General Mariano Escobedo (1826-1902)
Maximiliano
General Mariano Escobedo
En la población de Villa de Labradores – hoy Galeana, Estado de Nuevo León, al norte de la República Mexicana, el 16 de enero de 1826 nació Mariano Escobedo Peña, hijo del matrimonio formado por don Manuel Escobedo y Rita Peña. Fue el menor de seis hermanos, y aunque la familia gozaba de ciertas comodidades, Mariano no tuvo la misma oportunidad que sus cinco hermanos mayores de estudiar y prepararse. Sus hermanos fueron enviados a Monterrey a continuar sus estudios mientras Mariano permaneció al lado de su padre. Después de cursa la enseñanza primaria y después se dedicó a las labores del campo ayudando a su padre.. Vivió una juventud desenfrenada, derrochando el dinero en bebidas y fiestas..
   En 1846, cuando contaba veinte años, se produjo la invasión norteamericana en México y Mariano ingresó al ejército. Con el grado de alférez participó en varios combates, como el de la Purísima, Tenerías y Cerro del Obispado. Poco después participó en la batalla de La Angostura y el la del Cañón de Santa Rosa, en donde apresó a varios soldados enemigos. Al terminar la guerra, volvió Mariano a las labores agrícolas.
   Sus opiniones políticas se inclinaban hacia el Partido Liberal; se afilió a este partido para combatir contra la dictadura del general Santa Anna y en 1855 se unió al Plan de Ayutla, que derrocaría a ese general. Combatió en esta campaña al lado del general Santiago Vidaurri, y más tarde, durante la Guerra de Reforma, con el general Blanco, luchando principalmente en Nuevo León, San Luis Potosí y Zacatecas. Participó en la toma de Guadalajara, recibiendo el grado de coronel. El 7 de febrero de 1861, en Río Verde, San Luis Potosí, se enfrentó Escobedo a las tropas conservadoras de Tomás Mejía y fue hecho prisionero; sin embargo Mejía lo perdonó la vida y lo dejó libre.
   Al terminar la Guerra de Reforma, Mariano regresó al norte, participando en una campaña contra los indios de la frontera que hacían incursiones por aquellos lugares. Al comenzar la Intervención Francesa organizó una brigada, sostenida con su propio dinero, y se dirigió a San Luis Potosí y de ahí a la Ciudad de México, marchando en seguida hacia Puebla. En Acultzingo se puso a las órdenes del General en Jefe del Ejército de Oriente, Ignacio Zaragoza.
    El 5 de mayo de 1862, Escobedo participó en Puebla en la victoriosa batalla que tuvo el ejército de Zaragoza contra los franceses, siendo coronel de la brigada de San Luis. Acerca de él , Zaragoza comentó: "Con cuatro como éste no llegaría un francés a México". Por su valiente desempeño en esta batalla se le concedió el grado de general de brigada.
   El ejército francés, sorprendido por esta inesperada derrota, pasó varios meses recuperándose y reuniendo elementos para marchar nuevamente sobre Puebla. También a Escobedo le tocó participar en la heroica defensa de Puebla que hizo el ejército mexicano, ahora al mando del General Jesús González Ortega, pues Zaragoza había muerto poco después de su heroico triunfo del 5 de mayo. Al caer la ciudad en manos de los franceses en mayo de 1863, Escobedo fue hecho prisionero, pero escapó, cuando era conducido a Orizaba. Se robó unos caballos gracias a los cuales pudo llegar a la Ciudad de México en 48 horas. Ante el avance francés sobre la capital, Escobedo huyó a Querétaro y luego a San Luis Potosí, más no encontrando con quien unir sus esfuerzos para continuar la lucha, se enlistó en el Ejército de Oriente, comandado por Porfirio Díaz, que se dirigía a Oaxaca a defender aquella ciudad.
