OCTUBRE, 2005. El reforzamiento de las leyes antitabaco ha alcanzado extremos ridículos, como vimos en un reciente artículo publicado aquí en fasenlinea. Finalmente se trata de un derecho individual donde la crítica al fumar esconde más bien un propósito anticorporativista: ¿no son acaso los activistas antitabaco los mismos que promueven la legalización en el consumo de mariguana?

El asunto es también de los más seriotes. Mofarse de las leyes antitabaco ha pasado a ser tan reprobable como usar lenguaje "políticamente incorrecto". Por ello es saludable que Hollywood (¡sí, Hollywood!) asuma el tema desde una perspectiva más irreverente. Thank You for Smoking tiene como protagonista a Nick Taylor (Aaron Eckhart), un personaje contratado por las grandes tabacaleras para impedir que el producto termine por ser prohibido como alguna vez lo fue al alcohol.

Para el efecto, Taylor, consumado orador, se alía con Polly (María Bello), quien representa la industria del alcohol, y Bobby (David Koechner), portavoz de los fabricantes de armas. Su fama es tal que se convierte en el favorito del capitán Boykin (un siempre soberbio Robert Duvall) magnate de la industria cigarrera quien añora los años en que el fumar era visto como un placer y un acto glamoroso en el cine. Con tal objetivo envía a Taylor a Hollywood a realizar labores de gestión para que tanto estudios como actores vuelvan a promocionar el consumo de tabaco que caracterizó a estrellas y divas de otros tiempos como Humprey Bogart y a Greta Garbo.

La fama de Taylor pronto atraerá la atención de la reportera Heather Holloway (Katie Holmes), quien desea ver lo que realmente se esconde detrás de ese personaje con labia de metralladora frente a los micrófonos. Otro personaje que Taylor encuentra en su camino es a Lorne Luch (Sam Elliot), quien por años interpretara al Marlboro Man y hoy padece cáncer, así como al senador Ortolan Finistirre (William H. Macy), quien aboga exactamente por lo contrario de Taylor.

Si bien en momentos Thank You For Smoking se vuelve un poco lenta y se llena de algunos personajes innecesarios o de relleno, y su final presenta cierto olor a moralina que pretenden humanizar al personaje, lo cierto es que hay un balance muy alejado del maniqueísimo hollywoodense cuando aborda temas que a los activistas "políticamente correctos" les son muy susceptibles.