16 Caracas, lunes
18 de octubre de 1999                                          
Opinión                                  El Globo

Fronilde Bakhos

Los grupos de apoyo la mejor ayuda
contra el terror al cáncer de seno

   Hace un año, fui diagnosticada, operada y tratada de un cáncer de seno.  Me practicaron una mastectomía radical unilateral, y aunque soy una de las privilegiadas en cuanto al tratamiento se refiere, no puedo dejar de recordar el terror visceral que me embargó cuando mi médico me dijo despacio que yo tenía un cáncer, que debía someterme a cirugía y tratamiento post-operatorio.  Recuerdo como si fuera en este mismo instante, todas las cosas que pasaron por mi cabeza: miedo, rabia, inseguridad de futuro, terror a la dependencia física, miedo de cambiarle la vida a mis hijas, a la lástima de mis amigos y no sé cuantos sentimientos negativos más.
    Después de mi recuperación física, aún me sentía desesperanzada, deprimida, agotada.  Nunca he ocultado a nadie mi enfermedad, al contrario, hablo de ella con tranquilidad quizás esperando que mi familia, mis amigos y todas las personas que me rodean me comprendan.  Que entiendan que vuelvo a asustarme terriblemente cada tres meses, cuando tengo que ir a mi chequeo médico a practicarme todos los exámenes para ver si sigo bien, si el cáncer no ha vuelto a atacarme de nuevo.  Que entiendan que me siento vulnerable, insegura.
   Eso es imposible.  No pueden entenderme porque no han pasado por esto.
Faltaban grupos de apoyo
   Mi hija Jaqueline, vive en los Estados Unidos, en la Ciudad de Nueva York desde hace 10 años.  Quizás porque allá las cosas son un poco diferentes, y se ha acostumbrado a ellas, insistió desde el primer momento en que yo debía incorporarme a un grupo de apoyo de cáncer de seno.  Solicité la información con mi médico tratante, y él me informó que aquí en Caracas, hasta ese momento, no existía un grupo de apoyo.
   En la primera oportunidad en que viajé a N.Y., unos seis meses después de operada, Jaqueline, a través de un amigo que trabaja para la comunidad latina de esa ciudad, ya me había solicitado una entrevista con una facilitadora de SHARE, Self help for Women with  Breast or Ovarian Cancer (Programa de Auto-Ayuda para Mujeres con Cáncer de Seno y Ovario), versión en español para las mujeres latinas de Nueva York.  Inmediatamente, al incorporarme a este Grupo de Apoyo, al asistir a sus reuniones y oír sus charlas informativas, además de la comprensión que me ofrecieron todas esas mujeres con mi mismo padecimiento, comencé a sentirme mucho mejor anímicamente.
Se pueden comprender muchas cosas
   Todas las mujeres que participaron junto conmigo en las reuniones del grupo de apoyo, me entendían, sabían de mis temores, de mis angustias, de mi incierto futuro, porque todas ellas habían pasado exactamente por lo mismo que yo.
   Allí supe por qué yo no podía entender a Ani.
   Conozco a Ani hace más de 30 años.  Una mujer fuerte de carácter, recta, sincera.

     Ani no es una mujer típicamente sentimental ni mucho menos llorona, por eso es que aunque yo hice varios intentos, no podía entender que su garganta se quebrara y sus ojos se nublaran, aún después de tantos años, cuando ella hablaba – de hecho en muy pocas ocasiones – de la guerra.
  
Cuando Ani era apenas una niña, en Holanda, su país de origen fue separada de sus padres y de sus seres queridos y nunca más supo de ellos.  Los nazis tatuaron su brazo con un número y su alma con la más grande desesperanza.  Pero han pasado muchos años, y dicen que el tiempo todo lo cura.  Me di cuenta al fin de por qué yo no la entendía:  Yo había nacido en Venezuela, donde todas las razas y religiones son iguales; donde jamás, gracias a Dios, he vivido ni siquiera algo parecido a la guerra. Caí en cuenta de estas cosas hace un año.
La inquietud para orientar
   Cuando regresé a Venezuela, traía conmigo esa inquietud.  Todo el bien que me habían hecho esas reuniones del grupo de apoyo, podría ser igualmente aprovechado por tantas mujeres que en esta ciudad y en este país han sido o serán diagnosticadas y tratadas de cáncer de seno.
  
