Poesía Latinoamericana Femenina
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Rosa Virginia Martínez 1915 - 1983

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Niño de Soledad / Soneto al Muchacho Campesino / El Molino / Tríptico al Arbol / Mi Calle / Camina la Raza / Poema de la Reforma Agraria / Cuando Yo Sea Hombre / Canto a la Mujer del Pueblo / Tiempo de Aroma / Adiós / Retorno / Sin Palabras / Ruego / Ausencia / Canción de Primavera / Antonio José de Sucre / Poema al Cálculo de Rafael Urdaneta / Romance de mi Tierra Clara / Quiero Sembrar mi Corazón / Mi Infancia / Vendedor de Helados / Mis Manos / Al Pasar / Gracias

 


 

Niño de Soledad

 

Así como la estrella

es de todos los cielos

y todos los anhelos;

este niño de soledad

y frío,

es también mío.

 

Su nombre –en cualquier idioma-

me sabe a fruta de banano,

esponjosa de aroma,

porque es hijo de un hermano.

Puede ser negro, blanco o amarillo,

la raza ¿qué importa?

si todos volveremos

a ser con nuestra tierra

amasijo sencillo.

 

Este niño a quien yo canto,

encarna la forma y el color

de todos los niños:

buenos o traviesos

de leche o carbón...

Es el mismo

que en Ziruma anda descalzo,

y en el Norte juega con un balón.

 

A veces es delgado

como un junco,

que eleva en el silencio

su clamor.

!Tan pequeño y es paria

de la vida,

sin lumbre, sin hogar,

todo dolor!

 

!Oh, si yo pudiera inventar

un cuento con ángeles de rocío,

y estrellas musicales que sonrían,

a este niño de hambre,

de soledad y frío.

Si pudiera decir

con la suave mixtura:

de tan negro este niño

se me ha vuelto de albura!

Ese grito tremendo

de los odios raciales,

se haría en su boquita

susurro de panales.

 

!Quizás por cuánto tiempo

con voz quebrada y pura,

irá este niño mío,

pidiéndole a los hombres

cobijas de ternura.

Quizás por cuanto tiempo:

desnudo como el viento,

descalzo como el río,

traficará los mares

salobres del hastío!

 

Zapatitos de sangre

le darán las espinas,

al niño que debiera

ser de breve durazno

o de cosa muy fina,

con alma para el canto

y risa cristalina

 

Zapatitos de espuma

calzarán otros niños;

pero el niño de angustia

que reposa en mi canto,

lleva zapatos rojos

claveteados de llanto.

 

Arriba!


 

Soneto al Muchacho Campesino

 

Pastor de nubes en la tarde fina:

sobre esta tierra de crecida espera,

tú eres el dueño de la primavera

y dueño del rocío que se empina.

 

No abandones el agro por la mina

de oro negro: es garra traicionera

que absorbe vida y sangre. Es cordillera

de falso brillo que el dolor trajina.

 

Tú eres sobre el campo y bajo el cielo,

fértil signo del tiempo que en desvelo

arrojará en los surcos nueva lumbre.

 

Tú eres con la tierra y la semilla,

el pacto de unidad que abrirá trilla,

desde el llano sumiso hasta la cumbre.

 

Arriba!


 

El Molino

 

El molino

se perfila en lontananza

como un signo de esperanza.

Muele el trigo,

muele el viento,

muele la estrella y la palma,

molerá el rencor del indio

y la tristeza del alma.

 

Niño indígena:

me abruma el dolor de tu Ziruma,

tierra caldeada que llora

como la piedra en el silencio.

!Tan cerca y tan olvidada,

tan angustiada y tan sola,

en medio de tanta gente!

 

En las aguas de mi lago

estoy mirando tus ojos

sepultados hace siglos.

!Nadie te regresa nada

de tan inmenso despojo!

Tenemos el corazón

negro y duro,

duro y negro,

como el hierro y el petróleo

de esta tierra.

 

Tu voz perdida en la sombra

de aquellos tiempos pasados,

aún nos llega en el grito

de los arboles talados.

 

Tus manos:

manos tristes y desiertas,

manos de tierra y hollín;

manos tendidas y abiertas

donde nunca jamás cayó un jazmín.

 

Mas,

nada importa,

si un ángel negro recorta

la estrella de tu destino:

lo que un día te quitamos

emigra siempre hacia el Norte.

 

El molino

molerá sombra y tristeza

para ensanchar tu camino.

En tu fogón habrá pan,

y tortas de harina y miel

en tus sueños de cristal.

!Ya se acerca:

hacia tierras de esperanza,

el molino avanza... avanza!

