Pobreza, democracia y conflictos sociales
Roberto Laserna
Los
conflictos sociales son un factor decisivo para explicar el estancamiento de
nuestra economía. Sin embargo, muchos bolivianos parecen haberse habituado a
ellos y los observan con indiferencia. Muchos otros incluso los justifican como
una expresión lógica de las condiciones de pobreza en el país y hasta hay
quienes creen que la acción conflictiva fortalece la democracia.
Los datos
disponibles de los conflictos sociales desmienten esas percepciones. En un
estudio basado en los conflictos registrados en los últimos 38 años se muestra
que ellos han representado un costo promedio anual que oscila entre el 1 y el
3% del PIB. Por lo tanto, son reproductores de la pobreza y la desigualdad,
impiden que aprovechemos las oportunidades que logramos con la democracia y la
debilitan.
“Los
bolivianos siempre nos detenemos al borde” decimos a veces, casi seguros de que las crisis no tienen consecuencias
negativas porque no terminan en estallidos de violencia incontrolable. Pero
esto conduce a una peligrosa autocomplacencia.
También se suele explicar la alta conflictividad por la
pobreza y la desigualdad, admitiendo como justificados
los discursos de sus protagonistas.
Los datos
desmienten esas visiones.
La mayor
parte de los conflictos no son protagonizados por los grupos más pobres y
vulnerables, sino por los sectores medios. Y sus luchas, aunque se presentan
como gestas contra el Estado, en general buscan penetrarlo, es decir,
insertarse en él, con el fin de apropiarse de los recursos que maneja, de orientar
sus decisiones o de ponerlas al servicio de intereses de grupo.
Estas son
las principales conclusiones que se desprenden de un análisis global y
estadístico de los conflictos sociales registrados en los 38 años que van de
El análisis
de un lapso tan largo, de casi cuatro décadas, permite también descubrir que
los vaivenes entre autoritarismo y democracia no son suficientes para explicar
los cambios en la intensidad de los conflictos. Pueden observarse momentos
democráticos de alta conflictividad, como los gobiernos de Siles
y Mesa, por ejemplo, y otros de baja conflictividad, como los de Paz Zamora y
Sánchez de Lozada. Se encuentran gobiernos militares
con pocos conflictos, como el Bánzer de los 70, y
otros con muchos conflictos, como Ovando y Torrelio.
Las diferencias no se explican solamente por la manera en que se gestionaron los
conflictos, sino también por la disponibilidad de recursos de los gobiernos y la
apelación a las instituciones y a las leyes.
Desde esta
perspectiva, los datos sugieren que los conflictos, motivados en su mayor parte
por el afán de apropiarse de recursos públicos, a la larga reproducen la
pobreza y la desigualdad porque obligan a los gobiernos prestar una atención
prioritaria hacia los grupos y sectores que muestran mayor capacidad de
movilización y presión social.
Tomar en
cuenta estos datos también permite evaluar su incidencia en el crecimiento
económico de largo plazo.
En un estudio
que realizamos con José Luis Evia y Stergios Skaperdas exploramos la
influencia de la conflictividad social en el crecimiento de la economía. Se
calculó el costo directo a indirecto de los conflictos y también se estimó su
influencia en otras variables, así como la manera en que el desempeño de la
economía incide también en los comportamientos colectivos.
Una de las
principales conclusiones es que los conflictos pueden generar a veces beneficios
para algunos grupos, pero siempre tienen costos económicos que se diseminan
hacia el resto de la sociedad. Otra conclusión, quizás más relevante para el
desarrollo, es que en las tres décadas y media cubiertas
por el estudio, los conflictos desaceleraron el ritmo de crecimiento de la
economía por lo menos en un promedio cercano a 1% anual. Es decir que, sin
conflictos, la tasa de crecimiento de la economía boliviana habría sido por lo
menos un punto porcentual más alto cada año a lo largo del periodo considerado,
que en este caso abarca de 1970 al 2006.
Así, y sólo
en el período estudiado, se estima que por los conflictos sociales perdimos por
lo menos un tercio del desarrollo que podíamos haber alcanzado. Y menciono
desarrollo porque si bien el crecimiento no lo es todo, está comprobado que la
mayor disponibilidad de recursos tiene relación directa con mejoras en la
igualdad, la reducción de la pobreza y la posibilidad de disminuir la
mortalidad infantil y materna.
Los
trabajos en que se basa esta breve relación han sido recientemente publicados
con apoyo de Cosude por Ceres y el Instituto para
En
realidad, al generar costos adicionales que reducen el crecimiento de la
economía, los conflictos agravan las condiciones de pobreza y exclusión social
y económica. A veces tienen efectos directos y siempre tienen efectos indirectos
que son más negativos para los más pobres. A veces deterioran lo que ya
logramos como sociedad pero, además, siempre impiden que sigamos avanzando.
Publicado
en suplemento especial de