Circular del Comité Central a la Liga Comunista
de Marzo de 1850
por Carlos Marx







Hermanos:
Durante los últimos años de revolución (1848-1849) la Liga ha justificado 
plenamente su existencia. Primero: Por la vigorosa actividad de sus miembros; en 
todos los sitios donde se produjeron movimientos estuvieron en la vanguardia, en 
la Prensa, en las barricadas y en los campos de batalla del proletariado, como 
la única clase revolucionaria de la sociedad. Segundo: A través de la concepción 
que del alzamiento en conjunto tenía la Liga, según fue enunciado en la carta 
circular del Congreso Central Ejecutivo en 1847, y particularmente en el 
Manifiesto Comunista.
Esta concepción ha sido ratificada por los acontecimientos de los dos años 
últimos. De otra parte, los puntos de vista que respecto de las condiciones 
sociales actuales propagábamos nosotros en los primeros años de nuestra 
actuación en reuniones secretas y en escritos clandestinos son ahora del dominio 
público y se predican en esquinas y plazas públicas.
Por otro lado, la primitiva y rígida organización de la Liga se ha perdido 
considerablemente; un gran número de miembros que han participado directamente 
en la revolución han venido a la conclusión de que ha pasado el tiempo de la 
organización secreta y que la propaganda pública sería suficiente. Varios 
distritos y Comunidades han perdido el contacto con el Comité Central y no lo 
reanudan.
Mientras el partido democrático, el partido de la pequeña burguesía, amplía y 
robustece su organización, el partido de la clase obrera pierde su cohesión o 
forma organizaciones locales para fines locales, y así se ve envuelto en el 
movimiento democrático y cae bajo la influencia de la pequeña burguesía. Este 
estado de cosas debe terminar; la independencia de la clase trabajadora debe ser 
restablecida.
El Comité Central, ya en el invierno de 1848-49 mostró la necesidad de esta 
reorganización y envió con esta misión a José Moll; pero su trabajo no ha dado 
resultado. Después de la derrota del movimiento revolucionario de junio de 1849 
en Alemania, casi todos los miembros del Comité Central, reunidos en Londres y 
ayudados por nuevas fuerzas revolucionarias, tomaron seriamente en sus manos el 
trabajo de reorganización.
Esta reorganización sólo puede ser lograda por un enviado especial, y el Comité 
Central piensa que tiene una gran importancia el hecho de que nuestro delegado 
debe estar en viaje en el momento en que un nuevo alzamiento es inminente; 
precisamente cuando, por esta razón, el partido de la clase obrera debería estar 
fuertemente organizado y actuar unánime e independientemente, si no quiere ser 
de nuevo explotado y marchar a remolque de la burguesía, como en 1848.
* * *
Os hemos dicho, hermanos, en 1848 que el liberalismo alemán vendría pronto al 
Poder y emplearía éste una vez más contra la clase trabajadora. Habéis visto 
cómo ha sido realizado. Fue la burguesía quien, después del victorioso 
movimiento de marzo de 1848, tomó las riendas del gobierno, y el primer uso que 
hizo del Poder fue hacer retroceder a los trabajadores, sus aliados en la lucha 
contra el absolutismo, a su anterior condición de oprimidos. No podían ellos 
conseguir su propósito sin la asistencia de la derrotada aristocracia, a la cual 
transfieren incluso el Poder gubernamental, guardando, no obstante, para sí 
mismos la intervención definitiva del Gobierno a través del presupuesto.
La parte que los liberales jugaron en 1848, este papel de traición, será 
desempeñado en la próxima revolución por el partido de la pequeña burguesía, la 
cual, entre los partidos de oposición al Gobierno, está ahora ocupando la misma 
posición que los liberales tenían antes de la revolución de Marzo. Este partido 
democrático, el cual es más peligroso para los trabajadores que lo fue el 
partido liberal, está integrado por los siguientes elementos:
1º. Por los miembros más progresivos de la alta burguesía, cuya misión es barrer 
todos los residuos de feudalismo y absolutismo;
2º. Por la pequeña burguesía democrático-constitucional, cuyo principal objeto 
es establecer una federación democrática de los Estados alemanes, y
3º. Por la pequeña burguesía republicana, cuyo ideal es transformar Alemania en 
una especie de República suiza. Estos republicanos se llaman a sí mismos "rojos" 
y "socialdemócratas", porque tienen el piadoso deseo de remover la presión del 
gran capital sobre el más pequeño y la que la gran burguesía ejerce respecto de 
la pequeña.