 

Arriba!


 

Tríptico al Arbol

 

Mención honorífica en

certamen promovido por el

Ejecutivo del Estado Zulia.

 

I

 

(Simiente)

 

Un ansia vegetal que burla al lodo,

y la apretada tierra del presente;

te transforma gozosa en el recodo

de tu celda sencilla y providente.

 

Imposible creer que guardas todo

un aromado mundo en tu simiente;

y que tendrás, por tu apacible modo,

alfabeto de arrullos en la frente.

 

¿Qué imponderable fuerza te levanta,

en plenitud de savia y llama santa,

hasta rozar el cielo con los brazos?

 

!Oh, arcano de Dios, lección primera

de la vida! –al rasgarte prisionera-

cabe trocar tu angustia en verdes lazos.

 

II

 

(Arbol de Mayo)

 

Amaneció mi canto en tu frescura

como signo de luz que nadie toca.

Aromado, en tu regia vestidura,

se detiene la brisa, -niña loca-.

 

Por tu savia risueña que murmura,

asciende en alma, corazón y boca:

tú y yo, dominando la llanura,

los pájaros, las nubes y la roca.

 

!Qué dulce la fusión, árbol amigo!

Siento en mis manos palpitar el trigo

y mi sangre en tu savia me enardece.

 

Sí siempre en amorosa transparencia,

vivir pudiera en la cautiva esencia

de la flor que tan breve languidece.

 

III

 

(Arbol tronchado)

 

De tu jubilo verde nada queda,

ni savia, ni pasión, ni trino al viento;

tu cuerpo seco en la amplitud remeda,

la maraña fantástica de un cuento.

 

Urna, cruz, o bajel sobre agua leda

simbolizan tu enhiesto pensamiento;

y cuando no, concluye en humareda,

tu corazón de aroma y claro acento.

 

Por la savia vencida, yo levanto

esta canción de nardo hasta tu llanto

que en silenciosa herida me conmueve.

 

!Jamás permita Dios, pase mi mano,

más allá de la flor, o el fruto enano,

a tronchar tu vigor, con gesto aleve!

 

Arriba!


 

Mi Calle

 

Despuntaba Mayo

Cuando yo nací;

En una casita, humilde y alegre

Como un cascabel.

Casa sin mosaicos, sin regios

Tapices

Ni rico dosel.

Nada de azulejos en sus ventanales,

Nada de mastines nerviosos y alertas

Cuidando en sus puertas.

 

Calle de mi casa bullanguera

y clara,

calle con apodos por vieja y por rara.

I aunque ella presuma de Nueva Venecia

Solo por capricho de la gente necia;

Yo evoco la antigua calle con apodos,

Bordeada de piedras,

Con muchachos sucios y hombres beodos.

 

Ebria de alegría,

paso riendo alto por la calle mía.

Al verme la gente dice con orgullo:

aquí en esta larga calleja olvidada,

nació esa Rosa Virginia

que ahora es poeta.

 

Para mi no es triste, ni oscura,

ni fea;

la enjoyo de ensueños,

y como no existe

tesoro más grande que la inspiración;

le doy cuando paso,

en derroche claro, !todo el corazón!

 

!Oh, pobre de las calles

que nacer no han visto,

un loco poeta, o poeta artista,

que de alguna extraña leyenda las vista.

 

Arriba!


 

Camina la Raza

 

La ambición de todos los negros

es llegar hasta el Lincoln Memorial,

la colosal estatua del Libertador de

la raza. Las grandes letras doradas

al fuego están allí, en el muro, a la

izquierda de la estatua: "Una nación

nueva concebida en la libertad i

consagrada al principio de que todos

los hombres nacen iguales..."

 

A. Lleras Camargo

 

Del norte de leche,

de la tierra rubia,

nos llegan las voces

de los hombres negros.

Caminan las madres

de las Carolinas

de Florida y Tejas...

Son las madres negras,

que apenas si tienen

muy blanca la leche,

la risa y el canto

de dormir al niño.

 

Caminan las madres

en pos de la aurora;

porque el barrio es negro,

y negra la prensa,

y negros los cines.

Hasta las iglesias:

unas para negros

y otras para blancos.

¿Es que el Dios de negros

no escucha a los blancos,

o el Dios de los blancos

es sordo a los negros?

¿No proclamo Lincoln

que todos los hombres

nacían iguales?

 

Avanzan los hombres,

y al lado las madres,

rompiendo los vientos

con sus recias manos

cual negras banderas.

Van por los caminos,

con la risa blanca

de tanta amargura:

llevan a sus hijos

al Lincoln Memorial

por ver si despierta

de la piedra dura.

