¡Recordad el
11 de Marzo!
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El Correo Digital, Sábado,
13 de marzo de 2004
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Unidad
frente al terror
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OPINION
EDITORIAL
España entera se fundió ayer en un abrazo solidario con
las víctimas de Madrid. La rabia y el estupor contenidos durante
tan dolorosas horas desembocaron en una riada de humanidad que
inundó las calles de ciudades y pueblos. Fue la repulsa rotunda
y sin fisuras del terrorismo. La reivindicación unánime
de la vida frente a la muerte bárbara. La lección que la
ciudadanía española quiso darse a sí misma. Pero,
por encima de todo, los corazones de millones de personas movilizadas
por la masacre latieron al unísono proyectando al mundo su
compromiso inquebrantable con la libertad.
La masiva participación ciudadana en las manifestaciones y
concentraciones de ayer correspondió a la actitud solidaria
mostrada por miles de personas que desde el mismo momento de los
terribles atentados se volcaron en ayudar a sus conciudadanos afectados
por la barbarie. Pero también fue acorde con la unidad mostrada
por los dirigentes políticos e institucionales que, en contraste
con otros momentos recientes, hicieron gala de la responsabilidad que
tienen encomendada preservando la unidad democrática frente al
terrorismo. El respeto a la memoria de las víctimas
sirvió para que las diferencias fuesen obviadas por el deseo
común de ofrecer una respuesta unitaria a la barbarie y, sobre
todo, al anhelo de paz y libertad de la ciudadanía. Pero la
unidad no sólo es un mandato moral del recuerdo aún
palpitante de las personas asesinadas en Atocha, El Pozo y Santa
Eugenia. Debería convertirse también en el compromiso
compartido por partidos e instituciones para combatir eficazmente al
terrorismo, sea cual sea su origen.
Las fuerzas de seguridad y sus responsables políticos, en
colaboración con los servicios policiales de otros
países, tienen el deber de esclarecer la identidad de los
autores para que sean puestos a disposición de la justicia en el
plazo de tiempo más breve posible. Su pronta detención y
enjuiciamiento constituye la compensación moral que los
allegados a las víctimas mortales y los heridos precisan para
afrontar su nueva vida conociendo la identidad de los criminales y
sabiendo que su matanza no quedará impune. Es también
ésta la necesidad de una sociedad que ha de asimilar la tragedia
provocada por el terror para así disponerse a luchar con
conocimiento de causa frente a un desafío que, sea cual sea su
autoría, representa un salto cualitativo respecto a la amenaza
terrorista que durante décadas ha violentado la vida y la
libertad de los españoles.
En este sentido, la existencia de indicios que descartarían la
responsabilidad de la banda terrorista ETA en la masacre y que
apuntarían a la actuación de un grupo estructurado y
ligado al fundamentalismo islamista obliga a los responsables
institucionales a una actuación más acorde con la amenaza
precisa que tan inquietante novedad introduciría no sólo
en España sino en todo el ámbito de la Unión
Europea. La lógica cautela y discreción que ha de
acompañar a la investigación policial sobre las
circunstancias y autores de tan horrorosa matanza no debería
impedir la máxima claridad y trasparencia en la
aproximación a la verdad de lo ocurrido.
Hoy debía ser un día de reflexión ante los
comicios. Pero este tiempo de calma propio de la víspera
electoral lo ocupará el dolor que la ciudadanía
seguirá tratando de compartir con quienes más sufren las
secuelas del asesinato en masa. Y estará ocupado por la
inquietud que la barbarie ha suscitado en una sociedad tantas veces
confiada en el disfrute de las libertades y del bienestar común.
La zozobra que genera ver cómo personas que habían venido
a España considerándola su tierra de promisión han
dejado en ella su vida a manos del terror. La inseguridad que induce en
cada ciudadano saberse acosado por un terror acechante y sanguinario.
La angustia que provoca añadir una incertidumbre escalofriante a
una época de incertidumbres.
Es en momentos así cuando cada ciudadano toma conciencia de que
necesita de la colectividad. Esa ha sido la lección que la
Humanidad ha ido aprendiendo a lo largo de los siglos, y que ha hecho
posible el progreso y la propia democracia. Codo con codo, millones de
personas marcharon unidas en el atardecer frío y lluvioso de
ayer, reconfortándose cada cual con el calor de los
demás. Es esa convivencia la que garantiza la libertad y la que
invita a todos los ciudadanos a concurrir mañana a las urnas
para expresar con el voto las ideas o aspiraciones que cada cual
albergue, pero con el mismo ánimo solidario que ayer
inundó las ciudades y pueblos de toda España.
El derecho al sufragio universal y la libre elección de los
representantes públicos se sitúan en las antípodas
de lo que pretenden los terroristas. Por eso mismo el compromiso
ciudadano con la libertad y frente a la barbarie debería
convertirse en un esfuerzo individual por reducir a cero la
abstención mañana. La fiesta de la libertad que
representa toda convocatoria electoral esta vez se vivirá en
luto. Pero si algún homenaje merecen los asesinados por la
crueldad terrorista, si de alguna manera podría la
ciudadanía aliviar el dolor de sus deudos, sería
acudiendo a las urnas para depositar el voto de la libertad y de la
dignidad humana.
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