¡Recordad el
11 de Marzo!
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El Correo Digital, Viernes,
12 de marzo de 2004
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«Ojalá
haya sido Al-Qaida»
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Atentados
terroristas 11M
Los vascos que viven en
Madrid afrontaron la trágica jornada de
ayer con el temor añadido de que se les
«culpabilice» de lo ocurrido
OLATZ BARRIUSO/MADRID
Casi ninguno de los 2.800 socios de la Euskal Etxea de Madrid se
acercó ayer por el señorial edificio de la calle
Jovellanos que, en pleno centro de la capital, alberga el centro
cultural y de reunión de los vascos residentes en la ciudad. Al
empujar el portón de madera de la entrada, el visitante
encuentra un silencio espeso y alguna mirada huidiza. «Hable
usted con los de la junta directiva, aquí no sabemos nada».
El profesor de euskera, hijo de vascos nacido en Madrid, se explica,
mientras apura un cigarrillo tras otro. El presidente y el
vicepresidente no han aparecido en todo el día. Los alumnos de
sus clases, unos 160, tampoco, salvo alguno «y para comentar el
asunto». El lugar, normalmente bullicioso, parece haber perdido
el pulso y los pocos que quedan allí «no somos
quiénes» para hablar del brutal atentado terrorista que ha
acabado con la vida de casi 200 personas. Al final, el interlocutor
cede. «Quiere que le diga la verdad? Los vascos de aquí
están todos poniendo velas para que haya sido Al-Qaida, y no
ETA».
Luis -es un nombre supuesto- es de Bilbao y trabaja en una caja de
ahorros vasca situada a unas cuantas calles de la Euskal Etxea. Lleva
apenas tres semanas en su nuevo puesto «y mire qué manera
de empezar». También él prefiere esperar a que la
autoría del atentado esté «plenamente
confirmada» antes de dar su opinión. La
conversación con él y todas las demás tienen lugar
en las primeras horas de la tarde, antes de que el ministro de
Interior, Ángel Acebes, confirmase que la hipótesis de
una acción de terrorismo islámico quedaba también
abierta.
En ese momento, todo eran «rumores», pero a ellos se
agarraban los vascos de Madrid como a un clavo ardiendo. El joven
empleado de banca lo explica con lógica aplastante.
«Egoístamente, prefiero que no haya sido ETA, para que no
se nos achaque a todos los vascos lo que han hecho unos pocos
desalmados. Pero, pensándolo fríamente, casi es mejor que
hayan sido ellos. Porque, si esto es obra de Al- Qaida, este atentado
puede ser el primero de muchos».
«Le invito a
champán»
En el cercano edificio de Jovellanos, 3, la inquietud se palpa en el
ambiente. Han recibido llamadas de medios de comunicación vascos
y ninguno de sus responsables parece estar localizable. Algunos ni
contestan al teléfono. En el restaurante, los dueños se
han atrincherado frente a una pantalla gigante de televisión,
que escupe nuevas cifras de muertos. Mudo ante cualquier pregunta, el
cocinero también parece, mentalmente, poner velas para que un
rechazo a los vascos en Madrid no arruine sin remedio su negocio.
Finalmente, uno de los miembros de la junta directiva hace su
aparición en Jovellanos. Cuarenta años en la capital,
acento cerrado guipuzcoano, aspecto afable. Y da la clave de tanto
mutismo. «Si esto es cosa de los árabes, le invito a una
botella de champán». Ruega encarecidamente que se preserve
su identidad -«es que esto tiene sus riesgos»- y puntualiza
que el hogar vasco de Madrid es un centro cultural y de ocio
completamente «apolítico».
De hecho, es un local de reunión patrocinado por las tres cajas
de ahorro vascas donde los socios pueden asistir a charlas y
conferencias, dar clases de euskera, pintura, txistu y txalaparta, ver
los partidos del Athletic y la Real en pantalla gigante, organizar
excursiones y salidas al monte y hasta sumarse al orfeón.
También celebran el Aberri Eguna y salen con la makila en Santa
Agueda. «Ojalá los que han hecho esto sean, como poco,
japoneses. No puede ser que los vascos pasemos a la Historia por algo
así», insiste, antes de recordar que «algunas
informaciones extranjeras» -finalmente verosímiles-
apuntaban a grupos fundamentalistas árabes.
El temor a que ser vasco se convierta en un estigma fue real durante
toda la jornada. Los taxistas, con la radio más alta que de
costumbre, aconsejan no dar demasiadas explicaciones si uno viene desde
Euskadi y algunos incluso se permiten chanzas sobre la posibilidad de
que haya una bomba escondida en su vehículo. El magistrado del
Supremo Joaquín Giménez, en Madrid desde 1998 tras 17
años en Bilbao, aporta la visión opuesta, convencido de
que España no dejará guiar su rumbo «a golpe de
impulsos terroríficos. La sociedad española, lleve
txapela o barretina, es lo suficientemente madura y el Estado de
Derecho está vacunado contra un eventual enfrentamiento entre
sus ciudadanos. Eso es lo que le gustaría a ETA, que
cayéramos en esa trampa».
En voz baja
A la hora de vaticinar el futuro inmediato, unos tienen confianza en el
buen sentido de los madrileños. «Pasará lo mismo
que cuando mataron a Miguel Ángel Blanco, cuando se
acuñó aquel lema de 'vascos sí, ETA no',
seguro», aventura Luis, sin saber que un grupo de vecinos de
Atocha colocó por la tarde una pancarta con esa leyenda en una
de las fachadas de la zona.
En la Euskal Etxea --donde el mensaje oficial es de
«desaprobación y esperanza en que no haya sido ETA»-
no lo tienen tan claro. «Esto es tan gordo, que la frontera de la
distinción entre unos vascos y otros se difumina. Sobre todo si
es tu padre o tu hijo uno de los muertos del tren». Hasta el
despacho llegan los murmullos de los pocos trabajadores del centro, que
charlan en voz baja con un par de recién llegados. «Yo
sí, recibo muchísimo correo en euskera. Y se ve por fuera
del sobre, algo habrá que hacer...». El directivo tiene,
una vez más la clave. Después de cuarenta años
haciendo ostentación de su boina por las calles de la capital,
ayer cambió de hábitos. «Gaur, txapela
etxean».
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