 

Mas,

yo os lo digo, hermanos:

Lincoln no regresa,

sus ojos quedaron

-un lejano día-

ciegos de tristeza.

Sus manos sangraron

rompiendo cadenas,

y ahora las tiene

en la estatua inmensa

por siempre serenas.

No esperéis en vano:

!horadad las rocas,

romped las montañas,

sembrad la protesta

en todos los pechos

y en todas las bocas.

Clavad por doquiera

las nuevas banderas,

y gritad muy alto:

!es la primavera!

Triunfen nuestras voces

como un mar de olas,

y la tierra rubia vestirá de fiesta,

con la inmensa gloria

de las amapolas.

 

Arriba!


 

Poema de la Reforma Agraria

 

Mujer campesina:

!Abre la puerta de tu rancho!

vengo a decirte de un horizonte

ancho,

de una esperanza cierta

para tus hijos, tu hombre,

y la mísera cosecha

de tu huerta.

 

Ábreme la puerta:

está amaneciendo en Venezuela,

en la rosa que trepa sobre el muro

en el corazón oscuro

de la gleba,

en la brisa que llega

hasta el brocal lejano

del pozo triste

que seco el verano.

 

Vengo a decirte

que tendrás caminos

hacia un nuevo destino.

Obras de regadío

para elevar al cielo

tu plantío.

Que tendrás semillas

en la parcela propia

y moderna escuela.

Que habrá pan en tu hogar,

que habrá lumbre en tu mente

y lumbre en tu fogón:

!lumbre sagrada y alta,

para atizar el fuego

de la revolución!

 

Bien sé que no me crees...

Yo también tuve

una infancia signada

de dolorosas huellas;

una infancia sin escuela

ni juguetes.

I también como tú,

aprendí el abecedario

en el canto mañanero de los

pájaros;

y bebí muchas veces,

el agua sucia de la cacimba

oscura;

del jagüey turbio

y del claro río

pregonero de estrellas.

 

Mas,

yo me fui a la ciudad un día,

y tu quedaste doblada

sobre el surco,

esperando que amaneciera, acaso...

o no esperando nada.

Por eso vuelvo,

mujer simple y callada:

a traerte mi lluvia de alegría

y una promesa cierta de alborada

en el remanso de mi poesía.

 

Arriba!


 

Cuando yo sea Hombre

 

Cuando yo sea hombre,

tendré una casa limpia

en cualquier lugar del mundo.

Una casa con su huerto...

I partiré la cosecha

con el hermano que pase.

 

!Oh, sí todos los hombres

tuviesen una casa con su huerto...!

Entonces,

no hubiera guerras, ni hambre,

ni pequeños descalzos

por el mundo.

 

Hay tierras que desde

el Norte hasta el Sur

son de un solo hombre.

I millares de hombres,

que desde Oriente a Occidente

no tienen ni un puñado de arena

para sembrar sus sueños.

 

Cuando yo sea hombre,

me uniré a todos los que luchan

por Tierra, Pan y Paz

para los hombres.

 

Arriba!


 

Canto a la Mujer del Pueblo

 

Mujer del pueblo:

!aquí estoy a tu lado

para darte mi canto de esperanza!

Yo se que vienes,

de todas las injusticias

y todos los dolores de la vida.

I te sientes herida

de esperar en vano,

que el rosal floreciera

en el pantano.

 

Mas,

¿cómo vas a tener sitio

para el aroma,

sí aún no tienes

pan,

ni techo que recoja

el azulado viento de la loma?

 

En vano has pedido

la plenitud radiante de una

estrella,

para seguir la huella

menudita del hijo.

I, ¿cómo quieres

poblar de lumbre la desierta vía,

sino has alcanzado todavía

un mísero candil

para tu puerta?

 

Yo sé que hay en tus manos

rudas y oscuras,

pulso de raíz

y fuerza de montaña;

yo sé que puedes

caminar por la tierra

como una cordillera

y levantar tu hijo hasta

el futuro,

con el canto del mar

en la garganta.

 

Yo sé que puedes eso

!y mucho más!

Pero el hambre,

la sombra

y el desolado viento del olvido

se llevaron la savia de tu vida.

Por eso,

aquí estoy a tu lado:

con tu grito en mi boca,

con tu herida de angustia

en mi costado

y tu anhelo de luz que me sofoca.

Aquí estoy,

para luchar contigo:

por tu techo,

tu pan

y tu alegría;

para velar el sueño

de tu hijo,

hasta que llegue el día.

