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TURQUIA

La resistencia contra el imperialismo se ensancha

por Adem Topal

Los artículos sobre Turquía que publicamos aquí, son una colaboración especial del compañero Adem Topal, que, desde Turquía, ha emprendido el camino de discusión política y programática con el CITO.


DESPUES de haberse contentado durante mucho tiempo con ser un simple aliado del imperialismo americano y europeo, por fin Turquía está despertando. Durante la guerra fría, por razones geopolíticas, el imperialismo mundial le asignó un puesto de avanzada en la lucha contra los estados obreros. Jugó asimismo un rol de gendarme contra los regímenes nacionalistas y progresistas del Medio Oriente, olvidándose de su pasado de lucha por la independencia en las peores condiciones contra el imperialismo. Esto se explica porque la soberanía nacional mientras exista el imperialismo no está asegurada. Sólo a través de la dictadura del proletariado, establecida a escala mundial, puede realizarse la independencia total y el desarrollo nacional. Turquía volvió a caer bajo la dominación imperialista y se convirtió en un país semicolonial, porque sin derrotar al imperialismo mundial en un proceso de revolución internacional ninguna conquista está firme.

Desde 1946 su economía ha estado dominada por el FMI, el Banco Mundial y la OCDE, de la que es miembro de fachada, al igual que de la OTAN, comandada por el imperialismo yankee. Turquía se hundió así en el infierno, aunque Mustafá Atartuk, su fundador, soñaba con alcanzar el nivel económico de los países imperialistas, ilusión que se deshizo como la nieve bajo el sol. Hoy día es uno de los países más endeudados y sometidos a la tutela del FMI. Aunque el imperialismo nunca ha estado satisfecho y le arranca más y más concesiones, cada vez peores.

La crisis generalizada del capitalismo en su estadio superior –el imperialismo–, cuyo origen se encuentra en la bancarrota del sistema monetario establecido en los Acuerdos de Breton Woods, en particular, y en la descomposición de las relaciones de propiedad privada sobre los medios de producción, en general, no deja lugar para los “amigos”. El carácter especulativo del capital financiero exige para sobrevivir las mayores ganancias al menor costo para alimentar el mercado financiero. Necesita en consecuencia el criterio de la rentabilidad, ya que es una lucha por la sobrevivencia que exige ser inmisericorde como nunca antes. Es así como el imperialismo americano, dirigido por Wall Street y el sector del armamento, encontró una solución al caos. Clasificando los países y las regiones en útiles e inútiles, hace guerras para imponer su supremacía, desintegra países, desmantela naciones, suprime servicios públicos y destruye la soberanía nacional y la independencia política de las naciones, por ser el último obstáculo que se levanta delante suyo en el camino de construir un estado supranacional de carácter totalitario que domine el mundo entero.

Las ambiciones y los objetivos del imperialismo no han cambiado: buscan el desmembramiento de las naciones y la regionalización de los países, y para conseguirlo, utilizan todos los medios.

Uno de ellos ha sido la guerra entre los turcos y los kurdos. Esta guerra sucia entre el PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán) y el Estado Turco fue provocada por el imperialismo yankee, en colaboración con el estado sionista de Israel. Según las revelaciones de A. Oçalan, el dirigente del PKK, se le manipuló por parte de los países europeos y los Estados Unidos por la vía de Inglaterra.

Las posiciones que tomó Turquía hacia la exURSS y los países del Medio Oriente a partir de 1965: acuerdos de amistad y ayuda mutua con la exURSS, la apertura de un corredor aéreo entre la exURSS y el Medio Oriente, fueron faltas graves. Turquía además no participó en la guerra del Golfo, ni envió tropas, a pesar de ser parte de la OTAN, posición que fue una falta imperdonable para los Estados Unidos e Israel. El imperialismo mundial no ha abandonado jamás sus objetivos sobre esta región, quiere un control total desde el Danubio hasta el Golfo Pérsico.

Por eso una guerra religiosa se mantuvo también como una segunda alternativa. El imperialismo ha vislumbrado una guerra entre los sunitas y los alévis, una variante del chiísmo que constituye el 20% de la población turca. El imperialismo yankee escogió el Islamismo fanático dentro de su estrategia de “Cinturón Verde”, después de la intervención de la URSS en Afga­nistán. Se trataba de rodear a la exURSS de una zona dirigida por el Islam reaccionario, y creó sobre esta base fuerzas y movimientos políticos que más tarde han venido utilizando contra sus adversarios desde la China Popular hasta Argelia.

Esta estrategia se tenía que aplicar también con relación a Turquía, pues la lógica de toda estrategia siempre es esa y por tanto los Estados Unidos e Israel la han venido implementando. Se trataba de hacerla entrar en el engranaje y lo han logrado en gran medida. Turquía abandonó su política de una relativa “detente” con la URSS y de apertura a los países del Medio Oriente, viéndose obligada a hacer una alianza con Israel.

Las consecuencias que tiene que pagar Turquía por entrar dentro de este engranaje, son que se ve obligada a aceptar las pesadas condiciones que le proponen sus “aliados” imperialistas: el imperialismo yankee y la Unión Europea. La marcha a pasos forzados de Turquía para adherir a la Europa de Maastricht ha sido impuesta por el super–imperialismo yanki, (...) que quiere un mercado único en Europa.

