¡Recordad el
11 de Marzo!
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El Correo Digital, Sábado,
13 de marzo de 2004
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Marea
contra el terror
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EDICIÓN IMPRESA
Atentados terroristas 11M
Millones de personas en
Madrid y Barcelona, y cientos de miles en otras ciudades y pueblos
reclaman el final de la violencia
'Asesinos. En ese tren
íbamos todos', se leía en las pancartas
J. GÓMEZ PEÑA/
UNIDOS. Los manifestantes
hicieron una piña bajo la lluvia para mostrar su repulsa por el
sangriento atentado y mostrar su dolor y apoyo a las víctimas. /
AFP
Madrid se quedó pequeña para tanto dolor. Había
tantos manifestantes que no cabían en la marcha. Detrás
de un horizonte de paraguas venía otro. Como en Barcelona,
Bilbao, Sevilla.... Tanta gente para en un silencio líquido,
espeso, elocuente, gritar a favor de la paz. Tanta gente para llenar el
vacío que dejan las 199 víctimas del atentado terrorista
del pasado jueves. Nunca hubo en España una masacre igual;
nunca, tampoco, el dolor reunió a tantos: más de dos
millones de personas en Madrid, casi millón y medio en Barcelona
y cientos de miles en otras capitales. En las ciudades y también
en los pueblos, allí donde el tañido de las campanas
lloró por los muertos y reclamó al resto. Ayer,
España se quedó pequeña para tanto corazón.
El eco de esa rebelión popular incluso cruzó fronteras,
hasta llegar a Estados Unidos, Sudamérica y muchas ciudades
europeas. Unidos contra el terrorismo, contra la violencia.
Fue un plebiscito por la paz. Y para arropar a los que perdieron a los
suyos junto a las vías de Atocha, Santa Eugenia o El Pozo del
Tío Raimundo. Millones de personas coparon las calles de las
principales ciudades españolas. Más que nunca. Bajo una
luz gris, con el barniz de la lluvia, la multitud enlutada se
dejó llevar por el sentimiento más solidario. Tres horas
antes del inicio de la manifestación madrileña, la Plaza
de Colón, punto de arranque, estaba ya llena. Los asistentes
comenzaron a desparramarse por Recoletos y el Paseo del Prado. Tantos
llegaron que juntaron el inicio de la marcha con el final, con la
estación de Atocha, al lado del tren destrozado. Tan cerca en el
espacio y el tiempo: a unos metros, a sólo unas horas de la
tragedia.
En un intervalo de silencios, una frase cruza el centro de Madrid. Por
la paz; contra el terrorismo. Un coro responde. La pena deforma las
palabras, las ablanda. Luego, más silencio, el estribillo de la
manifestación, empenachada de pancartas hechas a mano,
espontáneas: '¿Quién y por qué?'; pregunta
una. 'Basta ya', 'Nunca más', ruegan otras; 'No al terrorismo',
resumen muchas.
Y delante, al frente de una marcha que no anda porque la gente ha
llenado todo el asfalto, reza el lema de la convocatoria: 'Con las
víctimas, con la Constitución, por la derrota del
terrorismo'. Tras ella, sosteniéndola, están el
Príncipe de Asturias; las Infantas Elena y Cristina; el
presidente del Gobierno, José María Aznar; junto a
Mariano Rajoy, José Luis Zapatero, Gaspar Llamazares o
Iñaki Anasagasti; al lado de ministros, diputados,
sindicalistas, representantes de todos los partidos.... Es un gesto
político de unidad, al que asisten también el presidente
de la Comisión Europea, Romano Prodi; los primeros ministros de
Italia, Silvio Berlusconi, y Francia, Jean Pierre Raffarin, y los
ministros de Exteriores de Alemania, Suecia, Marruecos y Bélgica.
Manos blancas
De repente, se levantan dos manos blancas sobre un rostro
anónimo. Muchos le siguen. Elevan su caras, rotuladas con
nombres de víctimas. El gesto atraviesa el silencio de la
lluvia, aprieta la pena contra el pecho. Es respondido por
lágrimas. Se nota que los relojes se han quedado sin cuerda,
detenidos en la memoria del 11 de marzo. Se oye el latido de las 199
ausencias, de los huérfanos que quedan, de los padres que
sufrirán para siempre el dolor más antinatural, el del
hijo perdido. Se escucha el llanto de la última víctima,
un bebé de 7 meses.
Gestos, lágrimas, silencios y gritos se repiten en otras
geografías. En toda España se giran hacia Madrid, la
ciudad herida, la que tiene su historia reciente llena de cicatrices
del terrorismo. 'Todos tenemos un muerto en Madrid', se lee en una de
las pancartas que nadan sobre la marea humana que flota sobre
Barcelona. El lema se hermana con otro que cruza San Sebastián:
'Todos somos madrileños'.
Y allí, en Madrid, la marcha da por fin unos pasos. Arranca. El
cielo, ceniciento al principio, se ha tapado del todo . Sigue
lloviendo, pero ya no caben ni los paraguas. Un grito escarapela la
piel: «Asesinos». Las manos se cierran, como ocupadas,
aunque no sujetan nada. ¿Nada? Sí. Dolor y rabia. Hay
muchas miradas calcinadas. Ojos que arden, que reflejan la intensidad
creciente del dolor.
Millones de personas unieron ayer Madrid con Barcelona, Bilbao,
Vitoria, San Sebastián, Palma, Valencia, La Habana, Estocolmo o
Nueva York. Tantos ojos que recordaban en su interior las escenas del
maldito jueves. Cuando la marcha madrileña por fin llegó
a Atocha, al lugar del dolor, se detuvo. El aire quedó
inmóvil, fijo como el de un cuadro. Todos juntos, formando el
paisaje del dolor por las 199 almas que faltan y de la esperanza para
los que quedan. Al fondo, una pancarta, lo decía: 'Asesinos. En
ese tren íbamos todos'.
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