Reservas para los años de vacas flacas
Roberto Laserna

Las abuelas dan sabios consejos pero rara vez se los puede seguir. Algo así ocurrirá con la idea de ahorrar el dinero del gas para los años de vacas flacas.

El ministro Gabriel Loza propone la creación de un Fondo de Reserva y Estabilización con los excedentes que el país está logrando en la actual bonanza exportadora, para usarlos en el tiempo de las vacas flacas.

La iniciativa, como los consejos de las abuelas, luce lógica y hasta posible. Lamentablemente, creo que no es viable en Bolivia y, más aún, tampoco es deseable.

En teoría parece razonable y sencillo guardar el dinero en una época para gastarlo en otra. Muchos lo hacemos, ¿por qué no podría hacerlo el Estado? Porque se necesitan condiciones, políticas y técnicas, que el Estado, nuestro Estado, no tiene. Se necesita un Estado con solidez y eficiencia institucional. Muchos han intentado crear estos fondos pero muy pocos lo han logrado. Alaska en Estados Unidos y Noruega en Europa son los pocos que han tenido éxito, porque su sistema normativo e institucional ya era bastante firme y transparente antes de crear el Fondo y no les fue difícil poner la administración del mismo en manos de gente que ni se dejó tentar por los millones ni sucumbió a las presiones de los grupos de interés y que, por tanto, fue capaz de proteger el fondo de los avatares de la coyuntura. Además, las necesidades fundamentales de su población estaban siendo satisfechas cuando crearon sus fondos.

En Bolivia tenemos dificultades para designar jueces, fiscales y tribunos y, cuando logramos elegirlos, no hay ley ni tribunal que pueda defenderlos de las presiones políticas y sindicales. A los gobiernos, a casi todos, les interesa controlar empresas e instituciones públicas. No hacen esfuerzos por darles la autonomía que la ley otorga ni al Banco Central ni a las superintendencias, mucho menos a empresas o fondos. Un Fondo con 2 ó 3 mil millones de dólares disponibles, que deben ser invertidos para conservar y ampliar su valor, sería sin duda el botín político más apetecido y por tanto motivo de guerras enconadas o negociados fabulosos. Botón de muestra fueron los fondos de pensiones y complementarios, cuyas reservas se perdieron en los bolsillos de burócratas y políticos o en dudosas “inversiones”, siempre bajo control social.

Las condiciones técnicas no son más fáciles. Un Fondo de este tipo requiere de administradores financieros y analistas de gran nivel, capaces de identificar las inversiones más rentables y seguras y los momentos económicos. Hacia atrás es fácil saber cuándo los ciclos económicos están en fase de recesión o auge, pero otra cosa es predecirlos y saber si se vive la recesión anticipada o todavía queda mucho por empeorar.

En los Estados Unidos hay la experiencia de las reservas de petróleo que administra un grupo de expertos de altísimo nivel. Los costos de mantener estas reservas no han podido justificarlas, porque los expertos no logran saber si el momento que viven es realmente de auge o de recesión, y terminan comprando menos de lo que requieren cuando bajan los precios o vendiendo petróleo antes de que los precios lleguen a su cúspide. Su papel en la estabilización del mercado ha sido insignificante.

No hay condiciones institucionales y tampoco técnicas para crear el Fondo de Reserva que propone Loza. Pero además esta opción tampoco es deseable.

En el Gobierno parecen creer que estamos en años de vacas gordas porque las burocracias tienen superávits, ya no hay déficit fiscal y la balanza de pagos es favorable. Es necesario recordar que el país es más que su burocracia y que lo que de verdad importa no es el Presupuesto General de la Nación sino los presupuestos de las personas y de las familias. Y ahí los déficits persisten y se amplían. ¿Cuál sería el principio ético que nos permita, como país, crear un Fondo de Reserva de dos mil o tres mil millones de dólares, invirtiéndolos en hoteles vacacionales en Fidji o casinos en Mónaco, cuando 5 millones de personas en Bolivia no tienen ni siquiera las herramientas básicas que les permitan sobrevivir?

¿Quién le habrá dicho al ministro que no estamos en época de vacas flacas? ¿Habrá olvidado que más de la mitad de los bolivianos son pobres y que cada año se van decenas de miles de compatriotas, saludables, trabajadores e innovadores, porque no encuentran aquí oportunidades para crecer? ¿Olvidó que tenemos hoy el mismo ingreso per cápita real que teníamos hace 50 años y que nos alejamos cada vez más de los niveles de bienestar de los países vecinos?

Publicada en Los Tiempos, 29.09.2007, La Razón 30.09.2007