1996 El Tonel

EN RECUERDO A DOS CORELLANOS
Antonio Ibarbuen Carrillo
CORELLA NUESTRO PUEBLO
JESUS GIL
LA FERIA
28-SIR THOMAS-Sr.ROMAN
Don Miguel Poyales, un ganadero romántico
Ramón I. Villanueva Sáenz
EL CAÑETE
José Luis Simón "El Tejero»
LOS ANTIGUOS PORTALES DE LAS FORTIFICACIONES DE CORELLA
AGUSTIN FERNANDEZ VIRTO
CORELLA Y EL GANADO BRAVO. APUNTES HISTÓRICOS
Jesulín de Corella
CORELLA, DESDE LOS CUATRO CAMINOS
MATIAS ESCRIBANO
AMIGOS MIOS... ¡A LA MESA!
Jesús Armendariz Poyales.

EN RECUERDO A DOS CORELLANOS

Corella siempre ha producido, en todos los tiempos, personajes ilustres. Muchos de ellos han sido reconocidos, por sus innumerables méritos, tanto sociales, políticos, financieros y literarios, pero sin embargo hay algunos, que aunque conocidos permanecen olvidados y de vez en cuando conviene recordarlos para que no se convierta con el paso del tiempo en un olvido permanente y para que los corellanos actuales lleguen a conocerlos tanto por sus escritos como por las costumbres de los tiempos en que vivieron, ya que en la actualidad son bastante distintos.

Quiero referirme hoy a dos corellanos a los que al parecer hemos olvidado, apesar de haber demostrado su enorme cariño a su querida Corella. Me refiero a D. Diego Pascualde Eraso y a D. Eugenio Salamero Resa. El priniero es poco conocido porque casi toda su vida la pasó en Bilbao donde se dedicó a la enseñanza. Al mismo tiempo, a pesar de no conocer el euskera cuando se marchó de Corella, llegó a conocerlo de tal manera, que fue nombrado Académico de la Lengua Vasca. Escribió en revistas, publicó articulos, dio conferencias y estuvo considerado como uno de los mejores conocedores de la lengua vasca.

En todos sus escritos, sin quererlo, salía a relucir su navarrismo y su corellanismo. Tuve la suerte de conocerle en Corella, ya de bastante mayor, a donde venía todos los veranos a pasar algunos días al Hotel Avenida. Algunas veces yo me juntaba con él porque tenía una conversación muy amena. Me solía contar cosas de su infancia, de cuando se juntaba con los chicos de su edad de la Plaza Baja, donde dijo que vivía y se solían ir a los campos de "La Condamina" y "la Recueja" y se comían los "albérchigos" todavía, crudos, y que a veces los daban retorcijones de tripas. Me decía con tristeza que todos aquellos amigos de su infancia habían fallecido.

Desde que lo conocí, como digo, nos cartearnos muy a menudo y tengo copias de algunos escritos sobre Corella o casos ocurridos en Corella en sus tiempos, que si fuera posible me gustaría darlos a conocer para comparar las costumbres de entonces y las de ahora.

Entre sus obras publicadas "Toponimia Vasca en Corella" publicada por la Institución Príncipe de Viana "El Corpus", "La Aurora", "El Nombre de Corella". Estas dos últimas están en el libro de D. José González "La Virgen y Corella" y otros artículos que es imposible de enumerar. Muchos de estos trabajos se los debo a su hijo Jesús. Me gusta sacarlo a relucir ya que tuve con él una gran amistad y para que los corellanos sepan que un paisano suyo, por su inteligencia, por el cariño a su Corella, su honradez y su obra literaria merece ser recordado por esta juventud a pesar de ser otros tiempos.

D. Eugenio Salamero Resa

¡Qué bien sabía escribir las cosas! ¡Con qué salero contaba las ocurrencias y anécdotas corellanas! ¡Qué finura tenía para copiar literalmente las palabras en que la gente corellana se expresaba! Yo creo que los corellanos somos especiales y podríamos tener una gramática aparte ya que tenemos palabras y frases que no las he visto escritas en ningún sitio; la forma de hablar, de decir las cosas, las frases hechas que tenemos en Corella no existen en ninguna parte. Tanto es así, que en cualquier sitio que estemos en el momento que nos ponemos a hablar se nos conoce. Nos pasa como al del chiste de Colón, que en cuanto llegó a América lo conocieron por " La Pinta ".

Me contó D. Serafín Ayensa, que estando en el frente de guerra donde él era capellán, que estaba lloviendo a jarros y de un parapeto salió una voz potente diciendo Aguaaa!!!... entonces el dijo ese, es de Corella y efectivamente, al día siguiente se enteró que era de Corella. Ya, véis. Sin decir de donde somos se nos conoce. Por lo tanto, de la escritura del léxico corellano yo creo que es D. Eugenio Salamero el campeón.

Esa maravilla lingúística corellana, que se titula : "Estampas de Mi Tierra" podríamos decir que es el "Quijote Corellano" porque es donde el corellano se siente más identificado con cualquiera de los personajes que salen a relucir en dicho libro. Lo he leído un montón de veces y cada vez me gusta más. La descripción que hace del "bravucón" del "cotorra" es magistral y la presenta de tal manera que parece que estás presenciando las conversaciones de los amigos. La vertiginosa carrera del desventurado "Cotorra" y finalmente la abigarrada muchedumbre de brujos y brujas en el apoteótico "Akelarre". Está descrito de una manera que parece que estás presenciándolo realmente. ¡ Así, se escribe ! Metiendo al lector en la escena del libro. Haciéndolo vivir cada momento de la narración, por lo que su lectura es amena y no aburre sino que deleita cuando lo estás leyendo. Todo lo que cuenta en el libro, tuvo que vivirlo él. Con qué satisfacción pasaría los ratos escribiéndolo. Así que rnás que trabajo, para él sería un agradable pasatiempo. Envidio la inteligencia de estos hombres, que además de con inteligencia escriben con el corazón y D. Eugenio fue un caso especial.

Tuve el librito que escribió, " Jesús de Yerga " pero lo dejé a alguno para que lo leyera y me desapareció.

Con estas mal pergeñadas líneas guiadas por mi "resfriado ingenio" como diría Cervantes, quiero hacer constar mi admiración por las letras corellanas y muy especialmente por estos dos escritores corellanos, que parecen olvidados. Otros escritores de categoría podrían dedicarles mejores trabajos, para que no decaiga el espíritu literario de nuestra querida Corella y a quién corresponda le sugeriría que, observando que nuestra ciudad se está extendiendo estupéndanlente, ¿ no sería posible dedicarles a éstos señores una de las calles nuevas por su corellanismo y su figura literaria ? Ahí queda la sugerencia.

Antonio Ibarbuen Carrillo

CORELLA NUESTRO PUEBLO

Que Corella linda al Norte con los portillos de Alfaro, al Sur, con los de Tudela; al Este, con la Dehesilla y al Oeste con Yerga, no es tema que nos llame la atención.

Sin abandonar este cuadro más o menos extenso vamos a recorrer esta linda población, que de día en día y casi de hora en hora, te sorprende su progreso en la pavimentación de sus viejas y estrechas calles, mejoras en sus amplias y seminuevas avenidas; en el acicalado de sus fachadas, aumento en su comercio y aseo de sus moradores. Todo un conjunto de elementos que hacen de Corella una de las poblaciones más bellas de la Ribera Navarra.

Nuestras quejas, nuestras críticas son numerosas ¿sobre quién?

Quienes nos gobiernan la ciudad son las víctimas propiciatorias acusándolas del excesivo gasto del dinero público en nonadas. En contra-partida, sin que recordemos nuestra censura a tanta obra que acreciente el bienestar de la población, ante cualquier compañía o visita de familiares no vecinos de Corella, nos deshacemos en elogios ponderando lo que no podemos ocultar porque a la vista está, como vamos a reconocerlo en cuanto citemos diversos rincónes de Corella y después recorramos la población a pie, para que desde el altozano que es este reportaje, contemplemos tranquila y gozosamente, si no todas, sí al menos los puntos neurálgicos de la población.

