MÁS ALLÁ DE LAS DESIGUALDADES…
Respuesta a una acusación sesgada
Roberto Laserna
George Gray Molina
disiente con Roberto Laserna sobre la
idea de que la “desigualdad no importa”. Yo también…, por la sencilla razón de
que nunca sostuve lo que Gray me atribuye, y porque la
cita que menciona es un invento suyo.
Es deleznable el recurso de atribuir a otra
persona un argumento distorsionado para salir airoso de un debate. Eso es lo
que hace Gray: para tratar de restarle méritos a un artículo
que publiqué en Pulso (10 al 16 de febrero de 2008) cita frases que nunca dije y
me atribuye ideas que no sostuve. Tal vez mi texto haya tocado alguna fibra
sensible en el autor de la réplica, pero no lo admite y más bien recurre a
tergiversar argumentos para expresar su descontento.
El artículo de Gray
empieza falseando el mío desde el título, ya que da a entender que traté “Sobre
el consuelo de ser pobres, pero iguales”,
y pone entre comillas, como si fuera una cita textual, la frase “la
desigualdad no importa”, que nunca escribí. Tampoco fue la idea básica del
artículo que publiqué con el título “Sobre ´el país
más desigual´” (está en Pulso y en los sitios web www.columnistas.net
y www.oocities.org/laserna_r para
verificación de los lectores).
No se si la razón por la que Gray actuó tan impulsivamente y con tan poca seriedad fue
mi planteamiento de que la desigualdad es un problema, aunque no tan grave como
la pobreza, o por mi afirmación de que la burocracia no ha sido nunca capaz de
crear riqueza en la escala que se necesita para superar la pobreza. Pero es
indudable que algo lo ofuscó.
Porque tiene que estar ofuscado quien no
solamente falsea un argumento para poder criticarlo, sino también quien
inicialmente califica de “novedoso” un análisis para afirmar de
inmediato que no es más que un “resultado esperado”, y concluir diciendo que en
la brecha detectada no hay “nada nuevo” (Y éstas sí son citas textuales).
Como ofuscado tiene que estar quien, luego de reconocer
que los datos que presenté en mi artículo son correctos, y que efectivamente la
distribución del consumo es menos desigual que la del ingreso, insiste luego en
que “somos nomás el país más desigual”. Lo notable es que Gray
respalda su reivindicación utilizando un gráfico que muestra que Bolivia no es
el país más desigual, ni por ingreso, ni por consumo. Por ingreso lo es Brasil,
y por consumo Nicaragua… por lo menos, en la pequeña muestra que él mismo ofrece.
Y no puede ser sino ofuscación la que le lleva
a señalar que la diferencia entre el Gini de ingresos
y el de consumo es del 14%, cuando mi artículo reporta 14 puntos (y el suyo 16!). Es común que la gente se confunda con los porcentajes y
olvide que son números relativos, pero un economista no puede cometer errores
tan elementales. La diferencia que yo estimé entre los dos Ginis
es efectivamente de 14 puntos, pero esos 14 puntos son el 32% del Gini de consumo (0.438) y el 24% del Gini
de ingresos (0.578). Es decir que el coeficiente de desigualdad de ingresos es
un 32% más alto que el coeficiente de desigualdad de consumo.
Ésta es una diferencia muy significativa y fue
precisamente la que me llevó a escribir el artículo que Gray
comenta. Quizás se sintiera aludido por la advertencia de los riesgos que
entraña la exageración, porque de hecho ya los estamos viviendo debido al
irresponsable énfasis puesto en el problema de la desigualdad cuando, insisto, es
la pobreza la que reviste mayor gravedad en Bolivia, y superarla es de mayor
urgencia.
Para explicar la diferencia en las
desigualdades por ingreso y por consumo, Gray recurre
a un texto sobre Brasil y a “la hipótesis del ingreso permanente”. Yo insisto
en la hipótesis del ch´enko, porque ella pone
de relieve el carácter específico de la heterogeneidad estructural en Bolivia y
el costo en términos de pobreza que representa la resistencia al mercado que
ejercen quienes desenvuelven sus actividades en las economías natural y
familiar.
Una contribución de Gray
es la de recordarnos que lo que verdaderamente importa es la desigualdad de
oportunidades, que obviamente no se reduce ni a los ingresos ni al consumo.
Estos son resultados de la actividad económica que realizan las personas en un
determinado contexto y durante un período de tiempo. A diferencia de ellos, las
“oportunidades” hacen referencia a ese contexto y, por supuesto, no pueden tratarse
como una variable susceptible de medición. Las oportunidades, bien lo sabemos,
reflejan las condiciones económicas pero también las culturales, políticas y
sociales.
En mi artículo me concentré en exponer el uso (y
abuso) de un indicador sesgado, el de la desigualdad por ingresos, y afirmé
claramente que no se puede ni debe ignorar el problema de la desigualdad, aunque,
si de establecer prioridades se trata, la de producir más riqueza debería estar
por encima de la de distribuir la existente.
Al parecer, Gray cree
que cuando se plantean prioridades se excluyen o declaran irrelevantes las que
siguen a la primera. No es así. Proponer prioridades es simplemente proponer un
orden con el fin de orientar las decisiones de política pública y de asignar
los recursos, siempre escasos, de acuerdo a la importancia de los objetivos que
se desea alcanzar.
Gray me hace decir, sin motivo e injustamente, que considero
que la desigualdad es baja y por tanto no es importante, e incluso que es una
distracción. Quien leyó mi artículo sabe que lo que afirmé es que el Gini de consumo es “mucho más bajo que” el de ingresos,
pero nunca afirmé que la desigualdad no es importante o que su impacto debe ser
desestimado, y mucho menos que debe ser ignorada por las políticas públicas. Es
más, incluso afirmé explícitamente que “tal vez la distribución pueda estar
entre los objetivos de los organismos públicos”, pero que la creación de
riqueza en la escala necesaria para superar la pobreza está fuera de su
capacidad por lo que “solamente se puede alcanzar cuando se convierte en un
objetivo de la sociedad en su conjunto”.
Ésta es la principal implicación de mi
planteamiento y conduce de manera directa a una proposición: si la creación de
riqueza debe ser la prioridad y si realizarla no está al alcance de la
burocracia, los recursos disponibles para el desarrollo deberían estar en manos
de la gente.
Coincidimos en que, si de equidad y desarrollo
se trata, la clave está en las oportunidades. Y si de luchar contra la pobreza
se trata, una de las más importantes es la de darle a cada boliviano la
oportunidad de crear riqueza.
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