   Después de varios días de sitio, Porfirio Díaz  envío a Escobedo a buscar a Juárez, que estaba huyendo en algún lugar del norte, para pedirle ayuda, ya que sin ella no podrían resistir el sitio por más tiempo. Mariano emprendió entonces su camino  y marchando solo, sin escolta, en septiembre de 1864 viajó hasta el Istmo de Tehuantepec, evadiendo las tropas francesas, que ya se hallaban por todas partes. En el Istmo, no encontró la manera de continuar su camino por lo que tuvo que regresar hacia el sur y ocultándose, a salto de mata, llegó al puerto de San Juan Bautista en Tabasco. Enterándose de la caída de Monterrey, decidió embarcarse a Nueva York, y así lo hizo, disfrazado y con otra identidad, para no ser descubierto por los franceses que ocupaban el puerto. Cuando llegó a Nueva York, Escobedo se sintió perdido. Dándose a entender con dificultad pues no conocía el idioma, logró llegar a Washington y acudió a la Embajada Mexicana en donde se entrevistó con Matías Romero, embajador en Estados Unidos del gobierno de Juárez. Romero le dijo que su misión era causa perdida ya que nada se podía hacer por el Ejército de Oriente, pues éste se había rendido en Oaxaca ante las tropas del General Aquille Bazaine. Pero Mariano no se dio por vencido; escribió una cartas a Juárez, que se encontraba en Chihuahua, informándole  que estaba decido a formar un ejército para defender los estados de Tamaulipas, Nuevo León y Coahuila. Recorrió de regreso los Estados Unidos llagando a Texas el 13 de enero de 1865. Ahí se reunió con dos coroneles republicanos, Francisco Naranjo y Nicolás Gorostieta, quien había regresado de Francia, a donde había sido enviado cuando cayó prisionero de los franceses en Puebla.
   Los tres oficiales lograron reunir 26 hombres con los cuales atacaron y tomaron Laredo a viva fuerza. Lo reducido de su ejército los obligó a reducir su rango; siendo muy poco ejército para un general y dos coroneles, Escobedo se transformó en capitán y Naranjo y Gorostieta en sargentos.
   Para marzo, el grupo había aumentado cerca de doscientos hombres con los que lograron tomar Piedras Negras, pero el parque no fue suficiente y tuvieron que abandonar la lucha, perdiendo el terreno que habían logrado ganar a los imperialistas. La tropa que había logrado formar Escobedo se fragmentó convirtiéndose en guerrillas. Comenzó entonces una guerra de guerrillas dedicada a insurreccionar los pueblos de Coahuila.
   Poco a poco Mariano fue disciplinando nuevamente su ejército y pronto logró conformar el llamado Ejército del Norte , al que procuró darle los mejores armamentos, apoyado por los Estados Unidos.
   El general imperial Tomás Mejía guardaba el puerto de Matamoros, el cual se hallaba saturado de mercancías, habiendo la necesidad de enviarlas a Monterrey; se dificultaba la operación por hallarse el camino infestado de guerrillas republicanas. El comerció instó al general Mejía a organizar un convoy para transportar estas mercancías a su destino. Mejía, de acuerdo con el general francés Pierre Jenningros, decidió reestablecer comunicación con Monterrey y enviar el convoy, el cual constaba de 200 carros cargados de mercancía, valuadas en dos millones de pesos.
   En su cuartel de Linares, Mariano Escobedo de la salida del convoy, que sería custodiado por dos mi. austriacos y tropas imperialistas al mando del general Rafael Olvera. Al amanecer del 16 de junio las tropas de Escobedo, apoyado por el general Treviño y el coronel Sóstenes Rocha, emboscaron al convoy en el paraje llamado la mesa de Santa Gertrudis. Muchos mexicanos imperialistas que escoltaban al convoy se pasaron al bando republicano y los voluntarios austriacos fueron hechos prisioneros. El motín recogido por el ejército de Escobedo fue considerable; además del valioso convoy, obtuvieron once piezas de artillería con suficientes municiones.
   La batalla de Santa Gertrudis debilitó tanto a los imperialistas que el general Mejía se vio obligado a entregar el puerto de Matamoros. Escobedo, con su ejército compuesto por 4,000 hombres entró a Matamoros a la una de la tarde del día 24 de junio de 1866.
   Una vez dueño de los estados fronterizos, Escobedo envió municiones a Durango, San Luis Potosí, Guanajuato y Michoacán. Recibió la orden de dejar Matamoros y avanzar sobre San Luis, y así lo hizo llevando consigo un convoy d 170 carros con cinco mil armas, parque, uniformes y todo lo necesario para equipar un ejército. También pudo enviar dinero para auxiliar al Presidente Juárez, a quien se le habían agotado los recursos en Paso del Norte.
   El 27 de enero de 1867 el general Miguel Miramón atacó y tomó la plaza de Zacatecas en donde se encontraba alojado en aquel momento el gobierno de Juárez, quien por poco cae prisionero de los imperialistas, pero logró huir hacia San Luis Potosí.