Vamos a considerar ciertos turistas que llegan a conocer Corella, a quienes tengo el placer de acompañar actuando de cicerone. Los recibo de Alfaro y nuestra entrada en la "Bella" se hace por la Cadena.

No se me diga que el ensalzamiento de mi pueblo es censurable y que debo esperar a que se pronuncien aquellos que conmigo van a ser los visitantes del casco urbano, los centros importantes que contiene y por fin el reconocimiento de que Corella es completa en todo lo que supone una ciudad en condiciones de bienestar social.

Primera impresión: Corella agrícola, reconocida por sus buenos productos del campo, frutas, verduras, fino y exquisito aceite y gran calidad de vinos tanto de mesa como generosos, admirar la potencialidad de su industria antes de comenzar la cuesta de la Cadena.

Logrado el casco urbano vamos a efectuar el recorrido perimétrico para recrearnos finalmente por el centro.

Damos un ligero vistazo al lindo puesto de Cruz Roja y a continuación el Hogar de San José, residencia de ancianos reformada recientemente y que sus instalaciones nada tienen que envidiar a cualquiera de su género, con sus jardines maravillosos semejantes a un pequeño parque para recreo y solaz de sus ancianos moradores.

Continuamos la marcha y topamos con el considerable complejo "Gran Paraíso", que si alguien desea comer bien y económico, además de gozar de sus buenas instalaciones deportivo-recreativas, busque su alojamiento.

Unos pasos más adelante y a nuestra presencia el hermoso parque "María Teresa", donde madres para su tranquilidad, niños con tranquilidad disfrutando de distracción, es el lugar más preciado para pasar las mañanas y tardes en las que luce el sol primaveral o veraniego.

Correos, Casa de Cultura y la Fundación María Villar Díaz recientemente inaugurada forman todo un gran conjunto urbanístico junto con el Parque. Esta Fundación se completa con uno de los dos locales de jubilados además del magno salón cine, que ha venido a cubrir una discreta necesidad evitando la salida de Corella de quienes querían gozar de películas de largo metraje.

Sigue una extensísima parte de la ciudad, toda ella de reciente urbanización alcanzando su prolongación desde el punto que hemos dejado y por toda la avenida de Navarra uniéndose a la del Villar. Destácase la barandilla de más de cien metros colocada entre la calle Camilo Castilla hasta cerca de la plaza de las Merindades. Apoyándonos sobre ella se contempla una extensa panorámica a la que el ingenio del vulgo la ha denominado "La Concha seca".

Dejamos a la derecha la balsa "La Estanquilla". Recorremos la Avda. de Navarra quedando a nuestro paso el silo de cereales, bodega cooperativa San José, diversas y variadas industrias alimenticias y del automóvil.

Vislumbrando en lontananza el santuario del Villar nos disponemos a recorrer la Avda. del Villar, carentes sus casas como todas las de nueva construcción de escudos nobiliarios y salientes aleros, pero sí llenas de coloridos, de luz y alegría.

Esta avenida está bordeada por bonitos chalets, potente industria y centros de enseñanza.

Hacemos un inciso en reconocimiento del tino, acierto y visión de futuro de nuestro M.I. Ayuntamiento, al adquirir el colegio de los Combonianos así como de otros edificios aptos y bien preparados para acoger los cursos de enseñanza de nuestros jóvenes, salvando numerosos problemas, de los que siguen actuales en otras poblaciones de nuestro entorno.

En esta avenida se encuentra el albergue infantil, recientemente edificado sobre los cimientos del anterior, que tampoco era de vetusta construcción. Todavía gozan de buena salud, salvo problemas de la edad, sus constructores.

Coso taurino, polideportivo, campo de futbol, todos de categoría reconocida, quedan atrás.

Al terminar la calle Fitero giramos a la derecha y casi nos damos de bruces con el museo de arte sacro donde pueden admirarse hermosas tallas de célebres escultores así como ornanientos sacros procedentes de las parroquias del lugar, que responden a la religiosidad de familias religiosas de abolengo.

Penetrando algún tanto en el casco urbano por la Puerta del Sol subiendo la calle San Juan, topamos con la iglesia más antigua de Corella: San Miguel. Todos sus retablos barrocos. Su interior embellecido por el famoso decorador Cabañas, de quien guardamos recuerdo los muchos que lo conocimos.

A continuación la iglesia del Rosario. Actualmente sin acabar las obras de amejorarmento. Con las reformas exteriores que hace algunos años se llevaron a cabo, queda al descubierto su fachada primitiva. Su interior dispone de lienzos antiguos de Matías Guerrero y Verdusán. Su torre, que arranca del suelo después del derribo de la edificación que tapaba la fachada de la iglesia, repito como anteriomente: Sus constructores gozan felizmente de vida. En el derribo de la torre, una de las mayores dificultades fue bajar la campana mayor. Se hicieron propuestas y la definitiva la que calculó D. Luis Simón, el "Tejero".

Plazas de la Verdura y Mercado: Con vuestras reformas habéis superado vuestra vistosidad y hermosura.

Esencialmente la plaza de los Fueros, Mercado (vulgo ahora de "Las Parnelas" por sus farolas), retirado el Kiosko, el que tantas bandas musicales lo ocuparon, puede gritar ufana: Corella dispone de una plaza.

Repasando un poco el recorrido debemos tener presente que adosadas al campo de fútbol se hallan las olímpicas piscinas dotadas de frontones, tenis y otros deportes. Y de aquí pegamos un salto para recrearnos en el complejo Avenida, donde puede disfrutar de un verano bien soleado, disponiendo de bello comedor así como instalaciones deportivas diversas.

Después de tanto recorrido mañanero en visita turística y cultural rodeamos una mesa para saborear un típico calderillo corellano sin que falten sobre ella unas botellas de tinto y clarete. Que si hemos quedado prendados de bellezas artísticas, no menos quedarernos, de la cocina corellana, sean verduras, espárragos, pimientos, un plato de pochas o cordero asado bien acompañado de los excelentes caldos enológicos de los que somos los mayores embotelladores de Navarra.

JESUS GIL

LA FERIA

A partir de las seis de la tarde, poco más o menos, el elemento infantil, ataviado con sus galas festivas y tras una siesta reparadora, se lanza a la calle. Detrás ha quedado la jornada matutina: encierro, vaquillas, gigantes y cabezudos y el clásico aperitivo con los padres. tíos y demás parentela.

Los feriantes, conocedores de estos hábitos, se prestan a dar vida a la fiesta en su aspecto vespertino: encienden luces multicolores, ponen músicas ensordecedoras, nos animan a comprar boletos para sorteos mediante sus potentes Microfonias, comienzan a elaborar mil y un productos alimenticios, despertando en los niños todo tipo de apetencias, el tren CHU-CHU sale de la estación y los autos de choque comienzan a realizar los más disparatados " adelantamientos ". Desde siempre, el feriante ha ocupado y ocupa un lugar importante en la fiesta. Sin ellos, no se puede concebir una jornada festiva, son consustancial a ella. Los churros, las patatas fritas, el coco, las almendras garrapiñadas, las manzanas recubiertas de caramelo, el algodón dulce, los barquillos y los caramelos de grandes dimensiones, amen de pollos y perritos calientes, constituyen un plus que añadimos a la ya especial " dieta " de fiestas.

Años antes, todos estos tenderetes (bastante menos que ahora ) se instalaban en la calle de San José y Tajadas. Se podían contemplar unas casetas de tiro muy rudimentarias, sin techo alguno y nada más que un simple mostrador y una tela de fondo para retener las bolas que caían cuando hacíamos blanco en ellas.