 

Aquí estoy,

con mi cartilla nueva de horizontes;

mi libro de paisajes y caminos

que sustancia la luz de una doctrina.

 

Mujer:

es la hora precisa,

de rescatar tu pan y tu sonrisa.

 

Arriba!


 

Del Rosal de Ayer

 


 

Tiempo de Aroma

 

Soy la mujer raíz:

vengo del tiempo

en la forma secreta

del aroma.

Soy palabra del viento

Sin idioma.

Soy clamor vegetal

que por el mundo,

descubrirá tu voz

de esfinge y sombra,

en el sueño ligero

de la alondra.

 

Presentí tantas veces

en mi sangre,

tus islas de corales

y tus besos;

que abandoné campiñas

y rosales,

para llamarte

por extraños mares

y en las rutas azules

de los vagos espacios

siderales.

 

Alguien dijo tu nombre

una mañana,

y no había más que el viento

en mi presencia.

Otro día,

mientras todo era lumbre

en el paisaje;

vi tu cuerpo

de fina transparencia,

en la breve comarca

de un celaje:

era contorno de jazmín

que huye,

e inusitado acento

de colina.

 

Por alcanzarte, Amor,

alcé las manos a la luz

y solo,

la inmensa soledad

habitó en ellas...

Después,

mil veces te llamé

de tierra a cielo,

y el eco resonaba

en el vacío.

 

Sin embargo,

yo sé que estas unido

a mi destino;

y que algún día

la brisa del camino

me traerá tu nombre...

Yo sé que algún día,

el sueño llegará

cálido, excelso,

a mi espera de siglos

que reclama:

hombre de estrella

y de terrena llama.

 

Será de aroma

el tiempo para amarte

en el oro radiante

de los trigos;

en el vuelo sereno

de los pájaros,

y en la savia amorosa

de los higos.

 

I yo estaré en la luz

que el alba inicia:

en todo lo que es paz,

ternura y verso:

!para poblar tus manos

de caricias,

para llenar tu vida

de Universo!

 

Arriba!


 

Adiós

 

Aunque te diga !adiós! dejo contigo:

el canto de mi boca enamorada,

y el clamor de mi sangre, desatada,

hacia tu campo de dorado trigo.

 

Lejos de ti, ignoro si persigo

el gozo de una estrella rescatada;

o el dolor de una aldea abandonada

sin estación floral ni viento amigo.

 

Buena o mala la ruta, !ya no importa!

Soñé tan honda la ventura corta,

que mi vida fue río desbordado.

 

Hoja al viento, velero sin destino:

Va ciego el corazón por el camino,

Y en un recodo, morirá cansado.

 

Arriba!


 

Retorno

 

No sé si volverás.

Pero te espero

con la misma alegría

de los arboles

que esperan a la lluvia.

 

Será una mansa tarde

de jazmines sonámbulos,

y nubes detenidas en el aire.

Ni un signo,

ni el aroma de una rosa

turbarán el momento

prodigioso.

 

Nunca supe que hubiera

un silencio más claro,

que este de adivinarte

las palabras,

el día que regreses.

 

!Oh, imagen del retorno:

dulce y profunda como el fruto,

que sube desde la raíz

hasta la rama,

por la fuerza secreta del milagro!

 

Quizás,

intentarás hablarme

de distancias remotas

y de sombras falaces

obstruyéndote el paso.

 

Un gesto mío,

y la inmensa ternura del

encuentro

suspendida en la brisa

para decirte apenas:

No sueñes,

porque nunca te has ido

de mi lado.

 

¿No ves el mismo parque

derramado de esencias,

y la canción redonda

de las hojas que caen?

La misma lluvia fina

olvidada en la hiedra,

por un ángel de espuma

que alentó mi esperanza?

 

Entonces,

me mirarás perplejo

o con la gran certeza,

de haber tenido un sueño

de barco que regresa.

 

Arriba!


 

Sin Palabras

 

Una noche

Yo tuve el Universo entre mis manos.

I fuiste mi verdad simplificada

en un trémulo río de caricias.

I nos amamos sin palabras

lo mismo que los arboles;

lo mismo que las nubes

que se encuentran

por el cielo infinito.

 

La sombra nos cubría...

I allá arriba,

mil estrellas sin nombres.

Comprendimos entonces

lo inútil del sonido:

la brisa,

la voz de los insectos,

el susurro tenaz de la espesura

y de todos los seres el latido.

 

Solamente la sangre

en nuestras venas

con su canto de pájaro embriagado;

solamente la gran voz del silencio

en júbilo de nardo rescatado.

