Derecho de Pernada

Paranoia

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 El Conde de Pernosa está aburrido de su esposa. Quizás sus 129 kilogramos de peso y el acné incipiente que posee en los gemelos provocan este tipo de sometimiento al deseo por parte de un señor cabrón.

 

Ronda hace tiempo una campesina en su mente, una joven de piel blanca y bellos rizos, conocida desde Villamata hasta Villasoria, como Ana la Maña Mota; grande, guapa, y con más garbo que la sota.

 

Ronda, la mejor amiga de Ana la Maña Mota, hace tiempo descubrió su lesbianismo tras serle practicada una sangría, practicada por sentimientos. Pero, de hecho, lo más importante en su vida es la sensación de una bella plebeya, el doctor Lujardo, de los Lujardo de toda la vida, y ver el trasero de la monja Sor Rita  vaciando la palangana dos veces a la hora.

 

Francisco Fran de Pernosa se levantó un día sintiendo que acampaba en su interior un sentimiento de la necesidad de pernoctar con una damisela que no fuese su fría cónyuge. De hecho, la fémina que dominaba su mente desde el día en el que el granjero Tomaso de Hairipuriña, famoso por su mermelada de frambuesa amarga, los presentara antes de su futuro compromiso en la aldea de Buik, era la bella Ana la Maña Mota.

 

Francisco Fran de Pernosa, falo en filo, despierto al alba y en vilo, salta al potro y toma la loma, que le lleva presta y sin demora a la alcoba donde ella mora.

 

-         ¡Voto a bríos!. Erguido me alzo estando mi miembro paralelo a la torre de tu alcoba, incluso a la misma cota. Parecido soy a esas míticas paganas figurillas de terracota que representaban la fertilidad con gracejo de mascotas. Penetrarete, Señora de la Mota.

 

Ana exclamó en es preciso momento delicado:

 

-         ¡Pardiez, Señor de Pernosa!. Mi marido está presto con su espada a atravesar nuestras entrañas a una sola duda de mi honrosa apariencia.

-          Terso crin, piel suave, tomo enclave para hundir, poca yunta, la encina grande y nupcia que me presiona, en la baja pierna, para entrar en la casa de vos.

-         Mi querido Conde de Pernosa, problemas mecánicos impiden nuestro coito, puesto que mi sexo acaudalado está, y solamente podrá abrir y disfrutar ese misterio que se sitúa al final de mis muslos quien consiga la llave Tonina, la cual tiene mi marido en una de sus botas. Aparte os digo que “putas” las ganas que tengo de acostarme con vos.

-         Fecundo vos, respetable mi persona, ofrezco humilde mi fortuna y mi persona para formar, periódico gozo, gran familia y guapos mozos, poderosos y leales, lechales vástagos genitales.

-          ¡Por Dios, Francisco!. Pese a que mi mente desde niña, y desde los momentos en los que jugaba con vos a deshojar margaritas en los bellos campos anejos a tu morada, añoraba este momento, y mi mente me mujer lo deseaba, no podría aceptar vuestra proposición por el hecho de sentirme ligada a Paul, el hombre con el que mañana me casaré, aunque en mi interior lo deseara como agua fresca en le desierto. Pero, aunque esto sea contrario a todo sentimiento racional, por mi honor que nuca me entregaré tan gustosa al maravilloso placer que será, sin duda, dormir en la misma alcoba que vos.

-         Niña de blanco y algodón yo soy el candor de tus sueños, tengo hacienda y buen leño, para honrar la linde de tu dueño.  Ahora que miras hacia el alba, traga presta esta asta, que presento en tu boca y no miento, para llenar de blanca luz tu cesto.

 

El cálido ambiente de aquella húmeda alcoba los sumió en un espontáneo forcejeo primitivo, tan carnal y maravilloso como el canto de un ruiseñor gozoso. En la hoguera, vuelta fuego y vuelta humo, los dos son uno. Y en la maravillosa orgía de sensaciones prevalecía el sentimiento de la mutua compenetración. Diez mil roces y un temblor llevan al candor.

 

Hombre y mujer, uno él y una ella.

 

 

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Acevedo,  Ávila y Machín

 

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Fecha de creación: 27/01/2002