Los tiempos han avanzado en este aspecto considerablemente, encontrándonos atracciones de todo tipo y de lo más sofisticadas. Para muestra, démonos un paseo por el recién ferial de Pamplona o de Zaragoza por ser las ciudades que más próximas tenemos. Grandes, medianos o pequeños feriantes ¡ da lo mismo ! todos, sin excepción, componen el entramado de las fiestas,

A pesar de las calumnias que con frecuencia conlleva la vida nómada, sin lugar fijo de residencia y teniendo que soportar el frío y el calor a cielo abierto, sin olvidar la incomprensión que muchas veces manifiesta el ciudadano de a pié, la vida del feriante tiene algo de mágica.

Son ciudadanos del mundo: hoy en Corella, mañana en Logroño, Zaragoza, Valencia y pasado ¡ quién sabe ! Los feriantes han aprendido a vivir con todos los pueblos y culturas.

Pese a las incomodidades que supone permanecer gran parte del año en una caravana (hay quién duerme en el interior de un coche ) o de tener que montar y desmontar el negocio una y otra vez, el feriante, en el fondo, gusta de su vida tal cual es.

Algunos nacieron, como quien dice, en la feria y recibieron el negocio de sus padres, al igual que estos lo heredaron de sus abuelos, y así durante generaciones enteras.

Hay quienes han abandonado esta clase de vida y sin embargo, después, han vuelto. Un feriante en los pasados " sanfermines " me contaba que esta vida tiene "algo" de especial, es como una droga, una vida más libre.

Desde Abril hasta Octubre se presenta en todas las ferias y fiestas de España y durante el invierno busca zonas cálidas de nuestro país. El feriante lo es durante todo el año.

Les observo y sus manos están endurecidas, callosas. Sus ojos cansados, son una prueba evidente de largas noches de vigilia al frente del volante, de continuos cambios de horarios, de ciudades. Sus rostros, rugosos, están azotados por el sol, por el viento; pero, sin embargo, al llegar el atardecer y el bullicio de la fiesta toca su cenit en el recinto ferial, el feriante se transforma, se llena de alegría conversando animadamente con el público, canturrean canciones, gesticulan, es su vida.

El trabajo es duro pero ¿ y los hijos ? ¿ que pasa con ellos ? La mayoría los tiene estudiando en colegios. Y es que los feriantes, como cualquier padre o madre, también quieren que sus hijos tengan una educación lo más perfecta posible, un buen nivel profesional que les permita el día de mañana acceder a un puesto de trabajo. Por eso, la mayoría anima a sus hijos para que estudien y busquen otros modos de vida.

Pero algo debe tener la feria que muchos hijos de feriantes, habiendo cursado estudios universitarios y, después de ocupar un puesto en "esta sociedad" no aguantan más y emprenden el camino de vuelta: regresan con su familia y se hacen también feriantes. ¿ Por la libertad ? ¿ Para conocer mundo ? ¿ Por no aguantar oficinas repletas de papeles, el mal humor del jefe o la jornada de ocho a tres ?

La feria se lleva en la sangre, es un modus vivendi, es una filosofía. Estas gentes son nómadas con amplitud de horizontes y, hoy, el punto de mira en su extenso panorama geográfico les ha traído a Corella.

¡ BIENVENIDOS !

28-SIR THOMAS-Sr.ROMAN

Don Miguel Poyales, un ganadero romántico

Don Miguel Poyales Catalán, nació en Corella el 10 de Septiembre de 1797, casó en esta ciudad el 4 de Octubre de 1819 con Dña. Manuela Sesma Sobejano, falleciendo en Corella el 11 de Mayo de 1873 a los 75 años, sin sucesión.

Hombre valiente para cualquier tipo de negocios, era propietario de la compañía de diligencias "París-Bayona-Madrid-Cádiz ", poseía otra de galeras de Pamplona a la Corte, así como numerosos carros de transporte, que viajaban por toda la península.

Socio fundador de la Sociedad Plaza de Toros, la Laguna de Corella, y la Filarmónica de Corella.

A mitad de la década de los cuarenta del siglo pasado formó sociedad con D. Claudio Díaz y D. Hipólito Nieva, principalmente, para llevar a cabo la construcción de la plaza de toros de Corella que hoy conocernos, comenzando las obras el 17 de Noviembre de 1845 y concluyendo en 1848 (En otra ocasión escribiremos sobre esta sociedad y sobre la Plaza de Toros).

Formó ganadería de reses bravas a principio de la década de los años cuarenta del siglo XIX, con reses de casta navarra, principalmente Guendulain (la misma procedencia que Carriquiri).

Fue asentista (arrendatario) de las Plazas de Toros de Pamplona, S. Sebastián, Tudela, etc.

Presentó sus toros en Madrid el día 24 de Septiembre de 1865, volviendo a repetir en esta plaza en varias ocasiones.

Así mismo se jugaron toros de su hierro P, divisa verde, en Pamplona desde 1847, Zaragoza, Huesca, S. Sebastián, Azpeitia, Vitoria, Tudela, Palma de Mallorca, Logroño, etc., así como en Bayona y Burdeos (Francia).

Según el gran escritor taurino Sánchez de Neira: " Ha tenido fama de buena ganadería en Navarra la de D. Miguel Poyales, vecino de Corella ".

Este polifacético personaje, incansable, gran emprendedor, arriesgado, amante de su ganadería y de la fiesta taurina, protagonizó un curioso episodio, que relata el escritor corellano Eugenio Salamero Resa en su libro Estampas de mi tierra, que por su peculiaridad traemos hasta aquí:

"En cierta ocasión, llevó a Bélgica una corrida de seis hermosos toros suyos, con la fundada esperanza de que podría introducir la fiesta en aquella nación. Puede figurarse fácilmente los gastos que en aquella época le ocasionarían, tanto el largo transporte del ganado y, caballos, como el traslado de toreros y demás personal para, en fin de cuentas, llegar a la tierra de los flamencos- ¡quién lo dijera!- y, encontrarse con que no se le permitía dar la corrida. Gestiones, visitas, razonamientos, influencias- era hombre que las tenía numerosas y buenas en todas partes- todo puso en juego Poyales para conseguir su objeto; más en vano.

Y pasaron varios días (hasta que hubo de desistir) durante los cuáles no cesaron los gastos, se desgraciaron algunas reses: y fue en resumen un desastre económico que a otro cualquiera hubiera aplanado y puesto de mal humor.

A él, solo se le ocurrió abonar cuanto debía, disponer la forma de volver a España y, cuanto le quedaba, cubiertos todos los gastos incluso el viaje de regreso, lo invirtió en un magnífico reloj de oro, de cuya existencia podemos dar fe".

Debido al interés que despertó en nosotros, el episodio relatado decidimos dar prioridad dentro de la investigación, que llevamos a cabo con el objetivo de preparar una biografía de D. Miguel Poyales, a la consecución de datos que nos detallasen ciertos extremos, que no aclaró Salamero.

Encontré dos ejemplares, uno en la Biblioteca Nacional, y otro en una librería madrileña especializada en libro antiguo taurino, de un folleto publicado en Bruselas en 1853 titulado Courses de taureuax a Schaerbeek Lez-Bruxelles.

Así mismo en el Archivo de Protocolos Notariales de Corella, localicé varias escrituras, que confirmaban el viaje de Poyales a Bruselas en el año 1853, y ampliaban otros datos de interés:

15 toros y 9 mansos que se ven en Bruselas y Burdeos. 30.600 reales de vellón
Pérdida en Bruselas. 19.800 reales de vellón

" El testador deja por vía de una expresión a D. Juan Resa (marido de su sobrina Ana Sesma Romeo) un Relox y una cadena de oro que usa ".

Este punto explica que Salamero en su relato de fe de la existencia del reloj, ya que el heredero, D. Juan Resa, era abuelo de Eugenio Salamero Resa.

