La Nacion Martes 30 de enero de 2001 Cosquín, en la balanza La edición 2001 fue de cambios. Cambios en la productora que lo organizó, cambios en el escenario principal y cambios en el espectáculo. Cambios que en definitiva no lograron una de las principales metas fijadas: mayor convocatoria de público. La gente le dio la espalda al festival, ya sea por cuestiones económicas o por una programación que no tuvo un equilibrio artístico, y una transformación real, salvo la aparición de la danza -que es uno de los movimientos más fuertes del folklore de los últimos años-, que no era tenida en cuenta. Eso sí, habrá que profundizar en el nivel de los ballets (más allá del reconocible esfuerzo personal) y la variedad estética. En cuanto a la convocatoria, Soledad fue la única que llenó la plaza junto al Chaqueño Palavecino, y sus recitales a la manera de antes fueron un símbolo contradictorio para un Cosquín que intenta cambiar. Se vendieron más de ocho mil entradas en la noche de cierre, un récord para la plaza Próspero Molina. Pero el resto de los días lució entre un 40 y un 60 por ciento de su capacidad. Ni siquiera las entradas populares fueron una atracción extra. El nuevo escenario generó una brecha mayor entre los artistas y el público. El sonido fue regular; no se puso el mismo empeño para todos los músicos; algunos pudieron ensayar, otros no, y la nueva idea de espectáculo integral quedó trunca. Según el director de la Agencia Córdoba Cultura, que puso la plata para reformar el escenario, al festival le faltó "un regiseur y un director artístico". A pesar de que el festival mejoró técnicamente para la TV y las reuniones de varios músicos en un mismo show marcaron diferencia con otros años, se abusó de las juntadas. No todas sumaron artísticamente, por ejemplo, la de Ariel Ramírez y Marcela Morelo. También el público se vio casi imposibilitado de pedir bises y eso atentó contra ese ida y venida que tiene que haber entre el artista y la gente. Para colmo, la imagen de Julio Mahárbiz parece desgastada, a pesar de que se apoderó públicamente del festival y construyó tras del escenario una especie de fortaleza rodeada por sabuesos de seguridad. Lo silbaron en varias ocasiones y su amigo (otro personaje desgastado) el Soldado Chamamé tuvo que salir a defenderlo. Les costará a los nuevos productores imponer esta nueva forma: danza + música + voces en off + delegaciones por región, que descarte la vieja fórmula de un recital tras otro. A eso se suma que la gente cada vez busca más en las peñas lo que no encuentra en la plaza Próspero Molina. Todos coinciden en que el festival es necesario porque es la excusa perfecta para todo lo que se genera a su alrededor, pero mientras se siga alejando de la gente y no muestre una renovación profunda (no preocuparse solamente por llenar el cielo de fuegos artificiales), se seguirá debilitando. Hay signos que indican una mejora, y otros signos que muestran un atraso hacia los peores vicios y métodos de maltratrato a los artistas que son los verdaderos protagonistas. Mientras tanto, la gente seguirá buscando en otro lado el mayor contacto con los músicos y compartir un ambiente donde sentirse más protagonista. Eso es vivir el festival de la mejor manera, a puro folklore, durante nueve noches. La perla: la inclusión de Melania Pérez en la programación oficial fue un lujo merecido para el escenario Atahualpa Yupanqui. El año anterior había sido figura de las peñas, este año lo fue de la plaza, pero no se llevó el premio Consagración, que quedó en manos del formoseño Mariano Fretes, porque según los organizadores "era demasiado grande". Los más ovacionados: Soledad, Chaqueño Palavecino, Peteco Carabajal, Luciano Pereyra, Los Tekis, Antonio Tarragó Ros y Teresa Parodi, Dúo Coplanacu, Jaime Torres, Tomás Lipán, Maximiliano Guerra, León Gieco y Víctor Heredia. Lo diferente: el espectáculo Mudanzas apareció al margen del festival y mostró una de las propuestas más interesantes donde se fusionó la danza, el teatro experimental y la canción folklórica. El elenco