Hace un año, fui
diagnosticada, operada y tratada de un cáncer de seno.
Me practicaron una mastectomía radical unilateral, y
aunque soy una de las privilegiadas en cuanto al tratamiento se
refiere, no puedo dejar de recordar el terror visceral que me
embargó cuando mi médico me dijo despacio que yo tenía un cáncer,
que debía someterme a cirugía y tratamiento post-operatorio.
Recuerdo como si fuera en este mismo instante, todas las
cosas que pasaron por mi cabeza: miedo, rabia, inseguridad de
futuro, terror a la dependencia física, miedo de cambiarle la
vida a mis hijas, a la lástima de mis amigos y no sé cuantos
sentimientos negativos más.
Después de mi recuperación física, aún me
sentía desesperanzada, deprimida, agotada.
Nunca he ocultado a nadie mi enfermedad, al contrario,
hablo de ella con tranquilidad quizás esperando que mi familia,
mis amigos y todas las personas que me rodean me comprendan.
Que entiendan que vuelvo a asustarme terriblemente cada
tres meses, cuando tengo que ir a mi chequeo médico a
practicarme todos los exámenes para ver si sigo bien, si el cáncer
no ha vuelto a atacarme de nuevo.
Que entiendan que me siento vulnerable, insegura.
Eso es imposible.
No pueden entenderme porque no han pasado por esto.
Faltaban grupos de apoyo
Mi
hija Jaqueline, vive en los Estados Unidos, en la Ciudad de
Nueva York desde hace 10 años.
Quizás porque allá las cosas son un poco diferentes, y
se ha acostumbrado a ellas, insistió desde el primer momento en
que yo debía incorporarme a un grupo de apoyo de cáncer de
seno.
Solicité la información con mi médico tratante, y él
me informó que aquí en Caracas, hasta ese momento, no existía
un grupo de apoyo.
En la primera oportunidad en que viajé a N.Y., unos seis
meses después de operada, Jaqueline, a través de un amigo que
trabaja para la comunidad latina de esa ciudad, ya me había
solicitado una entrevista con una facilitadora de SHARE, Self
help for Women with
Breast or Ovarian Cancer (Programa de Auto-Ayuda para
Mujeres con Cáncer de Seno y Ovario), versión en español para
las mujeres latinas de Nueva York.
Inmediatamente, al incorporarme a este Grupo de Apoyo, al
asistir a sus reuniones y oír sus charlas informativas, además
de la comprensión que me ofrecieron todas esas mujeres con mi
mismo padecimiento, comencé a sentirme mucho mejor anímicamente.
Se
pueden comprender muchas cosas
Todas
las mujeres que participaron junto conmigo en las reuniones del
grupo de apoyo, me entendían, sabían de mis temores, de mis
angustias, de mi incierto futuro, porque todas ellas habían
pasado exactamente por lo mismo que yo.
Allí supe por qué yo no podía entender a Ani.
Conozco
a Ani hace más de 30 años.
Una mujer fuerte de carácter, recta, sincera.
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Ani no es una mujer típicamente sentimental ni mucho
menos llorona, por eso es que aunque yo hice varios intentos, no
podía entender que su garganta se quebrara y sus ojos se
nublaran, aún después de tantos años, cuando ella hablaba –
de hecho en muy pocas ocasiones – de la guerra.
Cuando
Ani era apenas una niña, en Holanda, su país de origen fue
separada de sus padres y de sus seres queridos y nunca más supo
de ellos.
Los nazis tatuaron su brazo con un número y su alma con
la más grande desesperanza.
Pero han pasado muchos años, y dicen que el tiempo todo
lo cura.
Me di cuenta al fin de por qué yo no la entendía:
Yo había nacido en Venezuela, donde todas las razas y
religiones son iguales; donde jamás, gracias a Dios, he vivido
ni siquiera algo parecido a la guerra. Caí en cuenta de estas
cosas hace un año.
La inquietud para orientar
Cuando
regresé a Venezuela, traía conmigo esa inquietud.
Todo el bien que me habían hecho esas reuniones del
grupo de apoyo, podría ser igualmente aprovechado por tantas
mujeres que en esta ciudad y en este país han sido o serán
diagnosticadas y tratadas de cáncer de seno.
Dios
tiene una mano poderosa y nos guía a donde tenemos que ir.
