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Primer capítulo del libro "Ni una bomba más: Vieques vs. U.S. Navy" cortesía de su autora Lisa Mullenneaux. (Versión original en inglés)
Derechos reservados por Lisa Mullenneaux 2000. Para ordenar envíe $12, más $2 para manejo y franqueo a: The Penington Press, PO Box 829, NY, NY 10009-9998. También disponible en amazon.com
UNA BOMBA ES DEMASIADO
Por seis décadas, los infantes de marina han desembarcado en la
Playa Azul de Vieques en un despliegue de fuego y capturan un
falso campo de batalla en la punta oriental de la isla. Es una
escena que el personal en el Puesto de Observación 1, en el
campo de tiro de 900 acres, ha presenciado desde la que la Marina
comenzó a escenificar su invasión falsa en 1941. La práctica
con fuego real es esencial para que las tropas estén listas para
combate, según la Marina.
En la noche del 19 de abril de 1999, el "guión de
tiro" salió mal de manera desastrosa. A las 6:49 de esa
noche, el piloto de un Hornet FA-18C que volaba a 400 millas por
hora recibió autorización de un oficial del PO-1 para lanzar
dos bombas Mark-82 de 500 libras. Segundos después el disparo
erró el blanco por milla y media, matando un guardia civil e
hiriendo otros cuatro. Nada en la ruta de la bomba salió de
acuerdo al plan, según se supo después. Además, eso cambiaría
la relación de la Marina con Vieques para siempre.
David Sanes Rodríguez, de 35 años, cayó inconsciente por las
bombas que estallaron entre 55 y 35 pies de donde él estaba
sobre el edificio de almacén para huracanes y murió desangrado.
Estaba haciendo el trabajo para el que le pagaban: patrullar el
campo de tiro para evitar intrusos. En el PO-1, el jefe a caro de
coordinar el fuego de artillería Luis Morán, y los guardas de
seguridad Edgar Colón, Gary Anderson y William Duncan resultaron
heridos por los fragmentos del techo y las ventanas del edificio,
destrozadas por los estallidos.
La investigación de la Marina, seis meses después del
accidente, fijo la responsabilidad en el piloto, que equivocó la
ruta de los asimutos y en el oficial del puesto de control, que
autorizó al piloto a que lanzara las bombas sin haberlo visto en
el cielo. El informe también hizo claro que Sanes estaba
arriesgando su vida por estar fuera del edificio durante la
práctica. "Por años -dice el informe- han ocurrido
demasiados casos en que algo similar estuvo a punto de ocurrir.
Las bombas han caído por error en el PO-1, en las zonas de
maniobras al oeste del PO-1 y en las aguas cercanas al Area de
Impacto (1)".
El drama comenzó a las 6 p.m., justo cuando dos pilotos de
aviones Hornet despegaron del portaaviones U.S.S. John F. Kennedy
para su práctica de bombardeo. El piloto jefe era un capitán,
cuya clave era T-Bolt 26; el piloto del segundo avión era un
primer teniente, clave T-Bolt 27. Los primeros dos lanzamientos
fueron abortados debido a que estaba demasiado nublado.
La tercera vez, el líder le dijo al navegante que lanzara las
dos bombas. Pero el compañero confundió la parte norte de la
carretera falsa con la parte sur. Marcó en su computadora lo que
creyó era el "convoy norte", que era su blanco, cuando
en realidad estaba apuntando al PO-1. En tierra, los observadores
vieron el Hornet líder, pero no a su compañero. Aunque los
reglamentos de seguridad requieren contacto visual, el segundo
piloto recibió autorización "hot" (adecuado lanzar
bombas) a las 6:49. Morán informó después que creyó que los
dos aviones estaban atacando juntos (en una sección) y dieron el
mando "autorizado hot" porque habían visto el avión
líder.
De los cuatro hombres en servicio esa noche en el PO, sólo Sanes
estaba afuera y, por lo tanto, expuesto totalmente a las bombas,
una de las cuales hizo un cráter de 12 pies de profundidad,
mientras la otra incendió las malezas. Había además tres
guardias de seguridad y Morán, que estaba encargado de marcar la
puntería que habían desplegado los pilotos en los blancos. Lo
que Morán logró ver esa noche, justo antes de que cayeran las
bombas, fue la parte de abajo del avión, que les pasó por
encima. "¡Aborte, aborte!". Eso fue lo que alcanzó a
gritar Morán y se bajó para cubrirse.
Aunque la Marina insiste en que el de abril fue el primer
accidente que reclamó una vida en Vieques, no era el primero en
el Atlantic Fleet Weapons Training Facility (AFWTF). El AFWTF es
el complejo militar más grande del mundo, que incluye la isla
grande de Puerto Rico, Santa Cruz, St. Thomas, así como Vieques.
Hasta 1975, la isla hermana de Vieques -Culebra- era también
parte del AFWTF. Un accidente similar allí en 1946 mató nueve
hombres de la Marina. Sixto Colón testificó que "la Marina
acostumbraba pintar de blanco la Plataforma de Observación de
Culebra, así como los tanques que servían de blanco, por lo que
los pilotos confundieron el PO con un blanco y lo bombardearon,
matando a nueve de la Marina, inclusive oficiales".De hecho,
el bombardeo accidental de la casa del alcalde Ramón Feliciano
fue motivo para una demanda, lo que provocó indirectamente que
la Marina tuviera que irse de la isla.