Por su elevado interés, transcribimos el texto original de la escritura:

En la Ciudad de Corella a quince de Julio de mil ochocientos cincuenta y tres: Ante mi el Escribano Público y Real y testigos que al final se expresaran: Comparecieron de la una parte Dn. Miguel Poyales vecino de esta Ciudad y de la otra Manuel Pérez- a quienes doy fe conozco dijeron conformes que el primero en sociedad con otros compañeros tiene
tratado y convenido dar diferentes corridas de Toros en la Ciudad de Bruselas Reyno de Bélgica ú otras poblaciones que le convenga y afin de dar cumplimiento a su empresa el citado Manuel Pérez primer espada se obliga con su persona y bienes a lidiar los toros que se presenten en las plazas que se designe en aquellos reynos y matarlos con sus correspondiente cuadrilla a saber dos de a caballo y nueve de a pie compuesta de primer espada, segundo espada y siete banderilleros entre los cuáles lo será uno o dos que den el salto de la Pica, a quien se le gratificara por cada uno de esos saltos la cantidad de doscientos reales de vellón pagados por Poyales y además de ello se cumplirán las condiciones siguientes:

1ª Primeramente el citado Dn. Miguel Poyales se obliga a satisfacery pagar al relacionado Manuel Pérez la cantidad de diez mil reales de vellón por cada una de las corridas que se celebren en aquellos Reynos, con la moneda de los mismos que para mayor claridad ha de ser en lugar de los diez mil reales de vellón españoles, dos mil quinientos francos, porque la entrega se verificará en los inismos Reynos.

2ª Item que la conducción dle Pérez y sus diez compañeros mas con inclusión de su gasto de ida detención y vuelta a España desde Tudela a la misma Ciudad, ha de ser de cuenta y cargo de dicho Poyales, para cuyo efecto señalará Poyales el día que Pérez y sus compañeros se han de presentar en dicha ciudad de Tudela, que es el día seis de Agosto próximo o antes si le conviniere.

3ª Item que si alguno de los lidiadores tuviese en el camino ó en la plaza alguna desgracia que no pudiese concurrir a las funciones, no estará obligado Pérez a presentar otro en su lugar, ni tampoco se le rebajará cosa alguna de los dos mil quinientos francos que se le asigna por cada corrida.

4ª Item que en el caso de no darse en aquellos Reynos mas de una ó dos corridas, pagará Poyales a Pérez lo que corresponda a tres.

5ª Item que Pérez ha de presentar la Cuadrilla en la mejor decencia posible, y útil para el desempeño de las funciones, esto es no teniendo desgracia en el Camino o en la Plaza.

En cuya forma se arreglan y convienen ambos otorgantes, y se obliga cada uno, a cumplir y observar cuanto le comprende, sin ir contra su tenor en tiempo ni manera alguna, todo bajo la pena de perjuicios costas y daños que puedan resultar.... Y así otorgaron siendo testigos Dn Ypolito Nieva, Dn Pascual Mª de Campos vecinos de esta Ciudad, firmaron todos, y en Fé de ello, y de su conocimiento firmé yo el Escribano. Firmado: Miguel Poyales=Manuel Pérez=Ypólito Nieva=Pascual Mª de Campos.

Ante my Joagn. Mª. de Campos

Este primer espada conocia los toros de Poyales ya que los lidió en Bayona (Francia) en 1852.

Precismente en esta plaza francesa, el 21 de Agosto de 1853, y por primera vez en el país galo, se celebró una corrida "a la española" (con picadores), estando presentes en el cartel los toros del Sr. Poyales, que salieron en tercer y sexto lugar, llamados Zambombo y Cascajo. Esta corrida dio comienzo a las tres de la tarde, las crónicas indican que los cornúpetas fueron castigados en exceso por los varilargueros, y que fueron estoqueados por el célebre primer espada Francisco Arjona Herrera (a) Cúchares.

El tema es apasionante y por no extendernos en exceso, dejamos para otra ocasión que se nos brinde, el relato de mas datos referentes a D. Miguel Poyales, sus sociedades y su ganadería, y por supuesto la construcción de la Plaza de Toros de Corella.

Desde aquí nuestro agradecimiento a la Peña El Tonel por la oportunidad que nos ha ofrecido de poder lidiar este pequeño artículo.

Ramón I. Villanueva Sáenz

EL CAÑETE

Antes de 1941, la Acequia o Río Cañete se paseaba por nuestra ciudad a cielo abierto, comenzando su curso en el punto donde hoy se encuentra la nueva almenara construida en 1995. Frente al camino entre "La Parada" y la era de "los Librada", había una bajada para que las caballerías abrevaran con facilidad, aunque todas las eras (calculo que unas cuarenta aproximadamente), tenían su pozo. Desde aquí, en la margen izquierda, hasta cerca de la puente de San Benito, siendo concejal y miembro del Somatén D. Carmelo Torres, se plantaron los olmos que dieron nombre al chalet del arquitecto Juan Moya, y que en 1994 fueron arrancados de raiz.

Aguas abajo, frente a la calle del Moral, había una puente: dos maderos de pino cruzando el río cubiertos con tablas. Esta puente daba acceso a la huerta "Alifor". Aprovechando este paso, se retrocedía por el cajero derecho hasta el abrevadero para ir al Camino Bajo del Villar atravesando las cuevas del "Cieguillo".

Junto a la puente había dos losas de piedra en escalera para poder lavar y, sobretodo, poder coger agua y llevarla, en cántaros, a las casas para fregar los cacharros de la cocina y para el aseo personal (para beber, en todas las casas había una tinaja con agua potable del Ebro o del Canal de Lodosa). Eran principalmente las mujeres las que llevaban estos cántaros, de 16,4 litros, sobre la cabeza, apoyados en unas "rodillas" de tela vieja; se solían ayudar unas a otras, aunque algunas no necesitaban ayuda. Creo no exagerar si digo que en los años 20 había más de 4000 tinajas.

A partir de esta puente, en las márgenes, los cajeros eran de piedra de sillería. La siguiente puente, la de San Benito, era de dos piedras de unos 35 cms. de grueso que cruzaban todo el río apoyadas sobre piedras centrales; aquí las escaleras eran de unos 2 ms. y estaban en la margen derecha junto a la tapia del patio de San Benito. Por esta puente se accedía a la huerta de las monjas que se cerraba con una puerta de hierro de 2 ms. de ancho terminada con hierros en punta. Para coger agua teníamos que pasar al otro lado; digo "teníamos" porque yo era el que tenía que llenar las 4 tinajas de casa; llevaba el agua en dos pozales y para que no me rozaran en las piernas ponía sobre ellos un marco de 1 m x 1 m y me metía dentro.

Más adelante, antes de llegar a Placeta García, había una puente de ladrillo formando arco, con tres gradas y dos barandillas de hierro a los dos lados. A continuación, otra puente, la de "la tía Ramona", hecha de maderos y tablas donde tomábamos helados de garapiñera -bueno, yo los tomaba de limón- el día de la Virgen del Carmen (no daba para más ... ).

Llegamos a la puente más ancha de todas ellas: frente a la cochera del 'tío Sixto" (después, del «Gancherilla", hoy Optica). Era de ladrillo, con un arco muy rebajado y un refuerzo central. Y era tan ancha porque tenían que meter en la cochera los carros o galeras.

Y ya estamos en el famoso "Puente Cañete", famoso porque en él se reunían toda la juventud: en el Crucero sólo existían el bar del "Veleta" y el café "La Amistad". Se hacían apuestas para saltarlo desde la izquierda hasta "las Azconas". El Puente Cañete tenía la anchura de la calle Mayor de la cual tomaba parte, era de piedra, con refuerzo central y tenía dos barandillas de hierro.