 

Nuestra ternura iba

derramándose al viento sin fronteras,

con ese impulso

de las cosas pequeñas,

que sin crecer se elevan

como el ala.

 

Tu me besabas la risa

al sabernos desnudos de palabras.

I yo,

con la misma tibieza de una lágrima,

en la noche de marzo

poblé tu soledad de llamas altas.

 

!Ah, si fuera eterno,

ese dulce naufragio de palabras

que tanto nos acerca!

Pero algún día

las voces surgirán a medirnos

el tiempo,

a traernos el nombre

de un camino olvidado,

a llamarnos muy hondo

desde el propio silencio...

Si siempre fuera

este amor tan callado,

como esas nubes blancas

que pasan por el cielo

sin saber que han pasado.

 

Arriba!


 

Ruego

 

!No te vayas!

A través de los cristales

empañados,

te llamará el sendero,

y el agua dócil que lame

las raíces,

te pedirá que vuelvas.

Pero yo te suplico:

!Quédate a mi lado,

hasta que cese de caer

la lluvia,

y concluya la infancia

del jazmín.

Espera que el rocío

se evapore,

que la rosa sonámbula de frío

pierda su aroma;

que se apaguen

los trinos,

y mueran en la noche

los caminos.

 

!Quédate!

Yo inventaré una estrella

pequeñita,

para alumbrar

la inmensidad del ruego.

Quédate a mi lado,

simplemente,

!sin pensar en nada!

Como un niño pequeño

que desata,

su risa entre mis manos

de alborada.

I así:

espera que pasen soles

y tormentas;

que regresen los ríos

a sus cauces

y se mueran de sed

todos los mares...

Quédate para siempre

en la torre sonora

de mis versos;

hasta que Dios

resuma su Universo,

en el mundo secreto

de los dos.

 

Arriba!


 

Ausencia

 

Se fue el sueño fugaz y alucinante

tras la encendida carne de un lucero;

el sueño que tuviera prisionero

en el raro espejismo de un instante.

 

!Cuánto luché por verlo aquí constante,

cerca del corazón: fragante alero!

Pero agitó las alas y el sendero

palideció de ausencia, calcinante.

 

!Conmigo ya no estás ni estarás nunca!

El cielo sigue azul. La rosa trunca

y en delirio tenaz porque te pierdo.

 

Mas, no importa que el astro arda lejano,

si en el agua lo alcanzo con mi mano

como tengo tu amor en mi recuerdo.

 

Arriba!


 

En Ritmo de Laurel, Jazmín i Llama

 


 

Canción de Primavera

 

Para Ana María Campos

 

Heroína del alba y de la rosa:

entre espadas y sangre,

Tu corazón de fuego en fuego arde.

¡Cómo pasa tu nombre por la historia,

en ritmo de jazmín, laurel y gloria.

Cómo te rompe el viento los cabellos

por llevarse un recuerdo de tu frente!

 

¿De qué roble es tu sangre,

que viene caminando por el tiempo

hasta la azul mañana

de mi sangre callada y transitoria?

 

¿De qué piedra tus manos,

y tu voz,

de qué mar sin orillas que aún repite:

"Si no capitula, monda".

¡Ay, Morales:

tú te hundiste,

y en claveles de sangre, repetida,

cien veces va la voz de la heroína.

Cien veces va desde el aroma al sueño;

desde el látigo cruel

hasta la aurora de los niños que juegan

en los parques,

con mariposas breves

perdidas en el viento.

 

Cien veces que su voz parte del Lago

hasta las aguas rotas de Hiroshima

y Bikini.

Después fue en Corea.

-tierra del estrago-

que con voz de niña

cantó su amenaza sobre las cenizas.

¡Ay, Morales!

I quién sabe mañana,

por sobre cuántas islas destrozadas,

y sobre cuantos ojos soterrados

caminará su voz...

 

Heroína del viento y de la espiga:

vendrá un día de paz y de pan para los

hombres,

las piedras se harán blandas

para dormir la sombra,

nuevas rutas azules descubrirán

los pájaros;

no habrá monedas viejas

pudriéndose en los Bancos,

el humo de las fábricas

dibujará en las nubes

tus lejanos cabellos.

 

Habrá un temblor de ríos

nombrándote en las venas

al levantar la brisa las alas

de mi canto.

I vendrás en la tarde con el primer

lucero,

hasta el júbilo suelto

del Lago y cocotero.

Contemplarán tus ojos

los barcos en el puerto,

y extenderás las manos

sobre todas las cosas

olvidando que has muerto.