El accidente de abril tampoco fue la primera vez en que los
pilotos dejaron caer proyectiles sobre el PO donde Sanes perdió
la vida. El Capitán James Stark, quien era comandante de la base
de Roosevelt Roads en Ceiba, Puerto Rico, admitió que pilotos
lanzaron bombas inertes en octubre de 1995 y febrero de 1998, lo
que causó daños significativos al edificio, pero sin pérdida
de vidas. También cinco bombas cayeron cerca del vertedero en
Santa María en 1993 y en 1995 dos pilotos dejaron caer bombas
cerca del bote Coki Ayala. Por fortuna, los pasajeros no
resultaron heridos. En 1996, un pescador fue herido por una
explosión 45 pies bajo el agua y, en 1997, una bomba viva fue
encontrada en el vecindario Media Luna.
Tal vez para los residentes, peor que la amenaza de morir por las
bombas, es el ruido del bombardeo día y noche. Las vibraciones
agrietan los edificios y las detonaciones pueden escucharse como
un rumor distante hasta en St. Thomas, a 14 hacia el Este. Hasta
hace poco, la Marina estaba autorizada a bombardear hasta 180
días al año y alquilaba la zona de tiro a 16 países el resto
del año. No es sorprendente que los residentes se quejaran por
años de que vivían en una "zona de guerra".
"¿De qué vale -preguntaba Pablo Connelly- decir que no le
compren a sus hijos juguetes bélicos cuando crecen viendo y
escuchando las explosiones todos los días?"
Tan pronto ocurrió el accidente, la Marina suspendió las
operaciones en Camp García en espera de la investigación, que
podría tomar muchos meses. Sin perder tiempo, el Gobernador
Rosselló escribió al Presidente Clinton el 20 de abril
pidiéndole "el cese inmediato y permanente del uso por
parte de Estados Unidos y sus aliados de actividades que incluyan
el uso de armamentos en cualquier lugar de la vecindad de
Vieques, Puerto Rico". Le recordó al Presidente que cerca
de 200,000 puertorriqueños han servido en las fuerzas armadas y
sería muy difícil imputarles falta de patriotismo (4). De
hecho, los puertorriqueños se enlistan en una proporción mayor
que ningún otro grupo de ciudadanos norteamericanos, excepto los
hawaianos.
Pero Rosselló y el Comisionado Residente Carlos Romero Barceló
no llegaron a pedir que la Marina saliera de Vieques. Fueron los
residentes de Vieques y los simpatizantes del Partido
Independentista en la isla grande los que se lanzaron a las
calles -y a las líneas aéreas- para presionar en su favor e
insistir "fuera la Marina". El día después del
accidente, cientos de viequenses piquetearon la alcaldía frene a
la plaza de Isabel Segunda junto a la alcaldesa, Manuela
Santiago, quien se les unió en el reclamo de que la Marina se
fuera.
Santiago había ido al lugar del accidente temprano ese día en
unión del Capitán James Stark, quien luego se reunió con la
familia de Sanes para expresarle sus condolencias. El funeral
celebrado el jueves congregó cientos de personas, que se
apiñaron en la misa oficiada por el monseñor Alvaro Corrada del
Río, obispo de la zona, en la iglesia de Monte Santo. La
procesión hasta el nuevo cementerio atrajo todavía más gente.
Los 16 hermanos asistieron con sus padres, Epifania y Silverio.
Sobre la muerte de su hermano, Sandra Sanes Rodríguez dijo:
"El lunes fue él, mañana podría ser una escuela. Esto
puede pasar de nuevo".
Pero aún antes de que se llevara a cabo el funeral, se había
erigido un monumento a la víctima en Camp García, en el lugar
que los pescadores denominaron "Monte David". En el
extremo oriental de la isla, de frente al PO-1, Alberto
"Tito" de Jesús y pescadores de la localidad colocaron
una gran cruz blanca recostada de un tanque usado de
"blanco", con una pancarta que leía "Que se
vayan".
Quinientos independentistas marcharon el 22 de abril -tres días
después del accidente- hasta la entrada del Fuerte Buchanan en
Guaynabo, Puerto Rico. Estaban presentes miembros del PIP, del
Congreso Nacional Hostosiano y de la Unión Independiente de
Empleados Telefónicos. El presidente de la unión, José Juan
Hernández, preguntó: "¿Qué más hace falta? ¿Qué una
bomba caiga en el medio de la plaza del pueblo?"
La muerte de Sanes dio solidez al sentimiento anti Marina como
ningún otro evento en la memoria colectiva. Creó además un
raro vínculo entre los líderes de los tres partidos políticos
-estadolibrista, estadista e independentista- que nunca han sido
famosos por lograr consensos. Los adversarios políticos
Rosselló y la alcaldesa de San Juan, Sila Calderón, apelaron al
presidente Clinton para que se buscaran alternativas militares al
uso de Vieques. El 29 de abril, los senadores del Estado Libre
Asociado aprobaron por unanimidad demandar a la Marina para
detener los bombardeos. Una encuesta realizada por Precision
Research Inc, dada a conocer el mismo día, reveló que 74 por
ciento de los viequenses querían que la Marina se fuera para
siempre.
Al final de una semana para la historia, el presidente del
Partido Independentista, el senador Rubén Berríos, se
comprometió a ocupar el campo de tiro si la Marina decidía
reanudar los entrenamientos. Al abrazar la desobediencia civil,
dijo: "El tiempo de hablar ha pasado y ha llegado el tiempo
de actuar".
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