De este puente en adelante sólo se podía ir por la margen izquierda con una anchura de no más de metro y medio. En este tramo estaba la última puente del río a su paso por el pueblo, compuesta de 2 maderos, cañizo y hormigón. Cerca, la primitiva almenara que dividía el río en dos ramales:

- el ramal de la derecha también comenzaba su curso oculto bajo las viviendas de la calle Hospital Viejo; después atravesaba las calles Ramón y Cajal y San José hasta la finca de José Guinea, quien, al construir su chalet en 1940, canalizó el río hasta unos 6 ms antes de llegar al trujal del "Ovejas" donde había otro abrevadero para caballerías; aquí también fueron a parar unos "caballos": los del tractor de Prudencio "el Astroso"; en mi época de edil, el Ayuntamiento decidió cubrir este tramo y cerró el paso con una tapia. Años más tarde, los propietarios de Hostal "Gran Paraíso", y más recientemente la Urbanización San Juan, se han encargado de cubrir otro sector importante del río, transformándolo en calle: la calle de los Hiladores. Sigue el río a cielo abierto hasta la residencia de Ancianos y llega al antiguo Portazgo donde finaliza su paso por el pueblo. En este punto se desvía hacia la izquierda y desemboca en nuestro otro embalse: la Estanca.

José Luis Simón "El Tejero»

LOS ANTIGUOS PORTALES DE LAS FORTIFICACIONES DE CORELLA

Los que han leído las obras de don José Luis de Arrese, verdadero historiador de Corella con amplitud y erudición, ya saben que la primitiva villa estaba protegida por una fortificación determinada por un polígono fácil de identificar en la actualidad: Muro Bajo, Muro Alto, Cuesta del río Molino o Molinar, Puerta del Sol o Puerta de Fitero, calle de Carnicerías (Ahora de San Juan), calle del Santísimo, Puerta de Alfaro (en la confluencia de las calles del Santísimo y de la Reja ), calle de San Francisco con el Portal del mismo nombre o de Tudela, cerrándose esta línea poligonal en el Muro Bajo. En esta época la iglesia de San Miguel estaba extramuros de la villa.

Los nuevos detalles que yo quiero comunicaros, se refieren a los años 1619 y de 1808 a 1819, cuando Corella ya había crecido bastante y los Portales eran el de San Francísco, (del que se decía "que da entrada y salida del Barrio Bajo al Puente"), el de San Miguel, en la terminación de la calle Mayor, cerca del convento de Mercedarios, y que tenía en su coronación la imagen de San Miguel que hoy está en la Puerta pequeña de esta iglesia, y el de la Santa Madre, Santa Teresa o de Alfaro, llamada anteriormente Torre de la Cárcel, que iba desde la pared que toca a la terraza de la casa de los Virto de Vera hasta la de enfrente, que era la casa de los Arnedo.

En el año 1619 el licenciado Muro compró la herrería de Beltrán Dominguez y un vago de la villa ante el escribano don Miguel Bonel y Escobar.

El horno de pan cocer que tuvo que derribarse para edificar la iglesia del Rosario hacia 1546 (para la ampliación de esta iglesia en 1656 habrían de tirarse seis casillas), se trasladó al lado de dicha herrería y ambas tenían su puerta que daba a la calle de San José (Ahora Miguel Escudero).

Así, pués, para la edificación de la casa de los Virto de Vera en la Plaza del Rosario, del Mercado, de la Constitución o de los Fueros (desde la " Gamazada " en 1894), se tuvieron que utilizar los solares de la casa de los Muro, de la herrería, del horno y del vago de la villa antes nombrados.

La Fecha de la edificación de dicha casa se remonta al año 1741, siendo sus arquitectos Juan Gómez y José Argos, éste de acreditada familia de constructores.

En el año 1808 se suscitó la cuestión de si la pared que del Portal de Santa Teresa tocaba a esta casa, era medianil o no.

Por el otro extremo ese Portal llegaba a la casa de los Amedo como antes se ha dicho.

En ese año la situación de la repetida Puerta era ruinosa y el Ayuntamiento determinaba su demolición.

El tribunal de la Real Corte con fecha dieciséis de octubre de mil ochocientos once, sentenciaba: " ... se desestima que la pared sea medianil, pero don Francisco de Sales Virto de Vera, podrá exigir que le sean reparados los perjuicios que le originase el derribo de la pared del Portal ".

Los daños los tasó el maestro Garbayo, de Cintruénigo (¡¡).

En este derribo intervinieron los maestros Miguel Arigita, Juan Cruz Argos y José María Cartagena, y la piedra sería utilizada en otras obras como ocurrió cuando en el Portal de San Francisco que "por tener un costado pendiente sobre una cuesta que baja al río Ampol y hallarse amenazando ruina, se demolió la parte ruinosa, quedando y perseverando en pie lo que tenía seguridad", empleándose la piedra así obtenida en el puente del río Alhama.

Don Francisco de Sales Virto de Vera y Sesma, que fue alcalde de la ciudad en los años 1804 y 1818, se lamentaba de los gastos que se originarían al pueblo, que años antes tenía unas rentas de cuatro mil pesos y que entonces apenas tenía mil.

Cuando se decidió el total derribo del Portal, sin dejar piedra sobre piedra, el licenciado don Joaquín Morales Gaona, en nombre de Don Francisco de Sales, dirigía un escrito al Ayuntamiento el 9 de julio de 1819, para que " la pared se haga en debidas condiciones ".

Como ha podido apreciarse por lo antedicho, este asunto, que empezó en 1808, no se terminó hasta 1819. ¡Once años con el Portal a vueltas!

AGUSTIN FERNANDEZ VIRTO

CORELLA Y EL GANADO BRAVO. APUNTES HISTÓRICOS

¡Qué lejos están las dehesas de Salamanca! ¡Qué lejos se adivinan los cortijos andaluces! ¡Qué cerca tenemos los prados corellanos! Y aquí, en la campiña corellana, entre los rigores de los veranos calurosos y los fríos inviernos han nacido y se han criado camadas y camadas de toros bravos.

Corella es el nacimiento del toro bravo al igual que es cuna de almirantes de la mar océana pese a la distancia que nos separa del mar. Nuestra ciudad, sus gentes dan "para todo".

Y digo que es el nacimiento del toro bravo porque la historia así lo evidencia al decir de los entendidos en el arte de Cúchares. Como criadores de toros bravos se cita a Don Juan Bea en el siglo XVI, a Don Agustín Ximenez en el siglo XVII, el Marqués de Santa Cara, posteriormente Karriquiri, Don Juan Escudero Valero, Don Martín Virto y en el siglo XIX Don Miguel Poyales. Y Sillado fue el toro corellano lidiado en las fiesta de San Fermín en el siglo XVI, propiedad de D. Juan Bea.

Estas connotaciones taurinas latentes desde tiempo inmemorial en nuestras gentes corellanas, me han impulsado a esbozar unos breves apuntes extraídos de diferentes trabajos pero, sobre todo, de un estudio realizado por E. Serra en 1949.

Siguiendo a este autor, Corella fue una de las siete ciudades hispano-romanas que acuñaron moneda con la efigie de un toro y siguiendo a Heiss, en uno de sus trabajos afirma que de aquí fueron los famosos toros españoles destinados a los juegos del circo y a los sacrificios del templo.

Ya en el primer libro de cuentas municipales se habla de la vaca ensogada, pagándose a la viuda de Fortun López cuatro groses por ceder su buey "pa correrlo por causa de la feria". - Estamos hablando de 1481.

En los mismos libros de cuentas se lee que los bueyes que corrieron el tres de septiembre de 1488 costaron una libra.

Entre los gastos que aparecen en el Libro de Cuentas de 1521 hay una partida destinada a indemnizar a Pedro del Baño "por el danyo que se fizo en la puerta de su solar quando corrieron los bueyes".

En la fiesta del Corpus de 1679 se habla de un gran festejo con danzas, gaitas, músicas y "el toro que se corrió con soga y unos güetes que se echaron en la víspera".

