EL «SECRETO» DE FATIMA
PRIMERA Y SEGUNDA PARTE DEL «SECRETO»
EN LA REDACCIÓN HECHA POR SOR LUCÍA
EN LA «TERCERA MEMORIA» DEL 31 DE AGOSTO DE 1941
DESTINADA AL OBISPO DE LEIRIA-FÁTIMA
Tendré que hablar algo del secreto, y responder al primer
punto interrogativo.
¿Qué es el secreto? Me parece que lo puedo decir, pues ya tengo licencia del
Cielo. Los representantes de Dios en la tierra me han autorizado a ello varias
veces y en varias cartas; juzgo que V. Excia. Rvma. conserva una de ellas, del
R. P. José Bernardo Gonçalves, aquella en que me manda escribir al Santo
Padre. Uno de los puntos que me indica es la revelación del secreto. Sí, ya
dije algo; pero, para no alargar más ese escrito que debía ser breve, me limité
a lo indispensable, dejando a Dios la oportunidad de un momento más favorable.
Pues bien; ya expuse en el segundo escrito, la duda que, desde el 13 de junio al
13 de julio, me atormentó; y cómo en esta aparición todo se desvaneció.
Ahora bien, el secreto consta de tres partes distintas, de las cuales voy a
revelar dos.
La primera fue, pues, la visión del infierno.
Nuestra Señora nos mostró un gran mar de fuego que parecía estar debajo de la
tierra. Sumergidos en ese fuego, los demonios y las almas, como si fuesen brasas
transparentes y negras o bronceadas, con forma humana que fluctuaban en el
incendio, llevadas por las llamas que de ellas mismas salían, juntamente con
nubes de humo que caían hacia todos los lados, parecidas al caer de las pavesas
en los grandes incendios, sin equilibrio ni peso, entre gritos de dolor y
gemidos de desesperación que horrorizaba y hacía estremecer de pavor. Los
demonios se distinguían por sus formas horribles y asquerosas de animales
espantosos y desconocidos, pero transparentes y negros.
Esta visión fue durante un momento, y ¡gracias a nuestra Buena Madre del
Cielo, que antes nos había prevenido con la promesa de llevarnos al Cielo! (en
la primera aparición). De no haber sido así, creo que hubiésemos muerto de
susto y pavor.
Inmediatamente levantamos los ojos hacia Nuestra Señora que nos dijo con bondad
y tristeza:
-- Visteis el infierno a donde van las almas de los pobres pecadores; para
salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón.
Si se hace lo que os voy a decir, se salvarán muchas almas y tendrán paz. La
guerra pronto terminará. Pero si no dejaren de ofender a Dios, en el
pontificado de Pío XI comenzará otra peor. Cuando veáis una noche iluminada
por una luz desconocida, sabed que es la gran señal que Dios os da de que va a
castigar al mundo por sus crímenes, por medio de la guerra, del hambre y de las
persecuciones a la Iglesia y al Santo Padre. Para impedirla, vendré a pedir la
consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón y la Comunión reparadora de los
Primeros Sábados. Si se atienden mis deseos, Rusia se convertirá y habrá paz;
si no, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones
a la Iglesia. Los buenos serán martirizados y el Santo Padre tendrá mucho que
sufrir; varias naciones serán aniquiladas. Por fin mi Inmaculado Corazón
triunfará. El Santo Padre me consagrará a Rusia, que se convertirá, y será
concedido al mundo algún tiempo de paz .
TERCERA PARTE DEL «SECRETO»
Tercera parte del secreto revelado el 13 de julio de 1917 en la Cueva de Iria-Fátima.
Escribo en obediencia a Vos, Dios mío, que lo ordenáis por medio de Su
Excelencia Reverendísima el Señor Obispo de Leiria y de la Santísima Madre
vuestra y mía.
