Testimonios Reales

La historia de José
Por José Tapia

"Volví, como Gomer, y Él curó mi apostasía"
Oseas

Hoy, quiero dar gracias a Dios por otro año más.
Por otra oportunidad más, una oportunidad de 365 días.

Recuerdo cuando hace aproximadamente 17 años entre por primera
vez a la Iglesia Pentecostal "El Gólgotha" y entregué mi vida a Cristo.
Fue una identificación inmediata, fue el encuentro de un alma con su Creador
(Gén 2:7)

En la casa me pusieron muchos obstáculos:
"eres un buen chico: no tomas, no fumas...vives entregado a tus
estudios y al Deporte...no te hace falta entrar a una Iglesia Pentecostal"
"Todos en la casa hemos sido de la misma religión"
"Eso está bien para los perdidos, para los borrachos, no para tí..."
(Gál 1:14)

Y era cierto en parte.
Yo no tomaba, vivía entre la escuela y la natación, la gimnasia
olímpica, el atletismo, etc.

Pero me hacía falta Cristo en mi corazón, porque mi corazón
latía sin un sentido, latía por latir...
Mas, a partir de ese día que acepté a Cristo como mi único
Salvador, mi corazón dejó de latir para seguir la melodía que
marcase el ritmo del Señor para habitar juntos en armonía.

Pasó el tiempo, me bauticé en aguas
(Hech 8:36; Rom 6:3; Col 2:12)

Recibí el don de orar en lenguas angélicas y no hallaba más
deleite que el de la oración y el de investigar las
escrituras día y noche.
(Hech 2:4, Sal 1:2)

Vinieron pruebas y con el Señor fui más que vencedor...;pero un día:
el enemigo desesperado hasta la locura porque yo no caía,
se valió de un factor con el que nosotros los cristianos
-los que somos llamados por fe Hijos de Dios-
no contamos, un factor importante: ¡el factor sorpresa!

Tuve 4 ó 5 pruebas al mismo tiempo:
En mi casa presencié el divorcio de mis padres;
en la escuela pusieron obstáculos a mi Tesis de Licenciatura;
en la Iglesia ocurrió una separación con las asambleas de Dios
y la Confraternidad de Iglesias Cristianas, y
en mi trabajo obstaculizaron mi nombramiento como personal de Base
¡¡¡Fui quebrantado!!!, No prevalecí...

El enemigo me puso en un callejón y se me olvidó que los callejones
no tienen salida; pero tampoco tienen techo...que arriba está el cielo
y en el cielo está: ¡DIOS!
Se me olvidó levantar la mirada...¡y yo que me sentía capaz de caminar sobre el mar..!
(1ª. Cor. 10:12)

Me pasó lo que a Pedro, él se hundió en el mar cuando quería
alcanzar a Jesús; pero a diferencia de mí, Pedro si supo a quien clamar,
yo no clamé a Él y me hundí.
(Mat 14:29, 30)

Vinieron mis familiares de Veracruz a invitarme al carnaval y acepté.
(Mat 12:43)

Permití que la gente me hallara piedra de tropiezo en su camino.
Así, pasaron 10 años.

Dice la Biblia que si somos infieles, El permanece fiel; pero si
que le negamos, El también nos negará.
(Mat 10:33)

Aunque yo le negaba con mis hechos, con mis actitudes,
nunca le negué con mis palabras.

Yo siempre confesaba con mi boca que Jesús es el Señor y que
Dios le levantó de entre los muertos.

Nunca le negué con mis palabras porque con el corazón se cree para justicia.
(Rom 10:9, 10)

¡¡¡Diez años!!!

¡Cuántas veces sentí comezón de oir la palabra de Dios! porque
la fe viene por el oir.
(Rom 10:17)

Llegué muchas veces hasta el parque que está enfrente de mi Iglesia,
miraba cómo exaltaban el nombre del Creador con cánticos
y danzas espirituales...y yo, me retiraba antes que el culto terminara.

Dios no me abandonó jamás, El permanecía fiel.
No faltaron cristianos que me anunciaran el evangelio por las calles,
en los supermercados, etc.; pero yo seguía en las
alegorías de una felicidad que el mundo no puede dar.

