Cada vez
que entre la furia de los días
puedo palpar la esencia de tiempos nuevos,
dolor de algas, enigma de hojas secas,
sarcófago de símbolos entre rumores.

Cristal de perlas entre la letanía,
vaivén de olas que llegan a la orilla,
cada vez que siento que estás en mi alma,
que eres parte de todos los minutos,
omnipresente ser de todo lo que me rodea.

Doy gracias a Dios que estés tan cerca,
que me haya permitido regalarme tus horas,
que me haya bañado con la luz de tus ojos,
que haya ofrendado a mi corazón con el tuyo
y haya permitido amarte de este modo.

Cada vez
que me despierto sueño contigo,
cada vez que duermo hablo a tu silencio
y entre el ruido de la ciudad anochecida,
por entre plazas de bancos de arena.

Entre el límite abstracto del encuentro,
más allá del valladar de una cita,
gloria conjunta de momentos de calma,
entre el hastío soberbio del planeta,
por sobre nosotros mismos nos amamos.

Cada vez que late mi corazón te amo.