Teresa  de  la  Parra
Diario de una caraqueña por el Lejano Oriente
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Proyecto sobre Simón Bolívar
San Francisco de California, mayo 2 de 1919
... “Al fin, luego de tanto correr y tanto andar, hemos llegado a Harbin (...) Es ésta una ciudad formada casi toda por elementos rusos. La vida en ella es escandalosamente cara. Con gran trabajo hemos encontrado una quinta muy mona y pequeñita, rodeada de árboles y flores. En ella hemos colgado nuestro nido, mientras llega la hora de emprender de nuevo el regreso hacia el Occidente familiar y lejano. ¿Para llegar a él volveremos a desandar lo andado? ¿Atravesaremos la Siberia y las desoladas estepas de Rusia hasta llegar a Petrogrado? ¿O navegando por el mar de la China y el Océano Indico remontaremos el Mar Rojo hasta desembocar por el canal de Suez en el Mediterráneo? Nada sabemos aún y todo depende del rumbo que tome el ‘caos ruso’. ” ...
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Basada en las cartas recibida de su hermana María durante su viaje, Teresa de la Parra escribe este "Diario de una caraqueña por el Lejano Oriente", el cual publica por primera vez (1920) en la revista dirigida por Rómulo Gallegos "Actualidades". Dos años después apaece nuevamente, esta vez en la revista "La lectura semanal", dirigida por José Rafael Pocaterra.
... “Por una extraña coincidencia nuestro vapor, anclado ya en el puerto, se llama el “Venezuela”. (...) Me parece verlo desde aquí, creo que son unos mástiles que se destacan entre los de los otros vapores y pienso con orgullo pueril: “Siendo el más hermoso de todos se llama ‘Venezuela’ ”. Y es que el amor de la tierra es un sentimiento que por dormido que se halle se despierta y se exalta con las largas ausencias y las largas distancias...”
Shangai (China), julio de 1919
Fragmentos:
... “Lo primero que advertimos al entrar en el vagón, fue un fortísimo olor a perfume, mezclado con brillantina y polvos de arroz; porque la más chic, la más bonita de las japonesas, es la de pelo más brillante, y la que con más frecuencia saca de su bolsillo la polvera para ponerse sobre las mejillas una nueva capa de perfumados polvos. No cesaba yo de espiar sus movimientos, aquellos complicadísimos peinados, aquel abanicarse continuo, aquellos ojitos casi cerrados que se fijaban con cariñosa admiración sobre nuestras personas. Cuando llegábamos al restaurante, manifestaban ellas el más terrible pánico al sol; se cubrían, se escondían, o se levantaban a cada dos por tres, a cerrar completamente las entornadas persianas.”...
Harbin (Manchurria), septiembre de 1919