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Mi experiencia en Vieques English Version - My experience in Vieques
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Mi experiencia en Vieques

Acabo de regresar, el 30 de diciembre, de los campos de desobediencia civil en la isla de Vieques. No existen palabras para describir lo que experimenté allí. Salí de San Juan como a las siete de la mañana el 29 de diciembre. Luego del viaje de una hora llegue a Fajardo y tomé la lancha de las nueve hacia Vieques. Mientras tomaba la lancha me fijé en la gente que esperaba en fila para ir a Vieques. Una buena parte de ellos cargaban herramientas, agua y abarrotes. Los traían para los campamentos de desobediencia civil. Muchos tenían camisetas que se referían a la ocupación de la Marina como abusiva. Gente de todas las clases sociales en Puerto Rico -- unidos por una misma causa.

El viaje en lancha a Vieques tomó alrededor de una hora. Según nos acercábamos a la isla todos empezaron a tomar fotos de su costa. El tema de la Marina se respiraba en el aire. Luego de llegar seguí las instrucciones que se me había dado y caminé a un muelle cercano donde encontré como veinte personas que buscaban a los pescadores que podían llevarlos a la parte de la isla adueñada por la Marina. Había tantos esperando que tuve que esperar unas dos horas para que uno de los pescadores tuviera espacio en su bote.

El viaje de treinta minutos desde el muelle en Isabel Segunda (la parte civil de Vieques) se sintió -- según alguien luego me lo describió -- como entrar a un lugar donde todo eraa posible. Repentinamente todos las señales obvias de vida humana desaparecieron. Segundos despues los pescadores nos notificaron que ya estabamos dentro de la zona de prácticas. Una de las cosas más dificiles es el lograr entender como alguien puede contaminar un lugar tan bello. La belleza de Vieques -- de sus playas desiertas, altos farrallones y las diferentes tonalidades azules y verdes de su mar -- es increíble. Sin embargo, poco despues podían ya notarse señales de la presencia militar. Donde quiera que uno mirara, frecuentemente sobre el tope de los precipicios que bordeaban el mar, había pedazos gigantescos de metal doblado y retorcido. Pocos minutos despues el infame puesto de observación en donde murió David Sanes ya era visible desde nuestro bote.

Los campamentos de desobediencia civil están todos en el lado Este de la isla dentro de un radio de unas pocas millas y pueden ser todos alcanzados a pie sin muchos contratiempos. Yo pernocté en el  campamento del Congreso Nacional Hostosiano. El tiempo en los campamentos como este discurre enseñandole la isla a los visitantes . El día que yo llegué la construcción de los dormitorios permanentes había sido suspendida mientras esperaban por más madera. Nuestro campamento tenía letrinas y unas pocas otras comodidades modernas cuyo consumo energético era suplido por generadores solares y de viento.

Llegué al campamento alrededor de a la una de la tarde el veintinueve. Como una hora despues un abogado de Nueva Inglaterra me dio mi primer tour de la isla. Rápidamente vi mi primera bomba. Estaba ahí, en el suelo. En una posición perfecta para asustarme. Al igual que todos los novatos le tome una foto a la imponente bala que medía como un pie y medio de largo (46 cm) y ocho pulgadas (20 cm) de ancho. Más tarde descubrí que ese era un proyectil pequeño. A traves de mi caminata las señales de la presencia naval se tornaron más frecuentes. Había grandes peñascos colocados al azar en el medio de los caminos, lápidas de concreto y piezas de metal regadas por todo el lugar. Mi guía luego me enseñó el puesto de observación ("OP," "Observation Post") donde la Marina tenía a sus guardias y me previno que no me acercara ya que tan sólo dos días antes había ocurrido un pequeño incidente con un fotógrafo.

Entonces entramos a un área llena de viejos aviones, camiones y artillería. Esos viejos equipos tenían tantos orificios de bala que parecían filtros de agua. En todas partes había bombas y otros pedazos de municiones. Era prácticamente imposible evitar pisar las bombas; desgraciadamente uno nunca sabe si todavía pueden explotar.