   Enterado Escobedo de lo que había sucedido en Zacatecas decidió avanzar hacia esa ciudad y atacar a Miramón. Reunió las fuerzas que tenía en Mexquitic con las del general Jerónimo Treviño y se puso al frente de ellas para dirigir personalmente la campaña. Sabiendo Miramón que Escobedo se dirigía a Zacatecas, huyó. Escobedo lo alcanzó en la hacienda de San Jacinto el 1 de febrero de 1867. El combate comenzó desde la hacienda de Ledesma hasta la de San Jacinto, batiéndolo las tropas de Escobedo por la retaguardia y por ambos flancos. Viéndose acosados unos regimientos imperialistas se desbandaron y determinaron la derrota total de su ejército.
   Mariano Escobedo tomó prisioneros a cerca de 800 imperialistas de los cuales 600 eran mexicanos y el resto austriacos y franceses; de estos, ciento siete fueron escogidos y fusilados de diez en diez, lo que convirtió la victoria de Escobedo en una carnicería sin precedentes. Los fundamentos que tuvo Mariano para fusilar a los prisioneros se apoyaban en que los imperialistas habían dado ejemplo de inaudita crueldad al tomar Zacatecas y le parecía indispensable hacer del castigo un ejemplo que escarmentara a los traidores debidamente. Entre los fusilados estuvo también el general Joaquín Miramón, hermano de Miguel.
General Mariano Escobedo
El 13 de febrero viendo la situación de su imperio perdida, el emperador Maximiliano se puso al frente de su ejército y salió de la Ciudad de México, refugiándose en Querétaro, que estaba en poder de sus generales Miramón y Mejía. La ciudad de Morelia fue recuperada por los juaristas cuando el general imperialista Ramón Méndez abandonó la ciudad. Los ejércitos del Centro y de Occidente al mando de los generales Nicolás Régules y Ramón Corona, respectivamente, recibieron órdenes de perseguir a Méndez que se dirigió a Querétaro. Al enterarse los jefes republicanos que Maximiliano y su ejército estaban en Querétaro, fueron avanzando hacia esa ciudad y así los ejércitos de Mariano Escobedo, Jerónimo Treviño, Sóstenes Rocha, Ramón Corona y Nicolás Régules, estos dos últimos, avanzando en persecución de Méndez, sitiaron la capital queretana a principios de marzo, todos bajo las órdenes de Escobedo.
   La acción no comenzó sino hasta el 12 de marzo cuando Escobedo inició un movimiento envolvente alrededor de la ciudad, lanzando su primer ataque el 14 de marzo, dirigido principalmente al cerro de San Gregorio, al norte de la ciudad, que era defendido por el general imperialista Severo del Castillo, y contra el Convento de La Cruz, cuartel general de Maximiliano.
   El enfrentamiento fue un fracaso para los republicanos, costándoles grandes pérdidas y logrando sólo tomar el cerro de San Gregorio, de poco valor estratégico.
   El 24 de marzo Escobedo recibió los refuerzos de las tropas de Ignacio Martínez y Vicente Riva Palacio con 7,800 hombres, los que sumados al resto del ejército reunían más de 40 mil soldados. hacia el mediodía atacaron Casa Blanca y la Alameda siendo rechazados por las tropas de Miramón y Mejía. En este combate muchos soldados republicanos cayeron en poder de los imperialistas. Los días que siguieron Escobedo realizó varias tentativas siendo rechazado todas las veces.
   El 27 de abril, después de más de un mes de sitio, los imperialistas trataron de romper el cerco abriendo fuego contra la línea republicana que resguardaba el Cimatario, lo que causó desconcierto entre las tropas republicanas; sin embargo Escobedo, haciendo gala de estrategia militar, logró controlar la situación y después de un sangriento combate, logró impedir que los imperialistas rompieran el sitio, aunque costó a su ejército también grandes pérdidas. Después de este ataque por parte de los imperialistas, la situación de Escobedo y su ejército comenzó a ser desesperada y así lo expresa el general en una carta dirigida al general Porfirio Díaz:
    "Si no viene usted, levanto mis fuerzas sobre algún otro punto, porque ya no me es posible mantener la extensa línea del sitio. Venga usted y con su presencia todo cambiará. En cuanto al mando, inútil es decirlo, yo me consideraré muy honrado si usted me juzga digno de militar a sus órdenes."
   Díaz, ocupado entonces en el sitio de la ciudad de México, le contestó que mantuviera sus posiciones por algunos días y el se presentaría ocho días después.  Algunos días después, Escobedo, viendo que los imperialistas no aprovechaban su situación y no volvían a intentar romper el cerco, cambió de opinión y simplemente pidió a Díaz una remesa de municiones de artillería, las que le fueron enviadas inmediatamente.
