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LA MANSION KOOP, JOYA ARQUITECTONICA
 EN EL CORAZON DE BOGOTA
 
(Tomado de la Revista Habitar, Nº 56 de El Tiempo, 1988)

LA CASA

Muy pocas casas de las también pocas sobrevivientes en el deteriorado y ahora renaciente centro de Bogotá, pueden hoy relatarnos en sus recintos y fachadas el esplendor y la belleza, el progreso y hálito de grandeza urbana que poseyó el corazón capitalino durante la primera mitad del siglo XX, con el primor y la fidelidad con que lo hace la mansión que hoy deleitará a nuestros lectores.

En ella confluyen, como en libro abierto, hechos, situaciones y personajes protagónicos  de la historia moderna del país que rara vez nuestros relatores y cronistas oficiales ligan con la arquitectura doméstica. Para ellos, la historia solo ha tenido como ámbito los capitolios y los campos de batalla, las iglesias, los conventos y los solemnes edificios públicos. Casi siempre olvidan que la ciudad, antes que una suma de monumentos, es un apretado tejido de moradas en las cuales los grandes actores del acontecer nacional pasaron la mayor parte de su vida. Allí, en la serena placidez de la biblioteca, en la cálida intimidad de la alcoba y en la esplendorosa amplitud de sus salones, los hombres públicos y sus esposas pensaron, estudiaron y decidieron sus destinos. Amaron y sufrieron. Levantaron a sus hijos, Atendieron en suntuosas veladas a sus amigos y enemigos. Concibieron las grandes empresas. Forjaron el progreso. Solo salían a la plaza pública o iban al foro parlamentario a comunicar y refrendar lo decidido en el hogar. Por eso la arquitectura es elemento inseparable de la historia. 

...Y SUS PROTAGONISTAS

Otra virtud excepcional de esta mansión es la permanencia de su función habitacional. Durante 65 años de su primera vida, cumplidos en diciembre de 1988 y aún antes, ya que, encargada al Arquitecto - Ingeniero Alberto Manrique Martín sobre un lote que la familia de su cliente ya poseía, fue residencia de su dueña, Doña Olga Dávila Alzamora, casada en primer matrimonio con Don Leo R. Kopp y luego de prolongada viudez, esposa del Presidente de la República Alfonso López Pumarejo.

Cuatro nombre ilustres cuya sola mención apretada en dos renglones, evoca el nacimiento y consolidación de la nueva Colombia en la industria, en el arte, en la política y en la economía, en el señorío y dignidad que caracterizaron las familias de una sociedad que ejercía con limpidez y eficiencia su liderazgo. Bien diferentes a las de hoy, unas, circunscritas a sus egoístas intereses y otras, envueltas en manejos fraudulentos que ponen en tela de juicio la noble función que la bolsa y la banca deben cumplir en favor del bienestar nacional.

DE "BIER" A "CERVEZA"

Terminaba el siglo XIX con el desangre de la guerra civil, cuando ya Don Leo Sigfried Kopp, nacido en Offenbach, Alemania, residía en El Socorro, Santander, con un nutrido grupo de sus esforzados paisanos llegados a las breñas del Fonce y el Chicamocha con la meta de ayudar a la consolidación de un país joven, como magistralmente lo relata Pedro Gómez Valderama en su libro "La Otra Raya del Tigre". Allí, en la ciudad comunera, pensó por primera vez en el establecimiento de una cervecería pero su sueño no cristalizó. Deja Santander por la capital, contrae matrimonio con Doña Mary Castello y, en medio de grandes esfuerzos y vicisitudes constituye, el 4 de abril de 1889, una sociedad que bautiza con el sonoro y germano nombre de "KOPP DEUTSHE BRAUEREI BAVARIA" que traído a nuestro idioma sería, en traducción algo macarrónica "CERVECERIA ALEMANA BAVARIA DE KOPP". Inútil ahora y materia de otro medio, el elogio a la que hoy representa una de nuestras grandes empresas, la primera cervecería de América Latina y la tercera del mundo. Pero su mención era imprescindible en el hilo de nuestra mansión como adelante se verá.

LA MANZANA SE VA CONFORMANDO

Con el mismo esfuerzo y tenacidad que puso en la formación de su imperio cervecero, Don Leo S. levanta su familia y aún tiene tiempo para altruistas ideales que lo llevan a ingresar a la Masonería en el año de 1913, dentro de la cual obtiene, cuatro años más tarde, como miembro de la Logia Propagadores de la Luz, el Grado 30. Animado por el amplio campo de servicio a la comunidad que le brinda la Logia, solicita el ingreso de Guillermo, uno de sus hijos, como adoptivo de la Masonería, petición que se acepta, a tiempo que promueve la erección del Templo Masónico de Bogotá con una donación de cinco mil pesos oro como base para la compra de la casa de la carrera 5ª entre calles 17 y 18, justo a la vuelta de nuestra casa de marras, en la misma manzana en que ahora se desenvolverá esta relato.  

