EL SOAT Y EL DESARROLLO HUMANO

 

Roberto Laserna

 

El SOAT o Seguro Obligatorio de Accidentes de Tránsito está en el ojo de la tormenta. Como otras similares, se trata de una disposición con un profundo contenido social y de protección de las personas, pero que no tiene quién la defienda.

 

El SOAT está diseñado para dar asistencia médica a las personas que sufren heridas y daños físicos en acccidentes de tránsito, indemnizar a quienes quedan con problemas de invalidez y para compensar a los familiares de las personas que fallecen en accidentes. Y si consideramos juntos el SOAT, el Seguro Universal Materno Infantil y el Bonosol, encontraremos que la población boliviana en general, y sobre todo los de menos recursos y más vulnerables, están cada vez más protegidos. Y éste es, indudablemente, un avance significativo en términos de desarrollo humano. Nuestros derechos humanos se están ampliando efectivamente y debemos reconocerlo y asumirlo así, con todas las dificultades y desafíos que ello implica.

 

Lo paradójico es que las entidades de defensa de los derechos humanos y las organizaciones sociales y políticas que proclaman su compromiso con la equidad social, la justicia y la protección de los desposeídos, callan frente a los problemas que se suscitan o, peor aún, se oponen a estas medidas.

 

Una revisión al último informe emitido por la Superintendencia de Pensiones, Valores y Seguros respecto del SOAT en los primeros once meses del año pasado muestra claramente los beneficios que ha obtenido la población con este seguro.

 

Hacia noviembre del 2002, cerca del 80% de los vehículos estaban cubiertos por el SOAT, lo cual revela una severa deficiencia en el control y explica en parte el incremento en la prima que se ha planteado para este año y que ha motivado el conflicto actual. En efecto, mientras por primas y ventas de certificados las compañías de seguro recaudaron 5.6 millones de dólares, los pagos por accidentes ascendieron a 6.4 millones de dólares, lo cual representa un déficit o una pérdida para casi todas las compañías participantes. Ese déficit amenaza la sostenibilidad del derecho a tener protección en casos de accidentes.

 

En los once primeros meses del 2002 obtuvieron protección por el SOAT un total de 9067 personas, de los cuales la mitad fueron ocupantes en vehículos accidentados, y la otra mitad fueron peatones afectados en accidentes. En términos de dinero, un 70% de los pagos que se hicieron con los recursos del SOAT fueron a cubrir gastos médicos, y un 30% a indemnizaciones por fallecimiento. Y desde el punto de vista del tipo de vehículos, el 61% de las personas accidentadas lo fueron en vehículos del servicio público.

 

La pregunta que uno debe hacerse ahora es ¿qué hubiera pasado con esas 9067 personas sin el SOAT? ¿Cómo hubieran sido atendidas o compensadas esas personas? ¿Y qué hubiera pasado con los responsables de esos accidentes si no tenían el respaldo de este seguro?

 

La solución no puede estar en la eliminación del SOAT porque eso volvería a colocar a peatones, ocupantes y conductores de vehículos en una situación inaceptable de vulnerabilidad.

 

Una alternativa sería reducir los pagos por gastos médicos e indemnizaciones, pero ello sería terriblemente injusto con quienes son víctimas de los accidentes. Lamentablemente, nadie está libre de tales riesgos.

 

Bajar los precios del seguro puede lograrse si se amplía la cobertura y se reducen los accidentes. Esto sí depende de nosotros y sin duda podemos lograrlo si todos y cada uno ponemos mayor voluntad y responsabilidad de nuestra parte. Las entidades de vigilancia y control del tránsito deben actuar con mayor rigor sancionando a quienes incumplen con esta obligación y controlando mejor a los conductores, cuya negligencia y falta de respeto de las normas es la principal causa de los accidentes. Y tienen sin duda un importante papel que jugar las organizaciones de los transportistas coadyuvando en la vigilancia y apoyando en el cumplimiento de la norma. Pero no hay manera de asegurar que eso ocurra de inmediato. Ayudaría un compromiso de los gremios de transportistas para excluir de sus filas a quienes evaden el SOAT y para apoyar medidas de seguridad (cinturones de seguridad, revisiones técnicas de verdad, eliminación del quinto pasajero en los trufis, protección a choferes que son obligados a conducir sin descanso, respetar las señales de tránsito y los semáforos ... y otras medidas similares que podrían reducir los accidentes). ¿Estarán dispuestos a ello cuando no lo estuvieron en el pasado?

 

El hecho es que ahora hay un déficit que hace insostenible el disfrute de este derecho, y que es necesario defenderlo. Porque al hacerlo se defiende la  vida y la dignidad de los bolivianos. Eso es lo que está en juego en el conflicto que vivimos.

 

(Publicado en Los Tiempos, 9 de Enero de 2003/ La Razón, 10 de Enero de 2003)