   El 13 de mayo Escobedo escribe:
"Ya nos desespera la prolongación del sitio de la plaza. Sin embargo, por las últimas noticias que tenemos de la plaza, creemos que pronto terminará y de un modo feliz, pues los sitiados están en una verdadera desmoralización y en extrema necesidad. Nos hace conocer también su desmoralización la constante deserción que están sufriendo, pues no hay día que no se nos pasen de cuarenta a cincuenta hombres. Yo espero que de un momento a otro traten de romper la línea, y estoy con todas las precauciones para que no salgan impunemente.
   El señor Díaz sigue bien en sus operaciones sobre México. Se resolvió a no venir; pero me mandó algún parque, que nos ha venido en muy buena oportunidad".

   Al día siguiente, 14 de mayo, alrededor de las seis de la tarde, un oficial imperialista se presentó en el campamento republicano que ocupaba la posición más avanzada dentro de la ciudad, en un campo atrincherado al otro lado del río. El oficial se presentó en el puesto de vigía, ubicado en lo que hoy es la calle de 15 de mayo, sostenido por un batallón a las órdenes del teniente Concepción Soberanes, con un pañuelo blanco en la punta de la espada. El oficial se identificó como el coronel Miguel López y pidió hablar con el jefe de ese sector que era el coronel Julio M. Cervantes, a quien le dijo que traía un mensaje para el general Escobedo. Cervantes mandó avisar a Escobedo, quien se presentó media hora después. López le rogó que lo escuchara en privado, a lo que Escobedo aceptó quedando ambos hombres solos. Hablaron por más de media hora. La versión que Escobedo da de ésta conversación, se puede leer en el Informe que Escobedo escribiría veinte años más tarde sobre los sucesos de Querétaro. Al terminar la conversación, Escobedo ordenó a Cervantes que escoltara a López hasta sus líneas. Mariano Escobedo regresó inmediatamente a su cuartel general y requirió inmediatamente la presencia del general Francisco A. Vélez, quien algún día había militado en las tropas conservadoras, a quien dio orden de estar en las afueras del Convento de La Cruz a las dos de la madrugada en espera de López con quien había pactado la entrega del Convento. En seguida dio órdenes a sus oficiales para estar prevenidos en caso de alguna posible traición y de preparase para tomar la ciudad.
   En efecto, según lo convenido con Escobedo, López se reunió con Vélez en las afueras del convento, a donde guiados por el mismo López, los republicanos penetraron y en menos de una hora ocuparon la huerta, el cementerio y el convento en sí. Escobedo sin estar aún enterado de la toma del convento, e impaciente por no tener noticias de lo que había sucedido, se encaminó personalmente hacia La Cruz, y al entrar al panteón fue informado por el teniente coronel Agustín Lozano, que el convento ya estaba en poder de los republicanos.
   Maximiliano, enterado de que el convento había sido tomado, salió de ahí y se dirigió al Cerro de las Campana, en donde se rindió enarbolando una bandera blanca. El general Ramón Corona lo tomó preso y lo condujo hacia la garita de San Pablo en donde se reunió con Mariano Escobedo, quien dialogó a solas con el vencido emperador, terminando la conversación cuando Maximiliano entregó su espada al general, quedando él y sus oficiales como prisioneros de guerra.
   El 20 de mayo Mariano recibió en su cuartel general en la hacienda de Hércules, la visita de la Princesa Agnes de Salm-Salm, esposa del príncipe del mismo nombre, que peleó al lado de Maximiliano, y que se hallaba preso junto con él, solicitando permiso para ver a su esposo y al  emperador. Ese mismo día Escobedo recibió nuevamente a la Princesa, esta vez acompañada de los prisioneros, Salm-Salm y Maximiliano, quien rogó al general que le permitiera embarcarse a Europa con su comitiva prometiendo no volver a mezclarse en los asuntos de México y de ordenar la rendición de las ciudades de México y Veracruz, que todavía estaban en poder de los imperialistas. Escobedo, con cierta reserva se limitó a decir que trasmitiría a Juárez las proposiciones del Emperador. Desde luego el Presidente contestó en forma negativa.