Todos los partidos, después de la derrota que han sufrido, se llaman 
republicanos o rojos, exactamente igual que en Francia la pequeña burguesía 
republicana se llama a sí misma socialista. Donde, no obstante, tiene la 
oportunidad de lograr sus fines por métodos constitucionales, usan su vieja 
fraseología y muestran por los actos que no han cambiado en absoluto. Es, 
naturalmente, evidente que el cambio de nombre de tal partido no altera su 
actitud hacia la clase trabajadora; esto prueba únicamente que en su lucha 
contra las fuerzas unidas del absolutismo y de los capitalistas fuertes ellos 
necesitan la ayuda del proletariado.
El partido democrático pequeño-burgués es muy poderoso en Alemania. Abarca, no 
solamente la gran mayoría de la población de las ciudades (pequeños comerciantes 
y artesanos), sino también los terratenientes y jornaleros, en tanto los últimos 
no han establecido todavía contacto con el proletariado de la ciudad.
La clase trabajadora revolucionaria actúa de acuerdo con ese partido mientras se 
trata de luchar y abolir la coalición aristocrático-liberal; en todas las demás 
cuestiones, la clase trabajadora revolucionaria necesita actuar 
independientemente. La pequeña burguesía democrática está muy lejos de desear la 
transformación de toda la sociedad; su finalidad tiende únicamente a producir 
los cambios en las condiciones sociales que puedan hacer su vida en la sociedad 
actual más confortable y provechosa. Desea, sobre todo, una reducción de los 
gastos nacionales por medio de una simplificación de la burocracia y la 
imposición de las principales cargas contributivas sobre los señores de la 
tierra y los capitalistas. Pide igualmente establecimientos de Bancos del Estado 
y leyes contra la usura; todo a los fines de librar de la presión del gran 
capital a los pequeños comerciantes y obtener del Estado crédito barato. Pide 
también la explotación de toda la tierra para terminar con todos los restos del 
derecho señorial. Para este objeto necesita una Constitución democrática que 
pueda darles la mayoría en el Parlamento, Municipalidades y Senado.
Con el fin de adueñarse del Poder y de contener el desarrollo del gran capital, 
el partido democrático pide la reforma de las leyes de la herencia, e igualmente 
que se transfieran los servicios públicos y tantas empresas industriales como se 
pueda a las autoridades del Estado y del Municipio. Cuanto a los trabajadores, 
ellos deberán continuar siendo asalariados, para los cuales, no obstante, el 
partido democrático procurará más altos salarios, mejores condiciones de trabajo 
y una existencia más segura. Los demócratas tienen la esperanza de realizar este 
programa por medio del Estado y la Administración municipal y a través de 
instituciones benéficas.
En concreto: aspiran a corromper a la clase trabajadora con la tranquilidad, y 
así adormecer su espíritu revolucionario con concesiones y comodidades 
pasajeras.
Las peticiones democráticas no pueden satisfacer nunca al partido del 
proletariado. Mientras la democrática pequeña burguesía desearía que la 
revolución terminase tan pronto ha visto sus aspiraciones más o menos 
satisfechas, nuestro interés y nuestro deber es hacer la revolución permanente, 
mantenerla en marcha hasta que todas las clases poseedoras y dominantes sean 
desprovistas de su poder, hasta que la maquinaria gubernamental sea ocupada por 
el proletariado y la organización de la clase trabajadora de todos los países 
esté tan adelantada que toda rivalidad y competencia entre ella misma haya 
cesado y hasta que las más importantes fuerzas de producción estén en las manos 
del proletariado.
Para nosotros no es cuestión reformar la propiedad privada, sino abolirla; 
paliar los antagonismos de clase, sino abolir las clases; mejorar la sociedad 
existente, sino establecer una nueva. No hay duda de que con el mayor desarrollo 
de la revolución la pequeña burguesía democrática puede advenir por algún tiempo 
el partido más influyente de Alemania.
La cuestión es, pues, saber cuál ha de ser la actitud del proletariado, y 
particularmente la de la Liga:
1º. Durante la continuación de las condiciones actuales, en las cuales la 
pequeña burguesía democrática es también oprimida;
2º. En el transcurso de las luchas revolucionarias, las cuales les darán un 
momentáneo ascendiente, y
3º. Después de aquellas luchas, durante el tiempo de su ascendiente sobre las 
clases derrotadas y el proletariado.
En el momento presente, cuando la pequeña burguesía democrática es en todas 
partes oprimida, instruye al proletariado, exhortándole a la unificación y 
conciliación; ellos desearían poder unir las manos y formar un gran partido de 
oposición, abarcando dentro de sus límites todos los matices de la democracia. 