A: Aceptación sin condiciones de las recetas del FMI y del Banco Mundial con sus privatizaciones y desempleo masivo, que han provocado un creciente control de la mafia sobre la economía.

B: Aceptación sin condiciones de las exigencias de la Comisión de Bruselas, entre las cuales la primera ha sido abolir las tarifas aduaneras entre Turquía y la Unión Europea.

C: Aceptación sin condiciones de los fallos de los tribunales internacionales: obedeciendo al principio de extraterritorialidad de las leyes del imperialismo americano.

D: Lo peor: La reconstitución del partido anti–centralista. Durante la presentación de las reformas del Estado exigidas por el imperialismo, el expresidente de la República, Süleyman Demirel, propuso la reconstitución de este partido de principios del siglo XX que propugnaba la descentralización del Estado en regiones federales; bajo este principio se favorecían los intentos del imperialismo europeo para repartirse el “enfermo” de Europa: el imperio otomano. La actual reforma del Estado va en el mismo sentido, porque el imperialismo no olvida jamás.

Esta reforma ha sido presentada por T. Özal (le premier ministre) como la solución al “terror” del PKK, pero no tiene nada que ver con los legítimos derechos de la nación kurda. Este principio se está aplicando en Europa, y en diferente forma se está imponiendo también a la fuerza en los Balcanes, el Cáucaso el Medio Oriente y Africa. Se trata simplemente del desmantelamiento de Turquía en zonas francas, “no man’s land”, en las cuales el único señor será el capital y el resto simples siervos.

Ha habido, sin embargo, una fuerte oposición. Al principio de una franja de la izquierda, que ha sido tradicionalmente anti–europea y, después, de una fracción de la burocracia civil y militar. La decepción de los kemalistas ha sido profunda, dicen: nuestros aliados no son amigos sino enemigos.

La burocracia sindical, por su parte, ha sido traumatizada por las medidas que exige el imperialismo. El miedo a perder sus privilegios y su base obrera ha llevado a la dirección de TURK–IS, la central sindical semi–oficial de Turquía, a dirigir la oposición a la Unión Europea.

Durante su visita a Turquía, Daniel Cohn Bendit, figura oscura que proponía una intervención militar en Argelia para eliminar los dictadores “corruptos” y diputado verde en el “Parlamento” de Strasburgo –una organización testaferra del imperialismo yankee–, declaró que “el obstáculo principal para la adhesión de Turquía a la Unión Europea son los ultra Kema­listas”, es decir, una fracción de los militares turcos y una fracción de intelectuales de izquierda, sea Kemalistas o Marxistas.

Es claro que una gran parte de las masas trabajadoras están muy pesimistas, como se vio en la última elección legislativa. La prensa imperialista las llama euro–escépticas, de manera despectiva. Este desprecio del imperialismo muestra que todavía no ha ganado la partida. Todavía no hay nada caminado.

La última palabra la dirá la clase obrera de Turquía de todos los orígenes nacionales, dirigida por su partido revolucionario. Sólo una revolución obrera puede asegurar la victoria sobre el imperialismo. Sin romper totalmente con el imperialismo no habrá liberación nacional completa.


Represión sangrienta a la huelga de hambre en Turquía

por Adem Topal


PARA protestar contra su traslado a prisiones especiales construidas para encarcelar a los presos políticos condenados por la famosa ley Anti–terrorista, los detenidos de la organización THKC–P (Frente de Liberación Popular de Turquía) emprendieron una huelga de hambre en noviembre del 2000. Se trataba de una acción completamente pacífica, que terminó en un baño de sangre a fines de diciembre, de más de 50 muertos y 100 heridos.

Esta acción represiva cuidadosamente preparada puso una vez más de relieve el carácter represivo del estado turco contra el proletariado y las masas trabajadoras.

No se trata de que compartamos las concepciones políticas y de lucha de este grupo que se reclama revolucionario. La responsabilidad política de las acciones de este grupo armado pertenece sólo a su dirección. Sin embargo, la clase obrera no puede permanecer silenciosa frente a la represión del Estado. Legítimamente, la clase obrera denuncia todas las formas de represión pues ella siempre es la principal víctima del carácter coercitivo del aparato del estado. Como lo han demostrado los acontecimientos en esta ocasión, pues la policía antimotines a disparado sobre manifestantes pacíficos: los familiares de los prisioneros, intelectuales, militantes de organizaciones populares que protestaban pacíficamente en apoyo a los prisioneros en las principales ciudades turcas. Las fuerzas de seguridad asaltaron los locales de los partidos políticos que se definen de izquierda y arrestaron algunos de sus dirigentes acusándolos de “subversión contra el Estado” para condenarlos en los Tribunales de Seguridad del Estado bajo leyes especiales.

La clase obrera mundial y la Cuarta Internacional llaman a la solidaridad con el proletariado turco y las víctimas de la represión. La Cuarta Internacional llama igualmente a la solidaridad con Turquía contra los planes de destrucción del imperialismo mundial.


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