Pando vive

 

Roberto Laserna

 

El hombre soltó la soga de la campana cuando comprobó que el vehículo llevaba observadores electorales. Estaba dispuesto a convocar a los vecinos de la escuelita de la comunidad Santa Helena pues así lo habían acordado en la mañana, luego de que el alcalde se llevara con amenazas a diez ciudadanos en la escuela Antequera, de la comunidad vecina. “Están impidiendo votar a la gente”, explicó Hermes Cordero, presidente de la mesa, “por eso estamos atentos”.

Relataron historias similares en El Carmen y Puerto Rico, donde también se podía observar a vecinos reunidos y organizándose para prevenir un posible ataque a las ánforas en el momento del conteo de votos. Estaban nerviosos pero no agresivos. Cerca de uno de estos grupos pasó una moto que llevaba un cartel: “no votes por el estatuto mafioso”. Intercambiaron saludos… eran conocidos, tal vez amigos.

En Porvenir un reportero de El Deber comentó que había estado muy temprano en Filadelfia y pudo presenciar la captura y quema de ánforas, así como la instalación de un bloqueo caminero que al final impediría que más de tres mil personas pudieran votar en el referéndum de Pando. Para las dimensiones demográficas del departamento esa es una proporción muy elevada. Para todos es evidente que el gobierno está empeñado en provocar el mayor ausentismo posible. En las semanas previas había intensificado su campaña contra los estatutos autonómicos con visitas del Presidente Morales, entregas de equipos e inauguración de proyectos. A los asesores del gobierno les debió ser fácil reconocer que la población recibía con las manos pero, como me dijo un taxista, “no con la cabeza”.

A lo largo de la ruta que une Cobija con Riberalta y La Paz era posible comprobar la eficacia del sistema electoral boliviano. Los ciudadanos de Pando, como los de Santa Cruz un mes antes, y los de cualquier punto del país en elecciones pasadas, una vez que se hacen cargo de las mesas, suelen ejercer su función de jurados electorales con gran responsabilidad y esmero. En todos los recintos visitados se los veía verificando nombres, mostrando la papeleta, defendiendo la privacidad del votante, contando una y otra vez el número de inscritos que ya había sufragado y los que faltaban todavía, y consultando continuamente los manuales y compendios normativos que les habían enviado desde la Corte Electoral. Y cumplido el tiempo, en la hora del conteo, varios lo vigilaban y discutían las dudas, temerosos de que un error anulara la votación.

En la noche, ya de vuelta en Cobija, los canales de televisión daban cuenta de los resultados y los comparaban con las estimaciones de las encuestas. Más del 80% de los votantes expresaba su apoyo a la autonomía afirmando su respaldo al Estatuto. La televisora estatal, por su parte, enfatizaba el ausentismo, restando legitimidad al referéndum que, para ser válido, requería que por lo menos la mitad de los votantes habilitados hubiera participado. Esta actitud era consistente con los esfuerzos realizados durante el día para reducir el número de votantes.

“Y también con el aumento en inscripciones”, me explicó luego Fernando Coelho, uno de los vocales de la Corte pandina. En el acto plebiscitario del 2006 se habían computado 20,559 votos en todo el departamento. Como manda la ley, los libros se reabrieron para este referéndum de modo que el domingo 1° de junio estaban habilitados para votar 28,990 personas. “Se hizo campaña para inscribir a la gente, y luego se hizo campaña para que no votara”. Esa campaña incluyó mensajes de persuasión y actos de presión. Así se explican las cifras de abstención cercanas al 40%.

Pero ellas no impidieron que el resultado final se festejara en calles y plazuelas.

En las calles de Porvenir, apenas se conocieron los primeros resultados, una anciana batía orgullosa la bandera boliviana y me decía, con trasfondo de cohetes y música: “esto es para que respeten a Pando”, y me recordaba que muy cerca de allí, a orillas del río Manuripi, estaba el monumento a Bruno Racua, el tacana que es héroe nacional por su papel en la batalla de Bahía en la guerra del Acre. “Aquí siempre defendemos Bolivia –me dijo-, pero Bolivia siempre nos olvida”.

En los pocos días que estuve en Pando comprobé que ese sentimiento es bastante común entre sus habitantes, a pesar de la cercanía del Brasil y el intenso y amistoso intercambio que se tiene, especialmente con las ciudades colindantes de Brasilea y Epitaciolandia.

Por eso no extraña que el artículo primero del Estatuto de Pando afirme “su voluntad inquebrantable de respetar y preservar la unidad indisoluble de la patria boliviana”.

Tal vez los votantes no conocieran el texto en detalle o no pudieran explicar sus contenidos, “pero no es por falta de oportunidad”, me dijo Erick von Boeck, un exPresidente del Comité Cívico de Pando. “Hemos distribuido más de 20 mil ejemplares en todo el departamento, y hemos realizado incontables reuniones para recibir y discutir propuestas”. Aún así, todos saben que la aprobación del estatuto no es nada más que un paso en el proceso de construcción de las autonomías.

Un paso que será pequeño o grande, según la perspectiva que uno tenga, pero que es sin duda firme, como lo demostró la voluntad de los pandinos que, este domingo 1° de junio, celebran con razones su fortalecida presencia en una República que ayudaron a forjar y que quieren renovar.

 

El autor es miembro de www.columnistas.net

Publicado en Los Tiempos, 13 de junio de 2008