Esto es, ellos tratarán de convertir al proletariado en una organización de 
partido en el cual predominen las frases generales social-demócratas, tras del 
cual sus intereses particulares estén escondidos y en el que las particulares 
demandas proletarias no deban, en interés de la concordia y de la paz, pasar a 
un primer plano.
Una tal unificación sería hecha en exclusivo beneficio de la pequeña burguesía 
democrática y en perjuicio del proletariado. La clase trabajadora organizada 
perdería su a tanta costa ganada independencia y advendría de nuevo un mero 
apéndice de la oficial democracia burguesa. Semejante unificación debe ser 
resueltamente rechazada.
En vez de permitir que formen el coro de la burguesía democrática, los 
trabajadores, y particularmente la Liga, deben tratar de establecer junto a la 
democracia oficial una independiente, legal y secreta organización del partido 
de la clase obrera, y hacer de cada Comunidad el centro y el núcleo de 
Sociedades de la clase obrera en las que la actitud y el interés del 
proletariado deberán ser discutidos independientemente de las influencias 
burguesas.
De cuán poco se preocupan los demócratas burgueses de realizar una alianza en la 
que los proletarios serían considerados como copartícipes con iguales derechos e 
idéntica situación, es un ejemplo la actitud de los demócratas de Breslau, 
quienes en su órgano el Oder-Zeitung están atacando a aquellos trabajadores que 
se hallan organizados independientemente, y a quienes motejan de socialistas, 
haciéndoles víctimas de severas persecuciones.
El nervio de la cuestión es este: en caso de un ataque a un común adversario no 
es necesaria una unión especial; en lucha contra semejante enemigo, el interés 
de las dos partes, la demócrata clase media y el partido de la clase 
trabajadora, coinciden por el momento y ambas llevarán el combate mediante una 
temporal inteligencia.
Así fue en el pasado y así debe ser en el futuro. Es cosa fuera de duda que en 
los futuros sangrientos conflictos, como en todos los anteriores, los 
trabajadores, por su valor, resolución y espíritu de sacrificio, formarán la 
fuerza principal en la conquista de la victoria. Como hasta aquí ha ocurrido, en 
la lucha que viene la pequeña burguesía mantendrá una actitud de espera, de 
irresolución e inactividad tanto tiempo como le sea posible, en orden a que, tan 
pronto como la victoria esté asegurada, pueda arrogársela como propia y decir a 
los trabajadores que permanezcan tranquilos, vuelvan al trabajo y eviten los 
llamados excesos, apartando así a los obreros del fruto de su victoria. No está 
en la facultad de los trabajadores evitar previamente que la burguesía haga 
esto; pero sí está dentro de su poder hacer difícil su ascendiente sobre el 
proletariado y dictar sobre ellos tales órdenes que hagan arrastrar al dominio 
de la democracia burguesa dentro de él mismo y desde el principio el germen de 
disolución, y así su sustitución por el Poder del proletariado será 
considerablemente facilitada.
Los trabajadores, sobre todo durante el conflicto e inmediatamente después, 
deben tratar, en cuanto sea posible, de contrarrestar todas las 
contemporizaciones y sedantes burgueses, obligando a los demócratas a llevar a 
la práctica sus terroríficas frases actuales. Deben actuar de tal manera que la 
excitación revolucionaria no desaparezca inmediatamente después de la victoria. 
Por el contrario, han de intentar mantenerla tanto como sea posible.
Lejos de oponerse a los llamados excesos, deben emprenderse actos de odio 
ejemplar contra edificios individuales o públicos a los cuales acompaña odiosa 
memoria, sacrificándolos a la venganza popular; tales actos, no sólo deben ser 
tolerados, sino que ha de tomarse su dirección. Durante la lucha y después de 
ella, los trabajadores necesitan utilizar todas las oportunidades para presentar 
sus propias demandas separadas de las de los demócratas burgueses. Deben pedir 
garantías para los trabajadores tan pronto como los demócratas empuñen las 
riendas del Poder. Si fuere necesario, estas garantías deben ser imperiosas y 
generalmente deben tender a que se vea que los nuevos dominadores se hallan 
obligados a realizar todas las concesiones y promesas posibles; lo cual es el 
medio seguro de comprometerlos.
Los trabajadores no deben moverse por el general entusiasmo hacia el nuevo 
estado de cosas, al cual siguen usualmente luchas en las calles; deben guardar 
todo su ardor por una fría y desapasionada concepción de las nuevas condiciones, 
y manifestarán abiertamente su desconfianza respecto del nuevo Gobierno.