De acontecimiento podemos calificar el ocurrido el día 25 de Septiembre de 1689, año en que una vaca ensogada mató al vecino de Tarazona Domingo de la Menta.

Las corridas de toros, hasta el 11 de septiembre de 1848, año en que Corella estrenó la plaza de toros, se celebraban en la plaza del mercado previamente enarenada "por estar el suelo muy gastado y áspero".

Para celebrarlas, había que pedir permiso al Ordinario de la diócesis 'por el sagrado que ai en ella" (en la Plaza del mercado se encuentra la Iglesia del Rosario). A las corridas de toros acudía con todo sus rituales el alcalde, los regidores, el nuncio, los peones de la plaza y todos ellos en perfecta formación.

A mitad de la corrida, las autoridades (alcalde, regidores y nuncio) tomaban un refresco compuesto de agua, vino, azúcar rosada, bizcochos y dulces y al decir de las gentes de entonces, se gastaban en estas meriendas más que en contratar toreros.

Así, por ejemplo, se lee en las cuentas que "las dichas meriendas cuestan 290 reales y el toriador Antonio Salcedo cobro 8 reales" (septiembre de 1691). En 1701 se pagó 64 reales a José Milagro, Juan de Arana, Pedro "el Batanero", y Juan Garrido "por aver toriado en las fiestas de toros de la traslación del arcanxel San Miguel".

Como "otros gastos" se destaca en 1680, 30 reales en poner clavos a las baras arrojadoras que hicieron para las corridas de toros del señor San Roque y Ntra. Sra. del Rosario".

El traslado de la Virgen de Araceli a su nueva iglesia fue motivo, también de una gran fiesta en el mes de Julio de 1693 y que dio lugar a organizar una corrida en la que se lidiaron ¡diez toros!.

En esta línea un tanto investigadora en la noche de los tiempos de nuestra ciudad y sus gentes, encuentro un programa de fiestas donde aparece una carta del tio "Centinela" a su amigo "El Tardío". Las líneas no tiene desperdicio alguno por el vocabulario, giros y expresiones de corte tan corellano que allí encontramos. Sólamente transcribiré un párrafo en lo referente al tema taurino que es de lo que venimos tratando.

Dice así: "Madicho mi vecino el quendas que bamatal dos bacas mucho viejas y mucho perras questeaño no toria el Dario questa de luto y queleban a dal bente moscos polmatalas".- Ahí queda eso del más puro y rancio saber popular. Una joya a la que Don José Mª Iribarren le hubiera gustado "echar mano".

Vayan estas líneas, como cálido recuerdo, a cuantos corellanos han llevado el arte del toreo hasta el pueblo con sus recortes y desplantes a las vaquillas durante las mañanas "sanmigueleras".-

Jesulín de Corella

CORELLA, DESDE LOS CUATRO CAMINOS

Seguro que aquel viejo cura habrá muerto hace muchos, muchísimos años, Ni siquiera recuerdo su nombre pero era amable, cordial, sabio y tenía, además, planta de cura santo. Venía desde Santander y no se por qué extrañas circunstancias se acercaba a Corella y caminaba, arriba y abajo, por el paseo, junto a la tapia de los carmelitas. Al fondo se veía la estación del ferrocarril, la finca "La Noria", en la carretera de Cintruénigo y más al fondo, muy al fondo, los portillos. Todo lo demás eran árboles, huertos frescos, el cauce del Río Mayor, siempre con agua, y un pequeño y oscuro montículo que era la vía del tren.

El cura de Santander aseguraba que aquel era el paisaje más hermoso que había conocido en su vida. Al principio lo creía a pies juntillas y más tarde, pasado el tiempo, lo ponía muy en duda porque si en algún lugar de España hay paisajes verdes, intensos y espléndidos es en Cantabria la tierra de origen de aquel cura al que tantas y tantas veces he recordado a lo largo de mi vida.

El sacerdote, digo, seguro que ha muerto y con él han muerto mil paisajes, mil recuerdos y mil perspectivas. Lo que vemos desde el Paseo es algo más que la Noria, la estación y la vía del ferrocarril. Han cambiado los ríos que antes eran pequeños, rumorosos y familiares. Ahora se han hecho más amplios y casi nunca llevan agua. Los caminos se han despoblado para que pasen los tractores y han dejado de ser senderos de ida y vuelta. En medio del paisaje se ha instado una depuradora, signo de modernidad y de progreso, que afea el contorno, que repele la vista y que ha roto definitivamente, la armonía del campo. Lo peor, sin embargo, son los espacios no cultivados, amarillentos, con pequeños árboles sedientos que salpican, aquí y allá, el paisaje querido, más querido que nunca ahora porque aquel verdor casi permanente llena mis nostalgias y perfila amable y tercamente el pasado.

También han desaparecido los olmos que llenaban de sombra la carretera solitaria y hermosa que nos lleva hasta los Cuatro Caminos. ¿Para qué más?. Y la fuente que fue como el fin del mundo en la osadía aventurera de los chavales corellanos. Muchos años después alguien puso el cartel de que las aguas no eran potables. Mas tarde todavía las aguas dejaron de fluir. Ahora se quiere recuperar la fuente y hasta se piensa en disponer un pequeño rincón acogedor y fresco como un oasis al borde de la carretera ensordecedora. La intención es tan hermosa como inútil porque el agua, si la hay, seguirá siendo no potable y el espacio imaginado para el ocio, el descanso y la charla servirá para que alguien limpie el coche, la furgoneta o el tractor que han sido factores de la destrucción del paisaje, del recuerdo y del sueño.

Pero Corella, a pesar del tiempo, de la agresión continua, de la escasa sensibilidad de muchos, está ahí, hermosa y airosa como siempre. Es un pequeño altozano dominando la Ribera, dando la cara al cierzo y la espalda a la nostalgia. Corella programa su desarrollo social y su bienestar día a día y en el acontecer imparable del tiempo, detiene casi su respiración el 23 de Septiembre, fecha de antes, de ahora y de siempre.

Las fiestas grandes que se inventaron hace décadas y que, año tras año, se han extructurado para el jolgorio, la alegría intensa de las gentes y la convivencia sea como una constante en la historia de nuestra ciudad. De acuerdo en que el entorno cambia, pero no la esencia ni la personalidad corellanas. El viejo cura cántabro que conoció y amó tanto los paisajes urbanos y rústicos, Dios se lo pague, se fue sin conocer del todo el alma de los corellanos que sigue siendo su mejor tarjeta de visita,

MATIAS ESCRIBANO

AMIGOS MIOS... ¡A LA MESA!

Probablemente es un atrevimiento por mi parte, o tal vez una osadía, presentarme ante vosotros para tratar un asunto como el buen uso del vino en la mesa y, en concreto, el mejor tratamiento de vinos y manjares.

En torno a este asunto han corrido ríos de tinta y desde tiempos lejanos, a lo largo de toda la historia. Creo que se ha dicho todo o casi todo y lo han puntualizado expertos muchísimo más acreditados que yo, quién, al fin y al cabo, no pasa de ser un mero entusiasta del tema. Por ello, me considero en el deber de advertir que nada o casi nada puedo aportar de mi cosecha como no sean unas reflexiones, consideraciones generales y alguna vivencia o experiencia personal. En definitiva, poca trascendencia.

Adentrándonos en el tema que nos ocupa, cuando ponemos los pies en un restaurante encontramos, normalmente, los siguientes personajes: un sumiller, los vinos que aparecen reflejados en una carta y los alimentos que vamos a tomar de acuerdo con un orden preestablecido en el llamado menú.

Vayamos con nuestro primer protagonista: el sumiller. El que un restaurante tenga un sumiller y, mejor todavía, un buen sumiller, es muy importante e incluso imprescindible. Si no se puede contar con los servicios de este profesional, alguien debería sustituirlo en su función porque, a decir de Luis Bettonica, periodista, escritor y gastrónomo, el comensal desea estar asesorado en la elección del vino porque a nadie se le oculta que el vino suele ser un factor muy importante en la factura del menú.

