Diario La Nacion Lunes 6 de julio de 1998 Soledad, el remedio contra la amargura Domingo con neblina. Tristeza en las calles, más melancólica que en otras oportunidades, porque nuestros futbolistas en el Mundial dejaron un sabor amargo, como su juego y como su actitud frente al mundo. Una amargura que intentó tomarse un respiro. Soledad actuaba gratis. La Cadena 100 la invitó para actuar en su ciclo de recitales acústicos. El segundo al aire libre. El primero fue el de Andrea Bocelli, que concentró a unas 3000 personas. Y el de ayer por la tarde logró reunir a alrededor de 4000 asistentes (6000, según la radio), un público que llegó a masticar la derrota frente a Holanda y salió de sus casas, a pesar del día, para cantar junto a Soledad. Se colocaron una vincha celeste y blanca y le quisieron dar otro color a su fin de semana. La típica familia argentina (mamá, papá, tres chicos y perro) y muchos adolescentes se convirtieron en el auditorio de la jovencita del ahora conocido Arequito. Cuando Soledad apareció en el escenario ubicado en Mansilla al 2600, que ocupaba toda la calle de cara a Ecuador, el mar de gente que se extendía por dos cuadras se perdía ante su vista. Los balcones, a manera de platea preferencial, desbordaban de vecinos, curiosos, fanáticos y camarógrafos. Abajo, los chicos que se habían instalado desde el mediodía, frente a las vallas de contención que separaba a la gente del escenario, sufrían la humedad y rezaban por no desmayarse antes de que terminara el corto show de la cantante. Un poco más de media hora de recital sólo sirvió de aperitivo, de buena campaña de promoción para que muchos se pongan a juntar sus moneditas para verla en toda su extensión en los recitales que brindará en el Gran Rex. Para otros, fue suficiente para ver al fenómeno de cerca sin malgastar un centavito, en una época en que el ahorro cuenta. Algunos que venían del conurbano con varios chicos ya habían pagado el precio de una entrada virtual con el viaje en colectivo y alguna gaseosa para apagar la sed. Los vendedores ambulantes pusieron de remate sus banderitas, vinchas a un peso, galeras con la insignia argentina y todo tipo de emblemas albicelestes para salvar la magra jornada del sábado. El nacionalismo que reivindica la intérprete les vino como anillo al dedo a los buscavidas para darles aunque más no sea una mínima alegría a los que están acostumbrados a perder todos los días. A pocos metros de ellos, en cambio, estaba la contracara del "éxito". La chica que vende millones de lo que sea con sólo abrir la boca. La chica que seguramente le habrá dado unos puntitos extra de rating a la radio y que le dedicaba todas sus miradas y sus gestos a ese grupito de obstinados adolescentes que seguían festejando y revoleando remeras y banderas como si nada. Vía de escape Es que el Mundial no le cambia la vida a nadie, salvo a los jugadores. Y lo mismo sucede con un recital, que funciona como vía de escape durante unos minutos hasta que la función se acaba y todo vuelve a ser como siempre. Las cuentas que hay que pagar. El trabajo que no aparece. Y las soluciones que no llegan. Pero ese olvido momentáneo que propone esta chica de 17 años es lo que le permite disfrutar a su público, los verdaderos protagonistas del show. Con su energía, Soledad desborda los arreglos de Fernando Isella y pasa por encima de la crudeza de sus propios músicos: Jorge Calcaterra y Alberto Arauco (guitarras) y Silvio López (bombo). Esa voz saturada desde las cajas de sonido, ese carisma brujo es lo que mueve al público y lo hace saltar y transpirar en pleno invierno. Hasta les intenta quitar la pesadumbre con un par de temas como "Del duende" y la chacarera "Si de cantar se trata". Y con un consejo: "En la vida no se puede ganar siempre. Hay veces que las cosas no salen bien. Hay que pensar que los chicos de la selección dejaron todo en la cancha". Algunos la silban. Pero la mayoría ensaya un grito de desahogo, casi insólito: "Argentina, Argentina, Argentina". La cantante no lo piensa demasiado y entonces sigue con su set programado: "Que nadie sepa mi sufrir", "Rosario de Santa Fe" y "Alma, corazón y vida" junto a su hermana Natalia, que pronto tendrá su historia solista. Entonces la chica pide permiso a la gente para estrenar una chacarera. Nora Briozzo, la conductora de la radio, no la quiere dejar ir sin recurrir a lo más obvio, además de los saludos y agradecimientos a la cantante por ser artista exclusiva del multimedio. Las hermanitas Pastorutti atacan con su himno "A Don Ata", para que todas las vallas, incluso la vereda, generen un temblor ficticio. El mismo sentimiento inexplicable que sigue despertando cada vez que aparece en escena y que la hace distinta de las demás.