Fuera del Gobierno oficial constituirán un Gobierno revolucionario de los 
trabajadores en forma de Consejos ejecutivos locales o comunales, Clubs obreros 
o Comités de trabajadores; de tal manera, que el Gobierno democrático burgués, 
no solamente pierda todo apoyo entre los proletarios, sino que desde el 
principio se encuentre bajo la vigilancia y la amenaza de autoridades tras de 
las cuales se halla la masa entera de la clase trabajadora.
Concretamente: desde el primer momento de la victoria nosotros no debemos 
mostrar más nuestra desconfianza hacia el reaccionario y vencido enemigo, y sí 
respecto de nuestros aliados, contra el partido que está ya explotando la 
victoria común solamente para sus propios y ulteriores fines.
En orden a este partido, cuya traición a los trabajadores comenzarán desde la 
primera hora de la victoria, debe verse frustrado en su nefasto trabajo, y para 
ello es necesario organizar y armar al proletariado.
El armamento de todo el proletariado con fusiles, cañones y municiones debe ser 
realizado en el acto; necesitamos prevenir el resurgimiento de la vieja milicia 
burguesa, cosa que ha sido siempre hecha contra los trabajadores. Donde esta 
medida no pueda cumplirse, los trabajadores tratarán de organizarse ellos mismos 
en una Guardia independiente, con sus propios jefes y su Estado Mayor, para 
ponerse a las órdenes, no del Gobierno, sino de las autoridades revolucionarias 
elegidas por los obreros. Donde los trabajadores estén empleados en servicios 
del Estado deben armarse y organizarse en Cuerpos especiales, con jefes 
escogidos por ellos mismos o formando parte de la Guardia proletaria.
Bajo ningún pretexto darán sus armas y equipos, y todo intento de desarme debe 
ser vigorosamente resistido.
Destrucción de la influencia de la democracia burguesa sobre los trabajadores; 
inmediata, independiente y armada organización de los obreros, y la exigencia de 
las más molestas y comprometedoras concesiones de la burguesía democrática, cuyo 
triunfo es por ahora inevitable, son los principales puntos que el proletariado, 
y por tanto la Liga, tienen que mantener en primer término durante y después de 
la conmoción.
Tan pronto como el nuevo Gobierno esté establecido comenzará a combatir a los 
trabajadores. A los fines de estar efectivamente en condiciones de oponerse a la 
democracia pequeño-burguesa, es necesario, en primer lugar, que los trabajadores 
estén organizados en Clubs, que serán en seguida centralizados. La autoridad 
central, después de la caída del Gobierno existente trasladará sus cuarteles en 
la primera ocasión a Alemania; inmediatamente reunirá un Congreso y hará las 
necesarias proposiciones para la centralización de los Clubs de obreros bajo un 
Comité Ejecutivo, que residirá en el centro del movimiento.
La rápida organización, o por lo menos el establecimiento de un organismo 
provincial de Clubs obreros, es uno de los más importantes puntos de nuestras 
indicaciones para vigorizar y desarrollar el partido de los trabajadores. El 
resultado inmediato de la caída del Gobierno existente será la elección de una 
representación nacional.
El proletariado vigilará en primer término para que ningún obrero sea privado de 
su sufragio por los trucos de las autoridades locales o de los comisionados del 
Gobierno; en segundo lugar, hará que contra los candidatos burgueses 
democráticos se presenten en todas partes candidatos de la clase trabajadora, 
quienes, en la medida que ello sea posible, deberán ser miembros de la Liga y 
por cuyo triunfo todos deben trabajar por todos los medios a su alcance. Incluso 
en los distritos donde no hay posibilidad de que nuestro candidato salga 
triunfante, los obreros deben, no obstante, presentar nombres a los fines de 
mantener su independencia, templar sus fuerzas y presentar su actitud 
revolucionaria y los puntos de vista del partido ante el público.
No deben desorientarse y abandonar su trabajo por la consideración de que 
dividiendo los votos demócratas ayudan a los partidos reaccionarios. Tal 
argumento se aduce para engañar al proletariado. El avance que el partido 
proletario puede hacer con su actitud independiente es infinitamente más 
importante que la desventaja que resulta de tener unos reaccionarios más en la 
representación nacional.
Los demócratas victoriosos podrían, si quisieran, evitar que el partido 
reaccionario tuviese ningún triunfo si usaran solamente su poder, recientemente 
ganado, con energía suficiente.
