Diario La Nacion
Martes 24 de enero de 2006
 
Soledad: festejo en Cosquín
                                              Diez años del "Tifón"
 
La cantante celebró junto a Horacio Guarany una década de carrera en la segunda jornada del festival folklórico coscoíno
x453.jpg (7909 bytes)COSQUIN.- Noche de domingo. En la peña de César Isella se escuchaba un cantor con ganas de triunfar. A sólo unos metros, en el escenario mayor, Soledad festejaba diez años desde que fue descubierta en un reducto similar a éste y lograba subir con 17 años al escenario de la plaza Próspero Molina, con un permiso especial de la Comisión Municipal, la anuencia de Julio Mahárbiz, el guiño del ex funcionario menemista Alberto Kohan y la tutela de Isella, como padrino artístico. Cambiaron muchas cosas. En esta década, la Sole de Arequito vendió más de un millón setecientos mil discos; pasó de las pilchas gauchas a mostrarse con remeras entalladas y botitas taco aguja; casi dejó de revolear el poncho ("invento" que terminó por patentar); se sacó el gusto de cantar no sólo chacareras furibundas, sino también canciones más pop de su autoría, y de meter el folklore, cuando pocos lo hacían, en círculos televisivos y películas y hasta se convirtió en la cara de productos adolescentes. Todo como una especie de tsunami telúrico que arrastró de todo, incluso a veces a la propia música nativa.
Ahora, la cantante, que faltó sólo una vez a la cita impostergable con el festival en estos diez años, fue la encargada de abrir la segunda noche del festival con el simbólico grito de "Aquí Cosquín" (según los memoriosos ninguna mujer había tenido ese privilegio) y cerrarlo con un concierto de más de dos horas, un 80 por ciento de las plazas ocupadas, un clima encendido como en sus buenas noches, gente en los techos de las casas vecinas que revoleaban lo que tenían a mano y un fin de fiesta que terminó aguado por la detención de un seguidor de la Sole que portaba bengalas en su mochila (ver Apostillas).
La jornada había comenzado puntualmente a las 22 y se extendería hasta las 4. Pasaron Los Carabajal con su set de chacareras y vidalas, Mariana Cayón con una propuesta más llamativa y aparatosa que sustancial en la ejecución de la quena, un Facundo Toro más influido por los sonidos románticos y latinos que por la zamba, un autor como Hugo Giménez Agüero junto a una delegación musical de Santa Cruz, y el Dúo Coplanacu, a quienes, a pesar de tener un espacio consolidado en la escena actual, no se les da el marco que merecen.
El dúo, que este año no tiene su clásica peña, pasó por el escenario haciendo las canciones más criollas de su último disco, "Corazón sin tiempo", acompañado por un violín y un piano, y terminó contagiando con su repertorio más bailable de chacareras y escondidos a una platea generalmente ociosa, pero que con los Copla se largó a danzar por los pasillos y rincones del espacioso predio. Apurados por los organizadores y con una puesta demasiada sencilla para un grupo de su relevancia (el telón de fondo y una luz blanca apenas), mostraron que no todos reciben el mismo trato artístico.
Otros que dejarían una buena impresión fueron los integrantes de la delegación de La Rioja, provincia que este año tiene su propia peña con un elenco bien regional. Y Orlando Veracruz, a fuerza de sus modales paisanos, su postura de gaucho gringo y su rescate de poetas como José Pedroni y Julio Miño, tuvo su reconocimiento. Después fue el turno de Soledad, que apareció con la camiseta de la selección de fútbol con el número 10 en la espalda.

La "barra" de la Sole

La artista fue recibida con la ovación de esa hinchada futbolera que conforma su decena de club de fans desperdigados por todo el país y que son una verdadera fuerza de choque infantil. Fueron las mismas que silbaron cuando el locutor nombró al músico César Isella, ex director artístico de la cantante, y que abuchearon cuando en las pantallas de video apareció la imagen de Mahárbiz presentándola en aquel histórico enero de 1996.
Como en sus inicios, cuando algunos medios sostenían que lo que hacía era "punk agropecuario", la cantante comenzó a toda marcha y envolvió con su remolino interpretativo a todo el público, que comenzó agitando remeras, ponchos y todo lo que tenía a mano, en otro clara referencia futbolera.
Hay mucho código de tablón en la música de Soledad, por eso no importa cómo juegue, lo que diga o haga, porque va a tener la aprobación de su público. En la conferencia posterior al concierto declaraba en caliente: "Estábamos muy nerviosos y no pudimos hacer el show que queríamos. Hubo muchas pifiadas, cosas que sonaron mal. Seguro que después me retan por lo que digo", decía con espontaneidad.
Su público disfrutó de principio a fin el concierto, a pesar de que su repertorio es amplio y sus seguidores son amas de casa con varios chicos al cuidado que se emocionan con los valsecitos como "Que nadie sepa mi sufrir"; o son adolescentes que saltan y bailan con "Tren del cielo". Ella pasa del torbellino chacareroso de "Entre a mi pago sin golpear", " A don Ata" o "De fiesta en fiesta" a la madurez pop de la canción "A donde vayas".
Si algo no podía faltar para que su cumpleaños artístico fuera completo fue la intervención de su hermana Natalia, en varios temas, y la presencia de Horacio Guarany, semirretirado, casi sin voz, que apareció con su verba encendida para sumarse como un integrante más por veinte minutos. Para los folkloristas nostálgicos fue emotivo volver a ver al "Potro" subido al escenario de Cosquín, aunque sea para balbucear agradecimientos, meter algunos coros o cantar casi a la manera de un gaucho punk los versos del clásico "Piel morena".