¡Oh, recia Ana María:

en esa tarde sola,

con la sola presencia de los pájaros,

del Lago y Primavera,

dialogará la brisa

con tu largo silencio

de mujer imprecisa.

¡Oh, suave Ana María:

la sombra de tu sombra

soñando en la bahía!

 

Arriba!


 

Antonio José de Sucre

 

El Héroe

 

El héroe era de fuego

como un sol que se inflama.

El héroe era de seda,

de carne y de jazmín.

Gallardo como un lirio

que a los vientos proclama:

¡sus pétalos de espada,

su cinto de frescura

y su cielo de añil!

 

El héroe era de sangre,

de tempestad y de gloria.

Era de miel y espuma,

de bronce y de laurel.

Su alma toda era

un canto de victoria,

una ofrenda viviente

a la patria doliente

y a la hermosa mujer.

Su alma toda era

un flamear de banderas;

y en las noches de insomnio

y de azules quimeras,

por su frente guerrera

se paseaba un clavel.

 

Pichincha

 

Yo vi pasar al héroe

con los ojos del tiempo:

por campos de magnolias,

por abruptos caminos,

en corceles de espumas

de sombra y de coral;

a conquistar la lumbre

de un astro peregrino,

los ojos de una hermosa

y la gloria inmortal.

 

Yo vi cómo fulgían

los luceros de mayo

en el alto de Pichincha,

y encendían la sangre

del joven Mariscal.

I fue su arrojo inmenso,

su estrategia fue un reto,

una campana viva

repicando en lo azul...

 

I, en el acerbo giro

del polvo en los senderos,

las huestes ya vencidas

del incauto enemigo,

-dispersas como alas

por un viento fatal-

caían y caían

ante el asombro inmenso,

de la nieve que viera

cual un albo testigo:

romperse mil espadas,

y morirse mil brazos,

y rodar muchas formas,

hasta la sombra espesa

de una noche total.

 

Ayacucho

 

Con los ojos del tiempo

yo vi pasar al héroe;

con su encendido ramo

de espadas fulgurantes,

su peto de bravura,

su brida y su broquel.

Cual panteras aladas

vi pasar los caballos,

rugiendo contra el viento

las crines azuzadas

por la aguerrida mano

del bravo General.

I los cascos volaban

sobre las piedras duras

y sobre los despojos

de aquel sitio infernal.

I las flores del campo

suspendían los ojos,

para ver más de cerca

al joven Mariscal.

 

¡Diciembre, era Diciembre

en la luz de Ayacucho,

suspendido en un sueño

de amor y libertad!

Fue la vibrante hazaña

que estremeció la entraña,

y resonó en el alma

de la patria querida

cual límpido cristal!

Fue el clarín de la gloria,

que retumbo en la selva

y en la América hispana

de un modo colosal.

 

¡Diciembre, era Diciembre

que mecía en sus brazos

un sol de libertad!

 

Berruecos

 

Berruecos fue la sombra

que cobijó su angustia,

y arcángeles de brisa

llorando ante su Abel.

Al filo de las hojas

la herida parecía:

una rosa bermeja

derramando en la tierra,

su esencia de virtudes,

su heroísmo y su amor.

 

Por la tristeza honda

de aquel rumor agreste,

y la raíz nutrida

con su sangre y su vida:

que venga de Berruecos

un aroma celeste,

a embriagarnos a todos

de plácida emoción.

Que venga, sí, en la copa

de alguna flor silvestre,

el rubí de su sangre

transformado en canción

 

¡Que venga de Berruecos

un pájaro que cante,

la inmarcesible gloria

de Sucre el inmortal;

que bata sobre el Lago

sus alas de diamante,

y en esta noche clara,

de evocación y gloria:

¡un astro en su pico

aquí deje caer!

 

I nuestros corazones

tendidos como alfombras:

reciban el mensaje

de paz y libertad;

como en aquel Diciembre

que se plasmó en la historia;

con símbolos eternos

de un eterno homenaje,

a la gloriosa gesta

del "Digno General".

 

Arriba!


 

Poema al Cálculo

De Rafael Urdaneta

 

"No dejo nada más en el mundo

que una viuda y once hijos

en la peor miseria".

I algo más, "brillante General":

una piedra infinita,

como ninguna piedra de la tierra;

porque es piedra vigente

en nuestra historia,

que escuchaba en silencio

el rumor de tu sangre,

el trajín de tus huesos,

y la llama de tu carne

crepitando de heroísmo

en tus veinte batallas

victoriosas.

 

"Brillante General":

tus triunfos y tus sueños,

tus rondeles de amor

y tus hazañas

vivirán con orgullo

en muchos libros

que la mano del tiempo romperá;

pero tu piedra augusta

estará para siempre

en el Museo,

custodiada en silencio

por la sombra

de Marte y de Belona.