Poco antes de cumplir un año de mi operación, siempre
en busca de información, fui invitada por Flor Marina, la madre
de una gran amiga de mis hijas, a participar en unos Talleres de
Apoyo Psicoterapéutico para Pacientes de Cáncer de Seno.
Las charlas dictadas en estos talleres fueron de
gran información para mí, pero lo más importante que allí me
ocurrió fue conocer y ponerme en contacto con las otras
pacientes y además de conocer a Argelia.
La Dra. Argelia Melet, Jefe del Departamento de Psiquiatría
del Hospital Oncológico Padre Machado, guía de los talleres
antes mencionados, una excelente profesional, involucrada desde
hace mucho con pacientes de cáncer de seno y una de las mujeres
más humanas que conozco, se interesó inmediatamente por mi
idea sobre la necesidad de formar un Grupo de Apoyo para las
pacientes de cáncer de seno.
Una realidad en marcha
Poco
a poco, esta idea se convirtió en realidad.
La primera reunión fue en mi casa.
Eramos pocas, pero todas dispuestas y llenas de amor.
Nos reunimos el primer lunes de Agosto, con el fin de
apoyar a Rosaura, quien ya había sido sometida a quimioterapia
y a quien operarían unos días después.
Recuerdo perfectamente que estaba Flor Marina, con su
receta de cerveza helada como paliativo de los malestares de la
quimio.
Cristina, con su acento rumano que contrasta con su gran
dulzura.
Alex, con su brazo enfundado por el linfadema, Yuviris,
hermosa con su “casquito”, Yolanda, a quien conozco hace más
de 40 años.
Soledad, con el susto por su quimio del día siguiente,
Argelia, nuestro Angel de la Guarda, naturalmente Rosaura, a
quien estoy segura, esa reunión le brindó |
tranquilidad
espiritual y fue parte de su preparación para la cirugía, y yo
(si me he olvidado de alguna, perdónenme por favor).
Quedamos
en que las reuniones se efectuarían los primeros lunes de cada
mes.
Nuestras
reuniones siguientes, (primeros lunes del mes de Septiembre,
Octubre y Noviembre), se efectuaron en la sala de conferencias
de los Laboratorios Rhone-Poulenc Rorer de Venezuela, quienes
nos han prestado tanta ayuda desinteresada (gracias en nombre de
todas).
Estas últimas reuniones, que fueron mucho más
concurridas, contaron también con la participación de
destacados profesionales de la medicina: El Psicólogo Clínico
Lic. Anibal Pérez y el Oncólogo Sunil Daryanani.
Estoy
feliz, realmente lo estoy, ya que estoy viendo que este sueño
se hizo realidad.
Que cada una de nosotras está recibiendo el apoyo y el
cariño de las demás.
El seno luminoso
Estoy
feliz también por haber conocido gente tan bella como tú Belén,
la más famosa de todas nosotras, autora del libro “El Seno
Luminoso”, como tú Sonia, a quien siento mi amiga, a Flor
Marina, a quien conozco hace tiempo, pero es ahora que sé de tu
valentía, a Raquel, extraordinaria mujer quien morirá a los 90
años bailando conga, a Yuvuris, Olimpia, Dora, Ada Aura, Zulay,
a las tres Cármenes, Alix, Loida, Bienvenida, a Gloria – alégrate
chica – Marlene, Irene, a “la otra” Flor, a Soledad, a la
Madre Angela, Mélida, Delia, María, a Melania, de Valencia –
queremos volver a verte – a Rosaura – estoy feliz por ti –
Amada, Glenda, Emilia, Adelfa, Mercedes, María, Laura, María
Auxiliadora, Isabel, Cristina, Yolanda –ánimo amiga –,
Yanuacelis, y a las casi niñas del grupo: Nohemí, Dayelín y
Carolina y a ti Magaly, la mujer más grande que conozco metida
en una minitalla, ten fe, todas estamos contigo, rezamos por ti
y estamos seguras de que vas a salir adelante.
Nuestra última alegría: El nacimiento de Mariana,
a quien tuvieron que separar del vientre de su madre antes del
tiempo ya que la quimio no puede esperar, quien vivirá más de
100 años al igual que su tocaya, la abuela de mi esposo, y
quien cuando tenga edad suficiente sabrá por boca de su madre
por qué no la amamantó.
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