Dios tiene una mano poderosa y nos guía a donde tenemos que ir.  Poco antes de cumplir un año de mi operación, siempre en busca de información, fui invitada por Flor Marina, la madre de una gran amiga de mis hijas, a participar en unos Talleres de Apoyo Psicoterapéutico para Pacientes de Cáncer de Seno.
   Las charlas dictadas en estos talleres fueron de gran información para mí, pero lo más importante que allí me ocurrió fue conocer y ponerme en contacto con las otras pacientes y además de conocer a Argelia.

   La Dra. Argelia Melet, Jefe del Departamento de Psiquiatría del Hospital Oncológico Padre Machado, guía de los talleres antes mencionados, una excelente profesional, involucrada desde hace mucho con pacientes de cáncer de seno y una de las mujeres más humanas que conozco, se interesó inmediatamente por mi idea sobre la necesidad de formar un Grupo de Apoyo para las pacientes de cáncer de seno.
Una realidad en marcha
   Poco a poco, esta idea se convirtió en realidad.  La primera reunión fue en mi casa.  Eramos pocas, pero todas dispuestas y llenas de amor.  Nos reunimos el primer lunes de Agosto, con el fin de apoyar a Rosaura, quien ya había sido sometida a quimioterapia y a quien operarían unos días después. Recuerdo perfectamente que estaba Flor Marina, con su receta de cerveza helada como paliativo de los malestares de la quimio.  Cristina, con su acento rumano que contrasta con su gran dulzura. Alex, con su brazo enfundado por el linfadema, Yuviris, hermosa con su “casquito”, Yolanda, a quien conozco hace más de 40 años.  Soledad, con el susto por su quimio del día siguiente, Argelia, nuestro Angel de la Guarda, naturalmente Rosaura, a quien estoy segura, esa reunión le brindó

tranquilidad espiritual y fue parte de su preparación para la cirugía, y yo (si me he olvidado de alguna, perdónenme por favor).
   Quedamos en que las reuniones se efectuarían los primeros lunes de cada mes.
  
Nuestras reuniones siguientes, (primeros lunes del mes de Septiembre, Octubre y Noviembre), se efectuaron en la sala de conferencias de los Laboratorios Rhone-Poulenc Rorer de Venezuela, quienes nos han prestado tanta ayuda desinteresada (gracias en nombre de todas).  Estas últimas reuniones, que fueron mucho más concurridas, contaron también con la participación de destacados profesionales de la medicina: El Psicólogo Clínico Lic. Anibal Pérez y el Oncólogo Sunil Daryanani.
   Estoy feliz, realmente lo estoy, ya que estoy viendo que este sueño se hizo realidad.  Que cada una de nosotras está recibiendo el apoyo y el cariño de las demás.
El seno luminoso
Estoy feliz también por haber conocido gente tan bella como tú Belén, la más famosa de todas nosotras, autora del libro “El Seno Luminoso”, como tú Sonia, a quien siento mi amiga, a Flor Marina, a quien conozco hace tiempo, pero es ahora que sé de tu valentía, a Raquel, extraordinaria mujer quien morirá a los 90 años bailando conga, a Yuvuris, Olimpia, Dora, Ada Aura, Zulay, a las tres Cármenes, Alix, Loida, Bienvenida, a Gloria – alégrate chica – Marlene, Irene, a “la otra” Flor, a Soledad, a la Madre Angela, Mélida, Delia, María, a Melania, de Valencia – queremos volver a verte – a Rosaura – estoy feliz por ti – Amada, Glenda, Emilia, Adelfa, Mercedes, María, Laura, María Auxiliadora, Isabel, Cristina, Yolanda –ánimo amiga –, Yanuacelis, y a las casi niñas del grupo: Nohemí, Dayelín y Carolina y a ti Magaly, la mujer más grande que conozco metida en una minitalla, ten fe, todas estamos contigo, rezamos por ti y estamos seguras de que vas a salir adelante.
   Nuestra última alegría: El nacimiento de Mariana, a quien tuvieron que separar del vientre de su madre antes del tiempo ya que la quimio no puede esperar, quien vivirá más de 100 años al igual que su tocaya, la abuela de mi esposo, y quien cuando tenga edad suficiente sabrá por boca de su madre por qué no la amamantó.

Si deseas participar en nuestras actividades, comunícate por los teléfonos (02) 781-3030   (02) 373-0331  (02) 979-2392 o por el correo electrónico: fronilde@cantv.net

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