Al hombre necio no le bastaron las palabras y tuvo que venir el castigo:

En 1996 perdí dramáticamente a la única persona que amaba con
toda mis fuerzas, que respetaba como a mi reina: mi tía María,
quien fuera mi madre.
A los 4 meses ¡otra tragedia! Sufrí un accidente.
Me quemé el 90% de mi cuerpo con quemaduras de segundo grado,
gracias a Dios no fueron de tercer grado porque entonces el
proceso de cicatrización hubiese sido peor...Dios no nos pone
pruebas que no podamos soportar.

Dios me castigó con su razón y no con su furor por que hubiese
sido entonces aniquilado.

Los judíos demandan señales:
Yo tuve mi accidente en Semana Santa, el miércoles recordé como
hijo pródigo que todos en el templo nos gozábamos de la
presencia del consolador que el Señor envió para no
dejarnos solos y como yo, usé todo ese gozo que Dios me dio
como herencia para malgastarlo en el mundo.
Como el "hijo pródigo", también me quedé sin gozo y sin amor
Jueves santo clamé al Señor: "no es justo quitarle la comida a
los hijos y echársela a los perros, lo sé; pero también los
perros como yo, comemos de las migajas y yo sé que una migaja
tuya será de gran bendición para mí"
(Mat 15:27)

Viernes santo me sentí morir; pero tenía la absoluta seguridad de
que el domingo me sentiría mejor y así fue.
Cada vez que me bañaban caía en shock a causa de los intensos
dolores; pero el domingo me bañé yo solo...¡el dolor había huído de mí!

Porque por las llagas del Señor yo fui sanado y se llevó cautivo mi dolor.

Aún así, permanecí internado por espacio de dos meses para vigilancia médica.

Las enfermeras daban gloria a Dios por la curación tan rápida y
la reposición perfecta de mi piel porque: "¿hay algo
imposible para Jehová?" y aunque hoy me veo en el espejo y me
parezco al que fui, no soy el mismo ni por dentro ni por fuera.
Tengo escaso cabello, ausencia de pestañas en el párpado inferior
y muchas cicatrices en la espalda; doy gloria a Dios
que vivo para contarlo y publicar sus maravillas.

La sangre de Cristo me reclamó...El me había comprado con su
sangre...entonces regresé a mi Iglesia, El me estaba llamando de nuevo.
El primer mensaje que escuché fue el de la higuera aquella a la
que le dieron la oportunidad de vivir un año más hasta que dé fruto.
(Lucas 13:6-9)

No me quejo de que no me den actividad ni participación en mi
Iglesia, después de haber sido un joven activo que iniciaba
cultos y terminaba cultos, que alababa al Señor en el ministerio
de la alabanza, que compartía tópicos, que salía
a evangelizar con el grupo de jóvenes.
La culpa es mía, yo cambié mi primogenitura en la Iglesia por un
plato de lentejas que el mundo me ofreció.
(Gen 27)

Tampoco me quejo de que nadie me salude por la calle
si demasiado he sido saludado ya.
Concluí mi licenciatura en QFB con especialidad en análisis
clínicos, egresé de la Facultad de Ciencias Políticas en 1995,
me posgradué con un Diplomado en Política Pública y una
Especialidad en Administración Pública Estatal; luego
cursé simultáneamente una Carrera Técnica en Sistemas
Computacionales y una Maestría en Metodología de las Ciencias.

Antes cargaba la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos y
la Ley Federal de los Trabajadores al Servicio del Estado, ahora cargo la Biblia.

Tengo 35 años y aunque pasaron diez años, diez años de los que me
arrepiento con todo mi corazón, con todas mis fuerzas, con toda mi alma.
Pues a estas fechas ya me hubiese casado y hubiese tenido mis
hijos para enseñarles a caminar en los caminos del Señor, he
vuelto para quedarme.
(Fil 15)

Y puedo gritar con toda la confianza y con todo el gozo, como gritó Pedro:
"Al Dios de toda gracia, a El sea toda la gloria por los siglos de los siglos, AMEN"
(1ª. Ped 5:10, 11)

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