El bombardeo había cambiado la topografía natural del lugar. En todas partes había pequeñas lagunas llenas de agua que eran realmente cráteres creados por bombas. Afortunadamente en los últimos meses de protestas la naturaleza había vuelto. La planicie verde en donde yo estaba parado tenía una interesante peculiaridad: no había árboles grandes, sólo pequeños arbustos. Los árboles no habían tenido tiempo para crecer. Aquellos quienen habían estado allí antes recordaban la desolación total que podía verse en ese mismo lugar unos pocos meses antes cuando era un lodozo desierto sin señales de vida. Seguimos caminando y tomando fotografías de los pequeños animales y pájaros que rondaban el lugar. Minutos despues llegamos a la costa sudeste de la isla a la playa más bella que he visto en mi vida. Allí el Partido Independentista Puertorriqueño (PIP) tenía su campamento.

Pero, la belleza de la arena blanca y las diferentes tonalidades de azul de sus aguas cristalinas eran engañosas. En esa playa se han usado balas de uranio reducido. La arena y el agua están contaminadas por altos niveles de radiación.

Entonces caminamos bordeando la playa y volvimos a nuestro campamento base, siempre tomando fotos y conversando con las muchas personas quedandose en las diferentes playas.

Pase el resto de la tarde y noche explorando algunos de los terrenos cercanos al sitio donde me estaba quedando. Luego hablé por largo rato con toda la gente interesante que dormía allí. Esa noche un bote se acercó a la playa y nos iluminó con una potente luz. Nunca averigué, pero me imagino que eran de la Marina.

Luego de despertarme la próxima mañana varias personas me llevaron a ver el Monte David, uno de los lugares más contaminados en toda la isla. Monte David queda como a treinta minutos de mi campamento. El camino hacia allá estaba lleno de desperdicios mucho más impresionantes que aquellos que había visto el día anterior. Poco despues de empezar la caminata noté que a lo largo del camino había muchos paracaídos  con "cluster bombs," y también gigantescas balas que medían unos cinco (152 cm) o seis (162 cm) pies de largo.

A las diez de la mañana llegamos al Monte David. Este está sobre una alta colina al borde del mar. La belleza de la isla desde ese punto es indescriptible. En la cima de la montaña hay un imponente tanque de guerra que ha sido bombardeado con uranio reducido y en donde están los más altos niveles de contaminación. A su lado los manifestantes han construido un campamento. El tope del promontorio tiene muy poca vegetación gracias a la destrucción de su superficie. El terreno rocoso está ensuciado donde quiera que uno mire con instrumentos bélicos. Las bombas son tan comunes que los manifestantes usan algunas de ellas como lastres para mantener sus équipos de acampar en un mismo lugar.

Alrededor de la cima hay pequeñas cruces blancas, una por cada persona que ha muerto por negligencia de la Marina. Gente como pacientes de cáncer y aquellos heridos por balas perdidas. El contraste entre las cruces, los tanques, el campamento, y las balas enmohecidas contra un trasfondo de azul marino era bíblico. El militarismo y la destrucción son simbolizados por los muchos cráteres visibles en los arrecifes coralinos y los diferentes tonos de azul en el agua. Su rechazo es simblizado por las cruces que rodean al tanque y por el campamento de los manifestantes. Aquellos que se quedan allí, arriesgando sus vidas e inhalando substancias radioactivas representan lo que significa toda esta lucha.

Me enteré de muchas otras cosas: de los barcos hundidos que contienen contaminantes desconocidos; o las cinco o seis veces que más tarde esa mañana el helicóptero de la Marina voló sobre todos los campamentos, tomandonos fotos a todos. Podría hablar sobre la hipocresía de la Marina, de sus falsas promesas de creación de empleos y protección ambiental. Pero. No lo haré. Podría escribir un libro entero sobre todo lo que aprendí en las pocas horas que allí pasé.

Daniel A. Vázquez Díaz

sábado, 1 de enero de 2000, San Juan, Puerto Rico
 

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