variopinto lo integraba el Teatro Sanitario de Operaciones y la cantante Paola Bernal. El momento: no fue en el escenario mayor, sino a pocas cuadras, en la peña de Los Copla. El sábado, una tormenta dejó a oscuras a más de dos mil personas durante el recital de los anfitriones. Inmediatamente se encendieron todos los encendedores y el grupo cantó vidalas y zambas coreadas por toda la gente. El personaje: Juan Saavedra fue el artista que se destacó durante las nueve lunas. Este referente de la danza estuvo en todos lados, contagió con su onda a la gente, envolvió de mística los escenarios que pisó y sus talleres convocaron a más de 200 personas. Lo mejor: el espectáculo integral del Chaco, presentado por Landriscina con representantes de las comunidades wichis, tobas y mocovíes revalorizó la olvidada cultura indígena. Lo peor: Merceditas, el personaje de la canción litoraleña más popular del folklore, fue convocada para recibir un homenaje en el escenario mayor. La acompañaba una delegación integrada por más de 100 personas, de las localidades santafecinas de Frank y Humboldt. Se tuvieron que volver sin pisar el escenario de la plaza. Las visitas: La cantante peruana Eva Ayllón, la murga uruguaya Contrafarsa y el grupo cubano Vocal Elete, tuvieron buena aceptación y sumaron espectáculos de calidad. Espacios: la Peña del Colorado, la Peña Joven, con Ica Novo, el café La Real, además de la del Dúo Coplanacu, mostraron un notable nivel artístico. La polémica: Julio Mahárbiz y Ramón Ortega se trenzaron en una discusión mediática que fisuró la sociedad formada recientemente, Paisajes SRL. ¿Quién pondrá la plata para el Cosquín de 2002? Fidelidades y enojos por el festival Si Cosquín genera polémicas es por los descuidados, arbitrarios y poco claros manejos de la gente que se pone al frente del festival. Suma Paz lo sufrió en carne propia. El día del homenaje a don Atahualpa Yupanqui tenía pautado tres temas. Hizo dos canciones y, cuando se disponía a cantar nuevamente, le cortaron el sonido. Según su representante, fue una represalia por las declaraciones de la intérprete en una conferencia de prensa previa: criticó el tono comercial del festival. Los Manseros Santiagueños, históricos músicos del género, también se quejaron: "Nos parece bien que Cosquín cambie, pero no se puede olvidar ni dejar a un lado a todos los que durante tantos años hicimos mucho por este festival, y darnos algunos temas para tocar". Más enfrentado directamente con el encuentro mayor de Córdoba, el compositor Raúl Carnota declaró en la única actuación en Cosquín, ante una audiencia masiva: "Cuando veo tanta gente en las peñas me pregunto por qué no mudamos de una buena vez el festival a otro lado". Otros más fieles de Mahárbiz, como Horacio Guarany, dijeron: "Es bueno que el festival cambie y se renueve con jóvenes figuras. Yo para este festival rebajé unos kilos y me compré pilcha nueva", bromeó en público el cantor, cuando quiso lanzar su opinión por el nuevo rumbo. Lo cierto es que más allá de la renovación tan anunciada, hay cosas que no cambian nunca en Cosquín. Los últimos días llegó a las peñas un comunicado de la Comisión Municipal de Folklore donde se anulaba el derecho a las peñas para elegir a su artista revelación, como todos los años. Sin embargo, Los Hijos del Sol salieron revelación de peñas. Lo que no dijo Julio Mahárbiz al público fue que el grupo salió de la peña oficial. Cosquín en la balanza Lo peor El bajo promedio de asistencia al festival. La única noche que se agotaron las entradas fue con Soledad. El maltrato a muchos artistas que no tuvieron posibilidad ni siquiera de probar sonido o se vieron corridos por el tiempo como Suma Paz. La polémica entre Mahárbiz y Ortega hace temblar el Cosquín 2002. Lo mejor La presencia de las comunidades aborígenes del Chaco y las visitas internacionales, como Eva Ayllón. La incorporación de la danza. Participaron cinco ballets de Córdoba. Y se destacaron los grupos de Koki y Pajarín y Juan Saavedra. La peña de Los Copla: convocante y con una programación envidiable.