Pero ¿Quién es este personaje? Para algunos, esta figura puede resultar pintoresca, meramente decorativa o, simplernente, un toque de distinción que se aporta al local. Nada más lejos de la realidad.

Sus antecedentes los encontramos en la Edad Media, donde existía el oficio de copero. Ruperto de Nola, autor del célebre Libro de Cozina, en 1520, decía: "el copero deve ser ombre limpio y de noble condición ... reposado y discreto porque en tal tiempo podría dar alguna risada o parlar que caería en verguenza si la tuviese, assi como trayendo la copa a su señor que en tal tiempo a de traer el rostro mesurado y onesto y su persona muy limpia y luzida, E traer la copa con mucha gracia..."

Según Miguel Torres, bodeguero de prestigio, el sommelier llevaba, además de otros atributos, un manojo de llaves al cinto. Los viejos vinos de su señor estaban encerrados en profundas bodegas a las que solamente el hombre de su confianza tenía acceso. Pero, además, sabemos que en aquellas épocas los envenenamientos eran frecuentes, debiendo el sommelier catar personalmente el vino que servía a su dueño y señor: si no fallecía entre atroces dolores, el vino era bueno y podía servirse.

En nuestros días el sumiller no corre esos riesgos, aunque soporta una compleja responsabilidad. Importante, difícil y delicado este oficio que exige virtudes, capacidades y conocimientos especiales cuando de vender eficazmente los productos contenidos en la bodega de su restaurante se trata.

Frente a este profesional, existe "el enteradillo de turno" pululando por las mesas de restaurantes dando la nota y al que habría que aplicarle el refrán de "zapatero a tus zapatos". Efectivamente, está de moda hablar de vinos y, particularmente, en determinados ambientes.

Un yupy (¿no se dice así?) que se precie de tal, deberá tener aprendida alguna lección en materia vinícola al igual que se ha aprendido la correspondiente de economía: "¿sabéis una cosa? pregunta el yupi, quienes están a su alrededor (les gusta verse rodeados) perplejos, dicen: -Qué?- Y les suelta esto: "la toma de beneficios marcaba la jornada de ayer en Wall Street, despues de que el índice de Dow Jones aumulara mi alza del 2,24 % en dos sesiones. La inflación pernianece controlada."

Si de opositar a la Jet se trata, saber algo de vinos aporta un toque de categoría y prestigio (se aprende un par de añadas y suficiente). Si de hacer política se trata, ¡no digamos!. Aquí traigo a colación al escritor griego Homero, autor de la llíada y la Odisea, quien en aquellos tiempos decía frases tan lapidarias como esta: "El vino hace vender secretos".

A este docto griego, lo enlazo con Don Quijote, el cual aconseja a Sancho antes de enderezarse al gobierno de la Insula: "Sé templado en el beber, considerando que el vino demasiado ni guarda secreto ni cumple palabra". Como veis, ambos, Homero y Don Quijote, están plenamente vigentes en el terreno de la política actual. Al amparo de una buena comida y mejor bebida ¡cuantas promesas! Luego, como decimos en Corella, "agua de borrajas".

Hablar de vinos es cultura. "Meter la pata" hablando de vinos es un alarde de refinamiento, es, entre otros calificativos, una incultura.

El refranero es muy sabio, y en este caso en particular, se dice: "Zapatero a tus zapatos". Por ello salvo gustos muy particulares, en un restaurante, dejémonos aconsejar por un buen profesional en vinos.

El segundo protagonista al que aludimos en el comienzo de este trabajo es el VINO, vino que va a regar los alimentos que nos disponemos a tomar.

¿Qué decir del vino? En realidad, no sabemos con exactitud cuándo, cómo y donde se inventó. Todos los ensayos históricos apuntan que fue producto de un hecho casual situado en tiempos remotos. Algunos de los pueblos más primitivos, los sumerios por un lado, y quizás los arios, por otro, posiblemente dejaron olvidado en un recipiente algo de zumo de uvas que luego fermentaría, obteniéndose un rústico vino. A partir de aquí, el misterioso líquido con sus extraños efectos le convertirían en elemento indispensable para los grandes festejos, la liturgia religiosa u otras magnas celebraciones triviales.

Desde entonces, el hombre ha continuado con una labor de perfeccionamiento que después de más de diez mil años aún no ha concluido.

Puestos a buscar el "padre de la criatura", se dice que fue Dipoysos su inventor. Desde el punto de vista químico-enológico, es conocido que el vino posee más de 400 elementos distintos en su composición, de los que 360 ya están localizados en los laboratorios. Lo cierto es que la elaboración del vino, tal como hoy lo conocemos, con sus pacientes cuidados, crianzas, etc. ete., no se impondría hasta el siglo pasado.

En cualquier caso podemos dar por sentado dos cosas:

1ª) Que los orígenes de la vid se pierden en la noche de los tiempos y preceden a la aparición del hombre sobre la tierra.

2º) Que la vid es uno de los cultivos más extendidos del planeta, habiéndose encontrado vestigios de vides fósiles en Groenlandia e Islandia en los que hoy no se cultiva debido a su climatología adversa. Cualquier repaso de la Historia de la Humanidad evidencia la importancia que distintas civilizaciones conceden al cultivo de la vid y a la elaboración del vino. Navarra no se escapa a esta afirmación.

Para hablar del vino y de su cultura en nuestra Comunidad Foral, hay que partir de la llegada de los romanos. El vino que conocían estos estaba elaborado a partir de uvas aromáticas, como, malvasías y moscateles. Para guardarlo y transportarlo fabricaron ánforas con la base en forma de pico para poderlas clavar en la arena, y mantener así el contenido fresco, al tiempo que en su fondo se depositaban los restos de hollejo.

Según José María Jimeno Jurio, los romanos revolucionaron nuestra agricultura importando cultivos como la vid y el olivo, sustituyendo las rudimentarias herramientas de trabajo por nuevos instrumentos y sistemas de laboreo.

Dejando de lado cualquier apunte histórico, nos hacemos una pregunta: ¿Cómo era el vino navarro? Los avances técnicos incorporados en la segunda mitad del siglo XX han sido de capital importancia para la obtención de vinos de calidad. El vino anterior a la filoxera era el resultado de la habilidad del hombre y de la calidad de la uva, muy distinta según el comportamiento climatológico de cada año.

Los recursos de la conservación se buscaban en el grado y en los taninos. Por ello el prototipo era de mucho color, alcohólico y astringente. Esto se obtenía vendimiando lo más tarde posible, bien entrado el rnes de octubre. La uva era rica en azúcares, pigmentación y tanino.

Los vinos de entonces carecían del equilibrio que tienen ahora y variaban mucho de un año al otro. Hasta que no entraron las nuevas técnicas se dio un gran valor al año de la cosecha. Hoy la calificación ha adquirido una importancia menor.

Cuando la filoxera hizo su aparición en Navarra, el descalabro fue total. La lucha contra ella fue larga y duradera, haciendo falta varias décadas para acabar con el insecto destructor.

Llegados a los años 80, el vino navarro da el paso más importante de toda su historia. Los graneles van cediendo en favor de los embotellados y se toma conciencia de que sólo con la calidad se podrán alcanzar las más altas cotas. El vino navarro ya está posicionado en una buena situación, pero hace falta consolidarlo y relanzarlo.

Entrados en la década de los 90, el empuje y expansión de nuestros vinos se mantiene como una constante. Nacen nuevas bodegas, todas ellas para embotellado de calidad.

En la actualidad el sector del vino en Navarra vive una importante etapa de transformación. La infraestructura de viñas y bodegas se está transformando; se renuevan cepas y en las bodegas se incorporan las más modernas técnicas de elaboración, embotellado, ampliándose considerablemente el número de barricas para crianzas.

