El cubo de los escritores

Escrito por Starknight
 
 

Prologo

autor: El Gato

Y bien, heme aquí tratando de entender un poco la terrible situación en la que ando metido ¿cómo llegue aquí? No lo sé, pero supongo que si trato de hacer memoria encuentre alguna pista.

Pues bien, todo empezó como un día cualquiera, desperté, me fui a bañar, me vestí, guarde  mis cuadernos en la mochila y baje a desayunar, aunque pensándolo bien no era un día cualquiera por que, ese día precisamente,  tendríamos nuestro encuentro de béisbol contra la selección de la facultad.

Yo me había inscrito a los entrenamientos, con el objetivo claro de ingresar a la selección de la escuela, así que entrene durante un mes mas o menos, con mas dificultades de las previstas es verdad, pero me sentía capaz de disputar un encuentro de béisbol en toda forma. La oportunidad llegó cuando el entrenador abrió una convocatoria para un torneo interno. Como suele sucederme en estas circunstancias el interés me atrapó, y ante la inevitable realidad de que si no tomo yo la iniciativa, nadie mas lo hará,  me di a la ardua tarea de buscar jugadores.

 Obviamente la mayoría eran de mi grupo, pero como era un grupo pequeño, tuvimos que buscar mas por otros lados. Al final presenté una lista con cerca de 19 personas, mis amigos, los amigos de mis amigos y los amigos de los amigos de mis amigos a los que no pude decirles que no (de cualquier forma sabia que muchos no se presentaría a jugar así que más valía tener una reserva amplia). En fin, inscribí al equipo y ante la necesidad de ponerle un nombre (en el que no pudimos ponernos de acuerdo) hice uso de mi calidad de capitán y lo nombre “Los Gatos”. En la junta previa me enteré que seriamos 9 equipos en total, que jugaríamos todos contra todos,  que ganaría el torneo el que ganara mas encuentros (obvio), y que la selección de la facultad tendría también su equipo. Esto no le pareció correcto a nadie porque casi todos los demás eran novatos (nunca habían jugado un partido serio) y era casi seguro el equipo de la selección iba a ganar.

 Pero ya me desvíe demasiado y hay que regresar a ese terrible día. Partí de mi casa rumbo a la Universidad con muchas cosas en la cabeza, entre ellas el próximo viaje a las cuevas de Morelos en busca de murciélagos, el examen de estadística, la tarea que no terminé, etc. Mientras pensaba todo esto arriba del autobús, noté algo muy extraño: vi como dos tipos vestidos completamente de negro le hacían señas al chofer para que se detuviera y ellos pudieran abordar. El chofer estaba distraído y no los vio, por lo que partimos sin ellos. Ahora que lo pienso un poco, lo extraño no era que iban de negro, digo, mucha gente lo hace y algunos amigos locos incluso cuando hace mucho calor. Lo extraño era la insistencia en subir y la forma en que me miraban.

 En fin llegue a la escuela y pase un día de lo más normal hasta que llegó el momento del partido. Todos los integrantes estabamos emocionados por que llevábamos una racha de 3 victorias consecutivas y esperábamos que esta fuera la cuarta. Lamentablemente el otro equipo se impuso y terminamos perdiendo 5 carreras contra 4. El marcador no fue tan malo, es verdad, pero hubieron algunos incidentes durante el juego que resultaron extraños, pelotas que parecían tener vida propia, bates muy pesados por momentos, guantes que parecían de hierro, etc. Pero el más extraño ocurrió cuando yo trataba de atrapar un elevado en el jardín derecho y justo cuando estaba sujetando la bola con el guante... esta desapareció. Suena extraño, pero así fue y todos los espectadores presentes lo notaron. Buscamos la pelota un buen rato, pero jamas apareció.

 Como las pelotas no desaparecen así, sin mas, pensamos que quizás se había escurrido por algún agujero o algo por el estilo. Decidimos archivar el caso en nuestro baúl de los recuerdos extraños y seguimos con el juego. Como ya dije, perdimos y cada cual tomó su camino a casa. Yo fui uno de los primeros y de nueva cuenta abordé el autobús, o eso iba  a hacer, por que en cuanto pagué me di cuenta que los sujetos de negro estaban sentados en los últimos asientos y no dejaban de observarme.