   En su Informe de 1887 para el general Díaz, Escobedo menciona esta visita de Maximiliano a su cuartel, diciendo que tuvo lugar el día 18 de mayo en lugar del día 20 y durante ella, según Escobedo, Maximiliano le pidió autorización para viajar a San Luis Potosí a hablar con el Presidente Juárez; jamás se menciona que la princesa Salm Salm haya estado presente. La princesa menciona dicha entrevista en su diario, sin hacer alusión a fechas:
  
"Me volví luego al cuartel de Escobedo a quien encontré de muy buen humor, porque estaba esperando a su hermana a quien no había visto hacía muchos años. Me dijo que no podía salir pero que recibiría al Emperador con sumo placer si éste quería hacerle una visita acompañado de mí y de mi marido...El Emperador se sintió bastante fuerte para salir, me dio el brazo y seguidos del coronel Villanueva y de mi marido, bajamos las escaleras... Fuimos en coche hasta la Hacienda de Hércules...El general Escobedo vino a encontrarnos y dio al Emperador la mano...y el Emperador dijo al general Escobedo que tenía que hacer en su nombre algunas proposiciones..."
   El doctor Basch, médico particular del Emperador, a quien acompañó durante todo el sitio, asegura en cambio  que la visita al cuartel de Escobedo se llevó a cabo el día 20:
"
Mayo 20
.....Después de que  habló con el Emperador se dirige la princesa al campamento de Escobedo y vuelve a eso de las cuatro con el coronel Villanueva. Poco después se presenta otro ayudante de Escobedo, el coronel Palacios, con orden de conducir al Emperador al cuartel general...El Emperador, a pesar de estar tan débil, se levanta de la cama para acudir al llamado de Escobedo y se dirige al campamento en compañía del Príncipe y la Princesa Salm Salm, del coronel Villanueva y de Palacios...Me cuenta el Emperador, que se encontró a Escobedo mucho más benigno que de costumbre, y que todo pasó convenientemente por una y otra parte.

  
El príncipe Salm que en la entrevista hacía de mediador me cuenta lo siguiente:
1° El Emperador está pronto a dar la orden de que se rindan las dos ciudades de México y de Veracruz, ocupadas todavía por las fuerzas imperiales.
2° Está iguamente pronto a declarar que para nada se mezclará ya en los asuntos de México.
3°  Que se le dé una escolta que lo acompañe a Veracruz con las personas de su comitiva.
En cuanto a los oficiales mexicanos ruega al gobierno que se les tenga consideración."

  Basch hace alusión a otra entrevista que tuvo Escobedo con el Emperador, la cual según el médico, tuvo lugar el día 19 en la celda de Maximilaino en el convento de las Teresitas y no fue más que una mera formalidad.
   Escobedo menciona en su
Informe a otra entrevista con Maximiliano, misma que tuvo lugar el día 28 de mayo en la prisión del Emperador, visita hecha espontáneamente por Escobedo a su prisionero; según el general, en ella le pidió Maximiliano guardar el secreto de la entrevista tenida con López, por orden de él mismo, para entregar la plaza. Esta visita realizada por Escobedo, no es mencionada por Basch en sus Recuerdos de México. ¿Por que habría Maximiliano de esperar hasta el día 28 para hacer esa importante petición, y más aún en una entrevista no solicitada por él, cuando ya había tenido otras pláticas con su captor?
Escobedo también visitó a los generales Miramón y Mejía. Como Miramón había sido herido durante la toma de Querétaro, se refugió en casa del doctor Licea, quien lo delató a Escobedo, además de robarle su cartera, sus papeles y algunas onzas de oro que portaba Miramón en su levita. Escobedo se presentó en casa del médico para regresarle al herido sus pertenencias:
-"General, le dijo, aquí tiene usted su cartera; le aseguro bajo palabra de honor que no he leído sus papeles".
   A Mejía lo visitó uno días antes de tener lugar la ejecución, en su celda del convento de las Capuchinas para proponerle dejarlo escapar en pago por la ocasión en que Mejía le salvó la vida en Río Verde. Mejía declinó el ofrecimiento.
   La última visita que Escobedo hizo al Emperador fue en la víspera de su ejecución, a las once de la noche del día 18 de junio:; Maximiliano comentó a su médico: "Escobedo vino a despedirse de mí; ¡Vaya! De mejor gana hubiera yo seguido durmiendo".
   Maximiliano, Miramón y Mejía fueron fusilados en la mañana del 19 de junio en el Cerro de las Campanas.
