Floriana Calitti - Pierio Valeriano, Hieroglyphica, sive de sacris Aegyptiorum aliarumque gentium literis commentarii

Los Hieroghlyphica de Valeriano (el título completo reza: “Jeroglíficos, o comentarios sobre las letras sagradas de los Egipcios y de otros pueblos”), verdadera enciclopedia de antigüedades en cincuenta y ocho libros, tienen una tortuosa historia editorial: publicados por primera vez en Basilea por Michele Isingrino en 1556 y dedicados a Cosme de Médicis, fueron impresos nuevamente en 1567, también en Basilea (por Tomás Guarino), en una versión aumentada con dos libros de evidente inspiración neoplatonica, compuestos por Celio Agostino Curione, hijo del célebre humanista erasmiano Celio Secondo. La obra, con el apéndice de Curione que se tornó inseparable del texto original, tuvo una difusión amplísima en el Cinquecento y el Seicento, y fue reimpresa con frecuencia, mayormente traducida al italiano, francés, tudesco (alrededor de 34 ediciones en varias lenguas).
Particularmente afortunada fue la traducción italiana de la obra por algunos literatos sieneses pertenecientes a los Accademici Intronati, como Belisario Bulgarini (segundo libro) y Giacomo d’ Franceschi en 1602, con el título de “Ieroglifici overo commentari delle occulte significazioni degli Egizzi e d’altre nationi”. Se impuso el ambiente cambiante espiritual y cultural, que modificó el texto significativamente: el nombre del destinatario del segundo libro de Agostino Curione, el heterodoxo Theodor Zwinger, fue por esa causa sustituido por el del “excelentísimo médico y filósofo” Agostino Gadaldino. Carecen los Hieroglyphica de una edición moderna: algunos fragmentos han sido incluidos en la antología al cuidado de Gennaro Savarese y Andrea Gareffi, La letteratura delle immagini nel Cinquecento, Roma, Bolzani, 1980.
El crecimiento lento aunque constante del establecimiento del corpus iconográfico de Valeriano se liga al interés difuso, en el ambiente cultural neoplatónico, por los Hieroglyphica de Horapollo editados por vez primera en Venecia en 1505 por Aldo Manucio. La idea y elaboración de la obra se produjo en parte en la Curia romana, donde el autor vivió los años decisivos de sus obras y proyectos literarios, entre 1510 y 1530. También estuvieron presentes en ese tiempo sus diversas aproximaciones a la cábala, bajo el cardenal agustiniano Egidio de Viterbo, quien se había vuelto un maestro de esta disciplina en Roma, asumiendo el rol de iniciador. La misma interpretación simbólica de las fábulas antiguas, guardianas de una sabiduría rescatada, como el mito de Orfeo representando la imagen de Cristo, fue abordada por Piero Valeriano sobre el fundamento del hermetismo de Egidio.
Todos los libros de los Hieroglyphica comienzan con una carta introductoria dedicada a un personaje relevante en la cultura contemporánea, seguida de un tratado orgánico sobre el significado simbólico de los objetos, piedras, plantas, animales, figuras geométricas, números, atributos mitológicos, expresiones de los hombres y fenómenos de la naturaleza, oportunamente elegidos en relación al destinatario.
 A Egidio de Viterbo, por ejemplo, le es dedicado el libro XVII, relativo a la cigüeña, símbolo de piedad y vigilancia; a Achilles Bocchi el VII, sobre el ciervo, en el cual, remitiéndose a una discusión tenida con el propio Bocchi sobre aquella especie de hombres que en lugar de apreciar a los amigos sinceros son más sensibles a los aduladores, escribe: “Ya uno de los principales jeroglíficos y más apreciados por los egipcios era el del ciervo, que cuando querían significase la ceguera de juicio, dibujaban con una zampoña, para que preparando las tiendas, supiese el hombre de ingenio aquello de lo que primeramente debía alejarse” (Savarese-Gareffi, pp. 92-93) . Así, a Jacopo Sannazo dedicó el libro XX sobre el fénix, con una interesante alusión a la inmortalidad de la poesía latina; a Sadoleto el XXI, sobre el azor símbolo de la rapacidad que cubría toda Europa, por más que se culpase de ello a la corte pontificia en particular, a Vittoria Colonna el XXII, sobre la paloma, símbolo de fiel introspección; a Angelo Colocci el XXIII, sobre el cisne, que, según el mito de Er, en la república platónica, fue el animal en el que reencarnó Orfeo, deviniendo así en metáfora del canto poético.
Al dar una organización sistemática a material tan vasto atendiendo a los campos más diversos, Valeriano apuntaba a la creación de un lenguaje constituido tan sólo por imágenes, confundiendo el significado del jeroglífico egipcio con los símbolos, en el sentido moral o emblemático. En su síntesis enciclopédica reavivó las páginas de Horapollo reuniendo las obras naturales, históricas y geográficas de Aristóteles, Eliano, Solino, Pausanias, Plinio el Viejo. El esfuerzo combinatorio del humanista parece querer conjuntar, en un auténtico y propio universo simbólico y artificial, todo el mundo antiguo, de Toth a Claudiano, de Hermes Trismegisto a San Agustín, mediante un “discurso mudo concebido en la mente a través de las imágenes de las cosas” (“mutam quandam orationem per rerum imagines mente concipiendam”).
La fortuna de esta obra se inscribe dentro del enorme desarrollo que la literatura y la teoría de las imágenes tuvieron en el curso del siglo (una difusión particular con los tratados ligados a las empresas y los emblemas), transformándose en un vehículo extraordinariamente veloz y eficaz de los problemas religiosos, morales y políticos.
Particular atención ameritó en Erasmo el “enigma sententiae” (“El enigma de la expresión”): «Si alguno conoce y penetra profundamente en la propiedades de las cosas singulares o en la esencia de la naturaleza particular de un animal cualquiera, podrá al fin, perdido en la conjetura de aquellos símbolos, alcanzar el sentido secreto de la expresión» (Erasmo de Rotterdam, Proverbiorum, Ferrariae, 1514, p. 154).

Floriana Calitti

Traducción libre al español por:
J. Francisco A. Elizalde
Julio, 2006.


En el artículo: “Ora un principal geroglifico appresso gli Egiziani era questo del cervo, che volendo significare questa cecità di giudizio dipingevano il cervo allettato dalla zampogna, accioché se cotali lacci ne fosser tesi, sapesse l’uomo d’ingegno quello che dovesse principalmente fuggire”.
En el original: “Præcipuum verò Cerui effe hieroglyphicu~ apud Aegyptios, vt fi hanc iudicij captiuitate~ indicare vellent, Ceruu~ fiftula illectu~ pingerent: vt fi quæ huiufmodi tendiculæ pararentur, haberet fcitus homo quod fibi proponerte præcipuè fugiendum”.

 

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