 Obviamente estaba asustado y regrese  corriendo a la universidad y busqué a mis amigos. Encontré a uno que tiene auto y le pedí que me llevara. Él accedió y cuando pensaba que estaba a salvo, vi con horror que los sujetos de negro nos estaban siguiendo de nuevo. Casi presa del pánico, lo único que pude pensar era que debía perderlos. Le pedí a mi amigo que acelerara y se internara en las calles de la colonia. Así lo hizo y en cuanto dimos vuelta en una esquina baje del auto y me oculte en una tienda, donde planeaba permanecer hasta que los sujetos de negro pasaran y se fueran, pero tal cosa no sucedió. Fue como si se hubieran desvanecido en el aire.

 Como hubiera sido estúpido irme a casa sin saber donde estaba el enemigo, decidí dar el rodeo mas largo de toda mi vida. Tome 3 autobuses, el tren subterráneo, un taxi e incluso corrí un largo tramo cuando se me terminó el dinero. Pero valió la pena porque no volví a verlos.

 Cuando llegue a casa, mi madre estaba muy preocupada esperándome. Le conté la verdad y ella se espantó aun más, pero luego le dije que no creía que volvieran, y si lo hacían llamaría a la policía, con lo que pareció calmarse un poco.

 Cene con bastante apetito por todo el esfuerzo realizado y me senté a ver la televisión. Una hora después alguien tocó el timbre y me puso nervioso pensando que pudieran ser los sujetos de negro. Me asome parcialmente por la ventana y vi que se trataba de un niño. Ya sin temor salí a abrir y le pregunté que se le ofrecía.

“Quiero que juegues béisbol conmigo” dijo a la vez que me mostraba una pelota

“Estas loco” le dije “Ni te conozco y estoy cansado. Adiós”

“Espera” me dijo con un tono de voz más autoritario “En ese caso quédate con la pelota” y me la lanzó.

Instintivamente la atrapé y lo observé. Se parecía mucho a la que había desaparecido durante el juego, pero pensé que era ilógico que algo así sucediera y después de todo, todas las pelotas son iguales.

Cuando alcé la vista los vi de nuevo, esta vez cinco y cortaban todas las rutas posibles de escape. Sin que me diera cuenta aparecieron y ni siquiera podía entrar de nuevo a casa.

“¿Quiénes son y que quieren?” pregunté con una sangre fría que no tenia en realidad.

“No importa quienes somos” dijo el niño “Y en cuanto a lo que queremos... te queremos a ti”

“¿A.. a mí? ¿Por qué?”

“Por que nos has hecho mucho daño”
 

Los cinco sujetos vestidos de negro se aproximaron de manera amenazadora y cuando estaba a punto de resignarme y darme por vencido recordé que tal vez aun pudiera tener una oportunidad. Tome la pelota de béisbol y se la lancé directo al rostro del pequeño engendro. Este se encogió del dolor, justo como esperaba, y salí corriendo junto a él. Corrí como si persiguiera el diablo, pero fue inútil. De alguna manera sentí que algo ardiente me tomaba del tobillo y caí al suelo perdiendo la consciencia.

 Cuando desperté estaba en una habitación extraña, con un uniforme extraño y una horrenda quemadura en el tobillo, señal inequívoca de que no lo había soñado.

 Mis captores no estaban y la habitación tenia varias puertas. Tarde un buen rato en decidir cruzar alguna y cuando lo hice noté alarmado que no estaba solo, una chica estaba ahí, mirando confundida para todos lados. En ese momento sentí el peso de la horrible situación en la que estaba y sabia que debía hacer hasta lo imposible por salir de ese lugar. Salude a la chica, me contó su historia y yo hice lo propio, aunque decidí omitir ciertas partes y mentí cuando me preguntó como había llegado aquí. No quiero asustarla y si le cuento todo lo que pasó, no sé como pueda reaccionar.

 En fin, aquí estoy, en un lugar horrible, lleno de trampas sin saber si podré salir algún día.
 
 

Atte. El gato
 
 
 continuará...