha sido fortísimo, pura electricidad. Cuando la tocas con ella en directo, te hace saltar los fusibles del alma. Fíjate que en la frontera, en el Tex Mex, me decían que esa canción parecía mexicana de las mas dolientes. La guitarra de Ry Cooder ahonda todas las dimensiones del poema. Ry tiene el estilo de un indio de Arizona, una humanidad sobrenatural. Crea una atmósfera, con solo unas notas, las precisas pincelas valientes, negras, descarnadas".

La gaita forrada en terciopelo negro tiene el saco de cuero de canguro. Lo consiguió en Australia. Es muy duro y flexible, la madera es de Granadillo. Es muy importante la materia. "El árbol sigue vivo en la gaita", dice Carlos, "nota los climas, la altura, la humedad. La gaita tiene algo de antiguo y futurista aun tiempo. Algo de hipnótico. Es un instrumento abierto, lleno de misterios. Y luego ese sonido continuo que los sustenta todo, esa base a la que siempre vuelves. Hay otra cosa importante en la gaita Gallega. Suena mucho y no puedes tocar nunca para ti solo. El gaitero Irlandés mira hacia abajo eso no es posible con la gaita Gallega. Es siempre una relación de pareja, una relación erótica, vista por voyeur". Cuando empezamos ha hablar, estaba exhausto. Después de vaciarse en el concierto, era la gaita de terciopelo, negro la que parecía sostenerlo. Hablando de música ha revivido. Da la impresión de que ha apostado toda su cabeza por ella. " La música es mi vida privada. para mi no es una renuncia, renuncio a tener una novia. A cambio tengo cien. Soy un trovador, un gaitero por la Aldea del mundo, un gallego errante. Es una magia que ya tenían los afiladores. Nunca dormían en la misma cama. Dedico a la música mi vida. No tuve adolescencia. La tengo ahora. Se que mientras toque estaré vivo, seré joven. Es una forma de vivir".

Siempre parece alerta. Escuchando el mundo como una gran caracola. Intuye las canciones en el rostro de la gente. Un día le pidió a Gonzalo Torrente Ballester, que recordara piezas del pasado. El escritor empezó a tararear melodías, y el joven gaiteiro tomaba raudo extrañas notas en una servilleta. "¿Pero, que escribes?". "Escribe con pentagramas", le explico Carlos Casares. El lenguaje también de los árboles, las fuentes y los pájaros.

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