El Lazarillo de Tormes: y de sus fortunas y adversidades


Tratado sexto: Como Lázaro se asentó con un capellán, y lo que con él pasó

  Después desto, asente con un maestro de pintar panderos para molelle los colores, y también sufrí mil
males.

Siendo ya en este tiempo buen mozuelo, entrando un día en la iglesia mayor, un capellán della me recibió
por suyo, y pusome en poder un asno y cuatro cantaros y un azote, y comencé a echar agua por la
ciudad. Este fue el primer escalón que yo subí para venir a alcanzar buena vida, porque mi boca era
medida. Daba cada día a mi amo treinta maravedís ganados, y los sábados ganaba para mí, y todo lo
demás, entre semana, de treinta maravedís.

Fueme tan bien en el oficio que al cabo de cuatro anos que lo use, con poner en la ganancia buen
recaudo, ahorre para me vestir muy honradamente de la ropa vieja, de la cual compre un jubón de fustán
viejo y un sayo raido de manga tranzada y puerta, y una capa que había sido frisada, y una espada de las
viejas primeras de Cuéllar.

Desque me vi en habito de hombre de bien, dije a mi amo se tomase su asno, que no quería mas seguir
aquel oficio.


Tratado séptimo: Como Lazaro se asento con un alguacil, y de lo que le acaeció con él

  Despedido del capellán, asente por hombre de justicia con un alguacil, mas muy poco viví con él, por
parecerme oficio peligroso; mayormente, que una noche nos corrieron a mí y a mi amo a pedradas y a
palos unos retraídos, y a mi amo, que espero, trataron mal, mas a mi no me alcanzaron. Con esto renegué
del trato.

Y pensando en que modo de vivir haría mi asiento por tener descanso y ganar algo para la vejez, quiso
Dios alumbrarme y ponerme en camino y manera provechosa; y con favor que tuve de amigos y señores,
todos mis trabajos y fatigas hasta entonces pasados fueron pagados con alcanzar lo que procure, que fue
un oficio real, viendo que no hay nadie que medre sino los que le tienen; en el cual el día de hoy vivo y
resido a servicio de Dios y de vuestra merced.

Y es que tengo cargo de pregonar los vinos que en esta ciudad se venden, y en almonedas y cosas
perdidas, acompañar los que padecen persecuciones por justicia y declarar a voces sus delitos: pregonero,
hablando en buen romance, en el cual oficio un día que ahorcábamos un apañador en Toledo y llevaba
una buena soga de esparto, conocí y caí en la cuenta de la sentencia que aquel mi ciego amo había
dicho en Escalona, y me arrepentí del mal pago que le di por lo mucho que me enseno, que, después de
Dios, el me dio industria para llegar al estado que ahora esto.

Hame sucedido tan bien, yo le he usado tan fácilmente, que casi todas las cosas al oficio tocantes pasan
por mi mano: tanto que en toda la ciudad el que ha de echar vino a vender o algo, si Lázaro de Tormes no
entiende en ello, hacen cuenta de no sacar provecho.

En este tiempo, viendo mi habilidad y buen vivir, teniendo noticia de mi persona el señor arcipreste de
Sant Salvador, mi señor, y servidor y amigo de vuestra merced, porque le pregonaba sus vinos, procuro
casarme con una criada suya; y visto por mí que de tal persona no podía venir sino bien y favor, acorde
de lo hacer.

Y así me case con ella, y hasta agora no estoy arrepentido; porque, allende de ser buena hija y diligente,
servicial, tengo en mi señor arcipreste todo favor y ayuda. Y siempre en el ano le da en veces al pie de
una carga de trigo, por las Pascuas su carne, y cuando el par de los bodigos, las calzas viejas que deja; e
hizonos alquilar una casilla par de la suya. Los domingos y fiestas casi todas las comíamos en su casa.
Mas malas lenguas, que nunca faltaron ni faltaran, no nos dejan vivir, diciendo no sé que, y si sé que, de
que veen a mi mujer irle a hacer la cama y guisalle de comer. Y mejor les ayude Dios que ellos dicen la
verdad.

Aunque en este tiempo siempre he tenido alguna sospechuela y habido algunas malas cenas por
esperalla algunas noches hasta las laudes y aun más, y se me ha venido a la memoria lo que mi amo el
ciego me dijo en Escalona estando asido del cuerno; aunque de verdad siempre pienso que el diablo
me lo trae a la memoria por hacerme malcasado, y no le aprovecha.

Porque, allende de no ser ella mujer que se pague destas burlas, mi señor me ha prometido lo que pienso
cumplira. Que él me habló un día muy largo delante della, y me dijo:

"Lázaro de Tormes, quien ha de mirar a dichos de malas lenguas, nunca medrara. Digo esto porque no
me maravillaría alguno, viendo entrar en mi casa a tu mujer y salir della. Ella entra muy a tu honra y suya,
y esto te lo prometo. Por tanto, no mires a lo que pueden decir, sino a lo que te toca, digo a tu provecho."

"Señor -le dije-, yo determine de arrimarme a los buenos. Verdad es que algunos de mis amigos me han
dicho algo deso, y aun, por mas de tres veces me han certificado que, antes que comigo casase, había
parido tres veces, hablando con reverencia de vuestra merced, porque esta ella delante."

Entonces mi mujer echó juramentos sobre si, que yo pensé la casa se hundiera con nosotros, y después
tomose a llorar y a echar maldiciones sobre quien comigo la había casado, en tal manera que quisiera ser
muerto antes que se me hobiera soltado aquella palabra de la boca. Mas yo de un cabo y mi señor de
otro, tanto le dijimos y otorgamos que cesó su llanto, con juramento que le hice de nunca mas en mi vida
mentalle nada de aquello, y que yo holgaba y había por bien de que ella entrase y saliese, de noche y de
día, pues estaba bien seguro de su bondad. Y así quedamos todos tres bien conformes. Hasta el día de
hoy, nunca nadie nos oyó sobre el caso; antes, cuando alguno siento que quiere decir algo della, le atajo y
le digo: "Mira: si sois amigo, no me digáis cosa con que me pese, que no tengo por mi amigo al que me
hace pesar; mayormente si me quieren meter mal con mi mujer, que es la cosa del mundo que yo mas
quiero, y la amo mas que a mí. Y me hace Dios con ella mil mercedes y más bien que yo merezco; que
yo jurare sobre la hostia consagrada que es tan buena mujer como vive dentro de las puertas de Toledo.
Quien otra cosa me dijere, yo me matare con él."

Desta manera no me dicen nada, y yo tengo paz en mi casa.

Esto fue el mesmo ano que nuestro victorioso Emperador en esta insigne ciudad de Toledo entró y tuvo
en ella cortes, y se hicieron grandes regocijos, como vuestra merced habrá oído. Pues en este tiempo
estaba en mi prosperidad y en la cumbre de toda buena fortuna, de lo que de aquí adelante me sucediere
avisare a vuestra merced.


FIN

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