Después de las dos partes que ya he expuesto, hemos visto al lado izquierdo de
Nuestra Señora un poco más en lo alto a un Ángel con una espada de fuego en
la mano izquierda; centelleando emitía llamas que parecía iban a incendiar el
mundo; pero se apagaban al contacto con el esplendor que Nuestra Señora
irradiaba con su mano derecha dirigida hacia él; el Ángel señalando la tierra
con su mano derecha, dijo con fuerte voz: ¡Penitencia, Penitencia,
Penitencia! Y vimos en una inmensa luz qué es Dios: «algo semejante a
como se ven las personas en un espejo cuando pasan ante él» a un Obispo
vestido de Blanco «hemos tenido el presentimiento de que fuera el Santo Padre».
También a otros Obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas subir una montaña
empinada, en cuya cumbre había una gran Cruz de maderos toscos como si fueran
de alcornoque con la corteza; el Santo Padre, antes de llegar a ella, atravesó
una gran ciudad medio en ruinas y medio tembloroso con paso vacilante,
apesadumbrado de dolor y pena, rezando por las almas de los cadáveres que
encontraba por el camino; llegado a la cima del monte, postrado de rodillas a
los pies de la gran Cruz fue muerto por un grupo de soldados que le dispararon
varios tiros de arma de fuego y flechas; y del mismo modo murieron unos tras
otros los Obispos sacerdotes, religiosos y religiosas y diversas personas
seglares, hombres y mujeres de diversas clases y posiciones. Bajo los dos brazos
de la Cruz había dos Ángeles cada uno de ellos con una jarra de cristal en la
mano, en las cuales recogían la sangre de los Mártires y regaban con ella las
almas que se acercaban a Dios.
Tuy-3-1-1944».
INTERPRETACIÓN DEL «SECRETO»
CARTA DE JUAN PABLO II
A SOR LUCÍA
En el júbilo de las fiestas pascuales, le presento el
augurio de Cristo Resucitado a sus discípulos: «¡la paz esté contigo!»
Tendré el gusto de poder encontrarme con Usted en el tan esperado día de la
beatificación de Francisco y Jacinta que, si Dios quiere, beatificaré el próximo
13 de mayo.
Sin embargo, teniendo en cuenta que ese día no habrá tiempo para un coloquio,
sino sólo para un breve saludo, he encargado ex profeso a Su Excelencia Monseñor
Tarcisio Bertone, Secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que
vaya a hablar con Usted. Se trata de la Congregación que colabora más
estrechamente con el Papa para la defensa de la fe católica y que ha conservado
desde 1957, como Usted sabe, su carta manuscrita que contiene la tercera parte
del secreto revelado el 13 de julio de 1917 en la Cueva de Iria, Fátima.
Monseñor Bertone, acompañado del Obispo de Leiria, su Excelencia Monseñor
Serafim de Sousa Ferreira e Silva, va en mi nombre para hacerle algunas
preguntas sobre la interpretación de la «tercera parte del secreto».
Reverenda Sor Lucía, puede hablar abierta y sinceramente a Monseñor Bertone,
que me referirá sus respuestas directamente a mí.
Ruego ardientemente a la Madre del Resucitado por Usted, por la Comunidad de
Coimbra y por toda la Iglesia.
María, Madre de la humanidad peregrina, nos mantenga siempre estrechamente
unidos a Jesús, su amado Hijo y Hermano nuestro, Señor de la vida y de la
gloria.
Con una especial Bendición Apostólica.
JUAN PABLO II
Vaticano, 19 de abril de 2000.
COLOQUIO
CON SOR MARÍA LUCÍA DE JESÚS
Y DEL INMACULADO CORAZÓN
La cita de Sor Lucía con Su Excia. Mons. Tarcisio
Bertone, Secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, encargado por
el Santo Padre, y de Su Excia. Mons. Serafim de Sousa Ferreira e Silva, Obispo
de Leiria-Fátima, tuvo lugar el pasado jueves 27 de abril en el Carmelo de
Santa Teresa de Coimbra.
Sor Lucía estaba lúcida y serena; estaba muy contenta del viaje del Papa a Fátima
para la beatificación, que ella tanto esperaba, de Francisco y Jacinta.
El Obispo de Leiria-Fátima leyó la carta autógrafa del Santo Padre que
explicaba los motivos de la visita. Sor Lucía se sintió honrada y la releyó
personalmente, teniéndola en sus propias manos. Dijo estar dispuesta a
responder francamente a todas las preguntas.