I no será más valioso

a nuestra patria;

el brillante más fino,

o las piedras de Marte

y de la Luna,

que la piedra compañera

de tu cuerpo.

Piedra que fuera

Tu sombra y tu dolor:

con sabor de carne,

con rumor de sangre,

con fuego de héroe

y llanto de hombre

muy pobre y muy triste;

por dejar sin techo,

sin pan y sin lumbre,

a tu gran Dolores

y tus once hijos.

 

Arriba!


 

Romance de mi Tierra Clara

 

¡Maracaibo, Maracaibo,

tierra de sol y de miel:

en mis labios yo te traigo

un romance de pasión!

Déjame besar tu frente

de palmeras susurrantes,

déjame tocar tu veste

de brisa leda y fugaz.

 

¡Qué lindas tus zapatillas

de agua, de espuma y zafir;

zapatillas cantarinas

de las ondas al pasar!

¡Vamos de la mano, vamos,

nuestro joropo a bailar;

llévate el rumor del Lago

y la gracia del palmar!

¡Verás! con ese donaire

¿Quién te podrá aventajar?

¡Qué baile –dirán- qué baile,

la bailarina del sol!

 

Doquiera yo iré contigo

para contarles tu historia:

Alonso de Ojeda, altivo

conquistador español,

se enamoró de una india

piel canela, media noche

su pelo, en constante lidia

con la sombra del manglar.

 

El indio Mara y la Campos,

esa heroína sin par;

desnuda como los nardos,

con claveles en la espalda

sangrando a cada protesta.

¡Rompe el látigo su carne!

 

Mas, ¿qué importa? ¡Sol de fiesta

finge un brillo de rubíes!

I los ojos del jumento,

van bebiéndose la pena,

del camino largo y recto

a la meta del suplicio.

I Rafael Urdaneta,

el gallardo Rafael,

héroe de tantas batallas,

alma de acero y de miel.

 

Tiene mi tierra de almendra,

un relámpago en la frente,

para alumbrar a los nautas

en las noches de tormenta.

 

Maracaibo, siempre clara,

con olor de madrugada;

enciende el sol cuando pasa

la llama de tus acacias.

Pero sin querer lo digo:

¡tienes herido el costado,

ay, Ziruma, muy adentro

me está doliendo tu grito!

Tu grito me esta doliendo

Por el indio sin amparo,

¡que vuelva el Fray de las Casas

con su ternura de hermano!

 

Un nudo de aves marinas

estrangulan esa pena

sobre los barcos del puerto.

I siento que no me queda

para cantar tu belleza,

más que miel de la colmena

lírica del bardo de Udón.

¡Mi Zulia, tierra querida,

tierra de amor y de sol!

 

Arriba!


 

Del Huerto Inefable

 


 

Quiero Sembrar mi Corazón

 

Quiero sembrar mi corazón

a la orilla del barranco,

para que nazca una alegre

y florida enredadera.

Para que diga la gente

que pasaba indiferente:

¡qué bello luce el barranco

con su verde cabellera!

 

Quiero sembrar mi corazón

a la orilla del camino,

para que nazca una flauta

con la apariencia de un pino.

Para que abra en la tarde

un jazmín de resonancias.

Para que despierte el agua

dormida de los esteros,

y haga olvidar las distancias

a los cansados viajeros.

 

Quiero sembrar mi corazón

en el patio de la escuela,

para que nazca una mata

de esmeraldas y rubíes:

¡Verdes, verdes las ciruelas...

Rojas, rojas las ciruelas!

¡Esmeraldas y rubíes

en el patio de la escuela;

para que todos los niños

alcancen mi corazón,

y beban mi sangre viva

en el jugo agridulzón

de las redondas ciruelas!

 

Arriba!


 

Mi Infancia

 

Mi infancia fue una infancia

de caminos al Lago,

de veredas al campo,

a la paz de los días

y a las noches plateadas

por la magia lunar.

 

Mi infancia fue una orilla

de conchas nacaradas;

de menudos castillos

en la arena dorada,

que las olas borraban...

borraban al pasar.

 

Recuerdo que la brisa

subía por mis hombros,

y hurgaba en mis cabellos

con misterioso afán.

Tal vez era prendiendo

las luces del ensueño,

de ensueños que más tarde

se van sin retornar.

