¡Recordad el
11 de Marzo!
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El Correo Digital, Viernes,
12 de marzo de 2004
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La
«solidaridad» de los madrileños evitó que los
hospitales se vieran desbordados
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Atentados
terroristas 11M
Miles de vecinos hicieron
colas de hasta tres horas para donar sangre
70 forenses trabajan en la identificación de los restos, que
concluirá hoy
MIGUEL PÉREZ/BILBAO
-Hemos vivido atentados graves y accidentes muy dramáticos,
sobre todo de autobuses, pero nunca algo parecido a esta
catástrofe.
-¿Y qué piensa?
-Nada, sinceramente. Ahora estorbaría nuestra atención
sobre los heridos. Ya pensaremos luego.
El doctor Tarque habla con la gravedad de quien lleva horas
contemplando sobre la mesa quirúrgica del Hospital
Clínico la infinita capacidad de la degradación humana
para infligir dolor. Trabaja en uno de los dieciocho centros sanitarios
que ayer alojaron a las 1.500 personas heridas en el múltiple
atentado de Madrid. Más de 500 continuaban anoche ingresadas con
distintos niveles de gravedad. Otras cuatro víctimas no lograron
sobrevivir a sus lesiones -entre ellas, una mujer de 40 años,
embarazada, porque el fanatismo no conoce edad ni piedad- y se sumaron
a los casi doscientos fallecimientos ocurridos en el momento de las
explosiones.
La ministra de Sanidad, Ana Pastor, explicó que el personal
clínico «se ha volcado» en la tragedia. En otras
palabras, solidaridad; ese sentimiento que, según distintos
portavoces oficiales, permitió que el operativo de emergencia
«discurriera según lo previsto y no se produjera un caos
total dado el elevado número de afectados». Aunque muchas
de las víctimas presentaban afecciones en los tímpanos,
magulladuras o traumatismos leves debido a caídas cuando
escapaban por las vías, los servicios de Urgencia asistieron
también a numerosas personas que sufrían amputaciones,
quemaduras de gravedad y heridas «profundas» como
consecuencia de la metralla.
Estupefacción
Bajo el signo de la estupefacción, médicos y enfermeras
que salían de sus guardias nocturnas o disfrutaban de un
día festivo decidieron mantenerse amarrados a sus puestos. Hubo
solidaridad también del resto de España, que envió
ambulancias -es el caso de Castilla y León y Castilla-La
Mancha-, bolsas de sangre -Cataluña y Galicia mandaron
más de mil dosis- y profesionales voluntarios.
Psicólogos. ATS. Bomberos. De Huesca. Navarra. Como Marta
Díez, una psiquiatra extremeña que no dudó en
tomar su coche y desplazarse a la capital golpeada «para hacer lo
posible por los familiares de los fallecidos, aunque sólo sea
prestarles mi hombro y dejar que lloren. Es mi lucha contra los
terroristas».
Y, por encima de todo, hubo solidaridad de un Madrid que sólo
pudo hallar desahogo en el fino tubo de una extracción
sanguínea. Sostienen los expertos que en tragedias tan
abominables que aturden los sentidos, la mente impele a actuar, a no
quedarse quietos. Y los vecinos actuaron. En respuesta a la llamada del
Centro de Transfusiones regional, centenares de ciudadanos llegaron a
formar una cola de medio kilómetro para donar su sangre en la
Puerta del Sol. Otros esperaron hasta tres horas para que les llegara
su turno en el Hospital de La Princesa.
Tampoco hubo resfriados, ni molestías lumbares ni dolores de
garganta en las consultas externas, porque los madrileños
sabían que ayer era otra dolencia, esa que pesa como
mármol y cae vertical sobre el estómago y el alma, la que
debía ser tratada. «Muchísimos pacientes han
anulado sus consultas, unos porque no podían llegar debido al
caos de tráfico, otros porque los servicios hospitalarios les
avisaban de la cancelación de sus citas y muchos por no
estorbar», subraya Tarque.
El dispositivo de emergencia se activó inmediatamente
después de la primera explosión en Atocha. Un portavoz
del SAMU reconoce que, en un primer instante, se vieron
«desbordados» por la magnitud de los atentados. «La
gente tuvo que emplear sus propios vehículos para trasladar a
los heridos y los policías se vieron obligados a parar a los
taxistas». Incluso los autobuses urbanos sirvieron como
improvisados transportes.
El antiguo cuartel de Daoiz y Velarde, un edificio próximo a
Atocha que está siendo reconvertido en polideportivo, se
transformó en uno de los tres hospitales de campaña donde
se practicaron los primeros auxilios a 250 heridos de máxima
gravedad. «Traían a gente destrozada utilizando bancos
arrancados de la estación como camillas. Los médicos que
acudían a los trenes pasaban sin detenerse ante los
cadáveres para atender a quienes se movían.
Parecían imágenes de una guerra», describió
un miembro del contingente de socorro, compuesto por casi 2.000
personas entre voluntarios de Cruz Roja, facultativos, bomberos y
dotaciones de ambulancias.
«Ha perdido los
ojos»
En el Clínico o en el Gregorio Marañón, la guerra
se instaló en los pasillos y en los salones de actos,
desalojados para dar cobijo a los familiares de las víctimas.
«Hemos vivido múltiples situaciones de angustia, pero es
una situación normal y lógica en este contexto»,
admitía el doctor Tarque. En realidad, a María, una joven
ecuatoriana, es muy difícil explicarle que su primo Benito
«ha perdido los ojos» en una de las explosiones «y
mañana puede estar muerto». Tampoco resulta fácil
calmar a la jubilada de Entrevías que clama por su nieta,
abrazada a una bolsa de hospital ocupada con el vestido de la
pequeña que es el símbolo de todas las tragedias.
El teléfono 112 recibió una media de mil llamadas por
hora durante la mayor parte de la jornada y la Delegación de
Gobierno ha creado la 'web' www.madrid112.es para facilitar los nombres
de los heridos. Por su parte, la directora del Instituto
Anatómico Forense, Carmen Baladía, informó anoche
que la tarea de identificación de todos los fallecidos no
concluirá hasta la tarde de hoy. En total, setenta forenses y
nueve equipos de la Policía Científica trabajan en el
parque ferial de la capital en la identificación de los restos,
cuya inhumación «se tratará de acelerar al
máximo» con la dedicación «exclusiva»
de dos juzgados madrileños a los trámites funerarios.
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