BELLEZA SAMARIA ACLIMATADA EN BOGOTA

Por la misma época, Don José Domingo Dávila, industrial y pionero del sus hijas de Santa Marta, su ciudad natal, a la capital. Olga, una de ellas, llega a Bogotá de cuatro años y ya en su bella juventud recibe de su padre un lote en la calle 18 marcado con el número 109 entre carreras 5ª y 7ª, una de las zonas residenciales más elegantes de la ciudad, el barrio las Nieves.

Admirada por la sociedad bogotana dentro de la cual se desempeña con la gracia de su acento costeño, Olga es pedida en matrimonio por un joven de ascendencia colombo - germana, Leo R. Kopp y Castello, uno de los hijos del fundador de Bavaria y Fenicia, quien acaba de regresar de Alemania después de haber realizado sus estudios y haber prestado el servicio militar en la caballería del ejército germano. Viene a ayudar a su padre y sus hermanos en la gran empresa. La joven pareja decide erigir su hogar en el predio de la calle 18.

UN GRAN ARQUITECTO PARA UNA GRAN MANSION

Para el efecto, llaman a Alberto Manrique Martín, arquitecto de la familia y de sus múltiples empresas y uno de los más respetados y prestigiosos  profesionales de Bogotá. Ya para esa fecha, ha construido para Don Leo R. varios edificios de renta y algunas adiciones para sus fábricas, obras entre las cuales se destaca un imponente inmueble de tres plantas en la esquina de la carrera 7ª con calle 24 (como es obvio en Bogotá, ya demolido) desarrollado dentro del suntuoso lenguaje de la corriente Beaux Arts, que Manrique ha discernido en sus estudios en Paris y Bruselas. Y como si esto fuera poco, Don Alberto, en su corto pero fulgurante ejercicio, ya ha sido Secretario de Obras Públicas Municipales y Director de la Oficina de Edificios Nacionales. Más tarde, en plena madurez profesional, erigirá el majestuoso y nunca bien lamentado Hotel Granada, el Edificio Cubillos, primer rascacielos de Bogotá con sus escalofriantes 8 pisos y muchas innovaciones tecnológicas y un sinnúmero mansiones del centro, La Merced y Teusaquillo. 

CONCEPCION EUROPEA PARA UNA FAMILIA BOGOTANA

Bien pronto el arquitecto Manrique percibe las excepcionales características de amplitud y de comodidad que debe contemplar en el diseño de semejante encargo. Está frente a una familia que ha vivido y conoce a fondo la vida y el refinamiento de la cultura europea y que desean recrearlo en el medio social bogotano. Así que, sobre el amplio lote de Doña Olga de poco frente, de apenas 16 metros y extenso fondo, concibe un amable palacete de riguroso lenguaje francés, resuelto en dos plantas y recostado sobre uno de los linderos del lote. Esta disposición le permite despejar toda una franja longitudinal hacia el oriente y crear en ella un amplio jardín que da plena luz y paisaje y abre extensa fachada exterior a la casa. Al fondo de este gran espacio, un pequeño cuerpo independiente acoge el "garage" para la flamante "limousine" y sobre él la habitación para el "chauffeur" como rezan textualmente las convenciones del los planos.

Hacia el exterior, un amplio portón de finísimo cedro con su perímetro ornado en piedra labrada, da acceso cubierto al gran patio. Traspuesto el umbral, una marquesina protege la escalinata de entrada al gran vestíbulo que antecede al salón y el "fumoir", recintos localizados sobre la fachada. El hall acoge en un verdadero acierto estético, la escalinata que asciende en tres tramos hacia las habitaciones a tiempo que el mismo recinto sirve de antesala al gran comedor, enchapado totalmente en madera y coronado, como el gran salón, por una suntuosa araña de cristal. A partir de este punto, en ordenada sucesión, aparecen el "office", la cocina, las despensas y las habitaciones del servicio de cara al patio, cercado en parte como corral para gallinas.

TRATADO DE PROTOCOLO DOMESTICO 

El segundo piso es todo un tratado de refinadas costumbres hogareñas en donde la elegancia, la cortesía, el refinamiento y hasta un discreto protocolo familiar rigen el diseño y la disposición de las habitaciones. A partir del vestíbulo que recibe la escalera, coronado por una maravillosa claraboya, toda la fachada es ocupada por el departamento matrimonial, compuesto por la gran alcoba de la señora, su baño y el amable balcón resuelto a manera de "bay window" en donde doña Olga pasaba sus ratos de lectura. El en extremo opuesto, la habitación del señor y al medio, amabilizado por una chimenea, el salón de encuentro del matrimonio. Ambito singular, amable y pleno de un sutil encanto que hoy, al visitarlo, alejado ya de su incomparable función de intimidad, hace retroceder el tiempo a la dorada época en que el matrimonio Kopp Dávila tomaba allí el té o tenía horas de amable diálogo, una vez los hijos se iban a dormir.

