Diario Clarin
Sábado 30 de enero de 1999 

                            Los fabulosos Sole-boys 

Micaela Avila tiene 13, nació en Tanti, cantó el Himno en la apertura de Cosquín y sueña 
con vivir sola, tener un perro siberiano y una moto gigante. Luciano Pereyra fue la 
consagración de Jesús María y, a los 17, está en plena promoción de su disco debut, 
grabado para un sello multinacional. Medio galancete, este lujanense aplaudido en 
Cosquín tiene cara de querer devorarse el mundo de un bocado. Lo contrario de Luis 
Barrera (15), un pibe humilde que integra el Ballet Camin, que todas las noches abre el 
Festival y que, coscoíno hasta la punta de su bota, baila con elegancia y estilo y 
aspira a enseñar danzas folclóricas a los chicos de su ciudad, "pero sin que nadie tenga 
que pagar un peso". Sangre Viva es un trío de dulces chicas salteñas que, con cuidados 
arreglos vocales, andan de peña en peña haciendo un repertorio tradicional. Ofrecen su 
demo con ilusión y aman a Los Chalchaleros, al Cuchi Leguizamón y a Luis Miguel. 
La cordobesa Natalia Monasterolo (17) estrena título de bachiller, anda con un modesto 
demo en el bolsillo y tiene la chapa que le dio haber sido revelación en Jesús María.
El Sub 20 del folclore, entonces. Apenas un recorte arbitrario de lo que está pasando en
este Cosquín, un festival inundado de purretes arriba y abajo del escenario. Un 
CantaPibes criollo que integran, también, nombres como María Paz, Daniela Barrios, Pablo
y los del Tuyú, Lali Robledo, Virginia Piaggio. Y, más allá de los 20, promesas como la 
exquisita María Soledad Gamboa, Lionel Pacheco, Paola Arias, Las Pacheco y tantos más.
Señorita Soledad Pastorutti, primera dama de Arequito: usted es la culpable de todas 
estas cosas. La tendencia está abonada por todos los wines. Representantes de compañías 
discográficas que rastrillan peñas -auténticas divisiones inferiores- con el signo pesos
en los ojitos. Padres levemente frustrados o no, que si hubieran procreado en los 
tiempos de Vilas no hubieran dudado en cambiar el poncho por la raqueta. Padres con 
buenas intenciones, que aman en serio a sus hijos y al folclore. Y los mismos chicos, 
que espejados en Los Nocheros, en Los Tekis, en Soledad, ven a la música folclórica con 
una alegría que no existía hace cinco años. El folclore ahora queda bien.
Quién lo hubiera sospechado: la renovación de la música nativa, que se pedía a gritos, 
llegó por el lado cronólogico más que por búsquedas musicales.
Frescos, ingenuos, puros, estos chicos quieren tocar la guitarra todo el día. Quieren 
que la gente se enamore de sus voces. Quieren dejar su marquita. Ya han pisado grandes 
escenarios; están ahora posando para la sesión fotográfica. Los sueños se cumplen como 
si todo hubiera sido producido por Sorpresa y 1/2. Pero no les basta, siguen soñando. Y 
hablan. Dicen, coinciden, que la pasión por el folclore les llegó por herencia familiar. Callan -y coinciden en el silencio- cuando se les pregunta por la obra de Atahualpa Yupanqui. Aunque Luciano Pereyra dice después que sí, que lo escuchó, y Luis Barrera y Micaela Avila cuentan que vieron a Yupanqui en una película "que dio TV Quality". Natalia Ramírez, de Sangre Viva, se planta: "De Yupanqui no, pero en Salta tenemos a Leguizamón y Castilla. A ellos sí los conocemos bien". "Lo que ocurre -tercia su compañera de grupo, bautizada proféticamente Natalia Soledad- es que escuchamos más a los de ahora. Ellos eran muy buenos, pero hablaban de otras realidades. A nosostras nos gustan Los Nocheros: sus canciones sí nos llegan." "Tal vez -reflexiona Pereyra-, aunque no lo buscamos, somos parte de la moda." Todos -excepto el coscoíno Luis Barrera- conceden que les gustan otras músicas. Auténticas ensaladas mixtas que reflejan la mediatizada actualidad musical.

    Source: geocities.com/lasolehomepage