Pobreza y crecimiento: ni el Banco Mundial ni el Cipca

Roberto Laserna

http://www.oocities.org/laserna_r

 

El Banco Mundial ha publicado Reducción de la pobreza y crecimiento: círculos virtuosos y círculos viciosos. La tesis central de este estudio es que la pobreza, según sus autores, no sería solamente el resultado de un bajo nivel de crecimiento, sino la principal causante del lento ritmo de expansión de las economías de América Latina.

Un grupo de economistas de Cipca recogió esa tesis y propuso en Pulso (340) que, de aplicarse en Bolivia, el mayor esfuerzo nacional debería volcarse hacia el desarrollo rural… porque es ahí donde está la pobreza. En su definición, el desarrollo rural es “el fortalecimiento económico-social de los pueblos campesinos e indígenas”.

Hace algún tiempo propuse reconocer como punto de partida de cualquier debate sobre la economía nacional la existencia del chénko, es decir, de racionalidades productivas y laborales diferentes, puesto que es ahí donde se origina la desigualdad. En mi descripción, que por supuesto tiene poco de original pues se vincula con antiguas tesis acerca de la heterogeneidad estructural y la articulación de modos de producción, propongo un esquema que reconoce tres economías con capacidades productivas tan diferentes, que también condicionan los niveles de consumo y bienestar de quienes forman parte de ellas. A esas tres economías llamo natural, familiar y mercantil por la concepción que en ellas se tiene sobre el lugar donde se encuentra la riqueza. Su coexistencia, que por supuesto incluye intercambios, contribuye también a explicar por qué el crecimiento económico es tan lento en Bolivia pese a haber logrado elevados niveles de inversión pública y privada, en servicios y en infraestructura, como sugieren tanto los recetarios privatistas como los estatistas.

Lo que sucede es que las tres economías que hay en Bolivia se aprovechan y se bloquean mutuamente, enredándose en un equilibrio de bajo nivel, es decir, generando y reproduciendo pobreza.

Los economistas de Cipca reconocen que el ch´enko existe e incluso lo reivindican, pero no reconocen que entre sus consecuencias están justamente la pobreza y la falta de crecimiento. En efecto, demandan políticas diferenciadas “respetando” las variadas estrategias de la gente, y en especial tomando en cuenta que para los campesinos e indígenas “la acumulación no es su estrategia de vida ni de crecimiento”. Si no hay acumulación ni intención de expandir la producción, puede haber otro resultado que no sea la pobreza. ¿Cómo combatir los efectos sin cambiar la causa?

Una sugerencia planteada por el grupo de Cipca es que “un mayor nivel de acceso a los recursos naturales” sería la mejor manera de combatir la pobreza, y proponen “la redistribución de la tierra y los recursos naturales como condición ineludible”.

En la economía del ch´enko esto significaría aumentar las oportunidades para que la pobreza se reproduzca. La agricultura y la ganadería campesinas son parte de una economía natural porque ellas están orientadas a extraer y aprovechar la riqueza ya existente en la naturaleza, pues les resulta difícil admitir que existan otras fuentes de riqueza fuera de las naturales. Así que es lógico que busquen siempre explotar recursos naturales, aunque esa lógica productiva ha demostrado que en un mundo de expectativas crecientes y crecimiento poblacional, solamente puede generar pobreza y desigualdad.

Si los economistas de Cipca vincularan causas y efectos, o analizaran las consecuencias sobre el consumo que tienen las estrategias productivas, se darían cuenta de que las buenas intenciones de sus propuestas no alcanzan para hacerlas realistas. Son ilusorias, como ilusoria fue la creencia de que la distribución de tierras bastaría para resolver la pobreza rural, que en los años 50 se expresó en la reforma agraria, y en los 60 y 70 en la colonización del trópico.

En cuanto a la tesis de los economistas del Banco Mundial, tengo la impresión de que refleja más sus sentimientos de culpa frente a las acusaciones de los movimientos populistas de todo el mundo, que un análisis riguroso. Si uno observa la historia de la humanidad, situando a las sociedades como parte de sistemas ecológicos, se da cuenta de que la pobreza no es la causante del bajo crecimiento sino, al contrario, la principal causa del desarrollo. Es imposible explicar esta idea en un artículo breve, pero si me disculpan por una publicidad poco delicada, me remito a Ciudades y pobreza, que es el libro en el que presento esa tesis. Por ahora sí me parece necesario destacar que la noción de pobreza que planteo está muy alejada de la concepción pasiva y autocompasiva que promueven los políticos, los burócratas y las instituciones de cooperación. Es una noción motivadora, definida por la conciencia de quienes sufren deprivaciones y que las reconocen como problemas que pueden superarse con mayor esfuerzo laboral y productivo. Si se considerara la pobreza como un desequilibrio entre disponibilidad y aspiraciones, tendría que ser reconocida como un acicate para el cambio que han logrado los países que superaron la pobreza… o que lo están haciendo en este momento.

Esta manera de definir la pobreza, inspirada en las ideas de Amartya Sen, que enfatiza “capacidades”, ciertamente no tiene validez a nivel individual sino social. Y es una definición que sin duda tiene poco que ver con la de los economistas del Banco Mundial o los de Cipca, que parecen definirla como carencia de ingresos o de bienes de consumo y de servicios. Su definición de pobreza convierte a la cooperación, a los gobiernos y a las ONGs en los protagonistas de la lucha contra la pobreza, condenando a los pobres a ser simples beneficiarios o clientes. Así, es indudable que la “reducción de pobreza” no solamente es un nuevo negocio, como intuyen con justificada molestia los economistas de Cipca, sino un negocio interminable. Hasta ahora no se conoce de ninguna sociedad en el mundo que haya superado la pobreza en base a programas de cooperación internacional o a proyectos compasivos y solidarios de ONGs.

Por los datos de que disponemos en Bolivia, y con esto concluyo estas apuradas notas, estoy convencido de que la urbanización ha contribuido a reducir la pobreza mucho más que los programas de desarrollo rural. Alguien me dijo que eso es porque la urbanización acerca a la gente a los mercados y la aleja de los recursos naturales. Tal vez sea así, pero también hay que reconocer que la urbanización baja los costos de acceso a servicios, información, tecnologías y, por supuesto, al poder político. En suma, habría que reconocer que las soluciones no siempre están donde se encuentran los problemas.

 

 

Publicado en Pulso, La Paz, 8 de abril de 2006