Diario Clarin
Miercoles 16 de octubre de 2002

MUSICA: HORACIO GUARANY Y SOLEDAD PASTORUTTI CANTARAN JUNTOS EN EL LUNA PARK
                                            La dama y el vagabundo
Unidos ante la crisis, los santafesinos se plantan ante las críticas, se elogian mutuamente y dan pistas del show que daran en el 25.

La dama y el vagabundo Como si ellos mismos fueran una prueba tangible de la teoría que acaban de arriesgar, según la cual el caracter expansivo de los santafesinos del norte se opone al estilo más prudente y temeroso de los santafesinos del sur, Horacio Guarany y Soledad Pastorutti juegan un continuo contrapunto.
El tema puede ir del mapa idiosincrático de su provincia, a la depresión del circuito festivalero folclórico o a la polémica en torno a la música popular en el Teatro Colón. Invariablemente, él se embarca con vehemencia y afirmaciones categóricas mientras ella relativiza, aclara, concilia. El encuentro es en la parrilla de Luján donde Guarany acostumbra recibir invitados, él de riguroso atuendo gaucho y ella de jean y zapatillas fitness. Los saludos casuales se convirtieron en reuniones frecuentes, desde que proyectan un Luna Park compartido: lo más parecido a una solución a medida para la retracción de público.

¿Será una especie de homenaje a Guarany?

Soledad: Mi viejo lo admira profundamente, y yo soy lo que hubiera querido ser mi viejo. De chica, a la noche escuchaba los festivales que se transmitían por radio. Cuando lo presentaban a Horacio era ovación. Entonces yo me subía a la cama, con el tubo de desodorante de micrófono, cerraba los ojos y me imaginaba que era él, o que entraba con él al escenario. Por eso pensé el espectáculo, la idea es que un ochenta por ciento del repertorio sean canciones suyas.
Guarany: Yo he logrado equilibrar bien la carga. Después de haber pasado por momentos muy buenos y por momentos muy duros, bombas, aplausos, atentados, llega un momento en el que uno se afirma. Se me ha dado todo: con un sexto grado pude viajar por todo el mundo, hacer canciones, cantar, hacer películas, hasta se me dio por escribir novelas y me editan. No quería que esto fuera un homenaje, porque no iba a actuar yo en un homenaje a mí mismo.

¿Sintieron mucho, personalmente, la reducción del circuito de festivales con la crisis?
Soledad: Este verano muchos festivales se achicaron, otros desaparecieron, algunos que antes contrataban tres artistas a nivel nacional en una noche, ahora contrataban uno solo. Fueron los meses en los que más parado estuvo el país. Yo trabajé mucho, pero porque trato de arriesgarme en producciones propias.
 
Guarany: Ella no sintió la crisis. Yo estuve mucho tiempo prácticamente parado, sin actuaciones. No sólo yo sino muchos de mi época. Cuando aparece Troilo, Canaro se tiene que ir. Y a nosotros nos pasó lo mismo: aparecen Soledad, Luciano Pereyra, Los Nocheros, Chaqueño, y entonces la gente quiere ver esos números nuevos. Pero, ¿en mí qué interés pueden tener? Yo empecé en 1949, me han visto mil veces, entonces, si hay crisis, nosotros la sentimos más. A Soledad la quieren ver en todos lados. Si me acuerdo que no tenía 15 años y me contaban que estaba volviendo loco a todo el mundo. "Hay una chiquita que revolucionó Rafaela", me acuerdo que me dijo un amigo una vez. Era ella.
¿Cómo los acerca el hecho de venir de Santa Fe?
 
Soledad: Somos de lugares muy diferentes. Para mí en el norte, de donde es Horacio, la gente es extrovertida, más divertida, participa mucho más que en el sur, de donde soy yo. Los gringos somos más de no salir de la casa, más temerosos. Gringo, digo, como le llamamos al que vive en el campo, ese medio colorado, ojos claros, medio brutón. Yo soy gringa.
 
Guarany: Yo soy del Chaco santafesino. Nací en los obrajes. Papá era un hachero de la Forestal y los hacheros, como los de la zafra, iban desmontando de un lado a otro y hacían sus ranchadas: dos o tres años en un lugar, dos o tres años en otro. Yo nací en el monte y me anotaron en un pueblito, Las Garzas, porque de vez en cuando mandaban el trencito de la Forestal al pueblo, para hacer la provista y anotar los hijos. La mayoría de los pobladores de Arequito, Las Parejas, toda esa zona de la que es Soledad, son colonos que han venido de Europa padeciendo las guerras, las privaciones, la falta de tierra. Llegaron y se pusieron a trabajar, hicieron el país.
 
Soledad: Eran muy pobres. Mi bisabuela para hacer facha untaba la tostada con grasa de chancho. Ella laburó a la par de mi bisabuelo, o más. Murió a los 90 años, y hasta los 87 hizo quintas en el fondo de su casa.
Soledad va y viene entre un departamento en el centro de la Capital y su casa de Arequito: "En mi pueblo la gente no tiene la magnitud de lo que yo soy, puedo caminar tranquila porque para ellos es normal verme, ni me miran".

Guarany lleva años instalado en una quinta de Luján. "Yo voy al supermercado y si alguien se me llega a poner pesado no tengo ningún problema: ''¡Salga, señora, váyase a la mierda!'' Mi mujer dice que estoy loco. Y estoy loco. Lo que pasa es que no me ubico en Horacio Guarany. A mí me gusta verme y criticarme como si fuera otro."
¿Es autocrítico?

Guarany: Los discos míos no los escucho jamás, me parecen horribles.

Soledad: Yo sí me escucho.

Guarany: Pero vos cantás lindo.

Soledad: Vos también, che!

Guarany: Yo soy un perro.

Guarany se pone a contar anécdotas. El relato de cómo en 1956 una cantante de la Opera de Pekín le estrenó una canción en el Colón, que después popularizó masivamente en su país, desemboca rápidamente en la actualidad. Soledad acaba de estar en el centro de la polémica en torno a la programación de música popular en el Teatro.
Tu actuación fue controvertida. ¿Cómo lo viviste?
 
Soledad: Yo estaba en Chile cuando estalló la polémica. Me parece respetable que el Colón quiera mantener un estilo, una tradición, podríamos decir. Pero una vez que le abre las puertas a la música popular, las puertas se tienen que abrir para todos. Hay muchos prejuicios. Yo conocí el escenario el mismo día de mi actuación a las seis de la tarde, y era un espectáculo complejo. Había miedo con lo que podía pasar con mi público, pero los pibes que siempre revolean todo se portaron de diez. Se ve que en esas butacas se habrán sentido como cuando vas a una fiesta de quince con las sillas vestidas.
 
Guarany: Yo cerraría el Teatro Colón. Todo ese dinero que cuesta mantenerlo para alegrar la vanidad de unos cuantos panzones, millonarios, ricachones, lo usaría para que se den conciertos populares en todas las provincias y se aplique el federalismo cultural. Y el Colón lo cerraría hasta que haya mucha plata... ¡o hasta que los ri cachones, bacanes, abonados, clientes permanentes que quieran ver un espectáculo que ellos pueden ver en cualquier país del mundo, lo paguen ellos! ¡Porque ahora los paga el pueblo! ¡El hambre cultural no está en el Barrio Norte!
Soledad (que se encoge de hombros en señal de inocencia): Yo vivo en Barrio Norte.