El vino de Navarra ha alcanzado, hoy, un gran prestigio en el contexto vitivinícola nacional. Los graneles, que configuraban el grueso de la elaboración y comercialización han dado paso a los vinos embotellados, tanto los jóvenes, como los de crianza, reserva y gran reserva. La producción de vinos navarros parte, principalmente, de variedades de uvas tintas.

EL VINO TINTO NAVARRO.- La actual elaboración del vino tinto de Navarra está basada en la práctica tradicional, con la incorporación de modernas técnicas que, en ningún momento, ha desvirtuado el carácter artesano del proceso. El vino se obtiene de uvas tintas que previamente se despalillan y pasan a la fase de estrujado. La pasta se transporta al depósito de fermentación controlándose la temperatura para optimizar la acción de las levaduras. Ternimada esta fase se procede al descubre. Las siguientes fases serán de maduración y filtrados.

Aquellos tintos que pasarán a la fase de crianza o gran reserva, habrán sido escogidos entre partidas de uvas nobles. Después de haber descansado en el depósito, el vino se trasladará a barricas de roble donde reposará unos años. Le seguirá, la fase de crianza en botella, antes de salir al mercado.

EL ROSADO.- se elabora a partir de uvas tintas, o tintas y blancas. Para obtener el rosado se deja unas pocas horas en maceración el mosto y el hollejo y se lleva a fermentar en "virgen" a otro depósito. Es decir fermenta el mosto sin el hollejo. Es la principal característica de este tipo de vino.

EL MOSCATEL,- Posee un carácter genuino en Navarra donde se cultiva el de grano menudo, o de grano pequeño, variedad muy antigua que ya conocían los griegos. Este tipo de grano es muy rico en terpenos, componentes aromáticos de la uva que transmiten el clásico aroma de moscatel a este tipo de vino. Hay moscatel de grano menudo en Corella y últimamente se ha plantado en Olite, siendo las bodegas Camilo Castilla y Corellanas, las que han dedicado especial atención a este exquisito caldo.

No siempre vamos a estar bebiendo y catando vinos. "Algo" habrá que darle al cuerpo. Aquí entra el tercer protagonista. Tenemos un buen sumiller, los vinos, por supuesto de Navarra, y ahora buscamos brevernente los ALIMENTOS.

Mucho se ha hablado sobre el maridaje entre el vino y la gastronomía. Se han casado vino y platos como si tratase de matrimonios eclesiásticos en los que el divorcio sería motivo de excomunión.

En este sentido podemos decir que en el siglo XIX se estableció en Francia el primer código de la mesa, basado en criterios muy rigurosos para regular la relación vino/manjares, no se debe ser tan rígidos; no obstante, al igual que en materia civilista España asumió el Código de Napoleón, nuestros afrancesados, a decir de Xavier Domingo importaron aquel código de la mesa. Traigo a colación aquí un caso que me ocurrió en un restaurante donde, "para hacer boca", pedí una cerveza mientras leía la carta con el menú. Pues bien, no quisieron servirmela por considerar que tal bebida era inadecuada para, posteriormente degustar la cocina de ese local.

Afirmar la importancia de la alirnentación en el devenir de la Humanidad parece una perogrullada, comer es algo más, mucho más, que ingerir cualquier alimento. Comer es también un conjunto de normas, hábitos, rituales, tradiciones, modas, leyes religiosas y políticas, simbolísmos que a menudo escapan a la lógica, a la razón y contemplarlos con espíritu estético y costumbrista.

Y Navarra no es un caso aparte. Antes al contrario, pues, a decir de Miranda García, nuestra Comunidad Foral es un ejemplo o paradigma de la trascendencia que la cocina, la gastronomía en general, tiene en el acontecer diario. Festejos, negocios, lutos, alegrías, reuniones familiares, de amigos, recepciones, despedidas, prólogos, epílogos de cualquier actividad cultural, deportiva.... todas las actividades sociales que pretendan tener calidad deben comenzar y terminar en torno a una comida, frugal o rebosante, pero casi siempre apetitosa.

Se ha visto a Navarra como centro del mayor número y frecuencia de celebraciones gastronómicas por metro cuadrado.

Casi inevitablemente, la primera idea que acude a la memoria de un aficionado a la buena mesa cuando se le habla de Navarra tiene mucho que ver con las verduras. La asociación de ideas Navarra-verduras es prácticamente instantánea.

Y es que en nuestra tierra las verduras han formado parte importantísima en la dieta diaria no viéndose, como en otras muchas comunidades, relegadas al triste papel de meras comparsas en tristes guarniciones y nunca como protagonistas de un plato.

Pese a la incuestionable variedad de hortalizas que el europeo ha tenido a su disposición; pese a su fama de alimentos sanos; pese a la amplísima gama de sabores que ofrecen, las verduras jamás han jugado un papel especialmente relevante en los hábitos gastronómicos occidentales.

Navarra es en esto la excepción. En nuestra tierra se sabe mimar la verdura desde la tierra al plato, y por ello ha saltado a lugares de privilegio en los restaurantes más afamados y en las más ilustres mesas públicas de la Comunidad Foral.

La menestra es, sin duda alguna, el plato rey de la cocina de las verduras. Es un plato que ofrece interesantísimas variaciones y todas ellas dan multiples satisfacciones.. ¿Qué decir de los espárragos? Son los heraldos de la primavera y probablemente hayan sido los mejores embajadores, en el terreno gastronómico, durante mucho tiempo. El refranero español los maltrata cuando alguien molesto lo envía "a freir espárragos".

Ello da cobijo a una coplilla que dice: "quien nisperos come, espárragos chupa, bebe cerveza, o besa a una vieja, ni come, ni chupa, ni bebe, ni besa ". Gustos aparte, en lo que se puede estar de acuerdo es en el asunto de la vieja.. ¿Qué decir de las alcachofas?. Pues de ellas Antonio Díaz Cañabate, ha pregonado que, particularmente las de Tudela, son "todo corazón". La humilde borraja, definida como la quinta esencia del sabor vegetal, espléndido descubrimiento de delicado sabor.

Poco se podrá añadir a toda la literatura ya vertida sobre los pimientos del piquillo: siempre exquisitos y jamás decepcionantes (los de Lodosa). El cardo de Corella, paladín de la Navidad, para los romanos era un plato de alta categoría reservado a las clases altas. Por otra parte, el hablar popular califica de "cardo" a quien su fuerte no es precisamente la simpatía. La coliflor, definida como "la reina de la belleza". El tomate, llamado antes más por los franceses "manzana de amor".

Nuestras verduras están muy bien acompañadas por rosados y tintos jóvenes. Entrando en el terreno de las carnes, no es cierto que los vinos blancos no deban acompañar un plato de carne. Una carne blanca, simplemente asada, compagina muy bien con un blanco de cierta fuerza. Cuando de grandes asados de carne roja se trata acudiremos a los tintos de buen cuerpo, quienes "hacen muy buenas migas" con los grandes guisos como la fabada o los callos.

Para esa caza mayor, es recomendable un tinto entrado en años (8 por ejemplo) siendo ideal para la caza menor algún rosado si el plato carece de complejidad en su elaboración.

Finalmente los postres. En cuanto a la pastelería, es muy recomendable cualquier tipo de vino dulce y estando en Corella, nuestros moscateles son excelentes.

Si de postres de cocina se trata, un champán o cava seco o no muy seco le "iría al pelo". Nos encontramos con el rey de la fiesta: el champán, que a decir de los entendidos, es el acompañante más noble de todo el menú. Un champán cuando es de gran calidad, opina Luis Bettonica, posee la virtud de hermanarse con cualquier plato. Su bouquet matiza y enriquece los sabores de los alimentos. Con un buen champán, lo más fácil es que una comida siempre mejore.

Hemos llegado al final de nuestra comida. Buen provecho y ojala que la factura no nos haga lamentarnos el resto del día.

Jesús Armendariz Poyales.