El primer punto que provocará el conflicto entre demócratas y proletarios es la 
abolición de todos los derechos feudales. Los demócratas pequeño-burgueses, 
siguiendo el ejemplo de la primera revolución francesa, mantendrán la tierra 
como propiedad privada de los campesinos; esto es, dejarán a los obreros 
agrícolas como están y crearán una pequeña burguesía campesina, que atravesará 
el mismo ciclo de miseria espiritual y material en que se encuentra actualmente 
el campesino francés.
Los trabajadores, en interés del proletariado agrícola tanto como en su propio 
interés, deberán oponerse a semejantes propósitos. Pedirán que las tierras 
feudales confiscadas sean nacionalizadas y convertidas en explotaciones 
dirigidas por grupos de trabajadores de la tierra; todas las ventajas de la 
explotación agrícola en grande escala deberán ser puestas a su disposición; 
estas colonias agrícolas, trabajadas según el principio cooperativo, deberán ser 
organizadas en medio de las resquebrajaduras institucionales de propiedad. Así 
como los demócratas están combinados con la pequeña burguesía campesina, así 
nosotros debemos luchar hombro con hombro con el proletariado agrícola.
Además, los demócratas trabajarán directamente por una República federal, o por 
lo menos, si no pueden evitar la formación de la República una e indivisible, 
tratarán de paralizar la centralización del Gobierno concediendo la 
independencia posible a las Municipalidades y provincias. Los obreros deben 
luchar contra este plan, no sólo para conseguir la una e indivisible República 
alemana, sino para lograr concentrar el mayor poder posible en manos del 
Gobierno central.
No deben ser engañados por las democráticas vulgaridades alrededor de la 
libertad de los Ayuntamientos, self-determination, etc., etc. En un país como 
Alemania, donde hay tantas reminiscencias medievales que barrer y tanta local y 
provincial obstinación que quebrantar, por ninguna circunstancia puede 
permitirse que ciudades y provincias opongan obstáculos a la actividad 
revolucionaria que necesita emanar del centro. Que los alemanes tengan que 
luchar y morir como hasta aquí lo han hecho, una y otra vez, por cada avance, en 
cada ciudad y en cada provincia separadamente, es algo que no puede ser 
tolerado. Como en Francia en 1793, así es hoy la tarea del partido 
revolucionario alemán: centralizar la nación.
Hemos visto que los demócratas vendrán al Poder en la primera fase del 
movimiento, y que serán obligados a proponer medidas de mayor o menor naturaleza 
socialista.
Se preguntarán qué medidas contrarias deberán ser propuestas por los 
trabajadores. Naturalmente, en el comienzo no podrán proponer las actuales 
medidas comunistas; pero se puede compeler a los demócratas a atacar el viejo 
orden social por tantos puntos como sea posible, perturbar sus procedimientos 
regulares, comprometerlos a ellos mismos y concentrar en las manos del Estado, 
en la proporción que se pueda, las fuerzas productivas, los medios de 
transporte, fábricas, ferrocarriles, etc. etc. Las determinaciones de los 
demócratas, los cuales en ningún caso son revolucionarios, sino simplemente 
reformistas, deben ser estimuladas hasta el punto de que se conviertan en 
ataques directos a la propiedad privada; así, por ejemplo, si la pequeña 
burguesía propone la incautación de los ferrocarriles y las fábricas, los 
trabajadores deben decir que, siendo estos ferrocarriles y estas fábricas 
propiedad de los reaccionarios, tienen que ser confiscados simplemente por el 
Estado y sin compensación. Si los demócratas proponen impuestos proporcionales, 
los trabajadores deben pedir impuestos progresivos; si los demócratas se 
declaran en favor de un impuesto progresivo moderado, los trabajadores deben 
insistir en un impuesto que paso a paso, gradualmente, signifique el hundimiento 
del gran capital; si los demócratas proponen la regulación de la Dieta Nacional, 
los trabajadores deben pedir la bancarrota del Estado.
Las demandas de los trabajadores dependerán de los propósitos y medidas de los 
demócratas. Si los trabajadores alemanes han de venir solamente al Poder y al 
logro de sus intereses de clase después de un prolongado desarrollo 
revolucionario, pueden, al menos, estar ciertos de que el primer acto de este 
drama revolucionario coincidirá con la victoria de su clase en Francia, y esto 
acelerará seguramente el movimiento de su propia emancipación.
Pero ellos mismos han de realizar la mayor parte del trabajo; necesitarán ser 
conscientes de sus intereses de clase y adoptar la posición de un partido 
independiente. No deben ser apartados de su línea de independencia proletaria 
por la hipocresía de la pequeña burguesía democrática. Su grito de guerra debe 
ser: "La Revolución permanente".
Londres, marzo de 1850.

    Source: geocities.com/textosmarxista