Diario La Nacion Martes 13 de Junio de 2000 Las ideas confusas A Soledad Pastorutti se la había ungido como heroína salvadora del moribundo folklore argentino a mediados de los años noventa. El tifón de Arequito, hoy devenido "brisa pop de Miami", domesticado por la industria del disco, acaba de ventilar opiniones tan temerarias como su desparpajo escénico, tan erráticas como su ubicuidad musical y geográfica. Afirmar, por ejemplo, que "folklore se le llama a la música que representa a la gente, a la sociedad" es, por empezar, equívoco. Pero agregar que "el pop, el rock, la cumbia, ya son parte de nuestro folklore, de nuestra forma de ser, de nuestra idiosincrasia", y que "cuando hablamos de folklore como género musical, nombramos la zamba y la chacarera, pero folklore es todo", ya es torpeza. Preocupante, además, porque implica el peligro de que tales errores de concepto cundan entre su legión de jóvenes admiradores y entre los desprevenidos adultos que la toman por seguro referente. Por haber abrazado el folklore podría haber imaginado que tal palabra no significa cualquier cosa... La hoy ecuménica chica de Arequito -insertada en la música chatarra de Miami, que proclama en su último disco grabado allá "Yo sí quiero a mi país"-, pudo enterarse de que el vocablo folklore, acuñado en 1846 por el arqueólogo inglés William John Thoms, significa: folk (pueblo, gente) y lore (conocimiento, saber); es decir, el saber del pueblo. Y que para llegar a esa ciencia se han emprendido mil estudios de tradiciones, creencias y costumbres de cada país. Podría saber que existe un librito de Augusto Raúl Cortazar, donde define el folklore como anónimo y tradicional; algo que para convertirse en folklore necesita de muchísimos años. Que de su lectura sencilla se desprende que todo lo que no surge naturalmente en el seno de los pueblos es "proyección folklórica", desde Yupanqui hasta la propia Soledad. En medio del trajín por la conquista del mercado -y del afán por hacer grandes negocios con el folklore del país que tanto ama- parece fácil soltar disparates. Como ese de que la música no tiene limitación porque es como una plastilina; que "todos somos un poco híbridos porque los tiempos cambian más rápido". Esto es viveza criolla mezclada con crisis de identidad. Es de esperar que sus diecinueve años le permitan ir aclarando sus ideas.