 

Yo conversaba entonces

con las piedras y el viento,

no sé de que simplezas

que creía muy ciertas:

del barco en lontananza

de Simbad el Marino,

de las rosas despiertas,

de la estrella perdida

en el fondo del Lago,

de las hadas

y el búho que canta

en el palmar:

porque cuando uno es niño

todas las aves cantan,

todas las cosas ríen

y hay lobos en el mar.

 

Recuerdo las palmeras

cual ronda de gigantes,

meciéndose en un arco

de lumbre matinal...

Yo me empinaba toda

en un esfuerzo inútil,

y sus brazos alegres

jamás logré alcanzar.

 

Desgreñada y descalza

corría por las playas,

sin pensar que algún día

llegaría a crecer;

sin pensar que los duendes,

los magos y las hadas,

se alejan en silencio

cuando uno es mujer.

 

Arriba!


 

Vendedor de Helados

 

Tilín... tilín...

Bajo la gracia

de una nube mate,

helados de vainilla

y chocolate.

 

¡Qué cosa tan sencilla:

niño y miel

en el aire más cercano

y un canto de cigarra

entre las manos!

 

Parvada de muchachos

en la vía,

haciendo morisquetas

a la dama que pasa,

con ruidosos tacones

y rizada peluca

donde el sol se arrebuja

en breves tonos.

Mas,

la escuela no abre todavía;

pues la linda maestra

con esmero retoca,

sus dedos claros

de lánguido jazmín.

I siembra en cada uña

media luna,

y un grano de rubí

que no retoña

al riego de su risa

carmesí.

 

Tilín... tilín...

Se va en la brisa,

de la joven maestra

la sonrisa

que abre la puerta y dice:

¡Buenos días, muchachos!

Pasen, pasen a prisa.

Abran todos

el libro de lenguaje.

Concluyan rapidito las tareas,

pues vendrán otros ojos

que las vean;

porque voy a casarme

y voy de viaje.

 

Todo pasa en un vuelo.

Una gota de miel

que cae al suelo,

es delicioso mar

para la hormiga.

 

Tilín... tilín...

En el ruedo fugaz

de la mañana,

se borra en la distancia

la campana.

 

Arriba!


 

Mis Manos

 

No sé si tengo en las manos

el corazón de la lluvia,

el aroma de una rosa

o la mirada de Dios.

 

Casi siento que en un vuelo

se van mis manos pequeñas,

por los lindes infinitos

de una infinita ilusión.

 

Quisiera tocar con ellas

todas las aves dormidas,

para el milagro del canto

en las gargantas sin luz.

 

¡Qué no se rompan mis manos

cuando en ellas nazca el día,

porque las siento más finas

que los cristales del río!

 

He de tenerlas muy puras

para jugar con los niños.

He de tenerlas muy altas

para el mensaje de Dios.

 

Arriba!


 

Al Pasar

 

¡Quien se hubiera quedado,

en aquella comarca

medio oculta

en la sombra de los pinos!

En aquella comarca,

donde el agua del río

transparenta las penas,

porque todas las gentes

son sencillas y buenas.

 

¡Ese mundo pequeño,

donde no llega la prensa

ni se ven los fusiles,

el petróleo, Corea, ni los muertos

por miles!

 

Quien se hubiera quedado

en aquella comarca,

donde el maíz de oro

su júbilo da al viento

en apretado coro.

 

Apenas rompe el aire

un vuelo de trupiales,

y el canto de los hombres

en los cañaverales.

 

¡Quien se hubiera quedado

como una simple hermana,

haciendo el pan de trigo

al lado de es gente

que en mis cantos bendigo!

Pero soy una brizna

a quien la vida empuja.

I prosigo... prosigo

contra todas mis ansias,

hacia el torpe bullicio

de la ciudad insana.

 

Arriba!


 

Gracias

 

Estrella mía:

yo sé que estás lejana,

que nos separan mundos

y más mundos

pero Dios nos hermana.

 

Con serena constancia,

venciste lo imposible

y la distancia,

para darme el camino,

el paisaje y la risa;

para darle a mis sueños

transparencias de brisa,

una altitud de nube

y la gloria del trino.

 

Te quedaste vacía

por darme tu ternura,

y por darme tu lumbre

también quedaste

oscura.

 

¡Qué altiva y poderosa,

y por mí tan sumisa:

que renunciaste a todo

por una simple Rosa!

 

Hoy no tengo ya nada

que pedirle a la vida,

si fuiste en mi destino

la promesa cumplida.

 

¡Gracias, estrella mía,

gracias, mi estrella buena:

por hacerme la vida

tan grata y tan serena,

y por llenarme el alma

de tanta poesía!

 

¡Gracias,

mil veces gracias!

Arriba!