   Veinte años después del sitio de Querétaro, el 29 de abril de 1887, Mariano Escobedo recibió una carta del coronel Miguel López pidiéndole que revelara la verdad sobre lo ocurrido en Querétaro, cuando cayó el ejercito imperialista. Fue entonces cuando Escobedo publicó su Informe, dirigido al entonces presidente de la República, Porfirio Díaz. En él exculpaba Escobedo a López de haber traicionado a Maximiliano, diciendo que el coronel actuó en nombre de su emperador. Sin embargo existen múltiples contradicciones en este
Informe, como la de la entrevista entre el general y el emperador descrita arriba. Diez años después de publicado su Informe, Escobedo incurrió en nuevas contradicciones durante una entrevista con el Barón Gustav Gostkowsi, liberal francés que radicó mucho tiempo en México, y que se preciaba de ser muy amigo del general. Según Gostkowsi, en dicha entrevista, Escobedo aseguró que se había entrevistado tres veces con López, mientras que en el Informe sólo se refiere a una sola entrevista. Por otro lado el 15 de mayo, día en que cayó Querétaro, Escobedo envió a Juárez una carta anunciándole la toma de la ciudad por las fuerzas republicanas, omitiendo mencionar la intervención de López.
   ¿Por qué se contradice Escobedo en su informe? ¿Decía la verdad al exculpar a López de la traición y culpar a directamente a Maximiliano? Escobedo no tenía porque mentir; como él mismo lo dice, para él era lo mismo quién hubiera entregado la plaza; él se aprovechó de ese ofrecimiento, haya venido de quien haya sido, para tomar la ciudad sin derramamiento de sangre. Sin embargo, no solo no aprehendió a López como lo hizo con Maximiliano y con los demás oficiales,  sino que  además le expidió un salvoconducto para viajar a México y Puebla y además una carta de recomendación para Porfirio Díaz. ¿Cual fue la realidad?, quizá nunca lo sabremos.

   Tres años después del sitio de Querétaro, Mariano Escobedo solicitó al Presidente Juárez su baja del ejército, alegando una enfermedad crónica. Juárez rehusó concederle la baja, pero le concedió una licencia temporal. Fue elegido gobernador de San Luis Potosí y después de Nuevo León, ocupando posteriormente la Presidencia de la Suprema Corte de Justicia Militar. En 1876 bajo el gobierno de Sebastián Lerdo de Tejada, fue nombrado Ministro de Guerra y combatió los levantamientos de Porfirio Díaz contra el gobierno. Al triunfo de Díaz, Escobedo trató de combatir el nuevo gobierno pero fracasó y fue apresado en la hacienda de Cuatro Ciénegas, propiedad de Don Jesús Carranza. Conducido a México fue encarcelado en la prisión de Santiago Tlatelolco el 13 de septiembre de 1878, siendo liberado poco después y recluido en su propio domicilio, con ciertas prerrogativas. El 28 de abril de 1879 viajó a Nueva York en donde se reunió con Lerdo de Tejada, de quien era incondicional.
   De regreso en México, en 1884 fue diputado por Aguascalientes y en el 86 lo fue por Celaya. En 1888 al salir de la Presidencia Manuel González, quien no había sido más que un títere de Díaz, Escobedo se mencionó como candidato presidencial obteniendo sólo el uno por ciento de los votos, mientras Díaz resultaba electo con el noventa y ocho por ciento.
   En 1889, al morir Lerdo de Tejada, Escobedo fue comisionado por Díaz para recoger el cadáver como repreesentante oficial del Gobierno Mexicano. Después de 1890 continuó siendo diputado por diversos estados, excepto por Nuevo León, y teniendo en 1896 a su hijo Mariano como suplente.
   Mariano Escobedo se retiró definitivamente del servicio militar poco antes de su muerte, siendo aun diputado. Falleció el 22 de mayo de 1902 en la ciudad de México.
Informe del General Mariano Escobedo al Presidente de la República, General Porfirio Díaz. 1887
Entrevista con el General Mariano Escobedo, por el Barón Gustav Gostkowski, 1897
Carta del General Mariano Escobedo al Presidente Benito Juárez, 15 de mayo de 1867
Mariano Escobedo
Bibliografía
Moreno, Daniel: El Sitio de Querétaro, Ed. Porrúa
Taibo, Paco Ignacio II: El General Orejón Ese; Ed.Planeta
Junco, Alfonso: La Traición de Querétaro; Ed.Campeador
Rivera Cambas Manuel: Historia de la intervención europea y nortemaericana en México y del Imperio de Maximilaino de Habsburgo
Flores Tapia Oscar, : Mariano Escobedo, la lealtad republicana: Cuadernos de Lectura Popular, SEP