DISCURSO DEL SANTO PADRE A LOS RESPONSABLES REGIONALES DE LOS EQUIPOS DE NUESTRA SEÑORA

ROMA 20 DE ENERO DEL 2003 

Queridos amigos:

 1.   Estoy muy contento de recibirlos, como responsables regionales de los Equipos de Nuestra Señora, junto con vuestro Consiliario espiritual internacional, Mons. Fleischmann y otros sacerdotes, con ocasión de vuestro encuentro mundial en Roma. Agradezco al Señor y a la Señora De Roberty, sus cordiales palabras como responsables internacionales del movimiento.

-2.  Cómo no evocar ante todo la figura del P. Henri Caffarel, vuestro fundador, quien acompañó a numerosas parejas y las inició en la oración de meditación? Con ocasión del centenario de su nacimiento, con alegría me uno a vuestra acción de gracias. El P. Caffarel ha mostrado la grandeza y la belleza de la vocación al matrimonio y, anticipándose a las orientaciones fecundas del Concilio Vaticano II, resaltó el llamado a la santidad ligado a la vida conyugal y familiar (cf. Lumen Gentium, n. 11); él supo definir los pilares básicos de una espiritualidad específica que se desprende del Bautismo, resaltando la dignidad del amor humano en el proyecto de Dios. La atención que le prestó a las personas comprometidas a través del sacramento del matrimonio lo condujo también a poner sus talentos al servicio del “movimiento espiritual de las viudas de la guerra”, hoy día ‘Esperanza y Vida’ y a dar el impulso que presidió a la creación de los primeros Centros de Preparación para el Matrimonio, hoy día en plena expansión. A continuación, nacieron los Equipos de Nuestra Señora de Jovenes, que mostraron la atención prestada a la propuesta de un camino de fe para la juventud.

-3Frente a las amenazas que se ciernen sobre la familia y a los factores que la debilitan, el tema central de vuestro encuentro Parejas llamadas por Cristo a la Nueva Alianza, resulta especialmente oportuno; en efecto, para los cristianos, el matrimonio que ha sido elevado a la dignidad del sacramento, por naturaleza es signo de la Alianza y de la comunión entre Dios y el hombre, y entre Cristo y la Iglesia. Es así como los esposos cristianos reciben la misión de manifestar, durante toda su vida y de manera visible, la indefectible alianza de Dios con el mundo. La fe cristiana presenta el matrimonio como la Buena Nueva relación reciproca y total, única e indisoluble, entre un hombre y una mujer. Llamados a dar la vida, El Espíritu del Señor otorga a los esposos un corazón nuevo que los hace capaces de amarse, como Cristo nos amó, y de ponerse al servicio de la vida mediante la prolongación del misterio cristiano puesto que, en su unión, “se cumple el misterio pascual de muerte y de resurrección” (Pablo VI, Alocución a los Equipos de Nuestra Señora, 4 de mayo de 1970, n.16).

-4.  Misterio de Alianza y de comunión, el compromiso de los esposos los invita a renovar sus fuerzas en la Eucaristia, “fuente del matrimonio cristiano” (Familiaris Consortío, n.5) y modelo de su amor. En efecto, las diferentes fases de la liturgia eucarística invitan a los cónyuges a vivir su vida conyugal y familiar a ejemplo de la vida de Cristo, quien se entregó a los hombres por amor. Los esposos encontrarán en este sacramento la audacia necesaria para la acogida, para el perdón, para el diálogo y para la comunión de los corazones. Constituirá también una ayuda preciosa para afrontar las inevitables dificultades de toda vida familiar, Sean, pues, los miembros de los Equipos, los primeros testigos de la gracia que aporta la participación regular en la vida sacramental y en la misa dominical, “celebración de la presencia viva del Resucitado en medio de los suyos” (Letra apostólica Dies Domini, 31 de mayo de 1998, n.31; cf. también n. 81) y “antídoto para afrontar y salvar los obstáculos y tensiones” (Discurso a los miembros de la XV asamblea plenaria del Consejo pontificio para la familia, 18 de octubre de 2002, n.2).

-5.  Nutridos con el Pan de Vida y llamados a ser “luz para quienes buscan la verdad” (Lumen Gentium, n.35) principalmente para sus hijos. los esposos podrán, así, desplegar plenamente la gracia de su Bautismo en sus misiones específicas en el seno de la familia, de la sociedad y de la Iglesia. Tal ha sido la intuición del P. Caffarel quien no quería que se entrara “en un Equipo para aislarse’ [...] sino para aprender a entregarse a los demás’ (Cada mensual, febrero de 1948, p.9). Alegrándome de los compromisos ya asumidos por vosotros, exhorto a todos los miembros de los equipos a participar cada vez más activamente en la vida de la Iglesia, en particular frente a los jóvenes que esperan el mensaje cristiano sobre el amor humano, a la vez exigente y enaltecedor. En esta perspectiva, los miembros de los equipos pueden ayudarles a vivir la etapa de su juventud y de noviazgo en fidelidad a los mandamientos de Cristo y de la Iglesia, permitiéndoles encontrar la verdadera felicidad en la maduración de su vida afectiva.

-6.  Vuestro movimiento dispone de una pedagogía propia basada en los “puntos concretos de esfuerzo” que les ayudan a crecer conyugalmente en la santidad. Los animo a vivirlos atentamente y con perseverancia, para amar verdaderamente. Los invito, en particular, a cultivar la oración personal, conyugal y familiar, sin la cual el cristiano corre el riesgo de perecer tal como lo afirmaba el P. Caffarel (cf. L’anneau d’Or, marzo-abril de 1953, p.l36). Lejos de desviar su compromiso con el mundo, la auténtica oración santifica a los miembros de la pareja y de la familia y abre el corazón al amor de Dios y de los hermanos. De la misma manera, hace posible la construcción de la propia historia de acuerdo con el plan de Dios (cf. Congregación para la Doctrina y la Fe, Carta sobre algunos aspectos de la meditación cristiana, Orationis formas, 15 de octubre de 1989).

-7.  Queridos amigos, doy gracias a Dios por los frutos producidos por vuestro movimiento a través del mundo, al tiempo que os animo a dar testimonio sin cesar y de manera explícita sobre la grandeza y la belleza del amor humano, del matrimonio y de la familia. Al final de esta audiencia, también hago llegar mi oración a los hogares que han sido sometidos a prueba. Puedan ellos encontrar en su camino testigos de la ternura y de la misericordia de Dios! Deseo reafirmar mi proximidad espiritual con las personas separadas, divorciadas y divorciadas vueltas a casar quienes, como bautizados, son llamados a participar en la vida cristiana, guardando el respeto a las normas de la Iglesia (cf. Exhortación Familiaris Consortio, n.84). Finalmente, expreso mi gratitud a los consiliarios espirituales que os acompañan con dedicación. Ellos aportan su competencia y su experiencia a vuestro movimiento laico. A través de esta colaboración, sacerdotes y matrimonios aprenden a comprenderse, a estimarse y a apoyarse mutuamente. Vosotros que conocéis la gracia de la presencia sacerdotal, podréis pedir por las vocaciones y transmitir sin miedo a vuestros hijos la llamada del Señor!.-Al ponerlos, junto con todos los equipos y sus familias, bajo la intercesión de Nuestra Señora del Magníficat para que ruegue todos los días por los miembros de los equipos. En compañía de los bienaventurados esposos Luigi y Maria Quattrocchi. Les imparto mi afectuosa bendición apostólica.  

Texto original en Francés. Traducido por Alberto Alvarado (ERI)