Hacia el fondo, el segundo piso se desarrolla con las alcobas juveniles, ambas con baño privado, el cuarto de juegos, el de costura y el de la plancha y uno muy singular en donde el dueño de casa guardaba sus arreos, armas e implementos de caza.

VISPERAS DEL CUATRICENTENARIO

Era este el palaciego ambiente de una casa enclavada en el centro de una ciudad que se aprontaba a celebrar su cuarto centenario en un momento de esplendor urbano y mucha prosperidad. No en vano la forzada venta de Panamá, la bonanza del café y el oro, una pujante industria y un activo comercio hacían que la arquitectura, el ornato, las obras públicas, la instrucción y la higiene desterrarán el atraso, el alejamiento y aquella faz pueblerina que ahora se trataba de vestir con ornamento francés y con la aparición de los primeros balbuceos de la arquitectura moderna.

Pero para la familia Kopp Dávila, las celebraciones de Agosto de 1938 no la encuentran completa ya que tres meses antes de las fiestas, el 9 de abril, muere don Leo R.. Doña Olga, su viuda, continua viviendo en la casa hasta cuando viaja a Londres y contrae segundas nupcias con Alfonso López Pumarejo, a la sazón Embajador ante su majestad Isabel II. Fue una unión feliz pero fugaz ya que la salud del estadista se deteriora paulatinamente y muere el 20 de noviembre en la capital británica. Nuevamente la casa de la calle 18 acoge a Doña Olga hasta cinco meses antes de su muerte, acaecida el 3 de mayo de 1988, cuando los médicos le aconsejan, ante cierto ambiente húmedo que ha desarrollado la mansión debido a filtraciones en la cubierta, que la abandone.

DE UN GRAN ARQUITECTO, AHORA PARA EL GRAN ARQUITECTO DEL UNIVERSO 

Y es ahora, cuando después de 65 años, se cierra para la casa su primer ciclo e inicia una segunda vida. Enterados del inminente traslado de la viuda del gran estadista, los directivos de la Gran Logia Masónica de Colombia, vecinos por años de la manzana, colindante su sede con la mansión por su parte posterior y fervientes admiradores de su belleza y valores, concretan con la familia Kopp Dávila su adquisición. Ya varios almacenes del sector habían hecho ofertas por la casa con el innoble propósito de convertirla en bodega. Pero la familia rechazó semejantes propuestas ya que deseaba un mejor destino para su hogar y el de sus mayores. No olvidan que Don Leo Siegfried tronco de la familia, había sido gran impulsador de los ideales masónicos en una época difícil para esta benemérita y muchas veces vilipendiada fraternidad de hombres libres y de buenas costumbres, que respetan otras creencias y reconocen la existencia de un supremo ente creador como El Gran Arquitecto del Universo. Consolidada en Colombia desde los albores de la independencia, muchos de sus protagonistas activos masones, la Logia aspira ahora a conformar en la manzana un bello conjunto arquitectónico del cual formará parte primordial la casa, la cual abrirá al oriente su bella fachada interior, conformando un espacio público respaldado al fondo con el nuevo templo que erigirán en breve, orientado en sentido oriente-occidente como lo estipulan sus normas. Con esta obra de creación de un nuevo espacio público, y la muy acertada y respetuosa intervención que recibió la mansión de los arquitectos Alfonso Suárez Nitola y Carlos Turriago, miembros activos de la Logia Murillo Toro que ha tomado con entusiasmo el embellecimiento del inmueble, la masonería hace un valioso aporte a la recuperación del centro de Bogotá y refleja su voluntad de franca apertura y servicio a la comunidad.

Ya en sus manos, la casa de recibir un enlucimiento general de sus fachadas, a las cuales se aplicó un bellísimo y alegre color curuba suave. Se repararon sus cubiertas y la maravillosa carpintería de finísimo cedro salió a relucir luego de la remoción del esmalte que la ocultaba. Pronto se reiniciará el lavado del incomparable trabajo de talla que ostenta su pétrea fachada principal y el brillo de los quetzales, motivo que adorna la gorja de sus balcones.

Concebida para una gran familia, los Kopp Dávila, por Alberto Manrique Martín, una de las glorias de la arquitectura colombiana, ahora la casa será el ámbito para honrar al Gran Arquitecto del Universo. Amén. 

 

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