Llegados a este punto, Su Excia. Mons. Tarcisio Bertone le presentó dos sobres,
uno externo y otro dentro con la carta que contenía la tercera parte del «secreto»
de Fátima, y ella dijo inmediatamente, tocándola con los dedos: «es mi carta»;
y después, leyéndola: «es mi letra».
Con la ayuda del Obispo de Leiria-Fátima, se leyó e interpretó el texto
original, que está en portugués. Sor Lucía estuvo de acuerdo en la
interpretación según la cual la tercera parte del secreto consiste en una visión
profética comparable a las de la historia sagrada. Reiteró su convicción de
que la visión de Fátima se refiere sobre todo a la lucha del comunismo ateo
contra la Iglesia y los cristianos, y describe el inmenso sufrimiento de las víctimas
de la fe en el siglo XX.
A la pregunta: «El personaje principal de la visión, ¿es el Papa?», Sor Lucía
respondió de inmediato que sí y recuerda que los tres pastorcitos estaban muy
apenados por el sufrimiento del Papa y Jacinta repetía: «Coitandinho do
Santo Padre, tenho muita pena dos peccadores!» («¡Pobrecito el Santo
Padre, me da mucha pena de los pecadores!»). Sor Lucía continúa: «Nosotros
no sabíamos el nombre del Papa, la Señora no nos ha dicho el nombre del Papa,
no sabíamos si era Benedicto XV o Pío XII o Pablo VI o Juan Pablo II, pero era
el Papa que sufría y nos hacía sufrir también a nosotros».
Por lo que se refiere al pasaje sobre el obispo vestido de blanco, esto es, el
Santo Padre --como se dieron cuenta inmediatamente los pastorcitos durante la
“visión”--, que es herido de muerte y cae por tierra, Sor Lucía está
completamente de acuerdo con la afirmación del Papa: «una mano materna guió
la trayectoria de la bala, y el Papa agonizante se detuvo en el umbral de la
muerte» (Juan Pablo II, Meditación desde el Policlínico Gemelli a los
Obispos italianos, 13 de mayo de 1994).
Puesto que Sor Lucía, antes de entregar al entonces Obispo de Leiria-Fátima el
sobre lacrado que contenía la tercera parte del «secreto», había escrito en
el sobre exterior que sólo podía ser abierto después de 1960, por el
Patriarca de Lisboa o por el Obispo de Leiria, Su Excia. Mons. Bertone le
preguntó: «¿por qué la fecha tope de 1960? ¿Ha sido la Virgen quien ha
indicado esa fecha? Sor Lucía respondió: «no ha sido la Señora, sino yo la
que ha puesto la fecha de 1960, porque según mi intuición, antes de 1960 no se
hubiera entendido, se habría comprendido sólo después. Ahora se puede
entender mejor. Yo he escrito lo que he visto, no me corresponde a mí la
interpretación, sino al Papa».
Finalmente, se mencionó el manuscrito no publicado que Sor Lucía ha preparado
como respuesta a tantas cartas de devotos de la Virgen y de peregrinos. La obra
lleva el título «Os apelos da Mensagen da Fatima» y recoge
pensamientos y reflexiones que expresan sus sentimientos y su límpida y simple
espiritualidad, en clave catequética y parenética. Se le preguntó si le
gustaría que la publicaran, y ha respondido: «Si el Santo Padre está de
acuerdo, me encantaría, si no, obedezco a lo que decida el Santo Padre». Sor
Lucía desea someter el texto a la aprobación de la Autoridad eclesiástica, y
tiene la esperanza de poder contribuir con su escrito a guiar a los hombres y
mujeres de buena voluntad por el camino que conduce a Dios, última meta de toda
esperanza humana.
El coloquio se concluyó con un intercambio de rosarios: a Sor Lucía se le dio
el que le había regalado el Santo Padre y ella, a su vez, entrega algunos
rosarios confeccionados por ella personalmente.
La bendición impartida en nombre del Santo Padre concluyó el encuentro.
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